Nunca tal se vio en memoria de guardia de frontera. Este es el primer viajero que en medio del camino para el automóvil, tiene el motor ya en Portugal, pero no el depósito de gasolina, que aún está en España, y él mismo se asoma al pretil en aquel centímetro exacto por donde pasa la línea de la frontera.
Así, justo en la frontera, comienza Viaje a Portugal, el libro en el que el José Saramago cuenta el recorrido que durante meses realizó por su país a principios de los años 80. El viaje intimista del futuro Premio Nobel comienza con un sermón a los peces, «los que estáis en el río Douro y los que estáis en el río Duero«, en el lugar exacto donde empieza, o acaba, Portugal. Cuarenta y dos años después de que Saramago cruzara La Raya, ahí estabamos nosotros, también con medio coche en cada país, contemplando los muros exteriores de una anodina casa rural en una aldea remota de Extremadura. Una casa tan irrelevante que su web ni siquiera aparece entre los diez primeros resultados de Google cuando la buscas, pero tan prodigiosa que por si sola consiguió lo impensable: modificar unilateralmente una frontera internacional. Hoy en Fronteras, la casa que invadió el país vecino.

Para llegar a La Fontañera hay que ir a La Fontañera. No pilla de camino a ningún otro sitio; desde la capital provincial, Cáceres, hay una hora y media de coche. Desde Elvas, la ciudad más próxima en el lado portugués de A Raia, una hora y cuarto. En cualquier caso hay que recorrerse unos cuantos kilómetros por carreteras desiertas: el pueblo tiene apenas 50 habitantes censados, que en invierno se quedan en la mitad, con suerte. Uno de esos habitantes invernales es Tamara, la dueña del Salto del Caballo, una casa rural en uno de los extremos de la pedanía. Tamara es canadiense, y antes de mudarse al último rincón de Extremadura vivía en Alemania. Una herencia le permitió cumplir un sueño de juventud: regentar una casa rural. Buscó por toda Europa, de Croacia a Portugal y al final casi se queda en este último país. Ese «casi» es mesurable. En centímetros.

La frontera entre España y Portugal (La Raya o A Raia, según en qué parte de la frontera nos encontremos) es la segunda frontera más antigua de Europa y del mundo, tras la de Andorra con España y Francia. Los tratados de Badajoz (1267) y sobre todo Alcañices (1297) delimitaron los territorios de Portugal y la Corona de Castilla, y esa línea, con muy pocas variaciones, ha llegado hasta nuestros días. Una de esas variaciones es la de Olivenza, municipio hoy pacense que España se agenció en 1801 durante la brevísima Guerra de las Naranjas y que desde entonces el irredentismo portugués reclama como propio. La otra es la casa de Tamara.

Durante décadas la principal industria rayana fue el contrabando. Café y tabaco, principalmente, pero también cualquier cosa de la que hubiera necesidad a un lado y a otro de la frontera. Los contrabandistas, seres legendarios llenos de ingenio agudizado por el hambre, pasaban su mercancía de todas las formas imaginables. Al abrigo de la noche, en sacos, o en todos los huecos imaginables de autobuses, coches y bicicletas. Es famosa la anécdota del hombre que cada poco tiempo cruzaba la frontera en bicicleta por La Fontañera y era registrado exhaustivamente por la Guardia Civil, sin que nunca encontraran nada. Lo que contrabandeaba, por supuesto, eran bicicletas. Durante muchos años el contrabando proporcionó una relativa prosperidad a las casas rayanas, hasta que en 1994 la entrada en vigor del Tratado de Schengen convirtió en innecesario el honrado oficio de contrabandista. El declive de muchos de los pueblos de La Raya, sin embargo, había comenzado mucho antes: el desarrollismo se llevó a muchos jóvenes a Cáceres, Sevilla o Madrid, y para cuando Barcelona celebró sus juegos olímpicos Valencia de Alcántara, el municipio al que pertenece La Fontañera, ya había perdido casi dos terceras partes de la población que tenía en los años 50.

En los alrededores de la aldea hay unas cuantas actividades para deleite del viajero y visitante ocasional. Las decenas de ciclistas y moteros que quebraban la tranquilidad del pueblo un sábado cualquiera por la mañana así lo atestiguaron. Nosotros nos dedicamos básicamente a hacer cosas fronterizas, como dejarnos el bajo de los pantalones en las zarzas buscando el siguiente hito de piedra o cruzar el puente internacional más corto del mundo, del que hablaremos dentro de un rato. Una tarde en el patio de la casa, sentados junto a la piscina, a la sombra de un naranjo y con un tercio de cerveza a mano, Tamara nos contó la historia de su vida, y de cómo una canadiense de Vancouver había acabado al fondo a la derecha de la comarca más despoblada de toda Extremadura. Mientras hablaba, no menos de quince gatos correteaban por el patio. Tamara los alimenta a todos y ellos a cambio se dejan manosear y rascar incluso por perfectos desconocidos como nosotros. El Salto del Caballo sería una casa rural excepcional la pusieran donde la pusieran, pero es que además está dónde está.


