Estas líneas fueron escritas a lo largo de dieciocho días desde un ordenador portátil marca Hewlett Packard en una habitación de hospital y en la mesa del comedor de mi casa en Barcelona. Sin embargo, para que tú, amable internauta, puedas estar leyéndolas ahora, han tenido que realizar un viaje absolutamente asombroso. Muchos viajes, de hecho. Mientras este artículo tomaba forma lentamente, cada una de las 32 veces que he pulsado el botón de «Guardar borrador», se ha puesto en movimiento la aguja del disco duro de un servidor situado en Chicago, donde tiene su datacenter principal Automattic Inc., la compañía que aloja Fronteras y otros sesenta millones de blogs y páginas web. Una vez publicada esta anotación, una copia de ella se ha transmitido a varios de los casi cuatro mil servidores de la compañía, localizados en 28 ciudades de 17 países. Cada vez que alguien ha decidido dedicar parte de su normalmente escaso tiempo libre a leerla (gracias, por cierto), las 7.847 palabras y los 48.749 caracteres de este texto, transformados en increíblemente breves parpadeos de luz de una determinada longitud de onda, han sido enviados a través de decenas de redes y miles de kilómetros de cables. Dependiendo de la ubicación física del lector estas líneas les habrán sido enviadas desde una ciudad u otra. Los lectores españoles de Fronteras (un 45% del total, por si os interesa saberlo) probablemente hayan recibido la copia almacenada en Madrid, aunque una cuarta parte de ellos leerán exactamente el mismo texto pero alojado en Ámsterdam, Londres, París o Milán. Los lectores que hayan accedido desde América del Sur (más o menos un 30%) se habrán conectado casi con total seguridad a los servidores que almacenan esta entrada en Sao Paulo, mientras que los centroamericanos habrán recibido sus bits desde Miami y los mexicanos (un 10% de los lectores) desde Dallas, Atlanta o San José, California. No concebimos Internet como algo físico y tangible, pero lo es, y mucho. Dos de las características de la Red son su descentralización y su instantaneidad, pero ni la una ni la otra lo son tanto como creemos. El componente geográfico de la Red es totalmente indisociable del mismo concepto de Internet y es, de hecho, una parte fundamental de su funcionamiento. De los mineros de bitcoin chinos a los datacenter submarinos de Microsoft, todo lo que llamamos Internet se encuentra en algún lugar o, más habitualmente, en muchos lugares a la vez. En gran medida Internet es, como decía aquel senador de Alaska, una serie de tubos, decenas de millones de kilómetros de ellos. Hoy en Fronteras vamos a esbozar un mapa de esos tubos.
En alguno de los servidores que aparecen en este vídeo estaba alojado este blog allá por 2009 (Barry at WordPress)
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