Viaje a Baarle, el pueblo de las mil fronteras

La camarera nos trajo nuestros platos apenas cinco minutos después de haber pedido, pero ya íbamos por la segunda cerveza. Ella se llamaba Evelyn, había nacido en Bucaramanga, Colombia, y llevaba en el pueblo tres años. Hablaba neerlandés, francés, inglés y ese español para nosotros cantarín y exótico de los nacidos en los alrededores del Caribe. Sirvió primero a un lado de la mesa y luego al otro, y tan cierto es decir eso como que sirvió primero a un país y luego al otro. De los cuatro comensales sentados a la misma mesa dos estábamos en Belgica y los otros dos en Holanda. Sólo hay un sitio en el mundo donde eso puede suceder y es, claro, Baarle. El pueblo de las mil fronteras.

El autor del blog y un amigo brindando en una mesa situada exactamente sobre la frontera entre Bélgica y Holanda

Baarle es un pueblo de diez mil habitantes dividido en dos municipios de dos países distintos: Baarle-Nassau (Holanda) y Baarle Hertog (Belgica). El pueblo está en territorio holandés aunque dos tercios de su superficie son de soberanía belga. Localidades binacionales hay muchas, incluso capitales nacionales que están una junto a la otra, pero lo que hace especial a Baarle es, claro, su frontera. O sus muchas fronteras. La parte holandesa del pueblo se llama Baarle-Nassau, y la belga, Baarle-Hertog. Esta última consiste en un total de 22 enclaves rodeados de territorio holandés, que a su vez contienen en su interior otros siete enclaves (metaenclaves) rodeados de territorio belga. Sobre el mapa queda tal que así.

Mapa de Bélgica indicando la localización de Baarle sobre la frontera con los Países Bajos

Mapa de Baarle Hertog y Baarle Nassai indicando los enclaves de cada país, formando un puzzle complicadísimo

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A Baarle se llega desde Bruselas tras un trayecto en coche de poco más de una hora. Carlos y yo nos habíamos encontrado en el mostrador de la Avis en Zaventem; de hecho nos habíamos conocido haciendo cola para recoger el Renault Megane que había alquilado. El viaje había sido idea suya; tras unos años leyendo el blog se le ocurrió ir a hacer fotos de enclaves y qué mejor que llevarse consigo a un reputado fronterólogo como el que perpetra estas líneas. En seguida se sumó Javi, a.k.a. Sherlock, a quien conoceréis de otros viajes fronterizos en el sentido geográfico del término como Tijuana, o en el sentido psiquiátrico de la palabra, como el trifinium de Kaliningrado. Con él se sumó la benjamina del grupo, Alexandra. Los cuatro pasaríamos el fin de semana más fronterizo de todos los tiempos, incluyendo una visita al carril bici que parte Alemania en pedazos. Pero antes nos dirigimos a la capital no oficial de este vuestro ya doceañero blog.

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Bicifronterizos, el musical

Como decíamos un par de párrafos atrás, Baarle Hertog está formado por un total de 22 enclaves belgas en suelo holandés, a los que hay que sumar siete enclaves holandeses dentro de los enclaves belgas; lo que en su día nos dio por llamar «metaenclave» a falta de una expresión mejor en castellano. El origen de semejante embrollo enloquecido hay que buscarlo en la edad media, concretamente en la década final del siglo XII. Por aquella época lo que hoy es Baarle era una región periférica donde ninguno de los condes, señores y duques que ejercían el poder en los alrededores tenía una clara preponderancia. Después de algunas escaramuzas y disputas legales en el año 1198 el duque de Brabante le ofrece al Señor de Breda una serie de tierras sin cultivar como pago, pero conserva bajo su mando las que ya estaban siendo cultivadas, para recaudar los correspondientes impuestos. A grandes rasgos, aquellas tierras sin cultivar se llaman hoy Baarle-Nassau, y las cultivadas, Baarle-Hertog (Hertog significa «duque» en neerlandés; en francés el nombre de la parte belga del pueblo es Baerle-Duc).

