La tarta del Ártico

En agosto de 1953, el buque de la Guardia Costera Canadiense C.D. Howe depositó en un desolado rincón de isla de Ellesmere a seis familias Inuit procedentes de la Península del Labrador. Unos días antes otras tantas familias habían desembarcado 200 kilómetros al suroeste, en la Isla de Cornwallis. Los inuit fueron llevados hasta allí por el gobierno canadiense, y dejados en medio de una zona deshabitada del tamaño de la Península Ibérica, mil kilómetros por encima del Círculo Polar Ártico, supuestamente con herramientas, víveres y pieles de caribú suficientes para pasar el invierno y aclimatarse a su nuevo hogar. Sobre el papel, la razón del traslado era evitar la dependencia de los servicios sociales de los inuit, aliviar la sobrepoblación de los asentamientos del Labrador y retornar a los inuit a su estilo de vida tradicional. Sobre el papel, el traslado fue voluntario. La realidad, según los inuit, era bastante distinta: el traslado fue forzoso, los inuit acudieron engañados y el motivo del traslado no era otro que usar a los inuit como banderas humanas para reforzar la soberanía de Canadá sobre el gigantesco y casi completamente deshabitado Archipiélago Ártico en un contexto histórico, la guerra fría, en el que todo temor parecía estar justificado.

Resolute Bay 1954

El asentamiento inuit actualmente conocido como Resolute, en 1954,  un año después del traslado (fuente

Cincuenta y siete años después del traslado forzoso de aquellas primeras familias inuit, el gobierno canadiense acabó pidiendo disculpas de forma oficial; hoy los dos asentamientos inuit originales son los pueblos de Resolute y Grise Fiord, dos de los lugares habitados más septentrionales de la Tierra. Desde los años cincuenta hasta hoy la situación internacional en general ha cambiado mucho, pero el Ártico sigue siendo un lugar diplomáticamente conflictivo. La eterna lucha por los recursos y el progresivo deshielo han colocado el casquete polar en el centro de una serie de disputas entre los países que tienen una fachada al Ártico: Rusia, Noruega, Dinamarca (a través de Groenlandia) Canadá y Estados Unidos. En este conflicto, afortunadamente y por ahora incruento, lo que está en juego es la soberanía sobre las aguas del Polo Norte, los derechos de explotación de cualquier cosa de valor que pueda hallarse allí y también rutas marítimas que podrían ahorrar miles de millones a las economías mundiales al permitir viajes más cortos y rápidos entre los diferentes continentes.

North Pole 1

El Polo Norte. Menos aburrido de lo que parece

Comencemos recordando cómo funciona esto de la soberanía y los límites marítimos. Según la Convención de la ONU sobre el derecho del mar (conocida como la Convención de Montego Bay), los estados con litoral tienen derechos sobre las aguas adyacentes a sus costas. Uno de ellos es el establecimiento de una Zona Económica Exclusiva o ZEE de hasta 200 millas náuticas (unos 370 kilómetros), en la cual el estado ribereño tiene derechos exclusivos de explotación económica de las aguas y del lecho marino (o sea, derechos de pesca y de extracción de cualquier cosa que haya bajo el fondo marino). El resto de estados tienen libertad para navegar, tender cables submarinos o sobrevolar la zona, pero cuando se trata de sacarle rendimiento económico, el dueño es el propietario de la costa más cercana. Esta zona no puede ser más pequeña (salvo que choque, claro está, con la ZEE de otros países), pero sí más amplia a través de la plataforma continental; este concepto se refiere a la zona adyacente a la costa con una profundidad relativamente baja, habitualmente menor de 200 metros, y que es, por resumir, la continuación submarina de los continentes. A nivel legal ZEE y Plataforma Continental son términos equivalentes, excepto cuando esta última se extiende más allá de las 200 millas náuticas. Que es exactamente lo que sucede en el Ártico.

