El 20 de enero de 2020 el crucero Diamond Princess abandonó el puerto de Yokohama con 2.666 pasajeros a bordo, además de 1.045 miembros de la tripulación. Entre los pasajeros iba un hombre de 80 años, natural de Hong Kong, que había estado en Shenzen, justo al otro lado de la frontera de la ex colonia con la China continental, apenas unos días antes de volar a Yokohama. Cinco días después, y con los síntomas típicos de un resfriado leve, el hombre abandonó el barco al pasar este por su lugar de residencia. El crucero continuó su viaje sin incidentes, pasando entre otros lugares por Taiwán, hasta el 1 de febrero. Ese día, nuestro pasajero hongkonés acudió al hospital con un cuadro de fiebre alta e insuficiencia respiratoria, y le realizaron una prueba PCR para detectar una infección por Covid-19, que resultó ser positiva. La información llegó ese mismo día al Diamond Princess, que fue puesto en cuarentena en el puerto de Okinawa. Pocos días después, el buque era el lugar del mundo con más contagios detectados después de China. Comenzaba así una pesadilla para todas las compañías de cruceros del mundo, que no sólo aún no ha terminado sino que tampoco tiene pinta de ir a hacerlo pronto.
