Slow TV. Viajar desde casa a ritmo real

El 1 de enero de 2019 la televisión de la región española de Aragón emitió un programa de cuatro horas de duración titulado «El viaje». La producción consistía en la grabación a tiempo real de una única cámara montada en la locomotora de un tren viajando entre las estaciones de Zaragoza y Canfranc, en los Pirineos. 218 kilómetros en vías sin electrificar, sin más acompañamiento sonoro que el del propio tren haciendo clan clan sobre los raíles. Ni montaje, ni banda sonora, ni narración. Nada. Pese a lo inacostumbrado de la propuesta, un 7% de la audiencia acompañó la emisión, una cifra por encima de los números habituales de la cadena. Fue el primer (y hasta hace un par de semanas único) episodio español de lo que se ha dado en llamar Slow TV, televisión lenta, un fenómeno que apareció hace una década en Noruega y que hace tiempo que colonizó Youtube.

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Trece capitales nacionales que cambiaron de nombre en el último siglo

Los nombres de los lugares pueden tener una significación meramente geográfica o administrativa (Villanueva, Capital City, cosas así), pero lo habitual es que por si mismos pretendan explicar alguna historia, normalmente mucho más emparentada con el mito que con la realidad, algo que comparte con esa forma literaria que solemos llamar «Historia», con mayúscula. Así pues, los nombres de los sitios tienen su importancia dentro del orden de las cosas, y un cambio político o social puede conllevar también el cambio de nombre de una ciudad. También la aparición de resentimientos u odios contra otros países: en Australia docenas de lugares cambiaron de nombre durante la I Guerra Mundial por ser demasiado germánicos. También pasó en Canadá. La casa de Windsor, la monarquía reinante en Gran Bretaña y otros 16 países, era conocida hasta 1917 como Casa de Sajonia-Coburgo y Gotha. La guerra cambió muchos nombres, además de muchos mapas. El caso más reciente de cambio de nombre se dio la semana pasada, y es el de la capital de Kazajistán, conocida hasta ahora como Astaná, pero que antes tuvo al menos otros dos nombres. En el último siglo más de una docena de capitales nacionales han cambiado de nombre, por muchas y diferentes razones, relacionadas generalmente con cambios de régimen o cultos a la personalidad.

Kristiana –> Oslo (1925, Noruega)

Oslo se llamó así hasta 1624 cuando un incendio destruyó gran parte de la ciudad. Noruega por entonces era parte de Dinamarca y el rey danés Christian IV ordenó su reconstrucción y el cambio de nombre a su mayor gloria. Posteriormente Dinamarca le cedió el territorio noruego a Suecia hasta que en 1905 el país se independizó. Entre medias Christiania empezó a escribirse Kristiania porque así son las lenguas, raras en su evolución. En 1924 se celebró el tercer centenario de la ciudad y se decidió que llevar en la capital el nombre de un monarca extranjero no era buena idea, así que se retornó al nombre original de la capital.

(Fuentes, 1, 2)

Oslo (La Vanguardia), la ciudad donde un café cuesta el salario medio de dos meses en España

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Me quedo con tu matrícula: un viaje alrededor del mundo a través de las placas de los coches

Las matrículas de los vehículos pertenecen a esa categoría de objetos que son simultáneamente burocráticos y sugerentes, como las pantallas de destinos de los aeropuertos o la señalización geográfica de las autopistas. Una matrícula es en esencia un objeto puramente administrativo, cuya utilidad es identificar un vehículo determinado y a su dueño, certificar que la maquinaria del Estado ha dado su visto bueno para su circulación. Pero también es más que eso. Un automóvil extranjero es como un pedacito de otro país circulando por nuestros caminos. Cruzarse con un coche, una moto, o una autocaravana con una matrícula extranjera nos evoca el recorrido que habrá realizado el vehículo desde su hogar hasta la calle donde lo vemos aparcado o el cruce donde nos lo topamos. Nos inspira preguntas y nos sugiere itinerarios, y más cuanto más lejano es el país de procedencia del vehículo.