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No hay foto más típica de Baarle que esta

El paso de «tierras baldías» a «sistema internacional de enclaves completamente enloquecido» tardó varios siglos en llevarse a cabo. En la edad media, y hasta bien entrada la edad moderna, con la aparición de los Estados-Nación, la existencia de enclaves y metaenclaves era algo absolutamente común. En España, por ejemplo, no se eliminaron hasta la reforma territorial de Javier de Burgos de 1833, y todavía sobreviven algunos. Alrededor de lo que hoy es Baarle había varias decenas de enclaves más, que en su caso desaparecieron a finales del siglo XIV. Lo extraordinario de Baarle es que haya sobrevivido ocho siglos de guerras y revoluciones con los mismos límites que tenía a principios de la baja edad media, y que dichos límites hayan pasado a ser una frontera internacional sin que ninguno de los numerosos intentos de acabar con semejante rareza fronteriza hayan prosperado.

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En realidad los dos bancos están en Bélgica, pero queda bonito

Baarle cuenta hoy con unos ocho mil vecinos, tres mil en el lado belga y el resto en el neerlandés. Hay varios edificios comunes situados sobre la frontera, algunos de ellos para ahorrar, otros porque así lo quiso el azar. Uno de ellos es el Cultuurcentruum, un antiguo monasterio reconvertido en institución juvenil y cultural con más de medio siglo de existencia. Allí nos recibe Wim Vervoort, portavoz del centro, que nos hace de guía por el edificio. Partido entre los dos países, fue construido deliberadamente sobre la frontera en los años 30. El complejo incluye un colegio (holandés), un conservatorio, una sala de cine y baile y una biblioteca binacional. Wim nos lleva por el lugar y responde a nuestras infinitas preguntas. ¿Es belga u holandés? Holandés. ¿Hay rivalidad con los belgas? Nos llevamos muy bien aunque todos sabemos que los belgas son un poco… ya me entendéis (le entendemos). ¿Hay matrimonios mixtos? Los hay pero no son los más habituales. ¿Hay rivalidades entre ambos pueblos pese a que en realidad son el mismo? Hay rivalidades nacionales entre belgas y holandeses, como en el resto de la frontera. ¿Dónde se vive mejor? En Bélgica los impuestos son más bajos y las leyes urbanísticas más laxas, pero la educación es mejor en Holanda. ¿A qué colegio van los niños? Al que quieran sus padres, independientemente del país, pero es más común escolarizarse en el sistema del que uno es nacional. ¿A quién le pagan la luz? A la eléctrica de su país. ¿También en los metaenclaves? También. ¿Tiene alguna ventaja especial algún país sobre otro? En Bélgica se puede comprar alcohol desde los 16 años y en Holanda no, así que los adolescentes cruzan la calle para irse de copas. Y así durante casi dos horas de paseo por el centro cultural.

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Mi bici aparcada sobre la frontera, en el Centro Cultural de Baarle, en 2016

Recordemos que cuando nuestro anfitrión dice «en Bélgica» o «en Holanda» se está refiriendo a los dos extremos del mismo edificio en el que estamos o a las dos aceras de una misma calle, o a dos edificios contiguos, o a dos portales situados a menos de dos metros el uno del otro. Esto es Baarle, y aquí las fronteras nacionales son algo muy serio que se toma a broma. Hace un par de años abrió un museo que cuenta la historia del lugar desde 1198 en adelante, con énfasis en todas las ocasiones en las que se ha intentado poner remedio al desaguisado fronterizo sin éxito. Lo que hoy son Bélgica y los Países Bajos fueron parte del mismo ente en varias ocasiones, pero Baarle siempre quedó dividido entre dos entidades distintas, que finalmente acabaron separadas por una frontera internacional, a veces de forma más bien rocambolesca.

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Números de la calle en Bélgica y Holanda, útiles para saber en qué país se está en cada momento. En ocasiones están a pocos centímetros uno del otro.

