La guerra que el Reino Unido ganó en tres cuartos de hora

Dice el refrán que no hay mal que cien años dure, pero en el caso de la guerra anglo-zanzibareña, la cosa acabó casi antes de haber empezado. Duró menos que un capítulo de The Crown. Las fuentes difieren, pero la duración estimada del conflicto oscila entre los treinta y ocho y los cuarenta y tres minutos, segundo arriba o abajo. Si pestañeas, te lo pierdes. Era el 27 de agosto de 1896, la guerra empezó a la hora de desayunar, y para cuando estaban en el segundo plato de baked beans, la contienda había concluido. Hoy en Fronteras, la guerra más corta de la historia.

Antes…
… y después.

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Los Olvidados de la Isla de San Pablo

Los siete guardianes vieron como el barco se marchaba con el resto del personal que había trabajado en la isla con ellos durante los últimos meses. Se quedaban al cuidado de un peñasco minúsculo en mitad del Océano Índico, a miles de kilómetros de cualquier lugar habitado, con la idea de preparar las instalaciones, ahora vacías, para el largo invierno austral. Era marzo de 1930, y les dijeron que en un par de meses regresarían a por ellos. Pero no lo hicieron. Los siete guardianes quedaron abandonados a su suerte en mitad de la más absoluta de las nadas. Hoy en Fronteras: Los Olvidados de la Isla de San Pablo.

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El día que nos detuvo el ejército armenio, nos interrogaron durante horas sus servicios secretos y nos salvó el Real Madrid (Crónicas Caucásicas, 7)

«Tenéis suerte de que no os pegaran un tiro». Así resumió el coronel armenio la situación. Llevábamos seis horas en su despacho del cuartel, interrogados incesantemente por dos agentes de la policía secreta y unos cuantos oficiales de diversos rangos, desde el teniente que nos hacía de traductor hasta el general que llegó a última hora para aportar su granito de arena al surrealismo del trance. Para entonces estábamos física y mentalmente agotados por la incertidumbre acerca de nuestro futuro inmediato y por el larguísimo interrogatorio, que incluyó la revisión inmisericorde de los chats de WhatsApp y las galerías de fotos de nuestros móviles. Para entender cómo habíamos llegado hasta allí tendremos que recordar la regla número uno del viajero: no te acerques a las zonas fronterizas de dos países que están técnicamente en guerra. Y si lo haces, procura no hacer fotos con teleobjetivo.

El terraplén inane que nos costó un disgusto. Al otro lado está Azerbaiyán

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Cerebro, belleza y pantalones. Aloha Wanderwell, la primera mujer que dio la vuelta al mundo en coche

Un día de 1922 Idris Hall leyó en la prensa francesa un anuncio en inglés que rezaba «Brains, beauty and breeches. Oportunidad para una jovencita con suerte de dar la vuelta al mundo«. El anuncio, buscando teóricamente una secretaria, lo había puesto Walter Wanderwell, un polaco afincado en Estados Unidos que había convencido a Henry Ford para que le donara un par de Ford T con los que dar la vuelta al globo. Idris había llegado a Francia unos años antes siguiendo a su padrastro, un reservista del ejército británico que acabó muriendo en la batalla de Ypres. Acostumbrada a leer desde muy joven, había devorado las novelas de aventura de la biblioteca familiar, así que no se lo pensó dos veces y respondió a la oferta. Idris apenas tenía 16 años, y aquel día no sólo cambió su vida para siempre, sino que fue el inicio de una de las mayores aventuras de la historia del automovilismo. Esta es la historia de una mujer cuya vida y personalidad parece un cruce de Amelia Earhart con Indiana Jones.

Aloha Wanderwell desembarcando un coche en Osaka, Japón, en 1924

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La increíble Colina de las Cruces de Lituania (Crónicas Bálticas, capítulo 2)

Capítulo 1: Independencia

Uno nunca sabe qué consecuencias a largo plazo van a tener sus actos. El aleteo de la mariposa tokiota que provoca alteraciones meteorológicas graves en Nueva York. El bombero que salva a un niño que con los años se convierte en médico y le salva la vida a su salvador. En 1831 alguien caminó desde algún pueblo de los alrededores y clavó una cruz de madera hecha con dos ramas y unas cuerdas en la ladera de una pequeña colina en mitad de los verdes campos de Lituania. Esa persona, cuya identidad jamás nos será revelada, no podía saber el alcance de ese gesto sencillo de recuerdo a los caídos en la reciente guerra contra Rusia, una de tantas. No podía saber que en pocos años el pequeño promontorio sería un lugar de peregrinación, y menos aún podía imaginarse que dos siglos después, en una Lituania independiente, no habría una cruz, ni cien, ni mil, sino centenares de miles de todos los tamaños imaginables, traídas por gentes de todo el mundo

Señor, qué cruz

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El gol más importante de la historia

Hay goles y goles. Golazos de un gran mérito técnico y churros que entran por pura suerte. Goles intrascendentes y goles que serán recordados por siempre; goles que nos hicieron llorar y goles que nos enloquecieron de júbilo, muy habitualmente las dos cosas, aunque no a las mismas personas. Cada año se marcan decenas de miles de goles en los campeonatos nacionales e internacionales de todo el mundo, y pocos, muy pocos, entran en la historia con nombre propio. El gol de Maradona, el gol de Iniesta o el Gol de Nayim, que todos sabemos cuáles son aunque sus autores marcaran muchos más. Yo sostengo que el gol más importante de la historia se marcó justo hoy hace diez años, y lo marcó un defensa. El gol de Sergio Ramos.

