Oriente Medio Exprés. Capítulo 1: Abu Dabi, la ciudad recién estrenada

Uno de mis propósitos de año nuevo, junto con aprender francés y ser el malnacido que en plena fiesta saca la guitarrita y se pone a tocar el Wonderwall, fue gastarme un poquito menos de dinero en viajar. Por ahora llevo cuatro acordes aprendidos en la guitarra y soy capaz de pedir un café con leche y un cruasán en cualquier boulangerie de Perpiñán o Hendaya (donde todo el mundo habla español), así que vamos según el plan previsto. Respecto a lo de viajar, el 15 de enero me compré mi sexto billete de ida y vuelta para los primeros cuatro meses de 2023 (acabaron siendo ocho), y pese a que todos ellos han sido tan insultantemente baratos que harían hiperventilar a Greta Thunberg, da la impresión de que lo de viajar menos lo llevo regulín. Tres de esos billetes de avión corresponden a un único viaje que hice con Javi, lector zaragozano de este blog devenido en amigo con el que comparto taras mentales de toda clase y condición, pero especialmente las relacionadas con la geografía, y que ya se vino conmigo a Baarle hace unos años y a La Fontañera el año pasado. Después de pasar 24 horas en Roma (otro día hablaremos de eso), nos subimos a un Airbus 321 de un improbable color fucsia rumbo a  nuestra primera escala en Oriente Medio: Abu Dabi.

Cúpulas y minaretes blancos de la Gran Mezquita de Abu Dabi recortándose contra un cielo notoriamente azul.

Nuestro viaje comenzó, como casi siempre, conmigo buscando vuelos baratos en Skyscanner para rellenar unas vacaciones. Encontré que viajar a Abu Dabi desde Barcelona era sorprendentemente barato, merced a una nueva ruta de la ultra-low cost Wizzair entre Roma y la capital Emiratí. Ultra low-cost quiere decir que te cobran hasta por darte los buenos días, pero con una tarifa de 100 euros ida y vuelta para un vuelo intercontinental, tampoco íbamos a protestar mucho. Siete horas de trayecto embutidos en un avión de fuselaje estrecho con la misma configuración de asientos que se utiliza para ir de Barcelona a Ibiza no son una fiesta para los sentidos, pero, de nuevo, pagando 1,1 céntimos por kilómetro recorrido lo suyo es no mirarle demasiado la dentadura al jamelgo. Tampoco se nos hizo demasiado largo, ocupados como estábamos en beber pésimas cervezas a un precio fácilmente calificable como atraco a mano armada, pero que aun así nos resultaría barato en cuanto pisáramos territorio árabe.

Hola, vengo del futuro para venderte una lejía

Un apretón de manos. Así fueron concebidos los Emiratos Árabes Unidos. Era febrero de 1968 y los regentes de Abu Dabi y Dubái se reunieron en una jaima en una colina justo sobre la línea que separa ambos emiratos. Unas semanas antes el ministro de asuntos exteriores del Reino Unido les había dicho que se disponía a abandonar el tratado que llevaba en vigor desde el siglo XIX, y por el cual la armada británica se encargaba de la protección de los Estados de la Tregua, una serie de territorios muy mal delimitados en los márgnes de la Península Arábiga. El jeque Zayed bin Sultan, emir de Abu Dabi, logró que otros cinco territorios se unieran al proyecto que él concibió, y en 1970 nacieron los Emiratos Árabes Unidos. Cinco meses después el séptimo emirato (Ras-Al-Jaima) se sumó a la Federación, que alcanzó así su forma actual. Quedaron fuera dos de los Estados de la Tregua: Qatar y Bahréin, que se establecieron por su cuenta. El jeque Zayed fue el primer presidente de la federación y se le honra pública y notoriamente como padre fundador del país. Se mantuvo en la presidencia 33 años, hasta su muerte en 2004.