Una furgoneta marca Toyota matriculada en Iowa y fotografiada en Sitges (Barcelona)

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La campaña para que Noruega le regale a Finlandia su montaña más alta

De lagos Finlandia sabe bastante. Según la Wikipedia en el país hay 187.888 lagos de más de quinientos metros cuadrados de superficie. Pero lo que son montañas en Finlandia más bien poquitas. De hecho el pico más alto de Finlandia, el Ridnitsohkka, alcanza apenas los 1.316 metros. Eso es más bajo incluso que el punto más alto del Reino Unido, que todos sabemos que es ridículamente plano. Ahora bien: el Ridnitsohkka no es el punto más alto de Finlandia, sino sólo su montaña más alta. Eso está bien porque no vamos a hablar más de él y me voy a ahorrar hacer un copypaste cada vez que quiera mencionarlo. El punto más alto de Finlandia no está en la cima de una colina sino en una ladera. Se trata del Monte Halti, que con sus 1.331 metros sería la montaña más alta de Finlandia de no ser porque su cima está en Noruega, a unos cien metros de la frontera finesa. El punto más alto de Finlandia está precisamente en el límite entre ambos países, a 1.324 metros sobre el nivel del mar. Queda un poco cutre que el punto más alto del país esté en una ladera de un monte cuya cima, en el país vecino, ni siquiera entraría en la lista de los doscientos picos más altos. Y por eso unos noruegos de lo más simpático han lanzado una campaña. Una campaña que consiste en regalarle a Finlandia la cima del Halti como regalo de cumpleaños en el centenario de la independencia (6 de diciembre de 2017), para que así los fineses tengan un nuevo punto más alto en su país. ¿Es o no es una idea fantástica?

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El punto más alto de Finlandia, señalizado por un hito fronterizo (fuente

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Sesenta grados sur. Las islas de la desolación

El Tratado Antártico, que entró en vigor en 1961, blinda todas las tierras emergidas al sur del paralelo 60 contra las pruebas de armamento de cualquier tipo (específicamente el nuclear, pero no sólo ese) y declara la libertad absoluta de investigación científica en todo el territorio antártico. También, ya de paso, declara a la Antártida y territorios adyacentes como Tierrra de Nadie, congelando cualquier reclamación territorial al sur del paralelo sesenta y prohibiendo reclamaciones posteriores. Además del gigantesco territorio helado cuya forma nos es tan reconocible existen unos pocos cientos de islas afectadas por el tratado. Adicionalmente, hay una serie de islas, islotes y peñascos al norte del paralelo sesenta considerados como subantárticos. Estos territorios al norte y al sur del límite del Tratado Antártico suelen ser lugares entre poco y nada habitados, con climas que oscilan entre lo desagradable y lo repugnante y con flora y fauna de lo más entretenida, además de historias convulsas y, también,  interesantes. Hoy daremos una vuelta por las islas de la desolación. Bienvenidos al paralelo sesenta sur. Y alrededores.

mapa_subantartico

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La tarta del Ártico

En agosto de 1953, el buque de la Guardia Costera Canadiense C.D. Howe depositó en un desolado rincón de isla de Ellesmere a seis familias Inuit procedentes de la Península del Labrador. Unos días antes otras tantas familias habían desembarcado 200 kilómetros al suroeste, en la Isla de Cornwallis. Los inuit fueron llevados hasta allí por el gobierno canadiense, y dejados en medio de una zona deshabitada del tamaño de la Península Ibérica, mil kilómetros por encima del Círculo Polar Ártico, supuestamente con herramientas, víveres y pieles de caribú suficientes para pasar el invierno y aclimatarse a su nuevo hogar. Sobre el papel, la razón del traslado era evitar la dependencia de los servicios sociales de los inuit, aliviar la sobrepoblación de los asentamientos del Labrador y retornar a los inuit a su estilo de vida tradicional. Sobre el papel, el traslado fue voluntario. La realidad, según los inuit, era bastante distinta: el traslado fue forzoso, los inuit acudieron engañados y el motivo del traslado no era otro que usar a los inuit como banderas humanas para reforzar la soberanía de Canadá sobre el gigantesco y casi completamente deshabitado Archipiélago Ártico en un contexto histórico, la guerra fría, en el que todo temor parecía estar justificado.