Allá por 1327 las tierras del señor de Breda pasaron a formar parte del Ducado de Brabante. Es decir, una misma persona controlaba todo Baarle. Sin embargo, el duque en cuestión tampoco se molestó en solucionar el asunto, que ciertamente para la época era menor y no suponía ningún problema. Así, cuando en 1363 Baarle-Hertog fue separado de nuevo como dote matrimonial para la hermana del duque, la división sobre el terreno se convirtió de nuevo en el límite entre, llamémosles, soberanías distintas. El concepto de soberanía nacional tal y como lo conocemos data de los siglos XVII y XVIII; cuatrocientos años antes lo que había eran señores, duques, condes y nobles en general dándose empujones para controlar tierras y tributos y unas monarquías que intentaban a su vez sacar tajada de ello, muy a menudo sin éxito. En cualquier caso, esa transferencia de control territorial de finales del siglo XIV es la que ha llegado a nuestros días, no sin atravesar avatares de todo tipo.

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Una calle helada de Baarle en 2010, la primera vez que fui allí

A lo largo del siglo XV los vecinos de uno y otro lado de la calle se pelearon en diversas ocasiones por el pago de tributos a sus respectivos señores. El Conde de Nassau, que le había dado su nombre a su parte de Baarle tras adquirirlo por matrimonio, cobraba de sus súbditos por el uso de todos los caminos que llevaban al pueblo, que le pertenecían, pero no podía cobrar a los habitantes de Hertog porque, bueno, no eran sus vasallos. Los habitantes de Nassau, indignados con el doble rasero, impidieron el tránsito de sus vecinos, que respondieron prohibiéndoles el acceso a la iglesia. Todavía hoy hay dos iglesias en países distintos separadas unos pocos cientos de metros. El embrollo lo solucionó el siguiente conde de Nassau cobrando a todo el mundo lo mismo, pero supuso la primera división, digamos nacional, de Baarle.

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Cuando la frontera discurre por el asfalto, está indicada por unos pequeños botones de chapa como este, así es más fácil seguir el límite internacional por todo el pueblo como si de migas de pulgarcito se tratara

Baarle Hertog y Baarle Nassau se convirtieron en atracción turística gracias al tratado de Schengen. La condición binacional del pueblo había sido un campo de cultivo perfecto para actividades ilegales de todo tipo, desde radios pirata que emitían desde uno u otro país (desde una u otra azotea del mismo bloque, concretamente) según qué policía iba a hacerles la redada a compañías bancarias opacas que tenián la caja fuerte en un país y el mostrador en otro para no tener que mostrar ningún papel a nadie. Este último banco se llamaba Femisbank, y su edificio aún existe. Es un centro de negocios a las afueras de la localidad llamado Hoogbrak BC, en el que se puede visitar la caja fuerte a la que las autoridades no podían acceder por estar atravesada por la frontera. En 1991 el banco quebró después de más de una década blanqueando dinero tras una investigación conjunta de ambos países, y el edificio permaneció cerrado quince años. Durante esos quince años se produjo uno de los hechos más despreciables que se recuerdan en Baarle: el asesinato de Katrina Khaniak, una ciudadana bielorrusa casada con un neerlandés que apareció asesinada en 2008 en un cubo de basura junto al mismo edificio. La investigación de su asesinato, que fue calificado instantáneamente por la prensa como «crimen de la frontera» tuvo que comenzar con los agrimensores de ambos países poniéndose de acuerdo en qué país había aparecido el cuerpo, y posteriormente con los distintos cuerpos policiales intentando averiguar en cuál de las dos naciones se había cometido el crimen. La respuesta a ambas preguntas fue Holanda, y el marido de Katrina fue condenado a 11 años de cárcel por asesinato en 2013, una pena que subió a los 12 tras las apelaciones en 2015.

