Hace unos años la fotógrafa Tamara Merino se encontraba en Australia viajando con su novio por carretera entre las ciudades de Adelaida y Alice Springs. En un momento dado uno de los neumáticos de su automóvil dijo basta y procedió a pincharse en mitad de alguna de las rectas infinitas y polvorientas que atraviesan el Outback. Cualquier lector versado en asuntos australianos sabe lo que eso supone. El desierto central de Australia, que ocupa prácticamente todo lo que está a más de 100 kilómetros de la costa, es un lugar inhóspito, insufriblemente caliente y desesperantemente vacío. A trancas y barrancas llegaron por fin a un pueblo donde solicitar ayuda, pero no vieron a nadie. Estaban en un lugar que todos los mapas indican como habitado pero no había ningún paisano a la vista, ni apenas construcciones humanas. En mitad de un paisaje lunar con miles de pequeños montículos de piedras del tamaño de un ser humano adulto hasta donde alcanzaba la vista. Vieron entonces los letreros. «Underground bar«, «Underground church«. Y encontraron pasadizos subterráneos que llevaban a pequeñas cuevas cerradas con puertas. De manera inesperada para ellos se habían topado con Coober Pedy, el pueblo subterráneo de Australia.

Existe un cierto consenso en que «Coober Pedy» es una corrupción del aborigen «Kupa Piti», que venía a significar «Pozo del hombre blanco» o, según otras fuentes, «Chico en el hoyo». Porque fue un niño el que fundó el pueblo, aunque fuera involuntariamente. Estamos en 1915 y Willie Hutchison, de catorce años, forma parte de una expedición de buscadores de oro liderada por su padre. Un día como cualquier otro, mientras pasea por el inacabable desierto al atardecer, Willie se tropieza con una piedra que le llama la atención por su brillo irisado y los destellos multicolores que lanza a la luz del sol. El chaval no lo sabe, pero cuando le lleva aquel pedrusco tan bonito a su padre acaba de descubrir el mayor yacimiento de ópalo del mundo.

Ni siquiera había pasado un año desde aquel día cuando los primeros mineros buscadores de ópalo se instalaron en la zona, que todavía no había adoptado el nombre con el que la conocemos hoy (lo haría un lustro más tarde). El primer nombre de Coober Pedy fue «Stuart Range Mining Field», o «Yacimiento de la Meseta de Stuart». El Stuart al que hace referencia el topónimo es John McDouall Stuart, el mismo que le presta su nombre a la Stuart Highway, la carretera que cruza de norte a sur el continente y que pasa junto a Coober Pedy. Nacido en Escocia, Stuart lideró la primera expedición exitosa (i.e., en la que sobrevivieron todos sus participantes) que cruzó Australia de Sur a Norte, estableciendo así las condiciones para la instalación de un telégrafo que uniera el norte y el sur del continente australiano. Por entonces el centro de Australia, como las Fuentes del Nilo o la Antártida, eran manchas en blanco en los mapas occidentales. Una creencia bastante extendida afirmaba que en el centro del continente existía un mar interior del que provenían los ríos que podían encontrarse en la costa. Era errónea, claro. Entre 1858 y 1861 Stuart lideró seis expediciones de cruce del continente, aportando al conocimiento científico el hecho incontestable de que el centro de Australia es un lugar muerto e insoportablemente caluroso. En el sexto intento la suerte acompañó y alcanzaron el punto donde hoy se encuentra Darwin después de haber salido de Adelaida. Otra expedición mucho más famosa y bien financiada, la de Burke y Willis, no tuvo tanta suerte y, más o menos por las mismas fechas llegó al Golfo de Carpentaria. Tres de los cuatro hombres que llegaron hasta allí murieron en el viaje de vuelta, de disentería y malnutrición. Australia hoy es un sitio inhóspito y amenazador, pero hace siglo y medio era letal.

Diez años después de la última expedición de Stuart se construyó la línea de telégrafo del Outback, siguiendo la ruta del explorador escocés. Paralela a ésta, se despejó el camino que hoy conocemos como Stuart Highway. La carretera en sí se construyó durante la II Guerra Mundal para reducir el aislamiento extremo en el que se encontraba Darwin y su exposición al apetito imperialista japonés. Sin embargo el tramo en el que se encuentra Coober Pedy no fue asfaltado hasta 1987. Lo cual tiene su miga, teniendo en cuenta que los asentamientos humanos más próximos son Marla, a unos 250 kilómetros al norte,y Oodnadatta, que aunque también está a unos 200 km de distancia, se encuentra a más de cinco horas de trayecto en automóvil a través de una de las inacabables pistas de tierra del Outback. La ciudad digna de ese nombre más próxima es Port Augusta, a unos 500 km al sur, y la capital del Estado, Adelaida, está a más de 850 km. Coober Pedy es un lugar en mitad de la nada.

