La Isla Fantasma que le quitó la Antártica al Ecuador

Una vez más el trasero de este incompetente bloguero se ve salvado por la colaboración de uno de sus escasos, pero no por ello menos inmerecidos lectores. En esta ocasión Francisco Bustamante nos deleita con la historia de la Antártica Ecuatoriana, una reclamación bastante bizarra que tuvo un final no menos sorprendente. Que ustedes la disfruten

Las fronteras de la Antártica (o Antártida si lo prefieren) son de por si bastante curiosas, y solo pueden compararse a cortar trozos de un gigantesco pastel blanco que se deshace día a día. Hoy en día los reclamos están congelados por el Tratado Antártico, un legado de la guerra fría que ha permitido que no se haya destruido ni explotado a gran escala el continente blanco. Otra cosa es la historia de las reclamaciones de pedazos de ese pastel helado; algunas pocas quedaron protegidas por el tratado, pero otras, las más, quedaron olvidadas en el anecdotario de la historia. Allí está Nueva Suabia, y por supuesto, la famosa Antártida Ecuatoriana. Ahora bien, Ecuador es un país tropical, tierra de plátanos y tortugas, a mucha honra. ¿Qué tiene que ver con continente antártico?

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Donald Trump y el triángulo de la discordia

Una vez mas se demuestra que lo mejor de este blog son sus lectoras. Francisco Bustamante, desde Quillota, capital de la palta, envía esta magnífica crónica sobre la bizarra disputa fronteriza que mantuvieron, y aún mantienen, Chile y Perú. Que ustedes la disfruten

Chile y el Perú se disputaron el dominio del Pacífico Sudamericano durante buena parte del siglo XIX. El primero era un país más pequeño y pobre, pero más estable que el segundo, país bastante rico gracias al legado del Virreinato. Ambos países se enfrentaron en la Guerra del Pacífico, o del salitre, llamada así porque el territorio disputado contenía el 90% de las reservas naturales de dicho producto. La guerra concluyó con la victoria chilena, pero sin un tratado de paz definitivo que estableciese los límites. Tras 50 años, y por intervención de EE.UU., en 1929 se firma el tratado de límites definitivo entre Perú y Chile.

Entre otras cosas, ese tratado dispuso que la frontera entre Chile y Perú «partirá de un punto de la costa que se llamará «Concordia», diez kilómetros al norte del puente del río Lluta…». Parecía muy simple. Lamentablemente los diplomáticos de ambos países olvidaron que el punto “Concordia, aquel que marcaba el inicio de la frontera, requería de un monolito o hito que marcase en el terreno el lugar exacto. ¿Acaso es posible hacer un monolito en plena costa del Océano Pacífico, en un arenal de la costa donde la corrosión y las marejadas no han permitido construcción humana alguna? Los topógrafos, bastante más prácticos, acordaron colocar el hito del punto «Concordia» lo más cerca posible del mar, pero a salvo de ser destruido por las aguas del Océano Pacífico. Escogieron un lugar a 180 metros del punto, en línea recta desde el mar, desde el paralelo del punto concordia. Seguir leyendo

Volveremos a volar – Las impresionantes fotos de aviones almacenados alrededor del mundo

El puñetero bicho que tiene a un par de miles de millones de personas confinadas en su casa ha tenido una serie de efectos colaterales que marcarán la década de los veinte hasta extremos que aún no somos capaces de imaginar. Uno de esos efectos es el absoluto desplome del tráfico aéreo en todo el mundo, con compañías gigantes dejando en tierra toda o casi toda su flota. Un día cualquiera de diciembre de 2019 había en cada momento veinte o treinta mil aviones en el aire; la inmensa mayoría de ellos (casi todos los de pasajeros) están ahora abarrotando aeropuertos de todo el mundo, esperando a que escampe, dejándonos imágenes tan espectaculares como inquietantes. Pero nos queda la esperanza: volverán a volar, volveremos a subirnos a un avión, y el mundo volverá a hacerse pequeño.