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La típica tienda fronteriza que tenemos todos debajo de casa

Los edificios divididos son una de las estampas preferidas de los muchos turistas que se aproximan a la localidad, sobre todo los fines de semana, cuando los comercios abren los domingos, cosa que la mayoría de los comercios holandeses fuera de Ámsterdam no suelen hacer. El zigzagueo de la frontera a lo largo del centro del pueblo, herencia de aquellas tierras baldías del siglo XII, deja varias decenas de casas partidas entre dos países que a cualquier visitante le suelen provocar dudas acerca del día a día de residentes y comerciantes. ¿Dónde pagan impuestos? ¿Qué legislación rige? La norma básica que regula estos temas en el pueblo es la de la puerta principal. Independientemente de dónde esté situado el edificio y cómo de dividido se encuentre, a efectos fiscales la nacionalidad de todo él corresponde al país donde se encuentre la puerta de entrada. Hay, pese a ello, algunos casos de lo más curioso. Pongamos por caso el número 7 de la Calle Desirée Geeraert (Desireé Geeraertstraat) se encontraba situado en Baarle Nassau, con la frontera pasando a un metro de la puerta principal. Para burlar una normativa municipal sacaron el mazo y pim pam, una puerta nueva en una mañana, a dos metros de distancia, en esta ocasión con el número 2 (belga) de la misma calle; tres de los apartamentos del edificio quedaron en Holanda, y el cuarto tiene dirección postal belga.

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A la derecha, el número 2 de Bélgica, a la izquierda el 7 de Holanda.
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Apurando el portal a la frontera por centímetros

Otro caso de edificio binacional es el de la calle Loveren, 2 (Baarle-Hertog, Bélgica) y 19 (Baarle-Nassau, Holanda). Cuando en los ochenta y noventa los agrimensores agarraron los documentos medievales y anduvieron tomando medidas por todo el pueblo para fijar de forma clara y precisa el límite internacional, resultó que la puerta de entrada del edificio estaba literalmente sobre la raya, entre el enclave principal belga y el más pequeño de los metaenclaves holandeses. Era el único caso en todo el pueblo y a los dueños se les dejó escoger su localidad, es decir, su país, de residencia. Según nos contaron en el museo y centro de interpretación del pueblo, escogieron ser holandeses.

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Javier, a.k.a. Sherlock y yo, haciendo el mongol en dos países, una constante de aquel día
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Una tienda de moda, actualmente cerrada, en un local cuya entrada estaba (y sigue estando) justo sobre la frontera

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Repasemos los siguientes tres siglos de historia de Baarle en unas líneas. En 1549 la Pragmática Sanción de Carlos I de España (y V de Alemania) convirtió a los Países Bajos Borgoñones en lo que se conoció como Diecisiete Provincias. A siete de ellas las llamamos hoy Países Bajos (o más cómunmente, Holanda, el nombre de una de ellas), y al resto Bélgica y Luxemburgo. Apenas veinte años más tarde se inició la Guerra de los Ochenta años, que terminó con la Paz de Westfalia de 1648, por el que la monarquía Hispánica reconocía la independencia de siete de las diecisiete provincias originales. Entre ellas estaba la provincia de Brabante, a la que pertenecía Baarle-Nassau por aquello de los vericuetos de la Historia, pero no así la provincia de Amberes, a la que pertenecía Turnhout, y por tanto Baarle-Hertog, que siguió bajo soberanía española hasta su cesión a la casa de Austria en 1714. Los años que siguen son una sucesión de convulsiones, guerras, batallas, rebeliones pérdidas y ganancias de territorio entre Austrias, Belgas y Franceses que concluyó de forma momentánea en 1795 merced a Napoleón Bonaparte. Todos los actuales territorios belgas y holandeses pasaron a formar parte de la República Francesa, más conocida por su stage name Imperio Francés. Antes de eso, un par de intentos de intercambio de territorios entre las dos provincias acabaron en agua de borrajas porque al final siempre pasaba algo que impedía seguir adelante, como la Revolución Francesa, por ejemplo. Volviendo al siglo XIX, tras la caída del que Arturo Pérez Reverte suele llamar Petit Cabron, se celebró el Congreso de Viena en 1815. De ahí salió un país conocido como Reino Unido de los Países Bajos que, de nuevo, situó a ambos Baarles bajo una misma entidad política, en este caso ya nacional y estatal. Y se iniciaron de nuevo gestiones para resolver el ya viejo problema de los enclaves, que empezaba a resultar molesto. De nuevo sin éxito, porque en 1830 estalla la Revolución Belga: católicos del sur contra protestantes del norte, que concluye con la independencia definitiva de Bélgica, todavía con el temita de los Baarles sin resolver.

