De los seis millones de kilómetros que cubre la red de carreteras y autopistas de Estados Unidos sin duda los más conocidos dentro y fuera de las fronteras del país son los casi cuatro mil que recorre la Ruta 66 entre Chicago y Los Ángeles. Hay varios factores que hacen de ese camino un icono de primer orden en el imaginario asfáltico occidental; los más recurrentes son los culturales. Podemos citar entre ellos Las uvas de la ira, novela de John Steinbeck galardonada con el Pulitzer y cuya adaptación cinematográfica se embolsó un par de Óscars, la obra más conocida de Jack Kerouac, En el camino, las múltiples versiones de Get your kicks on Route 66, temazo de Bobby Troupe que popularizó Nat King Cole en 1946 y que fue versionado por artistas de la talla de Chuck Berry, los Rolling Stones o Depeche Mode, o incluso una serie de televisión emitida entre 1960 y 1964 en la que un par de tipos recorrían el país viviendo aventuras de lo más curioso en su Chevolet Corvette. Pero la Ruta 66 es un icono de la cultura pop estadounidense sobre todo porque es un símbolo de cómo el país se ve a si mismo. Los Estados Unidos fueron construidos sobre la idea del Destino Manifiesto, una ideología que hoy consideraríamos emparentada con el Lebensraum nazi, pero que en el siglo XIX espoleó a cientos de miles de personas a viajar al oeste, más allá del Misisipí, para labrarse su futuro en las grandes llanuras o en la soleada California. De alguna manera, la Ruta 66 es parte del imaginario popular norteamericano por las mismas razones que la Fiebre del Oro de 1849 o el Pony Express. Es la conquista del Oeste, en este caso sin pioneros, colonos o caravanas, sino a lomos de enormes Pontiacs, Chevrolets y Oldsmobiles. EE.UU. es también el lugar donde nació la cultura del automóvil y donde ha alcanzado su máximo exponente. El road trip, el largo y a veces accidentado viaje por carretera por placer o necesidad, es un invento netamente norteamericano, y hay literalmente centenares de películas y libros cuyo argumento gira alrededor del viaje por carretera y sus visicitudes. El viaje como traslado material y simultáneamente como evolución personal es, de hecho, el protagonista de los primeros relatos de la humanidad, y el icono de la Ruta 66 entronca directamente con ellos. De haber transcurrido la Odisea en Estados Unidos, Ulises habría viajado de Los Ángeles a Fort Lauderdale en un Cadillac Eldorado descapotable de 1959.

En 2006 Pixar lanzó la primera película de la que es considerada de forma casi unánime por la crítica como la peor saga de toda su historia: Cars, seguida por Cars 2 y Cars 3 en 2011 y 2017. Pese a la baja estima de la crítica especializada, la saga es, y de lejos, la más rentable de toda la producción de Pixar, y de lejos. Mil y pico millones de dólares en taquilla y, sobre todo, más de diez mil millones en venta de merchandising son los responsables del récord. Antes de su estreno, el título con el que se trabajó en la película era precisamente Route 66; la trama se ambienta en un pueblo ficticio de la ruta al que el automóvil parlante que protagoniza el film llega por accidente. Ese lugar, llamado Radiador Springs, es el epítome de los pueblos de la Ruta y de lo que sucedió con ellos tras la apertura de la Interestatal 40. Rayo McQueen, nuestro Ulises de Pixar, se encuentra un pueblo deprimido, decadente y próximo a su desaparición, donde semáforos ciegos se balancean con la brisa, plantas rodadoras cruzan de un lado a otro de la carretera y en la calzada hay más grietas que asfalto. No es un pueblo fantasma porque entonces la película sería un poco aburrida, pero casi. En el mundo real, en la Ruta 66 que serpentea por diez estados, es bastante común encontrarse derrelictos de la edad de oro de la Calle Mayor de América, como se la conocía.


Antes de su designación oficial como tal, la Ruta 66 era un conjunto de varias carreteras estatales y locales. En 1926 se creó el primer sistema de carreteras numeradas en Estados Unidos y la ruta entre Chicago y Los Ángeles fue agraciada con el número 66, aunque originalmente iba a llevar el número 60. La popularidad de la ruta se debe en parte a que desde el mismo inicio del sistema numerado de carreteras existió una asociación de comerciantes y empresarios que fomentaron el viaje por placer y negocios por la carretera, anunciándose en revistas y vallas publicitarias, y otorgándole a la Ruta 66 el aura de wanderlust que aún conserva hoy en día. Las migraciones de antes y durante la II Guerra Mundial contribuyeron a darle a la 66 el estatus de Main Street of America que la U.S. Highway 66 Association publicitaba. La 66 fue la primera de las carreteras federales que estuvo completamente asfaltada, doce años después de su designación, en 1938.