Plataforma Continental

La plataforma continental, en azul clarito (clic en la imagen para ampliar)

Aparte de los términos antes mencionados hay otro par de definiciones legales que incumben a los conflictos del Ártico: el mar territorial y las aguas interiores. Las aguas territoriales son las que se extienden 12 millas náuticas desde la línea de base, que normalmente coincide con la costa. Pero no siempre; cuando la costa tiene muchos entrantes y salientes, o hay islas cerca de la costa, o hablamos de un archipiélago, la línea de base no sigue la costa, sino que une mediante trazados rectos los extremos exteriores de las islas, penínsulas o cabos. A partir de esa línea se miden las aguas territoriales y la ZEE. Y todo el mar que quede entre esa línea imaginaria y la costa real es lo que se conoce como aguas interiores. Las aguas interiores son, a todos los efectos, parte del territorio soberano de un estado, y los demás estados no tienen ningún derecho allí. Las aguas territoriales, sin embargo, sí que permiten el llamado «paso inocente«, es decir, el derecho de tránsito de buques y aeronaves, aunque éste puede ser regulado por el estado ribereño.

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Gráfico explicativo sobre los conceptos de aguas interiores, territoriales, ZEE y demás. Debajo, un par de ejemplos: las aguas interiores y la línea de base de Filipinas y Chile. Se ve mejor clicando en las imágenes para ampliarlas. 

Filipinas Baselines_chile

Todos estos conceptos son importantes en las disputas árticas porque, como es lógico, están sujetos a interpretación, y como es aún más lógico, cada país los interpreta de la manera más favorable a sus intereses; así ha sido desde que el mundo es mundo, y así fue cuando se produjeron los primeros intentos de delimitar la soberanía en el Ártico, allá por 1907. Ese año el senador canadiense Pascal Poirier expuso la teoría de los sectores polares, según la cual Canadá debería reclamar la posesión de todas las aguas que se encontraran al norte de los extremos oriental y occidental del país, formando así un triángulo con vértice en el Polo Norte. De esa manera, el Ártico quedaría dividido entre los países con costa allí (que por entonces eran los mismos de ahora más Finlandia, que perdió su salida al Ártico en 1944). Canadá fijó sus extremos en los meridianos 60 y 141 Oeste, mientras que la URSS, que se apuntó a la idea unos años más tarde, fijó los suyos en los meridianos 32 Este y 168 Oeste. El resto de países implicados rechazaron la teoría y negaron validez a las reclamaciones soviética y canadiense.

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Aurora Borealis, cuadro de Frederic Church pintado en 1865 y exhibido en el Museo Smithsonian de Washington D.C. (clic en la imagen para verlo más grande)

La causa más inmediata del actual estatus conflictivo del Ártico es el deshielo. Durante siglos, el norte de nuestro planeta ha sido territorio vedado para el comercio y la navegación internacionales, debido a que estaba cubierto de varios metros de hielo incluso en verano. Hasta bien entrado el siglo XX el ser humano no puso el pie en el punto más al norte del planeta (y no, no fue Peary el que lo hizo). Desde el siglo XVI las naciones europeas buscaron un trayecto ártico (el Paso del Noroeste) que permitiera reducir la distancia a recorrer por los barcos en los que se basaba y se basa el comercio internacional. Los más empecinados en esto fueron los británicos en los siglos XVIII y XIX. Se enviaron numerosas expediciones, como las de James Cook o la de John Franklin, la más trágica de la que se tiene registro. Finalmente fue un espigado noruego de 34 años el que llegó hasta Alaska desde Groenlandia cruzando por el Estrecho de Rae, en 1906. Se llamaba Roald Amudsen, por cierto, y luego haría otras cosas aún más notables. El cambio climático detectado desde la segunda mitad del siglo XX está provocando que la extensión y el grosor del casquete polar sea cada vez menor, y por tanto la navegación por las aguas polares sea posible. En 2007 el Paso del Noroeste quedó abierto a la navegación sin rompehielos por primera vez desde que se tienen registros, y en 2010 y 2011 se repitió la circunstancia. Los modelos que manejan los climatólogos predicen un Ártico estival libre de hielo entre 2030 y 2060. Y eso, claro, tiene sus consecuencias políticas.

