Sobre vuelos muy largos, muy cortos, y viajes en el tiempo

Desde que los hermanos Wright consiguieron levantar del suelo una máquina más pesada que el aire hasta que que se programó el primer vuelo regular de la historia pasaron 11 años, los que van de 1903 a 1914. El 1 de enero de ese año, un hidroavión llamado Safety First (La seguridad, lo primero), pilotado por Tony Jannus, y con un solo pasajero, Abraham C. Pheil, voló entre San Petersburgo y Tampa, dos ciudades del estado de Florida. El señor Pheil pagó 400 dólares de la época por ser el primer pasajero de una línea aérea regular. La línea duró cuato meses, con unas tarifas de 5 dólares por trayecto, y dos vuelos diarios de ida y vuelta. El trayecto de 35 kilómetros se cubría en veinte minutos. En total se transportaron 1.204 pasajeros, sin un solo incidente.

Jannus y Pheil posan ante el primer avión que realizó vuelos comerciales, en 1914.

Mucho ha llovido desde entonces. A día de hoy las distintas líneas aéreas operan más de setenta mil vuelos diarios en todo el mundo, que transportan a más de seis millones de pasajeros de media. En poco más de veinticuatro horas se puede alcanzar tranquilamente el otro extremo del mundo, si bien no existe ningún vuelo sin escalas tan largo. ¿Y cuál es el vuelo sin escalas más largo del mundo? A ello íbamos.

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Lugares que no existen: Puntlandia, Maakhir, Galmudug (Somalia, y III)

Puntlandia, estado autónomo dentro de la nada

El secuestro de un atunero español en aguas técnicamente somalíes a manos de piratas de esa nacionalidad ha traído a las páginas de la prensa española a Puntland, o Puntlandia, y su situación política algo sui generis.

Puntlandia es, tras Somalilandia, el estado surgido de las cenizas de Somalia más antiguo y extenso. Se encuentra situado en la esquina noreste del territorio somalí, fronterizo con todas las entidades políticas del país. Al igual que Somalilandia, su territorio está demarcado por un clan dominante, que declaró la independencia de su región poco después que sus vecinos somalilandeses, con el nombre de República de Majerteen. La cosa no pasó de ser una boutade durante varios años, en los que la anarquía, como en casi toda Somalia, fue la única forma de (des)gobierno.

En 1998, finalmente, se proclamó el nacimiento de Puntlandia, definido como un «estado autónomo dentro de Somalia». Dado que entonces no existía nada ni siquiera remotamente parecido a un gobierno somalí, lo cierto es que esa definición era, en la práctica, una declaración de independencia. Si no hay nada dentro de lo que estar, es que estás fuera.

Un edificio oficial en Garowe, con la bandera somalí en el mástil.

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Lugares que no existen – Somalilandia (Somalia, II)

Los quince años de guerra civil que han destruido por completo el estado somalí han dejado un reguero de estados de facto, repúblicas autónomas y tierras de nadie en las que nadie exige pasaporte para entrar… ni se dan garantías de poder salir. Sólo hay una zona relativamente segura y con cierto potencial de crecimiento: Somalilandia.

Bandera de SomalilandiaSomalilandia es el más antiguo y sólido de los estados somalíes. Con, aproximadamente, tres millones de habitantes, está situado al noroeste del territorio somalí, limítrofe con Yibuti. Su primera experiencia como nación independiente duró apenas cinco días, del 26 de junio al 1 de julio de 1960. Hasta la primera de esas fechas, el Cuerno de África estaba dividido entre las Somalilandias francesa, inglesa e italiana. Los territorios británico e italiano se unieron para formar Somalia, mientras que la colonia francesa se convirtió en Yibuti. El efímero primer ministro de la Somalilandia independiente llegó a ostentar el mismo cargo en la Somalia unida, pero fue depuesto por el golpe de estado que encumbró a Siad Barre en 1969.

Situación de Somalilandia con respecto a Somalia en el Cuerno de África.