El incremento del tráfico en la carretera conllevó tanto el desarrollo de los pequeños pueblos situados junto al camino como la creación de otros nuevos, así como la aparición de una red de moteles, estaciones de servicio y restaurantes de carretera destinados a suplir y cubrir las necesidades del creciente número de viajeros. Después de la II Guerra Mundial y tras terminarse las restricciones en la gasolina la Ruta vivió su época de mayor auge. Fueron los años en los que se creó todo un estilo arquitectónico centrado en los edificios construidos al borde del arcén, el Googie o Populuxe. El número de coches circulando por las carreteras norteamericanas se triplicó en apenas 15 años, los que van de 1945 a 1960. Es en esa época en la que nace la concepción del automóvil como extensión natural del hombre y como un derecho inalienable. En 1945 había 25 milones de automóviles circulando en Estados Unidos. En 1960 ya eran 75 millones.




Sin embargo, la época de mayor auge de la ruta fue también la del inicio de su inevitable decadencia. El incremento del tráfico y la cada vez mayor potencia y velocidad de los automóviles dejó rápidamente obsoletas muchas de las carreteras de la red nacional norteamericana. Fue precisamente Eisenhower quien en 1956, y gracias a haber conocido de primera mano la red de Autobahnen creada por el nazismo impulsó un descomunal proyecto de obras públicas para modernizar la red de transporte por carretera en todo el país, creando el Sistema Interestatal de Autovías, que acabó sustituyendo en gran parte a lo largo de los siguientes treinta años al saturado sistema de carreteras de 1926.



La construcción del Sistema Interestatal de Autopistas supuso la ruina para cientos de pequeñas localidades que habían crecido en los márgenes de las carreteras nacionales, al absorber la práctica totalidad del tráfico del que vivían dichos lugares. Poco a poco los negocios que alimentaban a los viajeros fueron desapareciendo o trasladándose a lugares más propicios para su supervivencia, y fueron muchos los lugares que perdieron toda o casi toda su población, extremadamente dependiente del continuo fluir de viajeros de un lado a otro del país. El doble seis fue decomisionado (es decir, dejó de existir a nivel federal) en 1985, aunque desde los años 70 su importancia dentro del gran orden asfáltico estadounidense se había reducido notablemente.


Tras la desaparición oficial de la Ruta algunos de sus tramos pasaron a ser de uso regional o local, mientras que otros simplemente fueron cerrados al tráfico y abandonados. Pero entonces apareció una de las fuerzas más poderosas del ser humano, sólo por detrás de la avaricia y el deseo sexual: la nostalgia. Apenas dos años después del decomisionamiento de la ruta aparecieron las primeras asociaciones para recuperarla. Hoy existen ocho asociaciones, una por cada estado que cruza la carretera, dedicadas en exclusiva a traer de vuelta una época concreta que en realidad apenas duró un par de décadas. Empezaron a proliferar los sellos y señalizaciones de «Historic Route 66», a repararse los tramos abandonados y a fomentar, de nuevo, el turismo en la ruta, y desde 1995 se edita un boletín periódico acerca de los negocios que ofrecen alojamiento y comida en el camino, mayoritariamente de estilo vintage, con sobreabundancia de Googie y Populuxe.



Recorrer los pueblos fantasma de la 66 es visitar además los restos de una época muy concreta que los propios norteamericanos baby boomers identifican con «los buenos tiempos», esa región nebulosa y generalmente embustera de la memoria que nos miente diciéndonos que cualquier tiempo pasado fue mejor. La presidencia de Eisenhower, entre 1952 y 1960, supuso los años de mayor crecimiento del siglo XX en la economía norteamericana y la aparición o popularización de una serie de comodidades que hoy son consideradas básicas en la sociedad, como la televisión, los electrodomésticos (nevera, lavadora) y, claro, el automóvil. Cuando Donald Trump se presenta a las elecciones con el eslógan Make America Great Again está apelando al subconsciente colectivo de una época supuestamente mejor que la actual, que por supuesto no lo era ni remotamente, pero en la que sí que había una confianza brutal en el futuro.