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Juntos pero no revueltos. Casa belga con coche belga y casa holandesa con coche holandés. Los habitantes de cada casa, en efecto, eran de la nacionalidad del país en el que se asentaba cada edificio, aunque había un matrimonio mixto con doble nacionalidad.

A día de hoy el asunto está resuelto pero no por ello deja de existir cierta fricción. Flandes y los Países Bajos son muy similares en casi todo, empezando por la lengua, y en el caso de Baarle ni siquiera hay distinción religiosa: ambos lados de la frontera son católicos. Según los neerlandeses la única manera de distinguir a un nativo de uno u otro lado de la calle (de uno u otro país, se entiende) es el ligero acento sureño de los belgas, absolutamente irreconocible para nosotros, a los que el neerlandés nos suena, en cualquier caso, a alemán arrastrado por un camino de gravilla. Pero en el día a día de dos ayuntamientos que comparten un territorio exiguo conformado por un puzzle internacional los asuntos meramente operativos pueden ser problemáticos. El asfaltado de las calles, sin ir más lejos, es un quebradero de cabeza, puesto que requiere una única operación pagada por dos consistorios de dos países distintos. Las tuberías del gas belgas dan servicio a casas neerlandesas y las alcantarillas de Nassau desaguan los hogares de Hertog. Las obras de un lado provocan molestias en otro, y los gastos a un costado de la raya benefician a quien vive enfrente. La mayor parte del trabajo de los dos alcaldes consiste exlcusivamente en ponerse de acuerdo en quién y cómo paga qué. Hay dos cuerpos de bomberos y otros dos de policía local, que además comparten un mismo edificio, algo no  muy sorprendente teniendo en cuenta que la división nacional alcanza incluso al propio edificio del consistorio

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Ayuntamiento de Baarle-Hertog. En el suelo pueden verse los indicativos nacionales de cada país marcando la frontera
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Esquema del ayuntamiento sobre la frontera (tomado de su página web)

El ayuntamiento de Baarle Hertog se encuentra mayoritariamente sobre territorio belga, pero una quinta parte de su superficie se levanta sobre suelo holandés. Para construirlo obviamente fue necesario comprar el terreno y pedir un permiso de obras a los vecinos de Nassau, cuya casa consistorial está más céntrica dentro del pueblo. Como sucede en toda la localidad, la frontera internacional está delimitada en el asfalto y la acera, pero aquí además se añade la fachada del edificio, tachonada de luces LED que, por las noches, indican donde empieza y acaba cada país. La sala de juntas del ayuntamiento está partida en dos por la frontera, señalizada con una línea blanca, siendo este probablemente el único caso conocido de un alcalde que puede presidir los plenos de su consistorio desde el extranjero de forma habitual.

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Hilera de LEDs sobre la fachada del ayuntamiento de Baarle-Hertog indicando la frontera internacional (Bélgica queda a la derecha de la imagen). Las bodas civiles, para ser legales, deben celebrarse íntegramente (alcalde, novios y testigos, los invitados ya importan menos) en la parte belga del edificio.
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El ayuntamiento, de noche, con las lucecicas fronterizas titilando (PhotoDante)

Pasear por las calles de Baarle es ir mirando al suelo buscando rastros de la frontera. Las cruces de las aceras y las placas metálicas del asfalto nos descubren a veces curiosidades que sorprenden incluso en este entorno tan fronterizo; es el caso de la galería de arte de Sylvia Reybrock, una neerlandesa recién llegada de Ámsterdam. Situada en la calle mayor del pueblo, la frontera también cruza la puerta del negocio, así que puede escoger fiscalidad (belga, en su caso). Cuenta que escogió el local por la ubicación y el tamaño, pero que cuando fue a verlo no le dio importancia a las cruces en el suelo. Le tuvieron que explicar que se disponía a alquilar una galería de arte binacional cuya parte trasera está en Holanda y la frontal en Belgica. La idea, claro, le encantó, así que se quedó el local, que sigue abierto a día de hoy.

