Cuando el tamaño sí que importa: Las estatuas más grandes del mundo

Cuenta la leyenda que el escritor francés Guy de Maupassant odiaba tanto la Torre Eiffel que solía comer en el restaurante que hay en ella, porque era el único lugar de la ciudad desde el que el «espárrago de metal» no era visible. De la misma manera y alrededor del globo encontramos monumentos hechos para ser visibles desde cualquier parte, en ocasiones desde lugares extremadamente lejanos. Hoy en Fronteras, un repaso a las estatuas más grandes del mundo: religión, culto a la personalidad y megalomanía hechas arte. Arte descomunal

15.- Garuda Visnu Kencana, 76 metros (con base: 122 metros) – Bali, Indonesia

Veintiocho años. Ese es el tiempo que llevó construir esta monumental escultura en la isla indonesia de Bali desde la colocación de la primera piedra en 1997 hasta su inauguración en 2015. Entre medias dos crisis economicas mantuvieron parada la obra durante década y media. La escultura, realizada en cobre y piedra, representa al mítico pájaro Garuda siendo cabalgado por Visnú a cambio del uso del elixir de la vida eterna. Sus 64 metros de ancho, sumado al hecho de estar encima de un edificio de quince plantas la hacen una de las estatuas más voluminosas del mundo, si no la que más.

Garude Santstorm

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El Puente Aéreo de Berlín, el milagro del aire

Entre 1940 y 1945 las fuerzas aéreas de Estados Unidos y Gran Bretaña, con una pequeña y tardía colaboración francesa, bombardearon 363 veces la capital de la Alemania nazi. Setenta mil toneladas de bombas, veinte mil muertos, más de millón y medio de refugiados y un tercio de la ciudad reducida a escombros humeantes fueron el resultado de las operaciones de los tres países aliados entre 1940 y 1945, sobre todo en los últimos doce meses antes del final de la guerra. Tres años después de esa fecha cientos de aviones de las fuerzas aéreas de los mismos tres países que arrasaron sistemáticamente Berlín aterrizaban diariamente en la ciudad y eran recibidos como héroes salvadores por la población civil, la misma población civil que había sufrido durante un lustro la dureza despiadada de los bombardeos. Este hecho por si solo es ya sorprendente, pero el por qué de ese repentino afecto a los aliados occidentales es todavía más asombroso; se trató de un milagro de la logística, la planificación y sobre todo la voluntad. Un milagro que conocemos como el Puente Aéreo de Berlín.

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Berlineses observan el aterrizaje de una avión en el aeropuerto de Tempelholf, en 1948 (USAF)

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Slow TV. Viajar desde casa a ritmo real

El 1 de enero de 2019 la televisión de la región española de Aragón emitió un programa de cuatro horas de duración titulado «El viaje». La producción consistía en la grabación a tiempo real de una única cámara montada en la locomotora de un tren viajando entre las estaciones de Zaragoza y Canfranc, en los Pirineos. 218 kilómetros en vías sin electrificar, sin más acompañamiento sonoro que el del propio tren haciendo clan clan sobre los raíles. Ni montaje, ni banda sonora, ni narración. Nada. Pese a lo inacostumbrado de la propuesta, un 7% de la audiencia acompañó la emisión, una cifra por encima de los números habituales de la cadena. Fue el primer (y hasta hace un par de semanas único) episodio español de lo que se ha dado en llamar Slow TV, televisión lenta, un fenómeno que apareció hace una década en Noruega y que hace tiempo que colonizó Youtube.

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California City, la ciudad por construir

Nathan Mendelsohn tenía un plan: comprar un enorme pedazo de desierto, desbrozarlo, trazar calles y avenidas y dividirlo en parcelas para que la gente lo comprara y se fuera a vivir allí. El plan funcionó en sus primeras fases: Mendelsson se hizo con quinientos kilómetros cuadrados del desierto de Mojave a 160 kilómetros al norte de Los Ángeles, lo convirtió en municipio con el nombre de California City, trazó y nombró sus calles y empezó a vender parcelas. El único punto en el que el plan no acabó de funcionar fue el último: casi nadie se fue a vivir allí.

Screenshot_2020-01-20 This California ghost town began with utopian visions
No es el fin del mundo, pero lo puedes ver desde aquí (Chang Kim)

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Bougainville, ¿y ahora qué?