Los siete emiratos son gobernados cada uno por un jeque, pero no se llaman «jecatos» porque, por el amor de Dios, qué palabra más horrenda. El más grande, y el que tiene la práctica totalidad del petróleo del país, es precisamente Abu Dabi, que acapara el 87% del territorio. Oficialmente, los siete jeques escogen a uno de ellos para presidir la federación. La realidad es que el mandatario abudabí ejerce siempre como presidente del país y el de Dubái, que es el emirato más poblado, de primer ministro. Y hasta aquí la introducción a la política territorial emiratí. Abudabí, dubaití, emiratí, ¿por qué los gentilicios de esta gente acaban todos igual, eh?

Las Etihad Towers vistas desde la fuente del Palacio Presidencial. Ahora en unos pocos párrafos los visitamos

Para moverse por Abu Dabi lo más sensato es usar el taxi. Se trata, probablemente, de los taxis más baratos del primer mundo; a medio euro por kilómetro no hay un medio de transporte que pueda siquiera acercarse en la ratio comodidad/precio. La primera noche, y después de esquivar el timo de usar un «taxi premium» desde el aeropuerto (es un taxi normal pero el conductor lleva gorrita y cobra de dos a tres veces la tarifa estándar), la dedicamos a pasear por las calles semivacías de la ciudad. Domingo, más allá de las diez de la noche, apenas tráfico y muy pocos seres humanos a la vista, la sensación de estar visitando un escenario Potemkiano era intensísima. Sentados en un banco mientras devorábamos un paquete de embutido de ternera y una bebida llamada textualmente «Sudor de Pocari», nos maravillamos de, simplemente, estar allí. Javi ha estado en setenta países y yo, a fecha de hoy, en cuarenta; es posible que en los últimos 18 meses hayamos tomado más aviones que nuestros padres en toda su vida, y sin embargo estar en un país nuevo produce la misma sensación de incredulidad y asombro cada vez.

Una lata de «Sudor de Pocari», en serio que no me lo he inventado. Se trata de una bebida energética que, quizás por la sugestión, sabe ligeramente salada. Según leímos después en la Wikipedia, es de origen japonés pero se vende muy bien en Oriente Medio, y su nomnbre no significa lo que entienden los angloparlantes. No significa nada, de hecho

Después de un largo paseo por el frente marítimo de la ciudad (la Corniche), concluimos nuestra primera noche emiratí en una preciosa terraza junto a la playa y bajo las amenazantes figuras de un par de rascacielos. En la puerta del local había cuatro coches, ninguno de los cuales puede adquirirse por una cantidad de euros inferior a las seis cifras. Pedimos dos platos, una Cocacola y una cerveza, y la cerveza costó más que todo lo demás junto. El precio típico de un tercio en el país ronda los 18 euros, perfectamente asequible para los salarios de los expatriados occidentales, que son prácticamente los únicos consumidores habituales de alcohol. En lo que a ingresos se refiere, no tiene tanta suerte el trabajador medio emiratí. Emiratos Árabes Unidos tiene 10 millones de habitantes, de los que sólo el 15% tiene la nacionalidad del país. El otro 85% está compuesto de forma masiva por inmigrantes indios, pakistaníes, bangladesíes, egipcios y filipinos, más un 5% de occidentales. Mohammed, un taxista nacido en Karachi que nos llevó al aeropuerto, nos detalló su vida cotidiana en la media hora de viaje. Trabaja un mínimo de 12 horas diarias, con picos de 20 en temporada alta. Dos días libres al mes, y un mes cada dos años para ir a su país o peregrinar a la Meca. A cambio, de 2.500 a 3.000 Dirhams mensuales, o sea entre 600 y 750 €. ¿Y le compensa? Nos dijo que sí. Envía a casa un tercio de lo que gana. ¿Y cómo demonios se vive en Abu Dabi con 400 o 500 euros al mes? Fuera de los circuitos turísticos y de expatriados occidentales, descubrimos en seguida, la vida en Emiratos es muy barata.