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Javi a.k.a. Sherlock (en Bélgica) y Sylvia (en Holanda) charlando de la vida, el arte y el fluctuante devenir del cosmos antropológico.
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Un hombre se dispone a cruzar la frontera frente a la galería de arte de Sylvia.

Volviendo a la convulsa historia de Baarle, durante la I Guerra Mundial Bélgica y los Países Bajos sufrieron destinos notablemente distintos. La monarquía belga fue invadida por los alemanes en su camino hacia París como método bastante expeditivo para esquivar las defensas francesas, mientras que Holanda permaneció oficialmente neutral durante toda la guerra. La peculiar situación de Baarle Hertog, situado en Holanda a varios kilómetros de la frontera principal con el resto del país, supuso su entrada en un limbo que duraría hasta el final de la contienda. Los alemanes no podían entrar sin violar la neutralidad holandesa y los holandeses no podían dejarles entrar, ni entrar ellos mismos, sin violar su propia neutralidad. Baarle Hertog se convirtió así en un santuario para resistentes, pese a la doble verja que lo separaba del resto del mundo. Una: la conocida como Alambrada de la Muerte,  una verja electrificada con la que los boches rodearon todo el territorio belga y que provocó cientos de muertos, y otra, más sencillita, alzada y vigilada por los neerlandeses para evitar el contrabando e innecesarios roces con el ejército prusiano. Pese a ello, cientos de resistentes se instalaron en el último trozo libre de Bélgica, llegando a construir una estación telegráfica pirata, gracias, entre otras cosas, a la mortal antipatía que el comportamiento alemán le generó a la mayoría de los holandeses.

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Reproducción  de la verja electrificada boche instalada en 2015 a las afueras de Baarle-Nassau

En la II Guerra Mundial la cuestión fue más sencilla. Los nazis ocuparon Bélgica y Holanda sin excesivos esfuerzos, e ignoraron todo el asunto de los enclaves, que carecía de importancia. Ya cerca del final de la guerra se promulgó una ley que ponía todos los enclaves belgas bajo jurisdicción fiscal holandesa, y que fue tan sistemáticamente incumplida, cuando no directamente ignorada por ambos países, que duró apenas unos días en vigor. Los dos Baarles sobrevivieron, de nuevo, a la reorganización territorial que se llevó a cabo sus respectivos estados tras la II Guerra Mundial. En 1950 Bélgica contaba con más de 2.300 municipios en su territorio, de los que para el año 2000 quedaban unos seiscientos: la cuarta parte. En Holanda la escabechina también fue importante: de algo más de un millar a menos de 450 en ese mismo tiempo. Hoy ni siquiera llegan a los 400. Pero los dos Baarles, con sus particularidades y sus enclaves, se quedaron exactamente como estaban desde hacía siete siglos.

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Los habitantes del pueblo no tienen inconveniente, en general en contarle todas las anécdotas que uno quiera al turista entrometido. Reens Venhuls, dueño de un chalé a las afueras cuya casa de invitados alquila como bed&breakfast, se entretuvo contándome anécdotas del pueblo un buen rato cuando me alojó en su casa en 2016, la tercera vez que pasé por el pueblo. Me habló de aquel contrabandista al que los holandeses detuvieron y se negó a entregar la mercancía por encontrarse en territorio belga y que no cesó en su actitud hasta que vino un funcionario del ayuntamiento a comprobarlo y le tuvieron que dar la razón por 40 centímetros, pero también de las típicas cosas que uno sólo puede conocer si vive allí. La progresiva integración regional y europea ha permitido que no haya que estar calculando precios de francos a florines cada vez que se cruza la calle, pero sí que viene bien conocer, por ejemplo, en qué país es más barata la gasolina (Bélgica, por eso las tres gasolineras del pueblo están en ese territorio), dónde se pueden comprar determinados medicamentos sin receta (Holanda), qué país permite la venta de fuegos artificiales sin licencia durante todo el año (Bélgica), lo que obliga en ciertas ocasiones a la policía holandesa a situar controles a las afueras del pueblo para requisar cohetes, cosas así. Él mismo se labró una carerra como contrabandista de tabaco, piezas de motores, ganado, alcohol y en general cualquier cosa que fuera necesaria a uno u otro lado de la frontera; en ese sentido no se diferencia en nada de los gallegos o extremeños que cruzaban La Raya antes de la entrada en vigor del tratado de Schengen.