La Raya es una frontera pero también es un país, entendiendo como tal un territorio con características propias y diferenciadas de lo circundante. Con el portuñol como idioma y el contrabando como histórico motor económico, sus límites físicos son imposibles de establecer. Sucedía lo mismo en la frontera hasta que empezó su delimitación a finales del siglo XIX, y durante muchas décadas después. Así lo atestiguan las Casas de la Duda, caseríos, establos o corrales esparcidos por la frontera extremeña que nadie tenía muy claro a qué país pertenecían, ni siquiera sus propios habitantes. Sucesivos amojonamientos de la frontera fueron resolviendo entuertos y enviando edificios encalados a uno u otro país; una de las Casas de la Duda era la de Tamara, y su historia es como sigue:
Cada diez años la comisión de límites hispanolusa revisa la frontera, comprueba que los mojones de piedra estén en su sitio y en buen estado y si no es el caso los repone, en una tarea que puede ser bastante aparatosa. Los hitos fronterizos, la representación física de la frontera, son piedras de entre 50 y 150 kilos clavadas al terreno y espaciadas un kilómetro entre ellas; la numeración es correlativa de norte a sur. Como la frontera muchas veces no espera mil metros para girar y revolverse, allá donde La Raya forma una esquinita se instala otra muga con la numeración de la más cercana y añadiéndole una letra. Por ejemplo, 683A o 683B. Y también, como hemos visto, si hacen falta más hitos en medio, se les añade otro número. 683A1, en nuestro caso.

Hace unas cuantas décadas los propietarios originales de la casa que hoy conocemos como Salto del Caballo decidieron que necesitaban ampliar la cocina, y aprovechando la obra construyeron un nuevo establo. Y para eso extendieron los muros de la casa, pero se les fue la mano, tanto que acabaron construyendo parte del nuevo edificio en territorio portugués. Pero eran los sesenta, la frontera estaba delimitada de forma pobre y tanto la Guardia Civil como la Fiscal, encargadas de la vigilancia fronteriza en España y Portugal respectivamente, estaban demasiado ocupadas con el contrabando, ora impidiéndolo, ora permitiéndolo, así que nadie se dio cuenta. Hasta que llegó la comisión de límites y se dio cuenta del follón.

Una vez detectada la invasión, ¿qué se hace? Básicamente alguien había construido en terrenos públicos del ayuntamiento portugués de Marvao, sin licencia, sin permisos y sin avisar. Pero claro, cómo ordenas la demolición parcial de un edificio. ¿Y si al derribarlo se lleva un trozo de muro que está en España? ¿Y cómo lo legalizas? Si los planos, el permiso de obra y todo lo demás está en otro país. Ante el embrollo, la comisión de límites, sin encomendarse a nadie, decidió tirar por la calle del medio: mover la frontera. Sobre el territorio es una línea imaginaria que une entre si una serie larguísima de piedras. Las piedras no son la frontera, sólo indican por donde pasa. La frontera en sí está delimitada por lo que aparece en un papel. Pero claro, al final es difícil decir qué fue antes, el huevo o la gallina, el papel o la piedra. Y si mueves una piedra, pues la frontera también se mueve. Así que agarraron el mojón, lo trasladaron unos metros hacia Portugal y asunto resuelto. Desde Olivenza que España no le levantaba un trozo de territorio a su vecino tan fácilmente.

Esta es la historia tal y como la cuentan en el pueblo, y tal y como recogen las (escasas) fuentes que he podido consultar. Y ahora vienen las dudas. Hace unos párrafos conté la anécdota del hombre que contrabandeaba con bicicletas. Esa anécdota la leí por primera vez ambientada en La Fontañera, en el libro del periodista extremeño Alonso de la Torre La frontera que nunca existió, en el que también se mencionaba la historia del Salto del Caballo. La misma historia del contrabando de bicicletas, la cuenta el gallego Nacho Carretero en su conocidísima obra Fariña, pero ambientada en Galicia. Y hace unos años el dueño de un B&B en Baarle-Nassau me contó una historia similar con tractores, pero que sucedía en la esquizofrénica frontera de la localidad. ¿Es posible que la misma historia suceda en tres lugares diferentes? Sí, si las condiciones son las mismas, como es el caso. Pero es difícil que no se planteen dudas. Y la historia del Salto del Caballo también las plantea.

