El puente que cruzó un océano para instalarse en medio del desierto

El Puente de Londres es una de las atracciones más conocidas de la capital británica. O bueno, en realidad no. Lo que un porcentaje elevadísimo de los turistas que visitan el lugar conocen como Puente de Londres (London Bridge) se llama en realidad Puente de la Torre (de Londres) (Tower Bridge). No se les puede culpar. La cantante Fergie, de los Black Eyed Peas, le dedicó una canción, y también usó el nombre incorrecto. Y hasta Google Imágenes tiene serios problemas para distinguir uno de otro. En realidad el Puente de Londres es una cosa de hormigón visualmente bastante anodina y normalita, 800 metros Támesis arriba del Tower Bridge. Pero el puente actual no es el primero con ese nombre. En el lugar donde se ubica ha habido puentes desde la época romana, una sucesión de estructuras a lo largo de los milenios de la que la actual, abierta al tráfico en 1973, es la última. ¿Y qué se hizo con el puente que ostentaba el nombre de London Bridge hasta entonces? Pues a eso íbamos: hoy en Fronteras, el Puente de Londres que acabó en Arizona.

This is NOT England

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Los últimos territorios que fueron comprados en el mundo

El pasado 17 de agosto, en pleno desierto noticioso estival, nos desayunamos con la noticia de que Donald Trump, presidente de Estados Unidos, había propuesto a miembros de su equipo la compra de Groenlandia. No era la primera vez que un presidente norteamericano se planteaba dicha adquisición, ya lo hicieron en 1946 y la respuesta danesa también fue negativa. El interés estratégico de Estados Unidos (o de cualquier otro país, ya puestos) en Groenlandia es evidente en plena batalla por el Ártico y sus recursos, pero la razón última por la cual un presidente de Estados Unidos filtra una información así es asunto de los trumpólogos y otros comentaristas políticos. En 2019 es difícil, por no decir imposible, transferir la soberanía de un país a otro simplemente entregando un cheque con el suficiente número de ceros. Las compras de tierra son habituales (una empresa de Corea del Sur posee la mitad de la tierra cultivable de Madagascar, por ejemplo), pero los intercambios de territorios por dinero contante y sonante son algo del pasado. Tanto es así que hace más de sesenta años de la última vez que sucedió, y ha sucedido menos de una decena de veces en los últimos dos siglos. Repasemos la lista de los últimos territorios que trasladaron su soberanía a cambio de un puñado de billetes

Tuit de Donald Trump del 19 de agosto de 2019

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Antología de la toponimia triste

¿Quién le pone los nombres a los sitios? ¿Y por qué? La toponimia en muchas ocasiones no es más que un reflejo de la Historia. No necesariamente de la Historia del lugar, eso sí. Las Islas Salomón se llaman así porque Álvaro de Mendaña, el español que les dio su actual nombre, estaba convencido de que eran ricas como el viejo personaje bíblico. Canadá, según el investigador de la Universidad de Vermont Juan Francisco Maura, tiene su origen en la palabra española Cañada, como el estado de Montana lo tiene en la palabra Montaña. Más de veinte países, entre otros Filipinas, Colombia, las Islas Marshall, China o Kiribati, deben su nombre a una persona concreta (en los casos citados anteriormente, Felipe II, Cristóbal Colón, John Marshall, el emperador Quin y Thomas Gilbert). Siempre, o casi siempre, hay un por qué para el nombre de los lugares. Puede tratarse, como en el famoso caso de los lagos «Another Lake» y «And Another Lake», de puro aburrimiento topográfico, o, como sucede con las islas Árticas o algunos estados de Australia, homenaje o peloteo a patrocinadores y mandatarios. A veces, sin embargo, el nombre de un lugar despierta asociaciones mentales que pueden tener o no que ver con la realidad física del territorio al que nombra. Son lugares en los mapas que nos inspiran sentimientos, bien porque los asociamos con productos culturales o leyendas (Tombuctú, Samarkanda) o, simplemente porque el nombre es la expresión de un sentimiento. Los lugares que hoy vamos a visitar se caracterizan por su toponimia alicaída, deprimente, afligida o contrita. También visitaremos lugares con nombres oscuros, siniestros o infaustos. Porque la geografía también puede ser inquietante. Seguir leyendo