Cosas emiratíes: Taza de souvenir que a nosotros nos pareció francamente siniestra
Abrebotellas folclórico abudabí. El Estado y la sociedad emiratíes son extremadamente abiertos y tolerantes no sólo con los extranjeros sino también con sus propios ciudadanos, y las mujeres que visten con Niqab o velo que les tape la cara son muy pocas. La mayoría, según nuestra percepción, ni siquiera usa velo

Dado que sólo íbamos a estar 36 horas en la ciudad limitamos nuestra acción turística a sus iconos más reconocibles. Nuestra primera visita como guiris fue el Museo del Louvre. Se trata de un proyecto conjunto con el gobierno francés, que permitirá usar el nombre «Louvre» hasta 2037. El museo en sí es un edificio espectacular, obra del también francés Jean Nouvel, que en España firmó, por ejemplo, la Torre Agbar de Barcelona o la expansión del Reina Sofía en Madrid. Su página web lo describe como «una sinfonía de hormigón, agua y luz». Una enorme cúpula metálica con una estructura en forma red que permite pasar al sol como si atravesara las hojas de un palmeral. La aparente ligereza de la cúpula, que parece flotar plácidamente sobre un estanque turquesa como las aguas tropicales, unida al reluciente blanco de las paredes y al reflejo danzarín de la luz en el agua, sirven de perfecto telón de fondo a la colección del museo, obras de arte que sirven de pasarela para unir las sensibilidades oriental y occidental. Es toda una experiencia. O lo habría sido, si el museo hubiera estado abierto. Porque sí, somos esa clase de turistas que se llevan una guía y se les olvida mirar el puñetero horario de apertura de los sitios.

Museo del Louvre de Abu Dhabi. Ampliando la foto (clic aquí o en la imagen) se pueden apreciar tres personas en lo alto de la cúpula, que permiten hacerse una idea de lo masivo del lugar. Según la web de Jean Nouvel, se utilizaron 7.500 toneladas de hierro en la construcción de la cúpula, más o menos lo mismo que en la Torre Eiffel. Ah, la grandeur
Calle Jaques Chirac, presidente francés que firmó el acuerdo con el Emir de Abu Dhabi por el que se construyó el Louvre
Obras del Museo Nacional Zayed, que estará dedicado a la historia cultural de los Emiratos y a la figura de su padre fundador, que le da nombre. Además de este y del Louvre la isla contará con un museo Gugggenheim, cuya apertura está prevista para 2025. Abu Dhabi quiere convertirse en el mayor destino de turismo cultural de Oriente Medio

Javi y yo estamos ya tan acostumbrados a viajar juntos que nos toleramos cosas que en cualquier otro contexto serían motivo de cancelación inmediata de relaciones. Los dos nacimos en el mismo año (1979) y ambos tenemos catorce años mentales, así que nos reímos de las mismas bromas de caca-culo-pedo-pis y de los mismos juegos de palabras vergonzantes que harían vomitar a una cabra. Por poneros en situación, estas fueron algunas de las tonterías sin sentido que nos inventamos en la trasera de diversos taxis durante las horas que pasamos en la ciudad

  • Si el Rey Juan Carlos se llamara Javier, ¿Froilán le llamaría Abu Javi?
  • Cantar «Abudabi aboebe Abudabí quiere decir te quiero amor«
  • ¿Quién fundó la capital de Emiratos? Un chino con alucinaciones, porque «A Buda vi»
  • Si te aburres y sales a dar un paseo por Abu Dabi, ¿vas a pasar el Emi-rato?
  • ¿Un felino abudabí es un Emigato? (Válido con palmípedos y patos)
  • Si sube el nivel del mar, ¿cambiarán el nombre del país a Emiratos Árabes Hundidos?
  • Cuando un médico acaba la carrera en Abu Dabi, ¿tiene que examinarse del eMIR?

Así durante no sólo los dos días abudabíes sino durante los diez días del viaje y la mayor parte de sus diez noches. Por suerte para nosotros, los taxistas indios no entienden el español así que nos libramos de una merecidísima deportación.

Más cosas emiratíes. Cartel en un supermercado indicando que se facilitarán bolsas adecuadamente oxigenadas para llevarse el pescado y el marisco a casa, donde puedan ser cocidos vivos. «Sírvelo con corazón». El shock cultural de los supermercados abudabíes fue el mayor que vivimos en la ciudad
Detergente específico para lavar Hiyabs. Lava más negro.

