Cuando Google Maps apareció en nuestras vidas en 2005 lo primero que hicimos todos fue buscar nuestro barrio para husmear. Después nos pusimos a recorrer mundo sin movernos del sillón reclinable de Ikea, descubriendo lugares fascinantes desde el aire. Y luego aparecieron los bromistas que se dedicaban a dibujar formas descomunales que sólo podían ser vistas desde el aire. Como las líneas de Nazca pero en cutre salchichero. Lo de salchichero, por cierto, viene que ni pintado para nuestra visita de hoy, que se puede contemplar aquí en todo su esplendor:
Victoria
Freaktoponomics (II)
Hablábamos hace un par de días de Aa, Estonia (y también de Ee, Ii, y Oô). Los nombres de estos pueblos, además de ser harto curiosos, tienen una cualidad que los hace, si cabe, más especiales. No, no se trata de que puedan ser pronunciados aún careciendo de lengua, o que leer todos sus nombres de manera consecutiva le haga parecer a uno un lunático. Son palíndromos, palabras que se leen igual del derecho que del revés. Lo que viene llamándose capicúa, vaya. ¿Hay muchas localidades capicúas en el mundo? Unas cuantas. Además de estas cuatro, encontramos, por ejemplo, Tát y Tét en Hungría, La Sal en el estado americano de Utah, Hannah (y su hermana), también en EE.UU, Neuquén, en Argentina, Qaanaaq, en Groenlandia (el palíndromo más septentrional), o Akasaka, en Japón.