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Rutas del Paso del Noroeste en el Archipiélago Ártico Canadiense (clic para ampliar). Debajo, mapa de la extensión del hielo ártico en su mínimo de 2007, y comparación con años anteriores. 

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La apertura definitiva del Paso del Noroeste tendría consecuencias evidentes para la navegación, al acortar las rutas entre Asia y Norteamérica o Europa. Por ejemplo, la ruta Osaka-Londres supone 23.300 kilómetros por Panamá y 21.200 por Suez. Por el Paso del Noroeste quedaría reducida a 15.700 kilómetros. Otro ejemplo: Cantón-Rotterdam. 24.000 kilómetros por Panamá, 18.000 por Suez y 16.500 por el Estrecho de Barrow. Ante esta situación Canadá afirma que todo el océano que hay en el interior del Archipiélago Ártico Canadiense forma parte de sus aguas interiores, mientras que el resto de los países del mundo (especialmente Estados Unidos) considera que son parte del mar territorial de Canadá, o una vía marítima internacional, y por lo tanto Canadá no tendría derecho a bloquear o impedir el paso de barcos por allí (la explotación económica no se discute, son aguas económicamente canadienses). Canadá alega que cuando las aguas están heladas los inuit viven en ellas, por un lado, y por otro, que tiene derecho a proteger el frágil ecosistema ártico de potenciales vertidos, por lo que se reserva el derecho de impedir el paso de buques que no cumplan ciertas características estructurales. El resto del  mundo objeta que el paso es demasiado amplio como para considerarlo parte de las aguas interiores de Canadá. Hasta ahora EE.UU. ha acordado con Canadá que sus barcos puedan navegar por entre las islas del archipiélago, pero siempre con aviso previo al gobierno canadiense.

Pasajes Árticos

Gráfico de la expedición noruega que en 2010 circunnavegó el Ártico en una misma temporada por primera vez. Fuente: Mónica Serrano, Míriam Baña y Álvaro Valiño. Diario Público. Clic en la imagen para ampliarla

El paso del Noroeste a través de Canadá y Alaska tiene su espejo en el Paso del Noreste a través de las aguas rusas de Siberia. El calentamiento global y la existencia de puertos libres de hielo durante todo el año, además de haber sido una ruta interna usada intensivamente por la Unión Soviética, hacen de la Ruta del Norte una opción atractiva en caso de mejora de las condiciones para la navegación. Los trayectos entre Rotterdam (el mayor puerto de Europa) y los puertos surcoreanos o chinos se reduce hasta en un tercio respecto a la ruta vía Canal de Suez. De momento apenas unas docenas de barcos hacen el recorrido cada año, generalmente escoltados por rompehielos de propulsión atómica, imprescindibles para despejar el camino.

Pasaje Noreste Ruta Norte

Ruta Londres-Ulsan vía Canal de Suez (rojo) y Paso del Noreste (azul), un 30% más corta.

La soberanía de las aguas del Ártico tiene otra vertiente, además de la puramente territorial, y es la económica. Según el Servicio Geológico de los Estados Unidos, aproximadamente una sexta parte de los depósitos de petróleo y un tercio de los de gas que todavía no han sido descubiertos se encuentran en el Ártico. Eso equivale a unos noventa mil millones de barriles de crudo (la producción de Arabia Saudí durante 25 años) y cuarenta y cinco mil millones de gas. Rusia, por ejemplo, extrae dos terceras partes de su gas natural de la fachada ártica de Siberia. Estados Unidos lleva casi medio siglo extrayendo petróleo de las gigantescas reservas de Prudhoe Bay, mientras que Canadá dispone de descomunales reservas de petróleo no convencional en Nunavut y los Territorios del Noroeste. Noruega ya tiene un pozo en explotación (Snøhvit) en el Mar de Barents y Groenlandia, a través de Nunaoil, su compañía estatal, está explorando su parte de la Bahía de Baffin.