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Lugares que no existen – Somalia (I)

Las entradas anteriores sobre lugares inexistentes se referían a países independientes que, por distintas causas, no eran reconocidos por la mayoría de la comunidad internacional, caso de Taiwán, o directamente no aparecían en los mapas, caso de Transnistria. Somalia es el caso inverso. Está reconocida por la ONU y tiene un asiento en la Asamblea General, aparece en todos los mapas y es universalmente conocida, pero no existe en el mundo real. El territorio que la comunidad internacional le reconoce a Somalia está partido en varios países independientes y repúblicas autónomas, controladas por gobiernos locales, además de extensas áreas regidas por distintos clanes donde ninguna entidad reconocida tiene el control. En gran parte del país el sistema de gobierno es la ausencia de él. La anarquía. Hasta hace poco más de un año el territorio que controlaba el estado somalí reconocido por el mundo se reducía a una sola ciudad, Baidoa. El resto eran repúblicas independientes de facto, zonas de batalla o territorios bajo control de los señores de la guerra.

Dentro del territorio somalí podemos encontrar, por lo menos, cinco estados independientes de facto; uno la propia República Somalí; dos más que reconocen una autoridad en el gobierno de Mogadiscio, pero que en el día a día no dependen en absoluto de nadie (Puntland y Galmudug); un cuarto que, directamente, proclamó su independencia en 1991 (Somalilandia), y que permanece desde entonces como un país independiente no reconocido por absolutamente nadie, y también un quinto estado (Maakhir) que, si bien no ha proclamado su independencia nunca, es independiente a la fuerza, al no ser reconocido por el gobierno oficial somalí como parte del país. Además de estas entidades hay extensas tierras de nadie donde entrar es un suicidio, controladas por señores de la guerra o radicales islámicos.

Mapa de Somalia a principios de este mes (click para ampliar). En azul, las zonas controladas por el Gobierno de Transición o que reconocen autoridad en él; en amarillo las zonas controladas por clanes y señores de la guerra. En gris, claro territorios autónomos, neutrales o no alineados; en gris oscuro, las zonas donde resisten las milicias islámicas. Y en naranja, Somalilandia.

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Libros: Viajar por el mundo/Ciudades del mundo

Viajar por el mundo/Ciudades del Mundo. VV.AA. Geoplaneta, Barcelona, 2007.

De un tiempo a esta parte, quizá coincidiendo con el auge de las compañías aéreas low cost, han aparecido en el mercado varios libros de gran formato que recorren en sus páginas un número determinado de lugares de interés pasando, eso sí, un poco por encima de cada uno de ellos. Son, básicamente, contenedores de información, o casi fichas técnicas, de islas, lugares, monumentos o rarezas de nuestro planeta. O sea, una auténtica gozada para gente como yo.

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Poniéndole puertas al campo

El tamaño de las cosas es relativo. En España, y en la mayor parte de Europa, el pueblo de al lado es una localidad cercana, a la que se podría ir dando un paseíto en una agradable tarde primaveral. En Australia las cosas no son tan sencillas. Dos tercios de los casi ocho millones de kilómetros cuadrados del país son puro desierto (el Outback), y entre un pueblo y el de al lado puede haber cosa de cien kilómetros, si no más. Los términos municipales más grandes de España son los de Cáceres y Lorca (Murcia), con casi 1.800 km² el primero y más de 1.600 el segundo. Por comparar, el término municipal de Kalgoorlie, en Australia Occidental, tiene 95.000 kilómetros cuadrados de superficie (es algo más grande que Portugal) y Mount Isa, en Queensland, 42.000 (más o menos como Estonia o Dinamarca). Kalgoorlie es más grande que 90 países miembros de la ONU. En Australia hay unos 2.500 pueblos y ciudades en algo menos de ocho millones de km². Tocan a más de 3.000 km² de media. Para hacerse una idea, en España la superficie media es de menos de 70 km². En Australia las cosas son grandes.

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Las cuatro esquinas de Australia

Hablábamos la semana pasada sobre las cuatro esquinas de Estados Unidos y Canadá. Hay un tercer país, casi igual de grande, que también tiene sus particulares cuatro esquinas; Australia. A diferencia de las americanas y las canadienses, las cuatro esquinas australianas son, efectivamente, cuatro, no una. A lo largo de la frontera del estado de Australia Meridional, cada punto de interés está marcado con un disco de bronce sobre un poste de hormigón, y tiene su propio nombre, y su propia historia detrás.

