De Mostar a Srebrenica: crónicas de un país dividido y casi irreconciliable (segunda parte)

El único escritor Yugoslavo que ha recibido el Premio Nobel de literatura es Ivo Andrić, galardonado en 1961 en una ceremonia en la que, según se supo más tarde, se impuso entre otros a J.R.R. Tolkien y a John Steinbeck, ganador al año siguiente. Andric nació en Croacia, pero se crió en Sarajevo y vivió la mayor parte de su vida adulta en Belgrado. De hecho, se identificaba cono serbio y su obra fue proscrita por el gobierno croata durante la guerra y los primeros años de independencia. Su novela más famosa, Un puente sobre el Drina, trata, claro, de la convivencia y las divisiones entre musulmanes y cristianos, simbolizadas en el Puente Puente Mehmed Paša Sokolović, que cruza el Drina en Visegrado. Pocos países tienen tan marcada su historia por su geografía como Bosnia, específicamente por dos de sus ríos, el Drina y el Neretva, que abren valles en la geografía terriblemente montañosa del país y que son históricamente fronteras entre culturas, lenguas, religiones y alfabetos. Así que alquilé un coche y me fui a recorrerlos.

Mi edificio favorito de Bosnia y Herzegovina es la Mezquita de Serefundin, en Visoko, a unos 30 kilómetros de Sarajevo, el único ejemplo conocido de mezquita brutalista. Eso sí que es mezclar tradición y modernidad

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Spomeniks, la Yugoslavia cósmica de hormigón

Suelen estar en mitad de ninguna parte. Enormes pedazos de hormigón en remotos campos de cultivo o colinas alejadas de cualquier lugar civilizado. Sus formas parecen sacadas de una película de ciencia ficción, y parecen algo que una civilización extraterrestre hubiera olvidado allí inadvertidamente. Los hay por todas las repúblicas de la antigua Yugoslavia. Para el ojo poco acostumbrado del visitante ocasional, simplemente no tienen sentido. Pero tienen un significado real y profundo, que combinado con su estética vanguardista inconfundible, los hacen fascinantes. Son los Spomeniks. La Yugoslavia cósmica de hormigón armado.

Monumento a la Revolución Popular de Moslavina, en Pódgaric, Croacia, y un señor ahí para hacer de escala

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Europa Low Cost: un paseo por Zagreb

La última vez que la vi era Nochebuena. Sus hijos y los míos cenaban con sus correspondientes mitades opuestas de la familia. Dejamos de hablarnos muy poco después y nunca he vuelto a saber de ella. Le envié una caja con los restos del naufragio (una taza que le había regalado, un jersey olvidado en mi casa, esa clase de cosas), y esa fue la última vez que me escribió. Al día siguiente me percaté de que había olvidado meter en la caja el bote de espuma para el pelo «con color, para morenas» que tenía para cuando se quedaba a dormir. No supe que hacer con él y lo dejé allí, al fondo del armario del baño. Y ahí sigue. Toda esta serie de recuerdos cruzó por mi cabeza mientras miraba un objeto cualquiera en un minúsculo museo del que nunca había oído hablar hasta esa mañana. Miré a mi alrededor. Me di cuenta de que llevaba varios minutos absorto en mis pensamientos. Decenas de personas leían en un silencio sepulcral las historias detrás de objetos absolutamente anodinos. Algunas de ellas tenían incluso los ojos humedecidos. Sin duda, era el museo más raro en el que había estado. Hoy en Fronteras: Zagreb

La gente es una cachonda

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Europa Low Cost: Roadtrip balcánico (segunda parte)

Para leer la primera parte, sigue este enlace

La carretera de Kotor a la frontera croata bordeaba la bahía en un recorrido escénico inacabable tanto por su longitud como porque las carreteras montenegrinas no destacan por su anchura, así que cruzarse con un camión era una aventura de final incierto. Pero el estrés de la conducción se compensaba con creces con las vistas de las Bocas de Kotor desde todos los ángulos posibles. Al cabo de poco más de una hora llegué a la frontera. Un puesto fronterizo es uno de los lugares más amenazadores de la Tierra; uno está a merced de los caprichos pasajeros de una persona de la que no sabe nada y que no sabe nada de uno; siempre puede ser que haya algún problema por un papel ignoto o una muesca en un documento, y cualquier error en una documentación que está escrita en un idioma o incluso en un alfabeto ajenos veta al viajero de entrar no a un edificio o a un recinto, sino a todo un país. Por suerte Croacia es parte de la Unión Europea (y ahora ya de la zona Schengen) así que tuve un total de cero problemas cruzando el límite con mi Dacia de alquiler. Al cabo de unos pocos kilómetros de carretera panorámica me topé con una de las primeras impresiones más espectaculares que he tenido la ocasión de contemplar. La ciudad vieja de Dubrovnik.