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La plataforma rusa Prirazlomnaya, situada a 40 kilómetros de las costas siberianas, al sur de Nueva Zembla (fuente)

Habiendo recursos tan valiosos en juego, es inevitable que haya disputas entre los implicados, y que cada uno arrime el ascua a su sardina todo lo que pueda. A mayor superficie Ártica controlada, más grande será el pedazo de la tarta petrolífera que corresponde. Así que los países con intereses en el Ártico se han esforzado por elaborar un relato que les otorgue la mayor superficie posible de océano. Aquí es donde entra en juego el concepto de Plataforma Continental como única forma de extender el área económica exclusiva de cada país más allá de las 200 millas náuticas, y donde cobra protagonismo un accidente geográfico del que casi nadie ha oido hablar: la Cresta de Lomonósov.

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 La cresta de Lomonósov (Lomonosov Ridge) puede verse claramente como una franja de menor profundidad que discurre muy cerca del Polo Norte, entre el Mar de Laptev, en la esquina superior derecha de la imagen, y la plataforma situada entre Ellesmere y Groenlandia.

Recordemos de nuevo que según la legislación internacional, la plataforma continental es todo aquello que, más allá de las 200 millas náuticas, pueda afirmarse que es una extensión geológica del continente o la isla en cuestión. La cresta de Lomonósov es una cordillera submarina de unos 1.800 kilómetros de largo por entre 60 y 200 kilómeetros de ancho. Fue descubierta por científicos rusos en 1948; se alza de media tres kilómetros y medio sobre el lecho marino circundante, y tiene sus extremos en las islas de Nueva Siberia por un lado y entre la isla de Ellesmere y Groenlandia por el otro. En su punto de menor profundidad se halla a casi un kilómetro por debajo de la superficie del océano. La existencia de esta cresta es la base que utilizan tres de las potencias del Ártico para reclamar una ampliación de su ZEE.Arctic_Seabed_map

Altimetría del Ártico y batimetría de sus fondos marinos. Clic para ampliar.

Rusia, Dinamarca y Canadá afirman, cada uno aportando sus propias razones, que la Cresta de Lomonósov es una extensión de su propio territorio continental , y reclaman, por tanto, que su ZEE  y las aguas bajo su control sean ampliadas hasta incluir el Polo Norte. De los tres países, Rusia es el que más lejos ha llegado en su reclamación, llegando a enviar a la expedición Arktika 2007 a 90 grados norte. Arktika fue una expedición científica con obvios tintes polítios, que, entre otras cosas, colocó una banderita rusa en el lecho marino del Polo Norte, provocando de paso las iras de Canadá, y obligando al ministro de asuntos exteriores ruso a aclarar que lo de poner una bandera no significaba una reclamación territorial, sino únicamente una celebración patriótica como la de los estadounidenses en la Luna (también dejaron una banderita del partido político al que pertenece Vladimir Putin, ahí es nada) De paso se dedicaron a tomar muestras de agua y tierras del fondo marino polar, tras el análisis de las cuales anunciaron al mundo que la cresta es una prolongación de Rusia, y que por tanto el polo es ruso. No fue un anuncio excesivamente sorprendente, la verdad.

Arktika 2007

Un brazo robótico coloca una bandera ruski a 4.200 metros de profundidad, en el lecho marino bajo el Polo Norte. 

Dinamarca y Canadá, por su parte, afirman tener estudios científicos según los cuales se prueba que la cresta de Lomonósov formó parte originalmente del continente americano, y por lo tanto ahora ambos países son los que deben tener derechos de explotación sobre todo lo que se encuentre por allí. Dado que realmente no hay una continuidad física entre las plataformas continentales de los tres países y la cresta (en los dos extremos hay un hueco de decenas de kilómetros), las argumentaciones de los tres países se dirigen hacia «dónde estuvo antes la cordillera submarina». Y por antes se refieren a millones de años atrás. Soberanía tectónica, podríamos llamarlo. Nacionalismo geológico.

