El Puente Aéreo de Berlín, el milagro del aire

Entre 1940 y 1945 las fuerzas aéreas de Estados Unidos y Gran Bretaña, con una pequeña y tardía colaboración francesa, bombardearon 363 veces la capital de la Alemania nazi. Setenta mil toneladas de bombas, veinte mil muertos, más de millón y medio de refugiados y un tercio de la ciudad reducida a escombros humeantes fueron el resultado de las operaciones de los tres países aliados entre 1940 y 1945, sobre todo en los últimos doce meses antes del final de la guerra. Tres años después de esa fecha cientos de aviones de las fuerzas aéreas de los mismos tres países que arrasaron sistemáticamente Berlín aterrizaban diariamente en la ciudad y eran recibidos como héroes salvadores por la población civil, la misma población civil que había sufrido durante un lustro la dureza despiadada de los bombardeos. Este hecho por si solo es ya sorprendente, pero el por qué de ese repentino afecto a los aliados occidentales es todavía más asombroso; se trató de un milagro de la logística, la planificación y sobre todo la voluntad. Un milagro que conocemos como el Puente Aéreo de Berlín.

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Berlineses observan el aterrizaje de una avión en el aeropuerto de Tempelholf, en 1948 (USAF)

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Las últimas horas del Muro de Berlín

Siete y cuarto de la mañana. Amanece en Berlín. Los primeros rayos de sol funden la escarcha que cubre el muro que divide la ciudad, cubierto de grafitis por un lado y de policías armados hasta los dientes por el otro. En la República Democrática Alemana un grupo de soldados jóvenes recoge la basura que han lanzado desde el otro lado de la frontera. A unos pocos metros, en la Republica Federal Alemana, un jubilado pasea a su perro. Nadie lo sabe todavía, pero el día que recién nace pasará a los libros de historia y será recordado durante generaciones. Hoy es 9 de noviembre de 1989 y es el día en el que caerá el muro de Berlín

Amanecer en el Muro de Berlín, 1986 (fuente)

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Las primeras grietas del Telón de Acero

De Stettin en el Báltico a Trieste en el Adriático, ha caído sobre el continente [europeo] un telón de acero. Tras esa línea se encuentran las capitales de los viejos estados de la Europa Central y Oriental. Varsovia, Berlín, Praga, Viena, Budapest, Belgrado, Bucarest y Sofía; todas esas famosas ciudades y sus habitantes se encuentran en lo que tengo que llamar esfera soviética, y son objeto, de una forma u otra, no sólo de la influencia soviética, sino de un cada vez más férreo control por parte de Moscú.

Winston Churchill, 5 de marzo de 1946, en Fulton, Misuri.

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Verja en la frontera entre Austria y Hungría, 1987. © Brian Rose.

El 12 de junio de 1987 Ronald Reagan, por entonces presidente de los Estados Unidos, viajó a Berlín Occidental. Consciente de hallarse en una ciudad dividida por la tiranía soviética, y quizá deseoso de pasar a la historia como ya lo había hecho John Fitzgerald Kennedy en el mismo lugar 26 años antes (Ich Bin), pronunció uno de sus discursos más memorables, y una de sus frases más recordadas. Mr. Gorbachev, tear down this wall! ¡Derribe este muro! En aquel momento, el discurso no causó excesivo revuelo, además de la esperable acusación de «provocador» desde las agencias soviéticas. En occidente, algunos tacharon de «ingenuo» a Reagan, en la creencia, alimentada por las autoridades de la Alemania Oriental, de que el muro iba a durar cien años. El final de la historia ya lo conocemos. El 9 de noviembre de 1989 el muro cayó. No fue Gorbachov quien lo eliminó, sino los propios ciudadanos alemanes. Pero antes de que cayera el muro hubo una serie de acontecimientos, sobre todo en la frontera entre Hungría y Austria, que adelantaron lo que finalmente iba a suceder. Fueron las primeras grietas del Telón de Acero.

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Ronald Reagan, con Helmut Kohl a la derecha de la foto, agradece a la multitud sus aplausos.

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