Sí, es Desembarco del Rey, ya lo sabemos

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Europa Low Cost: Road trip balcánico (primera parte)

Una de mis aficiones en mis ratos libres es trastear con Skyscanner o Escape y su maravillosa búsqueda de vuelos a «cualquier lugar» ordenados por precio. A finales de 2021 decidí que 2022 iba a ser el año en el que viajara todo lo viajable, pero, dado que mi economía tampoco permite demasiados excesos, la condición es que el importe del viaje sea el menor posible. Así que a menudo me dejo guiar por el algoritmo de precios de las aerolíneas y me compro un vuelo literalmente al destino más barato disponible. En el caso del segundo fin de semana de abril del año pasado, el destino más barato era Podgorica, capital de Montenegro. 27 euros me separaban de la que según el Mapache Loco de las Banderas es la capital más fea de Europa. Ya llegaremos al punto en el que le doy o quito la razón. Spoiler: se la quito, pero porque se quedó corto. El caso es que por menos de lo que cuesta invitar a alguien a cenar en un McDonald’s podía pasar unos días en la antigua Yugoslavia, así que le entregué mis dineros a Ryanair y me dispuse a añadir varios países nuevos a mi colección de cromos.

El pueblo de Perast en Montenegro, con las montañas de Kotor al fondo. Todas las fotos de este artículo, salvo indicación en contra, fueron perpetradas por el autor del blog, y pueden ser utilizadas libremente para cualquier uso siempre y cuando se cite la autoría. Mira que soy majo, ¿eh?

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Slow TV. Viajar desde casa a ritmo real

El 1 de enero de 2019 la televisión de la región española de Aragón emitió un programa de cuatro horas de duración titulado «El viaje». La producción consistía en la grabación a tiempo real de una única cámara montada en la locomotora de un tren viajando entre las estaciones de Zaragoza y Canfranc, en los Pirineos. 218 kilómetros en vías sin electrificar, sin más acompañamiento sonoro que el del propio tren haciendo clan clan sobre los raíles. Ni montaje, ni banda sonora, ni narración. Nada. Pese a lo inacostumbrado de la propuesta, un 7% de la audiencia acompañó la emisión, una cifra por encima de los números habituales de la cadena. Fue el primer (y hasta hace un par de semanas único) episodio español de lo que se ha dado en llamar Slow TV, televisión lenta, un fenómeno que apareció hace una década en Noruega y que hace tiempo que colonizó Youtube.

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Pedirse una pinta en Croacia y acabársela en Eslovenia. Kalin, la taberna en dos países

Sasha Kalin sirve un par de cervezas de grifo en la barra de su bar. Las pone en una bandeja y se las lleva, esquivando clientes ruidosos, a un par de veinteañeros que están echando una partida de billar. Después se acerca a una mesa y toma nota de la cena de dos parejas. Lomo de cerdo asado, patatas y chucrut para todos. Lo típico. Antes de volver a la barra pasa por la puerta del local y le dice al camarero novato que se acabe rapidito el cigarrillo de liar y que vuelva a la cocina que hay mucha faena. Una escena perfectamente normal salvo por el hecho de que en ese breve trayecto Sasha ha cruzado cuatro veces una frontera internacional. Bienvenidos a la Kalin Tavern, la taberna en dos países.

El billar del restaurante Kalin, situado en Eslovenia, fotografiado desde Croacia

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Chutar desde Croacia y marcar gol en Bosnia. Estadios de fútbol en dos países.

