Este blog de ustedes, en sus (casi) 16 años de existencia, ha atraído a multitud de trastornados por la geografía de todo el globo. Uno de los geográficamente más lejanos es Enrique Andrés, españolito residente en Sídney que, pese a la abundancia de opciones no absurdas, decidió pasar la pasada nochevieja en mitad del desierto australiano, y vivió para contarlo. Esta es la historia de la última noche del año en Cameron Corner:
Empezaré la historia de esta aventura asumiendo que los seguidores del blog de Diego pertenecen a esa extraña tribu de personas que no solo encuentran razonable que un ser humano vaya por pura diversión a un lugar perdido en medio del desierto australiano, sino que probablemente lo envidien por ello, y que ni siquiera cuando se enteren de que este viaje se desarrolló en pleno verano austral con temperaturas que llegaron a alcanzar los 46°C se planteen si el autor de este texto tiene seriamente afectadas sus facultades mentales. Resido en Bondi, la playa más icónica de Sídney y probablemente de Australia, y aunque a mi mujer y a mí nos encanta estar cerca del mar, estamos enamorados del Outback, el desierto australiano que ocupa aproximadamente el 80% de esta isla continente. No es fácil explicar a los que no habéis tenido la suerte de visitarlo las sensaciones que produce el lugar, experimentar kilómetros de carreteras sin cruzarse con ningún otro ser humano, paisajes únicos y embriagarse de ese magnetismo que produce la lejanía de la civilización.