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Mapa detallado de los extremos de la Cresta de Lomonósov. Puede verse claramente cómo está separada de ambas plataformas continentales (fuente)

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Además de estos dos grandes asuntos, otras disputas menores han salpicado el Ártico en las últimas décadas. Estados Unidos y Canadá, por ejemplo, mantienen sin delimitar su frontera marítima en el Mar de Beaufort. La postura canadiense es que, dado que la frontera entre Alaska y el Yukon sigue el meridiano 141 oeste, la frontera marítima debería hacer lo mismo. Por su parte Estados Unidos sostiene que el límite debería ser una línea perpendicular a la costa y equidistante de ambos países en toda su extensión, lo que le otorgaría a Alaska 24.000 kilómetros cuadrados más de superficie marítima controlada, y quién sabe si, por tanto, nuevos campos de hidrocarburos. La disputa sigue en vigor puesto que EE.UU. no ha ratificado el tratado de Montego Bay todavía. Cuando lo haga, un tribunal internacional será el encargado de decidir.

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Zona de Exclusividad Económica de Alaska, indicando, arriba a la derecha, la zona en disputa con Canadá

Noruega y Rusia mantuvieron una disputa similar en la zona en la que sus respectivas zonas de exclusividad se tocaban. Rusia afirmaba que la teoría de los sectores polares mencionada al principio de la entrada se encontraba en vigor desde que Stalin la aprobó en 1926, mientras que Noruega sostenía que el principio de equidistancia, habitual en todas las delimitaciones marítimas, era el que debía ser aplicado. En 2010 ambos países alcanzaron un acuerdo, que fue firmado en Murmansk, según el cual se repartían equitativamente los 175.000 kilómetros cuadrados de superficie en disputa.

Svalbard Border

Fuente: BBC

Otro de los puntos de discordia entre Noruega y Rusia es el estatus de Svalbard, un archipiélago situado seiscientos kilómetros al norte de la Noruega continental, y que pertenece desde 1920 al país nórdico. El Tratado de Spitsbergen (nombre del archipiélago en aquella época), firmado en 1920, otorga a Noruega la soberanía sobre las islas, pero todos los firmantes del tratado (nueve inicialmente, 30 más en los años posteriores) tienen todos iguales derechos de explotación en el archipiélago. La Unión Soviética, y posteriormente Rusia, ha ejercido esos derechos durante décadas, a través de poblados mineros habitados por ciudadanos soviéticos y rusos (véase aquí mismo: Pyramiden, la ciudad fantasma del Ártico). La disputa entre Rusia y Noruega es acerca de la Zona Económica Exclusiva del archipiélago. Según Rusia, aunque el tratado mencione exclusivamente el territorio de Svalbard y sus aguas territoriales, las reglas que se aplican para el territorio del archipiélago también lo hacen para su ZEE. Según Noruega, no, y los derechos de explotación de Rusia y el resto de países acaban en el límite de las aguas de Svalbard, a 22 kilómetros de la costa. Finlandia y Canadá apoyan la posición Noruega, y el resto de países no se han pronunciado. De que se descubran o no reservas de hidrocarburos dependerá el futuro de la reclamación rusa.

