La última frontera privada de Europa

Para llegar a Cedillo hay que ir a Cedillo. El pueblo está en el extremo occidental de la provincia de Cáceres, en un saliente de territorio español que, colgado del Tajo, se adentra decenas de kilómetros en Portugal. Para llegar allí hay que recorrer la carretera 374 de la Junta de Extremadura, que atraviesa 35 kilómetros de dehesas donde se cría el cerdo ibérico, entre alcornoques y quejigos. Cedillo no está de camino a ninguna parte, la única manera de salir de allí es por donde se ha venido. Salvo los fines de semana. Los sábados y los domingos se puede cruzar sobre la presa que lleva el nombre del pueblo y adentrarse en tierras portuguesas. Porque la frontera, en Cedillo, tiene un dueño, que la abre y la cierra cuando considera oportuno.

Poniendo los puntos sobre las Oes

Dos ríos marcan los límites del término municipal de Cedillo, literalmente la punta de lanza de España en Portugal: el Sever y el todopoderoso Tajo, que en cuanto abandona el pueblo se convierte en el mucho más suave Tejo. Para contenerlos a ambos se levantó en 1976 una presa de 70 metros de alto con su central hidroeléctrica incorporada. La gestión de la instalación se le encargó a Hidroeléctrica Española, compañía que ahora conocemos como Iberdrola y que es quien desde entonces, controla cuándo y cómo se circula sobre la infraestructura. Hasta la apertura de la presa, cruzar de España a Portugal y viceversa era tan sencillo como arremangarse los pantalones y caminar las aguas poco profundas del Sever. Tan fácil era que los fundadores de Cedillo fueron portugueses, unos pescadores que en el siglo XVI se establecieron en la orilla donde el río se llama Tajo e instauraron un precario servicio de transporte entre los pueblos de la frontera portuguesa.

Mapa de la provincia de Cáceres, en Extremadura. En rojo, Cedillo
Vista aérea de la frontera en la Presa de Cedillo

Desde la construcción del embalse hasta la entrada en vigor del tratado de Schengen, veinte años más tarde, la frontera permaneció cerrada de manera oficial, pero abierta de manera oficiosa. Españoles y portugueses entraban y salían sin demasiado problema rodeando una precaria verja; como en buena parte de La Raya, la frontera era mucho más porosa de lo que cabría esperar. Pero entonces llegó la Europa de puertas abiertas. El 1 de enero de 1995 España, Portugal y otros diez países retiraron los controles fronterizos internos, y, curiosamente, ese fue el final de la apertura fronteriza en Cedillo. Iberdrola decidió sellar la frontera, alegando motivos de seguridad, y convirtió al pueblo en el extremo de un cul-de-sac. No sólo eso, también dejó aislados a no pocos pueblos del otro lado del límite.

Vista de la presa de Cedillo desde el lado portugués

Nosotros llegamos a Cedillo una soleada mañana de domingo. En uno de los bares del pueblo los parroquianos seguían una transmisión casera de un partido de fútbol sala del equipo local. En una de las calles preparaban tremenda barbacoa para más de mil personas, pese a que el pueblo no llega a los quinientos. Un anciano nos reconoció como forasteros y nos contó su vida, y con ella, la historia del pueblo en el siglo XX, en un relato plagado de motes y de referencias geográficas que, como es fácil de imaginar, no conocíamos ni por asomo. Desde el pueblo hasta el embalse hay unos cinco kilómetros, menos de diez minutos en coche por una carretera que ha conocido tiempos mejores. Como es domingo Portugal está abierto. Durante 36 horas cada semana, de las diez de la mañana del sábado a las diez de la noche del domingo, el cruce de la frontera es libre, siempre y cuando se vaya en coche, algo que descubrimos cuando, tras aparcar en Portugal, nos introducimos a pie en la infraestructura y un guarda jurado nos echa a gritos. Antes de irnos, conseguimos que nos señale el lugar exacto donde se encuentra la frontera, entre dos enormes trozos de maquinaria que somos incapaces de identificar.