Aviones de British Airways en el aeropuerto de Bournemouth, en Inglaterra

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Españita, Pitorreal y Anal Abajo: topónimos americanos reales que nos inspiran y nos hacen soñar

Cuentan las crónicas que en pleno franquismo se llevó a cabo en las cortes españolas un debate acerca del sistema educativo. El ministro José Solis, conocido como «la sonrisa del régimen» defendió allí su programa conocido «más gimnasia y menos latín». En un momento dado se preguntó en voz alta para qué servía el latín, y la respuesta de un catedrático de universidad allí presente no se hizo esperar: «Por de pronto, señor ministro, para que a Su Señoría, que ha nacido en Cabra, le llamen egabrense y no otra cosa». Igual que los romanos dejaron su impronta en la toponimia española los españoles hicieron lo propio en América. Y así por ejemplo encontramos un lugar en México con un nombre que recuerda que la madre patria es, por superficie, mucho más pequeña que sus antiguas colonias: Españita, en el estado de Tlaxcala. Y partiendo de este lugar con este maravilloso nombre nos vamos a recorrer el loco mundo de la toponimia americana.

La entrada de hoy no se publica aquí sino en Magnet, así que ya estáis tardando en volar para leerla allá. Pitorreal, Españita, Tetillas y otros lugares con nombres maravillosos. 

 

Consultorio fronterizo: Los límites de los Océanos

Domingo, once de la noche. Una vieja amiga de la Universidad interrumpe mi duermevela escribiéndome un Whatsapp: «¿Has escrito algo acerca de las fronteras de los océanos?». Pues mira, llevo cuatrocientas y pico entradas en el blog y la verdad es que no. «Un amigo mío estuvo en Perth y otros sitios de Australia y quería saber en qué océanos se había bañado». Me molestan sobremanera esos amigos de amigos que hacen con total tranquilidad cosas que a uno se le antojan extraordinarias. Pero una amiga es una amiga así que solventemos su duda.

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Las lenguas amenazadas del Año Nuevo

La entrada de hoy es especial por muchas razones. Primero, porque es la última del año, obviamente. Segundo, porque es la más larga de la historia del blog. Y last but not least, porque la ha escrito el formidable Simón Perera, apasionado por las lenguas del mundo que hoy nos ofrece el mayor repaso a lenguas en peligro de extinción que se haya escrito jamás en la blogocosa en español. Espero que lo disfrutéis. Podéis seguir también esta entrada en Tuíter, en el hashtag #2017Live. ¡Feliz 2017! 

31 de diciembre de 1999. Alrededor del mediodía, comenzaba en La 2 el programa de televisión más largo que habría visto nunca: El día del Milenio. Yo y mi padre — quien para la televisión es más o menos como el aceite para el agua — nos sentábamos frente al aparato durante casi 24 horas, solo interrumpidos por la cena familiar y Ramón García y Nuria Roca dando las campanadas en la 1. Durante todo ese tiempo, seguimos cómo el año 2000 llegaba a países de todo el mundo, desde Nueva Zelanda hasta los Estados Unidos. Sí, señores, no se hace uno friqui en un día.

Años más tarde, servidor comenzó a ser lector de este genial blog que ustedes leen ahora. Es tradición lógica del mismo celebrar el Año Nuevo con un seguimiento de su entrada alrededor del mundo, desde los confines orientales de la Línea de Cambio de Fecha hasta sus confines occidentales. Pasó en 2009–2010, 2013–2014, o 2014–2015. El año pasado volvimos a tener seguimiento fronterero, esta vez por Twitter, con el hashtag #2016live.

Todo esto se fue confabulando en algún lugar de mi cerebro para inspirarme a hacer algo parecido. Recorrer el mundo a medida que llegaba un año nuevo, con un hilo conductor. Y para este hilo conductor había dos posibilidades, mis pasiones: la ciencia o la lengua.

Lo único que faltaba fue acordarme de un mapa que descubrí hace unas cuantas semanas. En él, la UNESCO concretaba la posición y el estado de todas las lenguas de cuyo peligro de desaparecer tiene constancia. Una realidad que se nos antoja lejana, en el tiempo o en el espacio, pero que no lo es tanto. De las aproximadamente 2500 lenguas en peligro, muchas se hablan cerca de casa: 128, en Europa (4, en España); y cientos, en Sudamérica.

