Suelen estar en mitad de ninguna parte. Enormes pedazos de hormigón en remotos campos de cultivo o colinas alejadas de cualquier lugar civilizado. Sus formas parecen sacadas de una película de ciencia ficción, y parecen algo que una civilización extraterrestre hubiera olvidado allí inadvertidamente. Los hay por todas las repúblicas de la antigua Yugoslavia. Para el ojo poco acostumbrado del visitante ocasional, simplemente no tienen sentido. Pero tienen un significado real y profundo, que combinado con su estética vanguardista inconfundible, los hacen fascinantes. Son los Spomeniks. La Yugoslavia cósmica de hormigón armado.
En idioma serbocroata (y en esloveno) spomenik significa literalmente monumento, y no designa solamente este tipo de estructuras e instalaciones futuristas, sino cualquier estatua, placa conmemorativa o escultura. Pero fuera de la antigua Yugoslavia, Spomenik se refiere siempre a las construcciones abstractas, grises y contundentes que salpican el paisaje balcánico. Hasta hace algo más de una década eran casi desconocidos fuera de los Balcanes, pero un fotógrafo Belga, Jan Kempnaers, dedicó largos meses de 2006 y 2007 a recorrer las repúblicas ex-yugoslavas fotografiando y documentando los monumentos, que, por obra y gracia de ese magma informativo y de entretenimiento al que llamamos Internet, acabaron haciéndose virales como una nueva categoría de fotos llamativas, de esas que se comparten en redes sociales como píldoras de curiosidad, muchas veces en vídeos en formato cuadrado con música electrónica de fondo y textos a cuatro colores explicando lo que el espectador tiene delante.
Los Spomeniks son producto de un lugar concreto, pero también de una época muy particular. Durante la II Guerra Mundial la población civil y los partisanos yugoslavos se enfrentaron y vencieron prácticamente en solitario a la invasión y la ocupación nazis. La represión subsiguiente estuvo plagada de matanzas y atrocidades cuya mera descripción provoca escalofríos, y que se encuentran entre lo peor que sucedió en el continente. La mayoría de los Spomeniks son conmemoraciones de la victoria frente al nazismo, homenajes a las víctimas de la guerra, o ambas. Se localizan en lugares apartados porque fue allí donde sucedieron las matanzas y las batallas que conmemoran. Su localización en mitad de la nada permitió a los artistas, escultores y arquitectos crear grandes espacios de memoria alrededor de un monumento central. En su inmensa mayoría fueron levantados de manera masiva durante los años sesenta y setenta, y cumplieron una doble función. Por un lado la conmemorativa, y por otro sirvieron como símbolos de la unidad del país. De alguna forma todas las repúblicas que conformaban Yugoslavia habían sufrido igual frente a los nazis, y estaban unidas, por tanto, en la lucha. Por esa razón el régimen de Tito apoyó y fomentó este tipo de monumentos, de los que llegó a haber hasta doce mil.
Pero había un problema, y uno bastante obvio. No todos los yugoslavos lucharon contra los alemanes. En Eslovenia se les recibió como héroes. En Croacia el régimen fascista de Ante Pavelic masacró a cientos de miles de serbios, bosnios y judíos, con una crueldad tal que hasta los propios nazis la desaprobaban, por bárbara. Sólo en el campo de exterminio de Jasenovac asesinaron a setecientas mil personas. Hubo musulmanes que colaboraron con las tropas nazis y hasta la resistencia serbia, mientras combatía a las tropas de Hitler y a los Ustachas croatas, se enzarzó en una guerra civil entre monárquicos y partisanos comunistas. Establecer una memoria histórica común era cuanto menos complicado. Así que los Spomeniks, en vez de adoptar el realismo socialista soviético predominante en el bloque del Este, se decantaron por un expresionismo abstracto más cercano a occidente, que no sólo permitía sortear la crítica explícita a los vencidos sino que además se alejaba de órbita de Moscú, exactamente igual que estaba haciendo la propia Yugoslavia, que en 1961 había impulsado la formación del Movimiento de Países No Alineados. Ese cruce entre la abstracción artística y la contundencia del hormigón soviético es lo que les dio su aspecto característico, simultáneamente amenazador y futurista.
Con la muerte de Tito en 1980 comenzó un largo proceso de disgregación que culminó con la disolución del país a través de cuatro guerras más o menos simultáneas a principios de los noventa. Yugoslavia desapareció, y el sistema político y económico que encarnaba lo hizo con ella. Los Spomeniks pasaron a ser objetos indeseables, símbolos de una unidad que ya nadie quería y de un sistema que todos despreciaban. Muchos de los monumentos fueron destruidos durante la guerra o justo después, otros simplemente fueron abandonados a su suerte y acabaron derruidos o comidos por la corrosión. Los más grandes y contundentes fueron decayendo pero resistieron el paso de las décadas, y algunos fueron resignificados y reciben mantenimiento regular por parte de las autoridades municipales. La mayoría, sin embargo, están condenados a desaparecer, o lo han hecho ya.
La fascinación por los memoriales yugoslavos de la II Guerra Mundial llevó al estadounidense Donald Niebyl a crear Spomenik Monument Database, un proyecto personal que ha contribuido a dar a conocer en Occidente los monumentos yugoslavos, y de rebote, a su conservación por parte de las autoridades de las repúblicas. Buena parte de los Spomeniks fueron levantados por suscripción popular, o de forma espontánea. Hoy en día algunos se siguen utilizando para celebraciones populares no necesariamente relacionadas con la construcción nacional o la lucha contra el nazismo, y existe un proyecto para elaborar y promocionar una ruta turística que una los monumentos más grandiosos y mejor conservados. Al final del día, únicamente su utilidad y una cierta integración en el entorno social serán lo que podrá salvar los monumentos más raros y fascinantes de Europa del Este.
Fuentes, fotos y más info: Spomenik Database, Jot Down, The Guardian, Atlas Obscura, Arch Daily, Wikipedia
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Excelente aporte, es irónico que la mayoría de los Spomeniks que se mencionan en el https://www.spomenikdatabase.org/ se traten de monumentos a las afueras de la ciudad, el abandono los salvó de desaparecer después de la desintegración yugoslava.
Los que estaban dentro de las ciudades o eran muy visibles y accesibles cayeron generalmente en las primeras semanas de la guerra, cuando se rompieron todos los puentes y todos los símbolos comunes
Como envidio todos esos monumentos masivos y abstractos, son mucho mas poderosos que los convencionales y aun mas cuando conoces su historia, como la flor de Jasenovac.
Muy buena historia.
Técnicamente los métodos de matanza serbios eran desaprobados por los alemanes por «poco eficientes», más que por bárbaros.
Los que los consideraban barbáricos, creo que eran los italianos.
Los responsables de las mayores matanzas fueron los ustacha croatas aliados de los nazis.
Si, de ellos estoy hablando.
A pesar de estar aliados con los nazis, ellos reprobaban sus métodos de exterminio.
¡Muchas gracias, Diego!
Nos encantan tus fotos
Para otra forma de ver estos artefactos brutalistas, está la «película» Last and First Men, de Jóhann Jóhannsson, donde pone voz Tilda Swinton… es una pasada de narración