Según el catastro español, la casa que hoy regenta Tamara fue levantada en 1960. La comisión de límites revisa cada diez años la frontera en la localidad; la última vez fue el año pasado, unos meses después de que nuestra expedición fronteriza pasara por allí a hacer el mongol con las piedras. El follón, de ser como lo narra la historia, tendría que haber sido descubierto en 1972 0 como mucho 1982, pero se hace extraño que en fechas tan recientes se cometan semejantes chapuzas sólo por evitar papeleos y burocracia, especialmente en un tema tan extraordinariamente sensible como los límites físicos de un Estado, y más teniendo en cuenta que a Portugal de cuando en cuando todavía le pica el niki con lo de Olivenza. ¿Es plausible la historia? Totalmente. ¿Se puede asegurar sin asomo de duda que sucedió tal cual la cuentan? Hace falta un salto de fe bastante grande. Ahora bien; ¿importa? A mi no. La historia es graciosa, la casa rural es un lugar absolutamente idílico en un entorno maravilloso y lo que sucediera o dejara de suceder en un rincón apartadísimo de la (segunda) frontera mas antigua de Europa en realidad no tiene mayor trascendencia. Y si esa historia hace que más gente pase por allí, bien está.

Aprovechando el viaje para conocer a Tamara y a su casa nos dimos un paseo por los alrededores. A unos 30 kilómetros de allí se encuentra el Puente de El Marco, que los lectores más veteranos y atentos de este rincón fronterizo quizá recuerden como uno de los candidatos a puente internacional más corto del mundo. Los locales, por si acaso, presumen de ello, como también lo hacen del bar con el nombre mejor y más descriptivo de Extremadura, y seguramente de España: El Quinto Coño. Al otro lado de la frontera, en la aldea portuguesa de Marco, un par de raianos atienden un colmado donde se puede comprar básicamente cualquier cosa imaginable. Yo sali de allí con dos cervezas, un imán de nevera, una alfombra y una toalla. Porque no va uno a cruzar la frontera portuguesa y volver sin toallas, ¿no?

La última tarde en nuestro periplo fronterizo la dedicamos a Marvão. Antes del viaje ni siquiera sabíamos que existía; una mujer que nos hizo una foto en Cáceres nos recomendó visitarlo al saber que pararíamos en la Fontañera. Y nos dejó boquiabiertos. A apenas media hora en coche de nuestra casa rural favorita hay un pueblo de apenas 3.000 habitantes encaramado al monte desde el que se domina todo el valle. Es un pueblito de arquitectura alentejana con casas encaladas de muros gruesos, adornadas con detalles de colores vivos y ventanas de estilo manuelino. Calles estrechas adoquinadas y empinadísimas a las que se asoman talleres de artesanía de corcho, minúsculas galerías de arte y tascas silenciosas como los portugueses. Y en lo alto del pueblo, el Castillo. Una fortaleza del siglo XIII reformada en el siglo XVII, conquistada y reconquistada por españoles y portugueses varias veces desde entonces. Las vistas desde la larguísima muralla son de las que cortan la respiración; dominando dos valles, desde lo alto de las torres la mirada se posa a decenas, si no cientos de kilómetros de distancia. El paseo gratuito por todo el castillo, tan grande como bien conservado y restaurado, nos llevó más de dos horas, y aún así nos dejó con ganas de volver. Y también nos quedamos con ganas de regresar a la que ya es la mejor casa rural del planeta, la casa de Tamara.