Las cuatro esquinas de Australia… Meridional

Las fronteras internas de los estados que componen Australia son un tanto sencillas. Si bien no llegan a las formas rectangulares de Colorado o Utah (reconozcamos que para un escolar de Salt Lake City aprenderse la geografía de su estado debe ser algo más fácil que para un español o un austríaco, pongo por caso), esto es así únicamente porque las costas australianas no son rectas. Los estados australianos son herencia directa de las colonias británicas en el continente, y sus límites vienen establecidos por distintos meridianos y paralelos, salvo en el caso de Victoria, cuya frontera norte (con Nueva Gales del Sur) discurre junto con el río Murray, de 2.500 kilómetros de longitud.

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Los enclaves del tren

En toda Europa hay un total de 33 exclaves puros, es decir, territorio de un país rodeado íntegramente por otra nación. De ellos, 23 están en Baarle, además de los únicos siete metaenclaves de nuestro continente. El siguiente país por número de exclaves es Alemania, con seis. Además de Büsingen, el país germano tiene cinco enclaves más en territorio belga. Pero son unos exclaves un tanto especiales.

Los enclaves de Vennbahn están situados al oeste de Alemania, y separados del resto del país por apenas unos metros de territorio belga. Esos metros corresponden a la anchura de una vía férrea que es, oficialmente, territorio del reino de Bélgica, y que, al cortar la frontera con Alemania en varias ocasiones a lo largo de unos 75 kilómetos, convierte todo lo que queda al oeste en un exclave alemán, cuyos habitantes tienen necesariamente que cruzar territorio belga para ir a cualquier otra parte de su propio país.

Mapa del recorrido de la línea de ferrocarril. Cada vez que la vía corta la frontera alemana se forma un exclave al oeste de ella. En total son cinco los exclaves, si bien en el mapa sólo se aprecian cuatro.

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Las cuatro esquinas

Ya hemos hablado alguna vez de los trifinia. Un trifinium, en inglés tripoint, es el punto donde tres fronteras o límites se encuentran, de manera que uno puede hacer el ganso danzando alrededor de él y canturreando los lugares donde técnicamente se encuentra en cada momento, repitiendo el chistecito de «Ahora estoy en tal, ahora en cual, ahora en talicual» una y otra vez hasta que alguien le arrea una más que merecida colleja. El palabro significa en latín «tres límites». El condado de Treviño, un exclave burgalés dentro de Álava, debe su nombre a esa misma palabra.

Triple frontera entre Letonia (derecha), Lituania (izquierda) y Bielorrusia (centro). © Jan Krogh

En todo el mundo hay varios centenares de triples fronteras. Pero no hay ninguna cuádruple frontera internacional, o quadrifinium. Lo que más se le acerca son dos tripoints al sur de África, en el río Zambeze. Por un lado convergen las fronteras de Namibia, Botsuana y Zambia, y al este de dicho punto, las de Botsuana, Zambia y Zimbabue. La distancia entre ambos puntos es de dos kilómetros en línea recta. Y en realidad, como suele pasar en el continente africano, no está demasiado claro dónde empieza y acaba cada país, por las distintas interpretaciones de cada uno sobre los tratados territoriales.

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Ciudades divididas: Rock Island/Derby Line

Canada 2La frontera entre Estados Unidos y Canadá se comenzó a trazar en el tratado de París de 1783, que puso fin a la Guerra de Independencia de los EE.UU. Entonces Estados Unidos estaba formado por trece estados, mientras que Canadá era la Norteamérica Británica, una parte del imperio. El tratado de Jay, de 1794, sirvió entre otras cosas para crear una comisión bilateral que trazara la frontera entre los Grandes Lagos y las Montañas Rocosas. En 1818, mediante la Convención de Londres, se acordó que el paralelo 49 norte sería el límite septentrional de EE.UU. y el meridional de la colonia británica.

La expansión hacia el Oeste tanto de los Estados Unidos como de la Provincia de Canadá propició nuevas disputas fronterizas. La disputa fronteriza de 1844 sobre el Territorio de Oregón (del que formaban parte los actuales estados de Oregón y Washington, además de una gran parte de la Columbia Británica) se resolvió finalmente prolongando la frontera a lo largo del paralelo 49 hasta el Pacífico, con la excepción de la isla de Vancouver, que fue íntegramente para Canadá.

Paralelo 49 norte (click para ampliar)

Frontera entre Canadá y EE.UU. a lo largo del paralelo 49 (click para ampliar). El tratado fronterizo entre ambos países señala que debe haber una zona libre de vegetación de seis metros de ancho a cada lado de la frontera. Para mantener limpia la zona se destina un presupuesto anual de 14 millones de dólares por país.

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