Verja en el lado portugués de la presa, abierta cuando fuimos

En la orilla del Tajo hay un pequeño embarcadero de donde parte en temporada alta un barquito turístico que recorre las dos orillas del río. Desde allí también se puede navegar a un pequeño amarre al otro lado de la frontera, y es lo que hacen los vecinos si realmente necesitan ir a Portugal fuera de las horas de apertura de la presa. La alternativa es un rodeo descomunal. Entre Cedillo y Montalvão, el pueblo más próximo, hay catorce kilómetros y veinte minutos los sábados y domingos, que se convierten en cien kilómetros y otros tantos minutos el resto de la semana. La preciosa ciudad de Castelo Branco está a una hora en coche cualquier fin de semana, y a más de dos el resto de los días. La presa es propiedad del Estado Español, como todas las que hay distribuidas por el país, pero la gestión sigue siendo de la compañía eléctrica. Sus dirigentes alegan, y no sin buena parte de razón, que la compañía es la responsable legal de todo lo que suceda en la infraestructura, y que durante los días laborables se mueve maquinaria pesada en el recinto. Por eso sólo permiten la apertura durante el fin de semana, cuando los trabajos cotidianos se detienen.

Rutas de Cedillo a Montalvão los fines de semana y de lunes a viernes (El Confidencial)
Embarcadero del río Tajo, a pocos cientos de metros de la presa de Cedillo

¿Hay una solución, entonces? Claro, una muy obvia: un puente, que los locales llevan tres décadas reclamando. Las guerritas y disputas políticas en la provincia impidieron su construcción, pese a que el presupuesto era básicamente calderilla: seis millones de euros. Cedillo está a 120 kilómetros por carretera de Cáceres, la capital provincial, y a otros tantos kilómetros en línea recta de la costa portuguesa. La carretera que lleva al pueblo y del pueblo al embalse está bien construida y mantenida, pero tiene un tráfico mínimo. Lógico, teniendo en cuenta que apenas medio millar de personas viven en el pueblo y sus alrededores. Pero con un puente y una buena conexión con Portugal, Cedillo se convertiría en un atajo y un lugar de paso. El mayor empleador de la zona es el ayuntamiento, que no tiene problemas económicos gracias, precisamente, a los impuestos que paga la presa, pero toda la comarca es un erial con una densidad de población de apenas 8 habitantes por kilómetro cuadrado, que en el caso de los pueblos que recorre la carretera de Cedillo se reducen a menos de la mitad. Finalmente y contra todo pronóstico, será Portugal quien construya el puente. financiado con fondos europeos. A finales de 2025, si nada se tuerce, una nueva costura unirá Extremadura y el Alentejo, y los cedillanos podrán ir y volver a Portugal sin dar un enorme rodeo.

Fuentes y más info: El Confidencial, The Objective, Cadena SER.

A Cedillo fuimos desde La Fontañera, donde se halla la casa española que invadió Portugal

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5 respuestas a “La última frontera privada de Europa

  1. cob 1-abril-2024 / 9:27 am

    Muy interesante, Diego ¡Gracias!

  2. Jorbule 1-abril-2024 / 1:05 pm

    Fantastica entrada, como siempre. Enhorabuena.

    Cuando puedas, date una vuelta por un lugar denominado Vado del río Erjas. Es un riachuelo fronterizo entre España y Portugal al que se accede (desde España) desde Zarza la Mayor.

  3. Pepito Pérez 3-abril-2024 / 1:08 am

    Muchas gracias, nos apasionan las curiosidades fronterizas. Supongo que, al estar la frontera situada mayormente en los Pirineos, no habrá tantas situaciones de este tipo con Francia y Andorra (aunque varias han salido ya por aquí).

  4. Marius 6-abril-2024 / 6:50 am

    Muy buen post. Gracias. El tema da para el debate, sobre todo la posibilidad del uso de la presa, que como bien dices es propiedad estatal, seguro se podría implementar un plan de circulación alternando días, no solo el fin de semana.

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