Para reservar y preguntar precios: Saltodelcaballo.com. Recomendadísimo incluso si no eres un absoluto friki de las fronteras.
Si te gustó esta historia, léete la de Olivenza, la de las Islas Salvajes, y la de Rihonor de Castilla y Rio de Onor, un pueblo partido en dos por La Raya. Y de paso, estas otras historias de ciudades fronterizas:
Baarle, el pueblo de las mil fronteras (Bélgica y Holanda, y capital de este blog)
Valga y Valka (Estonia y Letonia)
Rock Island y Derby Line (Estados Unidos y Canadá, y una biblioteca binacional)
Nova Gorica y Gorizia (Eslovenia e Italia)
Velke Slemence (Eslovaquia y Ucrania)
El Pertús y Le Perthus (España y Francia)
Sakaline y Kulkizski (Lituania y Bielorrusia)
Fort Covington y Dundee (Estados Unidos y Canadá, y una mesa de billar en ambos)
Tornio y Haparanda (Finlandia y Suecia, con un campo de golf en medio)
Rivera y Santana do Livramento (Uruguay y Brasil)
La Cure y Les Rousses (Suiza y Francia, y el hotel en dos países entre ambas)
Obrežje y Bregana (Eslovenia y Croacia, y la taberna partida por la frontera)
Volví a releer tus historias y me siguen fascinando. Saludos desde Argentina tu seguidor, no tan fiel, Andrés.
Espero que este año publiques más que años anteriores. Un abrazo.
¿15 gatos como mínimo que se dejan tocar y no pones ni unas foto de un gato?
¿Cuál es tu problema? ¿Qué te pasa?
Buenas tardes! Créeme que hay más de 50 gatos, te lo dice una viajera que constantemente ns escapamos a nuestra casita. Un abrazo
Hola, te dejo un par de historias de un responsable de Fomento de la Junta de Extremadura sobre algunas peripecias en la frontera.
https://lascarreterasdeextremadura.blogspot.com/2012/02/el-puente-del-torto-y-la-conquista-de.html
https://lascarreterasdeextremadura.blogspot.com/2015/01/modificando-hitos-fronterizos-con.html
Magníficas, ¡gracias!
Curiosas cosas de las fronteras, desde luego.
Me encanta este blog. Es increíble que pueda haber gente tan friki como yo.
Somos legíón 😀
Muy buena historia, como siempre.
Creo que en todo tema hay alguna historia así. Dudosa, pero plausible, y que a fin de cuentas, si ocurrió o no, no importa.
Como buen amante del fútbol puedo pensar varias historias del estilo, algunas de las cuales, siendo bastante antiguas, tan mencionadas como verídicas y al mismo tiempo tan «intrascendentes» que es mejor dejarla con ese velo de misterio.
Mucho más en un caso como este, en el que la mentira puede hasta beneficiar, atrayendo a algún curioso.
Dos cositas, nomás:
Estoy sorprendido de no ver imagenes de al menos uno de los 15 gatos.
Y… ¿Cuanto pesaba ese mojón que levantaste?
Aunque creo, que moverlo de lugar, sería capaz de terminar en un conflicto diplomático tan estúpido como el de la Isla Hans. Isla que por cierto ahora tiene su frontera terrestre.
Única entre un país de América con uno de Europa, sin contar a la Guayana Francesa, si no estoy mal.
En fin, ya divagué demasiado, así que me despido
Buenas noches
La historia sobre el hito de La Fontañera es curiosa y conociéndola muy bien, la ratifico. Lo que no estoy de acuerdo y desmiento, pues soy uno de los encargados de reponer, pintar y mover si procede un hito, marco o muga, ya que pertenezco a la Comisión Internacional de Límites, participamos un equipo español y otro portugués, es que haya poca documentación al respecto, otra cosa bien distinta es que esté a su alcance. Aparte de los errores en cuanto a pesos de los hitos, distancias de su colocación, cuando se ha fijado el hito auxiliar pegado a la casa y cada cuanto tiempo se revisan; no es cierto que se revisen cada 10 años ni que ese hito se haya sustituido. Lo que me ha hecho añadir este comentario, es sin duda el tratar de chapuza por su parte el motivo de la colocación del hito. El decidir el cambio de un hito, es un asunto consensuado entre ambos países, y tras el cuál se refleja en un Acta, que firman los máximos responsables de la Comisión Internacional de Límites. Hay diversas causas que motivan el cambio de un hito, y una de ellas es el no perjudicar a las personas afectadas. Lo que no es y se lo aseguro, es el no tener que hacer papeleo como asegura usted porque el moverlo o no, lleva implícito el tener que notificarlo o reflejarlo en informes y Actas.
Hola, Eduardo. Me interesa mucho lo que comentas, ¿crees que se pueden acceder a esos documentos y actas?
El hito se sustituyó el año pasado sin la menor duda. Aparte de porque así lo pone en la placa que lo acompaña, en abril había uno (el que salgo levantando yo en la foto) y en diciembre otro (el que sale dos fotos después). Entiendo que se sustituyó precisamente porque el original estaba roto y podía moverse fácilmente (no se sustituyó ningún otro).