Los pueblos fantasma de la Ruta 66

De los seis millones de kilómetros que cubre la red de carreteras y autopistas de Estados Unidos sin duda los más conocidos dentro y fuera de las fronteras del país son los casi cuatro mil que recorre la Ruta 66 entre Chicago y Los Ángeles. Hay varios factores que hacen de ese camino un icono de primer orden en el imaginario asfáltico occidental; los más recurrentes son los culturales. Podemos citar entre ellos Las uvas de la ira, novela de John Steinbeck galardonada con el Pulitzer y cuya adaptación cinematográfica se embolsó un par de Óscars, la obra más conocida de Jack Kerouac, En el camino, las múltiples versiones de Get your kicks on Route 66, temazo de Bobby Troupe que popularizó Nat King Cole en 1946 y que fue versionado por artistas de la talla de Chuck Berry, los Rolling Stones o Depeche Mode, o incluso una serie de televisión emitida entre 1960 y 1964 en la que un par de tipos recorrían el país viviendo aventuras de lo más curioso en su Chevolet Corvette. Pero la Ruta 66 es un icono de la cultura pop estadounidense sobre todo porque es un símbolo de cómo el país se ve a si mismo. Los Estados Unidos fueron construidos sobre la idea del Destino Manifiesto, una ideología que hoy consideraríamos emparentada con el Lebensraum nazi, pero que en el siglo XIX espoleó a cientos de miles de personas a viajar al oeste, más allá del Misisipí, para labrarse su futuro en las grandes llanuras o en la soleada California. De alguna manera, la Ruta 66 es parte del imaginario popular norteamericano por las mismas razones que la Fiebre del Oro de 1849 o el Pony Express. Es la conquista del Oeste, en este caso sin pioneros, colonos o caravanas, sino a lomos de enormes Pontiacs, Chevrolets y Oldsmobiles. EE.UU. es también el lugar donde nació la cultura del automóvil y donde ha alcanzado su máximo exponente. El road trip, el largo y a veces accidentado viaje por carretera por placer o necesidad, es un invento netamente norteamericano, y hay literalmente centenares de películas y libros cuyo argumento gira alrededor del viaje por carretera y sus visicitudes. El viaje como traslado material y simultáneamente como evolución personal es, de hecho, el protagonista de los primeros relatos de la humanidad, y el icono de la Ruta 66 entronca directamente con ellos. De haber transcurrido la Odisea en Estados Unidos, Ulises habría viajado de Los Ángeles a Fort Lauderdale en un Cadillac Eldorado descapotable de 1959.

La Ruta 66 a su paso por Amboy, California (fuente)

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La noche más larga del año, alrededor del mundo

Como todo el mundo sabe y los informativos del día se encargarán de recordar en varias ocasiones, la de hoy es la noche más larga del año en España. Como cada último domingo de octubre, la madrugada dominical tendrá una hora más. Afortunadamente para nosotros, no somos los únicos en realizar el cambio de hora. En la misma madrugada, toda Europa, de Polonia a las Azores y de Noruega a Malta, realiza el cambio simultáneamente, a la una de la mañana UTC. Con esto se consigue evitar que países contiguos cambien de hora en momentos distintos (con los problemas de horarios o coordinación que esto podría conllevar). Pero, ¿qué pasa cuando el cambio no se hace, no ya simultáneamente, sino ni siquiera la misma noche en territorios vecinos? ¿O cuando una parte de un país no observa el horario de verano y el resto sí? ¿Y en el hemisferio Sur? ¿Es allí  la de hoy la noche la más corta del año?

Mapamundi indicando la observancia del horario de verano (click para ampliar). En azul, los territorios que lo usan. En naranja, los que lo hicieron tiempo atrás pero ya no lo observan, y en rojo los que nunca lo hicieron. Se puede apreciar que en las zonas ecuatoriales del planeta es mucho menos común el cambio de horario.

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On the road & Chorricontest (Actualizado)

On the road es un viaje virtual, estado por estado, a través de ese país rarísimo y fascinante llamado Estados Unidos. Fue creado por el diario español El Mundo hace cuatro años con ocasión de las elecciones que George Bush le ganó a John Kerry, pero mantiene plenamente su actualidad y su interés, cuando queda menos de un mes para que Obama y McCain se enfrenten en las urnas. Una breve aproximación a cada estado, un comienzo del camino, para que, después, cada uno continúe por donde prefiera.

Aprovechando la ocasión, y también que estamos ya de fin de semana, propongo a mis escasos pero inmerecidos lectores un pequeño…

¡Chorriconcurso del viernes!

Bajo estas líneas encontrarán una decena de fotos. Propongo que averigüen a qué estado (de los Estados Unidos) pertenece cada una, y dejen su respuesta en los comentarios. Sí, ya sé que comentar es duro, pero por una vez no pasará nada. Esta noche, o mañana, o cuando tenga un rato libre y un ordenador cerca, actualizaré la entrada para desvelar las respuestas. Que tampoco son tan difíciles. El primero que acierte las diez se llevará de premio… bueno, algo se me ocurrirá. Allá van las fotos.

Actualización 4 de octubre: Debajo de las fotografías encontrarán las respuestas. Lamentablemente nadie ha acertado todas, aunque he de reconocer que algunas me salieron bastante malvadas. Pero sí me ha sorprendido cuánta gente ha acertado muchas de ellas. Gracias por participar.

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Las cuatro esquinas

Ya hemos hablado alguna vez de los trifinia. Un trifinium, en inglés tripoint, es el punto donde tres fronteras o límites se encuentran, de manera que uno puede hacer el ganso danzando alrededor de él y canturreando los lugares donde técnicamente se encuentra en cada momento, repitiendo el chistecito de «Ahora estoy en tal, ahora en cual, ahora en talicual» una y otra vez hasta que alguien le arrea una más que merecida colleja. El palabro significa en latín «tres límites». El condado de Treviño, un exclave burgalés dentro de Álava, debe su nombre a esa misma palabra.

Triple frontera entre Letonia (derecha), Lituania (izquierda) y Bielorrusia (centro). © Jan Krogh

En todo el mundo hay varios centenares de triples fronteras. Pero no hay ninguna cuádruple frontera internacional, o quadrifinium. Lo que más se le acerca son dos tripoints al sur de África, en el río Zambeze. Por un lado convergen las fronteras de Namibia, Botsuana y Zambia, y al este de dicho punto, las de Botsuana, Zambia y Zimbabue. La distancia entre ambos puntos es de dos kilómetros en línea recta. Y en realidad, como suele pasar en el continente africano, no está demasiado claro dónde empieza y acaba cada país, por las distintas interpretaciones de cada uno sobre los tratados territoriales.

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