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Frontera entre Bélgica y los Países Bajos en un carril bici a las afueras de Baarle, en septiembre de 2016

Con Schengen, por cierto, llegó la normalización, si se puede hablar de tal cosa en un lugar tan disfuncional como Baarle. Los enclaves fueron medidos con precisión por equipos binacionales durante las décadas y de los setenta y ochenta, y a principios de los noventa ya no había un centímetro cuadrado del pueblo sin atribuir a uno u otro país. En el proceso varios edificios cambiaron de soberanía y además aparecieron nuevos enclaves: uno holandés y dos belgas. El último en 1995, el año en el que la libertad de movimientos en la Unión Europea entró en vigor. Ese mismo año comenzaron a instalarse las pequeñas cruces fronterizas en las aceras que con los años han hecho aparecer al pueblo en medios de comuncación de todo el mundo, y también se fundó el grupo conjunto de trabajo que involucra a ambos ayuntamientos. Más o menos por esa época se abrió Die Biergrens, una licorería fronteriza. Tan fronteriza que su nombre en neerlandés se puede traducir como «cerveza de la frontera». Hace una década, la primera vez que estuve allí, estuve charlando con el dueño y un par de empleados, que me comentaron algunas curiosidades de vender alcohol en un negocio transfronterizo. La tienda en sí es belga, y en territorio de ese país están la caja y la puerta principal, pero algunas botellas sólo pueden ser expuestas, vendidas y facturadas en Holanda, lo que requiere a apertura de una caja especial a unos pocos metros de la anterior. De BiergrenS es el único sitio donde se puede comprar la única cerveza binacional del mundo: Smokkelaar.

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Frontera en la acera y fachada de De BiergrenS. Oficialmente, es un negocio belga, pero podría cambiar de país sin excesivos problemas sólo con mover el portón.
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El interior de De BiergrenS también indica la frontera. En parte por una cuestión estética, pero también por temas legales.

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Smokkelaar significa «contrabandista» en neerlandés. El alambique donde la fabrican está sobre la frontera en el mismo local, haciendo de esta cerveza la única fabricada en dos países.

Baarle no deja de ser culturalmente flamenco, además de políticamente neerlandés, al menos en su mayor parte. Como en el resto de Holanda, ir de un sitio a otro en bicicleta es la manera más cómoda y habitual de moverse, sin importar demasiado la edad. En los alrededores del pueblo, y aprovechando en parte antiguas vías férreas, se ha construido la Enclaveroute, una ruta ciclista de medio centenar de kilómetros que atraviesa la localidad por su centro y lo une con el resto de comunidades de los alrededores, tanto en Bélgica como en Holanda, pasando por todos los hitos turísticos imaginables. Es un paseo llano (los Países Bajos no se llaman así por casualidad), ligero y estival, que supone cruzar 25 veces la frontera en las cinco o seis horas que se tarda en hacerlo parándose en cada rincón. En todo momento es imposible saber dónde se encuentra uno salvo por los pequeños indicadores que aparecen de tanto en cuanto indicando la banderita correspondiente. La frontera está marcada en el suelo de Baarle como si fuera una de las cicatrices de la historia, pero es poco más que postureo. A las afueras del pueblo se cambia de país sin ninguna ceremonia, como debe ser, simplemente uno está en Bélgica, pedalea y antes de darse cuenta ha llegado a Holanda, y luego al revés, a través de maizales, bosques y caminos.

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Siempre digo que si este blog tuviera una capital no podría ser otra que Baarle, por su locura fronteriza, claro, pero también por su potencia como símbolo. Igual que el Vennbahn es tanto un hachazo geográfico como un símbolo de la evolución, Baarle es la prueba de que realmente incluso sistemas territoriales completamente idiotas heredados desde tres siglos antes de la llegada de Colón a América pueden convivir de manera no demasiado dolorosa con el siglo XXI. De hecho, para la mayoría de los vecinos de Baarle, nos contaba Evelyn, nuestra anfitriona del primer párrafo, la frontera simplemente no existe, no piensan en ella, como el dueño de un piso que vive sobre la línea de Metro acaba por  no sentir los trenes que le pasan por debajo. Es un decorado sin mayor importancia, un telón de fondo que da cierto toque de color pero tampoco supone menor impedimento. Es lo que debería ser, en todas partes, una frontera.