Dentro de una década la Ruta 66 habrá durado más como icono nostálgico que como carretera real. Nuevos museos, restaurantes y moteles retrofuturistas harán las delicias del viajero que busca retornar a una época en la que el futuro era un lugar menos sombrío.
Si te ha gustado esto, dedica un rato (largo) a leer sobre la que algunos llaman la Ruta 66 española: La Nacional 340 (partes 2 y 3).
Si sigues teniendo ganas de leer sobre cosas en los márgenes de la carretera ahí te van varias sugerencias: Las evanescentes áreas de servicio de las carreteras de EE.UU., el maravilloso mundo de las marquesinas de autobús soviéticas, Iconos de la Carretera, alguno de ellos en la Ruta 66 y una segunda parte de lo mismo.
¿Más todavía? Vale. Ahí van más ideas para perder el tiempo
Carreteras de Neón, sobre la arquitectura Googie, que ahora llamamos retrofuturista
La mano del desierto, sobre una escultura bastante extraña
Mazinger Z en Tarragona. En serio.
Mencionas el Pony Express y la conquista del oeste. Curiosidad: en San Francisco existe el Wells Fargo History Museum que habla de ello. Siendo Wells Fargo la empresa que llevaba el Pony Express.
https://theblogbyjavier.com/2014/03/13/wells-fargo-history-museum-at-san-francisco/
En realidad la Wells Fargo se quedó con el Pony Express (sus caballos y postas) cuando la compañía original quebró. Aquí lo conté hace unos años: https://fronterasblog.com/2012/12/11/preferiblemente-huerfanos-pony-express-el-primer-servicio-de-mensajeria-urgente-de-la-historia/
Gracias por la info. Me leo ahora esta otra entrada.
La ruta 40
Y muchas de las de dangerousroads.org
En 2017 hice 1,600 km de la Ruta Nacional 40 en Argentina, desde El Calafate hasta San Martín de los Andes y no me parecio en absoluto peligrosa, a pesar de lo que habia leido con antelacion. La hicimos con un coche sedan (no un todo terreno) y bien. Estaba asfaltada casi en su totalidad, excepto unos 120 kilometros, sobre todo entre El Calafate y Gobernador Gregores, con un tramo de unos 70 km sin asfaltar (lo mas bonito). Y como otro atractivo, la gasolinera en Bajo Caracoles (https://twitter.com/javierirastorza/status/849673136085880833), la unica en un tramo de 300 km.
Tengo entendido que mas al sur, el trazado es peor, pero lo desconozco.
A ver si escribo un post sobre ello algun dia.
La Ruta 40 (y Bajo Caracoles) aparecieron aquí hace un tiempito: https://fronterasblog.com/2011/02/04/las-carreteras-mas-solitarias-de-la-tierra-segunda-parte/
Jajaja… hay de todo, como en botica. Me apunto las otras 4 carreteras para ir por ellas en alguna ocasion 🙂
Añado que hicimos esos 1,600 km con un amigo, mi mujer, y mis dos hijos, entonces con 1 y 4 años… 🙂
Qué valor… ¿no se aburrieron mucho?
Peligrosa no, pero la ruta 40 tiene más alma en 5 km que la 66 en cientos.
Colectivo para llegar al Cerro Torre, larga recta y a lo lejos vemos algo en el centro de la carretera (asfaltada, no de ripio). El autobús poco a poco se va acercando hasta que de pronto majestuoso abre las alas y un cóndor se eleva, descomunal envergadura, y echa a volar. Hace 15 años y me sigue impresionando solo de recordarlo.
Llevas razón. No hiciste comentario sobre su peligrosidad. Ha sido bias mío al ver el enlace de dangerous roads (que ya vi antes de mi viaje) que me ha hecho comentar sobre ello.
Conocido en que a mí también me gustó mucho.
En Venezuela existe la carretera vieja Caracas La Guaira , antes de la autopista era la única via que unia a la ciudad con su areopuerto , hasta que se construyó la autopista con su altísimo viaducto, este un día se cayó y la vieja via había quedado en el abandono siendo inutilizable. No sólo une el areopuerto sino también el puerto. Este viaducto se derrumbó por una extraña intervención en sus pilotes, producto de la corrupción socialista. Se construyó una trocha de emergencia de un solo carril con colas interminables y sino tocaba ir por un camino montañoso que llega en algunos puntos a los dos mil metros y luego baja a cero, iniciandose a los 900 metros.Solo usable con vehículos de tracción en las 4 ruedas.
Leyendo artículos como este me entran ganas de coger el coche, hincharlo de gasolina y empezar a hacer kilómetros hasta donde me lleve la carretera. Me encanta la nostalgia y crear momentos que serán futura nostalgia.
Hola Diego, apenas leyendo este artículo.
Buenísimo.
Mira, soy amante de los viajes por carretera.
¿Cuánto podría tardarse un viaje de ese tipo? LA – Chicago?
Omaha – Chicago en unas 8 horas.
LA- Grand Canyon, otras 8 horas. Eso es ~40%.
Pero lo suyo es hacer muchas paradas.