En noviembre y diciembre del año pasado la población de la isla de Bougainville votó en un referéndum para lograr la independencia de Papúa-Nueva Guinea. El resultado, anunciado el pasado 22 de diciembre, fue un aplastante 98% a favor de la independencia que deja pocas dudas acerca de la voluntad de los habitantes de la región. El referéndum, sin embargo, era no vinculante, lo cual obliga a los gobiernos de Puerto Moresby y Buka a negociar las condiciones de la separación, y al parlamento papuano a aprobar el acuerdo resultante. El proceso puede llevar meses o años, e incluso no acabar en una independencia formal: en el siglo XXI las independencias son más complicadas de lo que parece

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Bougainville (rojo) y Papúa-Nueva Guinea (Amarillo). Al sur de Bougainville, las Islas Salomón, a las que pertenece cultural y geográficamente.

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Cien temas que probablemente bailaste en los noventa (décima parte y FIN)

Esta es la última parte de un viaje musical de casi diez años acerca de una de las obsesiones enfermizas del autor de este blog: la música dance de los noventa. Para leer las entregas anteriores pincha en los correspondientes enlaces:

Parte 1 | Parte 2 | Parte 3 | Parte 4 | Parte 5 | Parte 6 | Parte 7 | Parte 8 | Parte 9

En una discoteca hay dos clases de hombres. Los hombres de barra y los hombres de pista. Y cada uno de ellos debería respetar el territorio del otro. Yo, por supuesto, nunca lo hice. Mi forma de bailar se parece más a una electrocución durante un ataque de epilepsia que a cualquier tipo de danza conocida por el ser humano, y en la barra mi yo de dieciocho años era capaz de derribar sin inmutarse a maromos que me cuadruplicaban en peso, pero aún así siempre pasé mucho más rato en la pista que en la barra. En parte por una cuestión económica, en parte por carencia absoluta de vergüenza, y también, por qué negarlo, porque la ingesta alcohólica tenía como efecto secundario la firme creencia de que mis espasmos y estertores podían ser confundidos con alguna habilidad motora. El caso es que me lo pasé muy bien bailando entre, pongamos, 1992 y 2008, fechas que marcan mi entrada en la adolescencia y el final de la misma, ya con 29 años. Todo este larguísimo recopilatorio de 8 años, cien canciones y más de veinte mil palabras no es más que un homenaje a mi propia adolescencia y juventud, un canto del cisne de un cuarentón que ve venir la inevitable cuesta abajo y decadencia y ha decidido dejar para la posteridad un recuerdo emocionado de aquellas larguísimas noches dándolo todo en discotecas de extrarradio, bares pijos, raves al aire libre o el jardín con piscina de la casa de algún amigo. Así que ya hemos llegado al final de este viaje musical. Cien canciones, y quizás otras cien que merecían estar pero que dejé fuera porque, bueno, doscientas canciones son demasiadas. Fronteras regresará dentro de unos días a su programación habitual de límites internacionales, lugares remotos y pueblos abandonados en mitad del desierto con ocasionales incursiones en toponimia escatológica. Pero antes, por última vez, aquí va mi homenaje a algunos temazos que nos hicieron botar como enloquecidos en aquellas fiestas noventeras. ¡Todo el mundo a hacer Potrom Potrom!

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Noventa temas que probablemente bailaste en los noventa (novena parte)

Esta es una recopilación siempre en marcha de una de las obsesiones enfermizas del autor de este blog: la música dance de los noventa. Para leer las entregas anteriores y la posterior que cierra la serie pincha en los correspondientes enlaces:

Parte 1 | Parte 2 | Parte 3 | Parte 4 | Parte 5 | Parte 6 | Parte 7 | Parte 8 | Parte 10

Esta es la novena y penúltima parte de este titánico repaso a los grandes éxitos de la música de baile de los noventa. La primera de las nueve entradas dedicadas a este nicho específico músicotemporal es la más visitada de las más de quinientas que se han publicado en este rincón fronterizo; más de un cuarto de millón de lecturas hasta hoy, y no todas son mías. Así las cosas, he querido estirar el chicle hasta los cien pelotazos. Porque yo lo valgo. Esta interminable serie se inició con una anotación que pretendía ser la primera de sólo 2, y fue publicada en diciembre de 2011. Ha sido por tanto un viaje de poco más de ocho años, casi la misma duración de la década que pretendía diseccionar. No voy a negar que he disfrutado muchísimo escribiendo esta larguísima serie, entre otras cosas porque me ha permitido poner musicote a todo volumen y decirle a mi indignada esposa con mi mejor cara de no haber roto un plato que me estaba documentando para el blog. No, yo tampoco sé cómo me aguanta. Seguir leyendo