El segundo icono del emirato digno de ser visitado es la Gran Mezquita Jeque Zayed, conocida como la Gran Mezquita a secas, porque tampoco es que haya otras mezquitas tan descomunales para disputar el título. Está situada en la otra punta de la isla y de la ciudad (Abu Dabi está en una isla, convirtiéndose así Emiratos en uno de los únicos cuatro países no insulares que tienen su capital en una isla. Os dejo averiguar cuáles son los otros tres), pero el taxi nos dejó allí en veinte minutos por el precio de un menú Big Mac. La mezquita está pensada para ser espectacular y a fe mía que lo es. Cifras aparte (12 hectáreas/campos de fútbol de superficie, capacidad de 40.000 fieles, 86 cúpulas, chopocientas toneladas de mármol, la alfombra más grande del mundo y un largo etcétera), impresiona lo bien lograda que está la atmósfera límpida y pacífica del lugar. En el interior del edificio la blancura es inagotable, tan abundante como escasa la paciencia de los guardas de seguridad que vigilan que los visitantes se comporten como Alá y las buenas costumbres islámicas mandan. Pese a lo instagrameable del lugar, no se permite hacerse fotos con poses, morritos o haciendo el signo de la victoria (mucho menos sin velo) y cualquiera que sea cazado así será obligado inmediatamente a borrar las fotos por los encargados de seguridad. No se lo toman precisamente a broma, según pudimos presenciar en vivo. Tampoco la limpieza y la pureza del lugar, a cargo de una cuadrilla de limpiadores que incesantemente pasan la mopa por el gigantesco patio, una y otra vez.

Patio central de la Gran Mezquita, brillante como si acabaran de fregarlo. Cosa que efectivamente, acababan de hacer
Cuatro trabajadores pasan la mopa por el patio central de la Gran Mezquita. Estuvimos dos horas y media allí, y ellos aproximadamente hora y tres cuartos de ese tiempo no pararon patio arriba y abajo
Columnata en un lateral de la Gran Mezquita
Javi tirándoles fotos a un par de treintañeras de Irkutsk con las que tratamos de ligar, lamentablemente sin éxito. Con Europa cerrada al turismo ruso por la invasión de Ucrania, Emiratos es uno de los destinos favoritos de los pocos rusos que pueden permitirse salir del país.
Una pequeña parte de la alfombra más grande del mundo: 5.600 metros cuadrados, dos mil millones de nudos atados a mano, dos años de trabajo de mil doscientas personas y quinientos millones de euros de coste. Será por perres

La Gran Mezquita se inauguró en 2007, tras trece años de trabajos. Cuando se inició la construcción del edificio en 1994, la ciudad de Abu Dabi tenía menos de 400,000 habitantes, y el emirato no llegaba al millón. Cuando se terminó las cifras eran de 750.000 habitantes para la ciudad y algo más de millón y medio para el emirato. Década y media después la primera cifra se ha doblado y la segunda ha crecido un 80% hasta los 2,8 millones de personas. En menos de 30 años Abu Dabi ha multiplicado su población por cuatro, lo que explica que la práctica totalidad de la ciudad esté tan nueva y reluciente como un par de zapatos recién sacados de la caja. Nuestro hotel estaba a kilómetros de cualquier cosa mínimamente turística, lo que nos permitía dormir en una habitación cómoda y enorme a un precio de derribo, y además nos daba acceso directo a la parte trasera de la ciudad, la que no sale en las guías y por la que el turista medio no se aventura, normalmente por buenas razones. La sensación que nos dejó Abu Dabi fue contradictoria. Por un lado es una ciudad con vida, claramente. Pasear por nuestro barrrio al caer el sol era esquivar decenas de patinetes antes de esperar en pasos de cebra abarrotados. El tráfico, sin ser odioso, era abundante y había cientos de supermercados, tiendas y peluquerías abiertas hasta muy tarde. Por otro lado la sensación de provisionalidad era igualmente intensa. Todos los expatriados del sudeste asiático han ido a Abu Dabi a pasar unos años y pocos tienen intención de quedarse, o esa es la impresión que nos quedó después de charlar con un puñado de locales, incluido el peluquero de Kerala que me liberó de buena parte de mi cabellera por el precio de dos cafés con leche. La población, sin embargo, sigue creciendo. La previsión para 2030 es que la ciudad tenga tres millones de habitantes y el emirato alcance los cinco.

