Coober Pedy, el pueblo bajo tierra

Hace unos años la fotógrafa Tamara Merino se encontraba en Australia viajando con su novio  por carretera entre las ciudades de Adelaida y Alice Springs. En un momento dado uno de los neumáticos de su automóvil dijo basta y procedió a pincharse en mitad de alguna de las rectas infinitas y polvorientas que atraviesan el Outback. Cualquier lector versado en asuntos australianos sabe lo que eso supone. El desierto central de Australia, que ocupa prácticamente todo lo que está a más de 100 kilómetros de la costa, es un lugar inhóspito, insufriblemente caliente y desesperantemente vacío. A trancas y barrancas llegaron por fin a un pueblo donde solicitar ayuda, pero no vieron a nadie. Estaban en un lugar que todos los mapas indican como habitado pero no había ningún paisano a la vista, ni apenas construcciones humanas. En mitad de un paisaje lunar con miles de pequeños montículos de piedras del tamaño de un ser humano adulto hasta donde alcanzaba la vista. Vieron entonces los letreros. «Underground bar«, «Underground church«. Y encontraron pasadizos subterráneos que llevaban a pequeñas cuevas cerradas con puertas. De manera inesperada para ellos se habían topado con Coober Pedy, el pueblo subterráneo de Australia.

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Iglesia ortodoxa de Coober Pedy

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El orden de entrada en 2015, país por país

Y se acaba el año, una vez más. Se extingue 2014, amanece 2015, los caricaturistas de todo el mundo hacen la misma maldita viñeta con el año que finaliza representado por un anciano y el año que comienza personificado en un bebé, repasamos los propósitos que hicimos al iniciarse 2014 y comprobamos como hemos incumplido todos ellos, y lo que es peor, que ya por la segunda semana de febrero sabíamos que iba a ser así. Llega 2015, decíamos. Pero, obviamente, no llega a todos los lugares al mismo tiempo. De hecho hay países en los que celebrarán la entrada en 2015 mientras en otros puntos de la Tierra aún es 30 de diciembre. Y fieles a la tradición de cada año y a nuestra vocación de servicio público, y dado que ha habido cambios relevantes respecto a la situación del año pasado, vamos a repasar el orden de entrada en 2015, país por país.

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En mitad de la nada (II)

Hace unos cuantos años, tantos que las Spice Girls aún no habían sacado su primer disco, tuve la suerte o la desgracia de viajar en tren con relativa frecuencia entre Madrid y Andalucía. En aquellos años el AVE (el tren de Alta Velocidad Español, para los lectores del otro lado del Atlántico) estaba recién inaugurado, pero el resto de la red de ferrocarriles, y especialmente en Andalucía, dejaba mucho que desear. Por esa razón pasé horas y horas en uno de esos pueblos cuya única función es servir de cruce de caminos. Aquel lugar se llamaba Bobadilla-Estación, y, pese a estar relativamente cerca de un pueblo grande como Antequera, a mis ojos se aparecía tan perdida y desolada como una aldea de la Mongolia rural (ayudaban bastante los 40 grados a la sombre que azotaban la localidad en los meses de verano). En el pueblo apenas había un lugar de interés: el Bar y pensión Pepe, abrevadero para viajantes decorado con un escudo del Real Madrid de unos seis metros de alto en su fachada. Un sitio de gente decente. Más allá todo era polvo y desolación. Toda esta introducción egonostálgica viene a cuento porque la entrada de hoy inaugura una serie sobre esta clase de lugares. Pueblos perdidos en el desierto, estaciones de tren dejadas de la mano de Dios, regiones del tamaño de continentes y con la población de barrios medianos. Pero sobre todo, sitios donde vive gente.

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Una carretera pelín aislada en la Península del Labrador, en Canadá.

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Poniéndole puertas al campo

El tamaño de las cosas es relativo. En España, y en la mayor parte de Europa, el pueblo de al lado es una localidad cercana, a la que se podría ir dando un paseíto en una agradable tarde primaveral. En Australia las cosas no son tan sencillas. Dos tercios de los casi ocho millones de kilómetros cuadrados del país son puro desierto (el Outback), y entre un pueblo y el de al lado puede haber cosa de cien kilómetros, si no más. Los términos municipales más grandes de España son los de Cáceres y Lorca (Murcia), con casi 1.800 km² el primero y más de 1.600 el segundo. Por comparar, el término municipal de Kalgoorlie, en Australia Occidental, tiene 95.000 kilómetros cuadrados de superficie (es algo más grande que Portugal) y Mount Isa, en Queensland, 42.000 (más o menos como Estonia o Dinamarca). Kalgoorlie es más grande que 90 países miembros de la ONU. En Australia hay unos 2.500 pueblos y ciudades en algo menos de ocho millones de km². Tocan a más de 3.000 km² de media. Para hacerse una idea, en España la superficie media es de menos de 70 km². En Australia las cosas son grandes.

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Las cuatro esquinas de Australia

Hablábamos la semana pasada sobre las cuatro esquinas de Estados Unidos y Canadá. Hay un tercer país, casi igual de grande, que también tiene sus particulares cuatro esquinas; Australia. A diferencia de las americanas y las canadienses, las cuatro esquinas australianas son, efectivamente, cuatro, no una. A lo largo de la frontera del estado de Australia Meridional, cada punto de interés está marcado con un disco de bronce sobre un poste de hormigón, y tiene su propio nombre, y su propia historia detrás.

Las cuatro esquinas de Australia… Meridional

Las fronteras internas de los estados que componen Australia son un tanto sencillas. Si bien no llegan a las formas rectangulares de Colorado o Utah (reconozcamos que para un escolar de Salt Lake City aprenderse la geografía de su estado debe ser algo más fácil que para un español o un austríaco, pongo por caso), esto es así únicamente porque las costas australianas no son rectas. Los estados australianos son herencia directa de las colonias británicas en el continente, y sus límites vienen establecidos por distintos meridianos y paralelos, salvo en el caso de Victoria, cuya frontera norte (con Nueva Gales del Sur) discurre junto con el río Murray, de 2.500 kilómetros de longitud.

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