Resolute Bay 1954

El asentamiento inuit actualmente conocido como Resolute, en 1954,  un año después del traslado (fuente

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Las quince islas desiertas más grandes de la Tierra

Según diversos estudios acerca de la psicología y la sexualidad masculinas, una de las fantasías eróticas más recurrentes entre los varones occidentales es quedarse varado en una isla desierta con la mujer de sus sueños o, mejor todavía, con varias mujeres. En el imaginario colectivo, una isla desierta es un lugar medianamente paradisíaco, con sus palmeritas, sus playas de arena blanca y fina y sus cocoteros de los que obtener leche fresca cuando uno lo desee. Bueno, pues siento decepcionaros. Ni una sola de las islas que hoy vamos a visitar siquiera se parece a esa isla desierta ideal. Si uno aterrizara en ellas con la mujer de sus sueños, probablemente fallecería junto con ella en menos tiempo del necesario para que alguien los echara de menos en casa. Hoy vamos a repasar la lista de las islas desiertas más grandes del mundo.

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Si estás pensando en esto… vete olvidando. 

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Al otro lado de la verja son mucho más ricos: Las fronteras más desiguales del mundo

Una frontera es una línea imaginaria que separa dos estados, dos países, dos legislaciones, y a veces dos idiomas, dos modos de vida o dos sistemas antagónicos. En muchas ocasiones, la frontera también es una línea imaginaria pero muy real que separa la riqueza de la miseria, la abundancia de la escasez y el futuro de la desesperanza. Hoy vamos a recorrer los abismos económicos que separan países contiguos, los precipicios de la renta per cápita por los que se despeñan las esperanzas de la gente. Al otro lado de la verja son más ricos.

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Noruega, la bandera con otras ocho banderas dentro de ella

Algo debieron hacer medianamente bien los británicos cuando su bandera todavía figura en las enseñas nacionales de países que fueron sus colonias. Fijémonos, por ejemplo, en las banderas de Australia, Nueva Zelanda, las Islas Fiyi o Tuvalu. Incluso territorios como Hawái o la Columbia Británica lucen la Union Jack en sus banderas. La misma Canadá también, hasta 1965, cuando sustituyeron la bandera monárquica por la de la hoja de arce. Sin embargo, la bandera británica no es la única que aparece en otras banderas. La bandera noruega contiene hasta ocho banderas distintas en su interior. ¿Cómo? Eso es lo que vamos a ver hoy.

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Pyramiden, la ciudad fantasma del Ártico

El archipiélago de Svalbard es la tierra habitada más septentrional de Europa. Se encuentra al norte (muy al norte) de Noruega, país al que pertenece políticamente, entre los 74 y 81 grados de latitud, muy por encima del Círculo Polar Ártico. Con un clima muy frío pero sin llegar a los niveles homicidas típicos en semejantes latitudes (la media en enero es de entre 13 y 20 bajo cero, lo que hay en el congelador de cualquier casa, vamos) está habitada desde hace miles de años. En la actualidad 2.500 personas se reparten los 65.000 kilómetros cuadrados de extensión de las islas; cuatro quintas partes de ellas viven en la capital de la región, Longyearbyen, que no es precisamente Londres. Sólo existen, de hecho, otros dos lugares habitados en todo el archipiélago. Mayoritariamente son un lugar desolado, congelado y un tanto aburrido. Al norte de la principal isla del Archipiélago, Sptisbergen, y a menos de mil kilómetros del Polo Norte, se encuentra el pueblo fantasma de Pyramiden, un pueblo soviético (sí, soviético) cuya génesis se hunde en las raíces de la Historia de Svalbard.


Entrada al pueblo de Pyramiden – Clic para ampliar (© Bharfot) Seguir leyendo