«Esta puesta de sol me ha recordado a ti». –> Enviar a todas

Vimos ponerse el sol desde el mirador a mayor altura de la ciudad, situado en la más alta de las cinco Etihad Towers, que no se llaman así por la aerolínea, sino que comparten con ésta el concepto de «Unidad» referido a la federación emiratí. Como contraste con el ambiente delicado y lujoso del mirador, esa noche cenamos de un puesto callejero de comida para llevar en el que por el equivalente a diez euros comimos ambos como auténticas bestias hambrientas. Abu Dabi, ciudad de contrastes.

Vistas desde el piso 75 de la Torre Etihad nº 2, situado a unos 280 metros del suelo

La mañana siguiente la dedicamos al tercero de los iconos arquitectónicos de la ciudad: el palacio presidencial, también conocido como Qasr Al Watan; en árabe suena muchísimo mejor y con más empaque. Como todo en Abu Dabi, parecía recién terminado, fundamentalmente porque lo acabaron anteayer, como quién dice. Su inauguración se produjo en 2017 y se abrió al público en 2019. Sin llegar a los extremos de refulgencia de la Gran Mezquita, el albor que irradia el lugar es extraordinario, sólo equiparable a su grandiosidad. Sin tener nada especial más allá de techos altos, cúpulas grandotas y paredes relucientes de oro (bueno, quizá sí que tenga algo especial), el tiempo en su interior se manifiesta de forma diferente; como si estuviéramos viajando en una nave que se acerca a la velocidad de la luz, lo que nos parecieron treinta minutos fueron más de tres horas de paseo y admiración. El lugar es tan amplio que incluso lleno de turistas se respira paz. Cuatro estrellas Tripadvisor. Volveríamos.

Vista general del palacio desde el patio principal. En el centro, el llamado «Gran Salón», con su cúpula de 37 metros de diámetro. Las alas de los lados contienen colecciones de objetos históricos (regalos de Estado, incluyendo alguno español) y una buena biblioteca. También está la sala donde se reúnen los jeques y el resto del quien es quién político en Emiratos, y se puede visitar.
La gran cúpula en el centro, y un montón de arcos apuntados y pilares y todas esas palabras que se aprenden en Historia del Arte en bachillerato. La luminosidad del interior es verdaderamente espectacular
«El poder de las palabras», una escultura hecha con suras del Corán, inspirada por unas palabras del Jeque Zayed (el primer presidente de los Emiratos y su padre fundador): «La riqueza no está hecha de dinero y petróleo, sino en las personas, y es completamente irrelevante si no se dedica a ellas». Nuestro natural cinismo español nos impidió tomárnoslas con la debida seriedad.

Y con esa visita acabó nuestra estancia en Abu Dabi. No mucho después estábamos en un taxi camino del aeropuerto, donde tomaríamos el que sería el tercer vuelo de nuestro periplo por Oriente Medio. ¿El destino? El más raro e improbable de nuestras vidas: Kuwait. Próximamente en su blog fronterizo favorito

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22 respuestas a “Oriente Medio Exprés. Capítulo 1: Abu Dabi, la ciudad recién estrenada

  1. Karji 8-May-2023 / 1:51 pm

    Ciertamente lo de los «Estados de.la Tregua» suena mejor que como los llamaron antes los ingleses (¡los ingleses!), la «Costa de los Piratas».

  2. muskarditz 8-May-2023 / 10:38 pm

    El segundo es Dinamarca y el tercero Guinea Ecuatorial. El cuarto lo dejo ahí botando para que lo remate otro.

    • Pepito Pérez 10-May-2023 / 1:08 am

      Como no sea Francia… la verdad, no se me ocurre.