Svalbard Polar Bear

¿Una entrada de 3.000 palabras sobre el Ártico sin un oso polar? No en mi blog. Así se anuncia la Oficina de Turismo de Svalbard

La última de las controversias árticas es la de la isla de Hans, que fue relatada aquí hace unos meses. Canadá y Groenlandia fijaron sus límites marítimos en la primera mitad de los años setenta mediante una serie de coordenadas geográficas unidas imaginariamente entre sí. Eran en total 127, y la línea que une los puntos 122 y 123 corta exactamente por la mitad la Isla de Hans, un peñasco baldío sin el menor interés económico, científico o de cualquier tipo. Ambos países se han atribuído sistemáticamente la isla, y no han escaseado los gestos tanto diplomáticos como patrióticos, con banderitas clavadas y botellas del mejor alcohol de cada país depositadas, realizados por parte de ambas naciones. En la actualidad se barajan dos opciones: formar un condominio entre Groenlandia y Canadá o directamente dividir la isla en dos. Esta última opción es la que apoyamos con entusiasmo y sin rubor desde este blog. No soy muy amigo de crear nuevas fronteras, salvo que sean completamente inútiles. Y vive Dios que esta lo sería.

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Localización de la Isla de Hans en el Estrecho de Kennedy

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Es innegable que la explotación petrolífera y gasística en el Ártico afectará al medio ambiente. Otra cosa es cuánto, o si el precio será asumible. Organizaciones ecologistas han pedido la suspensión de las explotaciones al norte del Círculo Polar (algo complicado, pues el campo petrolífero de Proudhoe Bay, en Alaska, lleva abierto casi medio siglo), y la conversión del Ártico en un santuario científico desmilitarizado, exactamente igual que se ha hecho en la Antártida. Desde el punto de vista de dichas organizaciones, los casi inevitables derrames causarán perjuicios irreversibles, que se añadirán a los provocados por el cambio climático. Es poco probable que habiendo decenas de miles de millones de barriles de petróleo en  juego alguien decida no perforar.

Arctic Claims Map

Mapa de las reclamaciones territoriales en el Ártico, elaborado por la International Boundary Research Unit (IBRU; Unidad de Investigación de Límites Internacionales) de la Universidad de Durham, en el Reino Unido. Clic en la imagen para ampliarlo o aquí para descargarse un PDF de alta resolución. Nótense las tres reclamaciones (canadiense, danesa y rusa) sobre el Polo Norte.

Fuentes y más información:

Wikipedia: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10

Otras fuentes: Wired, Finanzas.com, The New York Times (y un gráfico formidable), The Atlantic, The Guardian, News.com.au, National Post

12 respuestas a “La tarta del Ártico

  1. Ragna 18-noviembre-2014 / 1:17 pm

    Felicidades por el artículo, me ha parecido genial y muy interesante.

  2. nombre 18-noviembre-2014 / 1:34 pm

    Blame Canada!

  3. manuelguisande 18-noviembre-2014 / 2:52 pm

    No me lo creo, tiene que haber un gallego allí, nos envían a todos los sitios…

  4. Eduardo Collin 18-noviembre-2014 / 4:21 pm

    Lo de la Isla Hans es para partirse la caja. Como molaría una especie de cima diplomática entre los dos países donde con gran bombo y pomposidad, en una mesa altamente ornamentada y un protocolo cuidadosamente diseñado se echara a suertes con un dado testado científicamente quién se queda con la isla. En plan, 1, 3 y 5 Dinamarca y 2, 4 y 6 Canadá. O algo así. A una tirada.

    • FranM 18-noviembre-2014 / 6:33 pm

      «Condominio», me encanta esa palabra. «Condominio».

  5. pululando 18-noviembre-2014 / 6:37 pm

    manuelguisande: Pescando bacalao y similares alguno hay.

    Tengo entendido que lo de la extensión de la soberanía más allá de las 200 millas de ZEE (plataforma continental adelante) se refiere «sólo» a los fondos marinos y lo que en ellos se encuentre, vamos que no son exactamente como las aguas ZEE. En el Ártico no cabe duda que lo que interesa es lo de los hidrocarburos, así que no hay diferencia, pero en otros lugares con importantes recursos pesqueros la diferencia es importante.

  6. J. S. 18-febrero-2015 / 5:09 pm

    Pero los magufos me han dicho toda la vida que allí lo que hay es un hueco enorme que sirve de entrada a la Tierra Hueca 😦

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