No hace falta explicar que la crisis del Covid-19 es un hecho histórico que probablemente marcará de forma profunda la práctica totalidad de nuestras vidas los próximos años, o décadas. Desde la política internacional hasta la economía pasando por las relaciones interpersonales todo cuanto conocemos va a cambiar, no necesariamente para bien. Pero si hay algún sector donde el Coronavirus ha provocado una hecatombe sin precedentes ese es el de la aviación de pasajeros. La mayor parte de las aerolíneas ha reducido su número de vuelos entre un 70% y un 90%, mientras que otras han ido más allá y han suspendido la totalidad de sus operaciones. Entre ellas, por ejemplo, titanes de la talla de Ryanair o Emirates. En España el tráfico aéreo se ha reducido un 89% respecto a las mismas fechas del año pasado, y la situación a nivel mundial es tan atroz que a las aerolíneas les cuesta encontrar sitio para almacenar sus aviones esperando tiempos mejores. De este apocalipsis aéreo lo único que podemos rescatar, el clavo ardiendo al que agarrarnos, es la aparición, completamente inesperada, del vuelo más largo del mundo.