      • muskarditz 10-May-2023 / 7:31 am

        Es Gambia.

        • Diego González 10-May-2023 / 5:00 pm

          ¡Era Suecia pero acabo de ver que Banjul es una isla!

    • fm 11-May-2023 / 8:43 pm

      No entiendo muy bien por qué son emiratos y los que mandan no son emires. ¿No es un poco contradictorio?. Lo de los gentilicios acabados en «-i» es de agradecer, no el desbarajuste que tenemos en nuestro idioma.

      • Diego González 12-May-2023 / 4:21 pm

        Entiendo que al ser palabras y conceptos que vienen del árabe, tienen muchos matices que en cualquier otro idioma se se confunden. Un Emir es más o menos equivalente a un príncipe, tanto en el significado de heredero de una monarquía como en el de regente de un principado (por tanto emirato sería más o menos lo mismo que principado); sin embargo jeque (Sheik, en inglés) designa al jefe de una tribu. Los regentes de los EAU son ambas cosas, emir y jeque, y por eso lo uso de manera más o menos indistinta, porque ellos mismos lo usan así: todos los miembros de las familias reales de los siete emiratos se denominan «Sheik», y, por ejemplo, todos los miembros de la familia real saudí usan el título de Emir.

        Kuwait, por su lado, no es oficialmente un emirato (el nombre del país es «Estado de Kuwait») pero el regente de allí, que es básicamente un rey, usa el título de emir, «príncipe». Son usos y costumbres algo más liosos de lo que estamos acostumbrados en Europa, pero piensa en la profusión de condes, vizcondes, marqueses y duques y como el Rey de España es, además de Rey, chopocientas otras cosas; es algo parecido.

        • fm 12-May-2023 / 5:39 pm

          Gracias

  3. Warius 9-May-2023 / 7:15 am

    Excelente post, definitivamente una genialidad lo de crear un país casi de la nada y convertirlo en un referente mundial en cosa de 3 décadas. Me ha despertado el interés genuinamente por visitar los Emiratos esta reseña.

  4. Rodolfo Castengandolfo 10-May-2023 / 2:42 pm

    Jajaja, très bien, que se dice en francés.

  5. Jorge de Ory Murga 17-May-2023 / 12:35 pm

    El post es muy bueno, como de costumbre. Pero la retahíla de chistes sobre Abu Dabi se sitúa directamente entre lo excelso y lo sublime.

    «Si el Rey Juan Carlos se llamara Javier, ¿Froilán le llamaría Abu Javi?»

    ¡Festival del humor!

  6. cob 25-May-2023 / 2:35 pm

    Hola Diego, no sé por qué no me deja responder a tu comentario sobre las capitales insulares, así que te planteo la duda por aquí:

    Buena parte de Estocolmo parece estar en el continente, así que no podría ser una capital insular sensu stricto ¿no? Lo pregunto desde mi absoluta ignorancia, simplemente consultando Google Maps, ya que no he ido nunca.

    Las otras capitales, Copenague, Malabo, Banjul y Abu Dabi si que parecen cumplir el requisito de estar la totalidad en una isla (si es que esto es un requisito, que tampoco lo sé… como ves, estoy muy enterao…)

    • cob 25-May-2023 / 2:53 pm

      Uy! lo que he dicho, Abu Dabi…. en fín…

    • Pepito Pérez 30-May-2023 / 2:59 pm

      Yo propuse París (también podríamos añadir Berlín), porque nacieron siendo una ciudad en una isla, en este caso de un río. Después crecieron y ya la mayor parte está fuera de las islas.
      Dejamos todos estos datos para una futura entrada del blogger, que podría ilustrarse con imágenes de Astérix y Obélix llegando a Lutecia a casa de Homeopátix, demostrando que ser friki de la geografía y de los cómics no están reñidos.
      Un saludo a todos.

    • Diego González 19-junio-2023 / 12:57 pm

      La apreciación es correcta, pero: en Estocolmo el parlamento y el edificio del gobierno están en islas (y creo que el tribunal supremo también): es decir, todo lo que hace que una capital sea una capital, la sede de los tres poderes del Estado.

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