Un domingo cualquiera el FK Partizan de Kostajnica juega como local en la cuarta división de la liga de fútbol de la República Srpska. Unas pocas docenas de espectadores animan con cierta desgana a los jugadores locales mientras fuman un cigarrillo tras otro con los codos apoyados en las barandillas de un costado del campo. La hierba no está demasiado cuidada y los uniformes blanquinegros del once local lucen manchas de barro como testimonio. En un momento dado, un jugador visitante interrumpe el avance del ataque local despejando con un fuerte chut. La pelota sale por la banda y pasa por encima de la verja del campo. El utillero del equipo, un cincuentón curtido tras media vida en las categorías inferiores yugoslavas primero y serbobosnias después, masculla una maldición y se levanta del banquillo. La precaria economía del club no permite que se pierda material, así que le tocará ir a por él. Se dispone a salir del banquillo cuando recuerda algo. Del bolsillo lateral de una bolsa de deportes con los colores del equipo saca su pasaporte. Porque para ir a buscar la pelota tendrá que ir al extranjero. Bienvenidos al campo de fútbol de Kostajnica, donde se puede chutar desde un país y marcar gol en otro.

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Foto del estadio del FK Partizan Kostajnica, tomada desde la banda bosnia. Al fondo, Croacia.

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Cómo visitar 19 países en 24 horas

Pues yendo muy rápido, claro, y sin pararse demasiado en cada país. La gesta quizás pueda parecer absurda, pero quién soy yo para juzgar a mi prójimo con el historial que tengo. Y además, ¿qué gesta no lo es? ¿Es absurdo subir al Everest? ¿Es absurdo subir catorce picos de más de ocho mil metros? Claro que lo es. Pero están ahí. Como los países. A lo que iba: los protagonistas de este enloquecido viaje son tres noruegos aficionados a los viajes extremos llamados Gunnar Garfors, Øyvind Djupvik y Tay-yong Pak, que partieron de Grecia cuatro horas después de la medianoche el pasado 21 de septiembre, y cruzaron la frontera de Liechtenstein 23 horas y 36 minutos más tarde. Esto les ha supuesto batir el récord de más países visitados en un día, establecido anteriormente en 17 países por cuatro amigos . Para el veloz recorrido usaron tanto coches de alquiler como aviones, y un suministro abundante de sándwiches y bebidas energéticas.

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Los tres tenores del viaje veloz

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Otros clásicos del Planeta Fútbol

Originalmente la palabra derby, aplicada al fútbol, denominaba un choque entre dos equipos de la misma ciudad. Con los años el uso del término se fue ampliando a la provincia, región y finalmente país. En España se habla indistintamente de El Clásico o del Derbi para referirse al Madrid-Barcelona (o viceversa), que se disputa hoy y es con toda probabilidad uno de los partidos de fútbol que más expectación levantan en todo el planeta, si no el que más. Pero el mundo futbolístic oes mucho más amplio que los choques entre merengues y culés; alrededor del globo hay decenas, cientos (literalmente) de Derbis, de Clásicos, que se disputan cada año. Hoy, en la mejor tradición cosmopolita del blog, repasaremos cuáles son esos otros Clásicos en cualquier continente que levantan pasiones similares o incluso mayores. Con todos ustedes, Los otros Clásicos around the world

Nota: Esta entrada no habría sido posible sin la colaboración de Martín, del siempre recomendable Café Fútbol. Vaya por delante mi agradecimiento infinito. Porque lo que es pagarte no pienso hacerlo, lo siento.

Egipto: Al-Ahly-Zamalek

Conocido como El Derbi de El Cairo, el choque entre el Al-Ahly y el Zamalek Sporting Club es no sólo un enfrentamiento entre los dos equipos más laureados del país, sino entre los dos con más títulos del continente. Seis títulos continentales del Ahly por cinco del Zamalek los sitúan en los puestos uno y dos de la tabla de mejores equipos históricos de África. El duelo entre los dos equipos es seguido no sólo en Egipto sino en toda África y Oriente Medio como el choque del año. El origen de la rivalidad está en las raíces de cada equipo. El Al-Ahly, fundado en 1907, es el equipo del nacionalismo egipcio anti británico (el color rojo de su uniforme es el de la antigua bandera egipcia); el Zamalek (1911) es el equipo de la burguesía extranjerizada bien vista por los británicos. Es uno de los partidos más violentos del planeta. La tensión es tal que ningún árbitro egipcio pita los derbis; se contrata un árbitro extranjero para la ocasión. El reguero de devastación, caos, heridos y muertos que ha dejado el clásico cairota desde sus inicios ha llegado a provocar incluso la suspensión de la Liga egipcia, en 1971.

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