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Sesenta grados sur. Las islas de la desolación

El Tratado Antártico, que entró en vigor en 1961, blinda todas las tierras emergidas al sur del paralelo 60 contra las pruebas de armamento de cualquier tipo (específicamente el nuclear, pero no sólo ese) y declara la libertad absoluta de investigación científica en todo el territorio antártico. También, ya de paso, declara a la Antártida y territorios adyacentes como Tierrra de Nadie, congelando cualquier reclamación territorial al sur del paralelo sesenta y prohibiendo reclamaciones posteriores. Además del gigantesco territorio helado cuya forma nos es tan reconocible existen unos pocos cientos de islas afectadas por el tratado. Adicionalmente, hay una serie de islas, islotes y peñascos al norte del paralelo sesenta considerados como subantárticos. Estos territorios al norte y al sur del límite del Tratado Antártico suelen ser lugares entre poco y nada habitados, con climas que oscilan entre lo desagradable y lo repugnante y con flora y fauna de lo más entretenida, además de historias convulsas y, también,  interesantes. Hoy daremos una vuelta por las islas de la desolación. Bienvenidos al paralelo sesenta sur. Y alrededores.

mapa_subantartico

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El verdadero tamaño de los países

Todos sabemos lo detestable que es la proyección de Mercator. Sólo hay una más detestable y es la proyección de Gail-Peters, pero esa es otra historia. La proyección de Mercator, pese a sus deficiencias, es extremadamente útil a la hora de utilizarla en navegación y para generar mapas interactivos; sin ir más lejos es la que usa Google Maps. Pese a ello, es horrible por la manera en que deforma los territorios situados en los extremos norte y sur del mapamundi, haciendo que Groenlandia parezca titánica. Bueno más titánica de lo que ya es. Para hacernos una idea de las deformaciones, nada como superponer las siluetas de los países. Y para hacerlo, nada mejor que TheTrueSize.com, una bonita aplicación sobre Google Maps que nos permite trasladar alegremente un país con todos sus habitantes al territorio de otro y comprobar el resultado, y que descubrí ayer trasteando en los Mapas de Milhaud, cuyo seguimiento feisbuquil os recomiendo encarecidamente. El caso más flagrante siempre es Groenlandia, que parece tener el tamaño de África, cuando es unas catorce veces menor. Pero también Escandinavia, Rusia, Alaska o Canadá ven incrementada su enormidad por la proyección geográfica. A continuación algunos ejemplos:

Greenland vs Africa

Así se ven Groenlandia y África en Google Maps. Debajo, las proporciones reales

Greenland vs Africa 2

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Nuestros vecinos se llaman igual que nosotros (primera parte)

Las fronteras son líneas imaginarias cuya traslación al mundo real puede ir desde una línea sobre el asfalto de un carril bici hasta una muralla de cientos de kilómetros de largo custodiada por soldados armados hasta los dientes. En cualquier caso, toda frontera es una agresión, es una división artificial cuyo absurdo es sólo superado por su necesidad. Una línea trazada sobre un mapa divide el mundo entre nosotros y ellos, entre aquí y allí. Pero en muchas ocasiones, aquí y allí son lo mismo, un todo que, por circunstancias de la historia y la política, ha devenido en pedazos separados por una o varias líneas. Cuando eso sucede, sin embargo, la toponimia puede ser empecinada y recordarnos que a ambos lados de la raya la realidad es la misma. Y esto es lo que vamos a ver hoy: lugares, regiones, provincias, países que por esos caprichos que tienen la historia y la geografía, se llaman exactamente igual a uno y otro lado de la frontera internacional.

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Hoy vamos a ir más allá de esto  Seguir leyendo

Otros diez pueblos que deberían cambiar de nombre pero ya

  10.- Kagada, Japón

Kagada (en japonés 利田) es un barrio de la ciudad de Gyōda, en la prefectura de Saitama, a unos sesenta kilómetros al norte de Tokio. Es fácil sospechar que su nombre no es más que la transcripción fonética que algo que en japonés significa «el colibrí bate sus alas sobre los cerezos en flor con el Monte Fuji al fondo» o algo similar. Aparentemente existe una compañía que toma su nombre del barrio. Tal vez se dediquen a fabricar papel higiénico…

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