La primera oleada de pioneros llegó al pueblo tras la I Guerra Mundial. Soldados retornados del frente que empaquetaban sus escasas pertenencias y se iban al desierto a hacer fortuna. Una vez allí cavaban un hoyo y a buscar. La ley que rige el yacimiento de ópalo establece que cada minero puede disponer de unos 15 metros cuadrados de territorio en los que instalar un pozo, por lo que no hay minería industrial. Cualquiera puede llegar, ponerse a excavar y probar suerte. En ese sentido, Coober Pedy es una metáfora de la vida. Hay quien se arruina sin encontrar nada y hay quien se hace de oro por habilidad o, más a menudo, pura suerte. Hay más de un cuarto de millón de pozos excavados alrededor del pueblo, y la minería sigue. Tras la II Guerra Mundial llegó una segunda oleada de pobladores, mayormente emigrantes europeos. De los más o menos 3.500 habitantes del pueblo un 60% tienen ascendencia de Europa del este o del Sur (italianos y serbios mayoritariamente).

Coober Pedy está en mitad del desierto y por lo tanto padece días extremadamente calurosos y noches notablemente frías. Ya los primeros habitantes llegaron a la conclusión de que era mucho más sencillo excavar una cueva para vivir en ella que construir una casa en la superficie. Total, ya estaban dándole al pico y a la pala para buscar ópalos, sólo era cuestión de adecentar un poco el agujero. La principal ventaja de vivir bajo tierra es que la vivienda no requiere de climatización, y permanece a una temperatura más o menos estable todo el año, librándose de los cuarenta y tantos grados del verano y de las frías noches de invierno. A menudo un minero necesita una habitación más así que se pone a excavar. A veces sucede que encuentra una veta de ópalos así que deja esa parte de la casa como mina y excava otra habitación. Puede pasar que esta nueva habitación también contenga mineral precioso y haya que excavar por tanto una tercera, cuarta, o quinta habitación extra.

Además de las viviendas de sus habitantes, en Coober Pedy también hay bares, tiendas, un museo y una iglesia ortodoxa subterráneos. Las viviendas cuentan con todas las comodidades de cualquier chalé adosado de las afueras de Sídney salvo, claro, la luz natural. El único problema realmente grave, la ventilación, se soluciona mediante túneles que interconectan unas viviendas con otras y que permiten que entre aire del exterior. Cuando el sol se pone y las temperaturas por fin descienden de los cuarenta grados los residentes pueden ir a cenar a un restaurante subterráneo, al autocine o a jugar en uno de los campos de golf más raros del mundo. El Club de Golf de los Campos de Ópalo.

Jugar al golf en el Outback tiene tanto sentido como hacerse torero en Corea del Sur pero en 1976 unos amigos decidieron montar un club de golf a las afueras de Coober Pedy. Tiene su mérito, teniendo en cuenta que la hierba no puede crecer en el lugar dado que regarlo es prácticamente imposible. Los nueve hoyos del campo están plantados en mitad del desierto, y la dirección del lugar proporciona a cada golfista un palmo cuadrado de césped artificial para que lo ponga bajo la bola en cada golpe. Como jugar de día es peligroso por el calor los deportistas sólo practican al amanecer y al anochecer. A veces con bolas fosforescentes para poder verlas mejor en el crepúsculo. El club de golf de Coober Pedy, curiosamente, es el único que posee derechos recíprocos de uso con el de Sant Andrews, el más antiguo del mundo y organizador del Abierto Británico cada año, al menos en uno de los circuitos de nueve hoyos.

La minería ha ido declinando con los años, pero aún así un 70% del ópalo producido a nivel mundial proviene de Coober Pedy. La industria, junto con el turismo, supone el sostén de la comunidad y la economía locales, aunque la mayoría de los jóvenes, como pasa en casi todas partes, han preferido ir a la ciudad a buscar una manera mejor de ganarse la vida, lejos de los miles de agujeros que rodean al pueblo subterráneo.
Más info y fuente de las fotos: Wikipedia (EN, ES), National Geographic, ESPN, ABC.es, The Guardian. Fotos guays en CNET.
Página oficial de Coober Pedy.
Si te gustó esta anotación quizás también lo goces con estos otros lugares raros australianos:
Wittenoom, la ciudad que desapareció de los mapas
Hutt River, el principado del Outback
Nimbin, el último pueblo Hippie
un clasico del blog: outback!
Como de costumbre, muy buen post.
Campo de golf….me recuerda al de Furnace Creek en Death Valley, o sea un campo de golf en el sitio oficialmente más seco y de menor altitud de América del Norte y más caluroso del mundo,… Con 2 c*****s.
Claro que para ciudades subterráneas, Capadocia ¡qué maravilla!