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Cameron Corner, Australia, el pueblo que celebra cada Nochevieja tres veces

Este blog de ustedes, en sus (casi) 16 años de existencia, ha atraído a multitud de trastornados por la geografía de todo el globo. Uno de los geográficamente más lejanos es Enrique Andrés, españolito residente en Sídney que, pese a la abundancia de opciones no absurdas, decidió pasar la pasada nochevieja en mitad del desierto australiano, y vivió para contarlo. Esta es la historia de la última noche del año en Cameron Corner: 

Empezaré la historia de esta aventura asumiendo que los seguidores del blog de Diego pertenecen a esa extraña tribu de personas que no solo encuentran razonable que un ser humano vaya por pura diversión a un lugar perdido en medio del desierto australiano, sino que probablemente lo envidien por ello, y que ni siquiera cuando se enteren de que este viaje se desarrolló en pleno verano austral con temperaturas que llegaron a alcanzar los 46°C se planteen si el autor de este texto tiene seriamente afectadas sus facultades mentales. Resido en Bondi, la playa más icónica de Sídney y probablemente de Australia, y aunque a mi mujer y a mí nos encanta estar cerca del mar, estamos enamorados del Outback, el desierto australiano que ocupa aproximadamente el 80% de esta isla continente. No es fácil explicar a los que no habéis tenido la suerte de visitarlo las sensaciones que produce el lugar, experimentar kilómetros de carreteras sin cruzarse con ningún otro ser humano, paisajes únicos y embriagarse de ese magnetismo que produce la lejanía de la civilización.

Vista aérea del trifinio, con el pueblo de Cameron Corner pegado a la raya de Queensland (Georgie Mann)
El mojón fronterizo señalando el trifinio entre las tres provincias australianas (Exploroz)

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Cómo me enamoré de Skopje, la capital más absurda de Europa

Skopje es un pastiche. Todas las ciudades lo son en mayor o menor medida, la suma de diferentes épocas, visiones urbanísticas y corrientes arquitectónicas, pero la capital de Macedonia concentra una cantidad tal de incongruencias e incoherencias en un espacio tan pequeño que cuando uno camina por sus calles lo único que puede hacer es reírse y disfrutar como un maníaco. Si las ciudades fueran personas, Skopje sería tu amiga la rarita ciclotímica con un pasado emo del que nunca habla y ciertas cicatrices sospechosas en las muñecas, pero que por alguna razón es increíblemente alegre y vive cada día como si fuera el último. Es completamente absurda pero por esa misma razón es imposible no quererla. Hoy en Fronteras: Skopje (se pronuncia Escopia)

Banderas, estatuas y una cruz descomunal. Skopje in a nutshell

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11 de septiembre de 2001: la mayor evacuación marítima de la Historia

Cuando la segunda de las Torres Gemelas cayó, en el Sur de Manhattan se desató un caos que la ciudad de Nueva York, esencialmente caótica, jamás había llegado siquiera a imaginar. Cientos de miles de personas, trabajadores que habían llegado a la isla desde cualquiera de los demás Boroughs de la ciudad, o desde el vecino estado de Nueva Jersey, se encontraron atrapadas: todos los puentes y túneles de la ciudad habían sido cerrados y no había manera de salir de Manhattan. Y entonces apareció el milagro. Una flotilla irregular compuesta por ferris, guardacostas, remolcadores, cruceros turísticos, golondrinas, pesqueros y hasta yates privados apareció al rescate. Fue el Dunkerque neoyorquino, una historia casi desconocida de las muchas que nos dejó aquel trágico 11 de septiembre de hace hoy 22 años.

Un remolcador de los Guardacostas observa el incendio de las Torres Gemelas en algún momento entre las 9:02 y las 9:58 de la mañana del 11 de septiembre de 2001

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La Flota Amarilla. Los barcos que se quedaron atrapados en el Canal de Suez durante siete años

Un par de horas antes de que se publicaran estas líneas el gigantesco carguero Ever Given fue finalmente liberado de la arena en la que había encallado el pasado miércoles, provocando enormes suspiros de alivio del comercio mundial y de un montón de clientes de AliExpress en Europa. Unos doscientos barcos se han llegado a ver atrapados en el atasco, y han estado allí casi una semana esperando a ser liberados. Pero la experiencia que han vivido, atrapados en un barco que no puede moverse, es absolutamente nimia en comparación con la que tuvieron que vivir los tripulantes de la conocida como Flota Amarilla, quince buques de ocho países que se vieron atrapados en el mismo Canal de Suez no durante días, sino durante años. Esta es su historia.

Cinco de los cargueros atrapados en el Canal de Suez, en 1971 (BBC/Getty)

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