El peso lo calculé a ojímetro al levantarlo, claro. No llevé una báscula para ello 😀
Me encantaría conocer tu versión de la historia, por otro lado, sería un placer que corrigieras los, sin duda, numerosos errores del texto, provocados en buena parte por la ausencia de fuentes fiables. Ya digo que la historia tal y como se cuenta me parecía sorprendente.
Un saludo y gracias por tu mensaje
Buenos días
El hito que se colocó, fue en 2022,si, en septiembre. Es el mismo hito que portas en brazos en la imagen, pero pintado y fijado en su lugar correspondiente. Se revisa toda la Frontera desde Galicia a Huelva en 6 años, es un proceso cíclico en el cuál llevo involucrado 17 años. Las Actas no son públicas, con lo cuál no se las puedo facilitar. A lo largo de la, Frontera hay varios casos curiosos y un montón de anécdotas. Nada se hace aleatorio y menos de manera carente de profesionalidad que haga catalogarlo de chapuza. Si está interesado en algún dato o tiene alguna duda que le pueda solventar, estoy a su disposición.
Gracias por el comentario, Eduardo. De hecho la historia tal y como me la contaron (específicamente la anterior propietaria de la casa, una alemana ) es lo que denomino como chapuza, no la historia real (que, por lo que comentas, parece tener fundamentos más sólidos). La historia que me llegó fue que los miembros de la comisión presentes sobre el terreno decidieron sobre la marcha coger la piedra y moverla y ya está, sin dejar constancia alguna. Podría cuadrarme tratándose de la época de la posguerra, que era pródiga en informalidades, pero no más allá, por eso precisamente la ponía en duda.
Me interesan hasta límites insospechados todas las historias y anécdotas de la frontera. Con tu permiso te escribiré un email. ¡Gracias!
Bienvenido al blog. Tenemos muuuchas ganas de que nos cuentes cosas. Diego, por favor, fíchalo con puesto fijo y pagas extras.
Muy bueno, como siempre.
Esperando la entrada de los enclaves de Emiratos, que será también muy entretenida
Creo que antes de publicar hay que cerciorarse de lo que se escribe para nada coinciden las fechas con lo que se pública una de las personas que nacieron en esa casa nació en 1941 y otra en 1943 así es que lo de 1960 no concuerda para nada
Hola, Rosario. ¿Es posible que se trate de una casa anterior? La fecha que doy es la que aparece en el catastro español
Esa casa fue construida a finales del siglo XlX. lo digo con conocimiento porque perteneció a la familia de mi marido hasta que la compró la anterior dueña y mucha de la información que se da no es correcta.
Pues no comprendo por qué aparece en el catastro como construida en 1960. Lamentablemente no tengo acceso a más datos públicos que esos, pero desde luego me encantaría conocer la historia más en profundidad
Se la historia de esa casa, y no es ni mucho menos como se cuenta.
Soy todo oídos, en serio
Muy buen reportaje, soy de un pueblo muy cercano a esa preciosa casa de la frontera (las Huertas de Cansas) , y me estaba encantando como contabas todo asta que he frenado en seco al leer un inoportuno comentario, concretamente este…
Estoy seguro de que hay una edad a la que uno deja de hacer el subnormal cuando viaja,
Creo que esta muy desacertado
Bueno, Miguel Ángel, yo creo que Diego lo dice con sorna y retranca hacia sí mismo. No veo intención de faltar al respeto a nadie. Una sentencia más diplomática si que podría haber sido: «Estoy seguro de que hay una edad a la que uno deja de hacer como si nadie lo viera cuando está de viaje»… 🙂
Diplomacia fronteriza al canto 😉
Hola, Miguel Ángel.
Siento que no te haya gustado, pero obviamente es un chiste autoparódico
Antes de publicar La historia de la casa se podía haber informado y documentado, nada que ver con la realidad en hechos y fechas.
Antes de escri ir La historia de la casa se podía haber documentado e informarse. Nada que ver con la realidad en hechos y fechas
Madre mía la que se ha montado…
Bonita historia, sea inventada, cierta y precisa, o cierta con inexactitudes…
La zona es preciosa, en eso supongo que estamos todos de acuerdo.
Una excelente entrada más en tu Blog, felicidades nuevamente. En cuanto a la leyenda del traficante de bicicletas, creo que si bien pudiera tener elementos de realidad, es un caso que en otros lugares del mundo y con otras mercancías, se cuenta que se ha presentado de manera similar. Por acá en mi apartado rincón de México, se cuenta la historia del señor que todos los días lo revisaban a la salida de la tienda departamental donde trabajaban, todos los días el vigilante le revisaba la maleta, sin encontrarle algo robado dentro de la misma, desde luego, lo que se robaba era una maleta al día.
Curiosa historia, gracias por traerla al blog