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La Crew Fronteriza. Álex, Diego, Javi a.k.a. Sherlock y Carlos

Baarle es un tema recurrente en este rincón limítrofe de la web. De hecho, podemos decir que Fronteras existe en gran medida por culpa de Baarle y de la fascinación que me produjo descubrir algo tan absolutamente disfuncional. Ha aparecido aquí en numerosas ocasiones, incluyendo el primer día de este vuestro blog fronterizo. Gran parte de lo que contaba en ellas lo he vuelto a contar aquí hoy , pero por si queréis leerlas, ahí van en orden cronológico.

Baarle, el pueblo de las mil fronteras (Enero 2008)
Baarle Verhalen – Historias de Baarle (Febrero 2008)
Asesinato en la frontera (Marzo 2008)
Una cervecería en dos países (Enero 2010)
Cosas que hacer en Europa cuando estás muerto… de frío (Enero 2010)
Bélgica, 1915. La alambrada de la muerte (Diciembre 2014)

Y si después de cinco mil palabras todavía tienes ganas y tiempo de más, ahí te va otro puñado de historias de ciudades divididas que hemos visto en Fronteras a lo largo de estos doce años.

Valga y Valka (Estonia y Letonia)
Nicosia (Chipre)
Mitrovica (Kosovo y, étnicamente, Serbia)
Rock Island y Derby Line (Estados Unidos y Canadá)
Nova Gorica y Gorizia (Eslovenia e Italia)
Niagara Falls (Estados Unidos y Canadá)
Rihonor de Castilla y Rio de Onor (España y Portugal)
Velke Slemence (Eslovaquia y Ucrania)
El Pertús y Le Perthus (España y Francia)
Sakaline y Kulkizski (Lituania y Bielorrusia)
Fort Covington y Dundee (Estados Unidos y Canadá)
Tornio y Haparanda (Finlandia y Suecia, con un campo de golf en medio)
Rivera y Santana do Livramento (Uruguay y Brasil)
Brezovica Pri Metliki y Brezovica Žumberačka (Eslovenia y Croacia)
La Cure y Les Rousses (Suiza y Francia, y el hotel en dos países entre ambas)
Wendover y West Wendover (Utah y Nevada)
Obrežje y Bregana (Eslovenia y Croacia, y la taberna que está en ambos)
Berlín (hay seis artículos distintos en ese enlace)

20 respuestas a “Viaje a Baarle, el pueblo de las mil fronteras

  1. Rockero 3-febrero-2020 / 10:46 am

    Se imagina usted a España suministrando luz eléctrica a Gibraltar?
    Podria España aceptar a Gibraltar en el espacio Schengen y evitar todos esos supuestos problemas que genera?
    Progreso vs quimeras…. quién ganará?

  2. Karji 3-febrero-2020 / 2:12 pm

    El día 10 de enero pasé por allí y doy fe de que a) el De BiergrenS sigue abierto, b) la Smokkelaar está muy bien, y c) me miraron raro en casa cuando conté que me di un garbeo fronterizo.

  3. Enzo 3-febrero-2020 / 4:57 pm

    Un post a la altura de lo que este blog acostumbra. Grandioso.

    ¿Cómo son los belgas?

  4. tucumano 3-febrero-2020 / 6:41 pm

    que hermoso e inolvidable viaje

  5. Andrés 3-febrero-2020 / 7:05 pm

    Seria excelente conocer todos los lugares de fronterasblog. Ir un 31de enero a la isla de los Faisanes y quedarnos hasta pasado la medianoche y formular frases frikis al respecto. Tal vez algún día podamos estar en zona desmilitarizada de Corea y poner un pie en cada lado. Aunque eso es mas difícil….aunque no imposible.

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