El humor alemán tiene la misma buena fama que la gastronomía británica o la ingeniería india. Pero hay que reconocerles que a veces tienen cierta gracia. Esta es una historia de entreguerras y los conceptos «Alemania» y «humor» en esa época no se llevaban del todo bien, pero digamos que es una excepción. En 1918 Alemania inauguró su tradición de perder guerras mundiales. Como consecuencia y tras la firma del Tratado de Versalles, las potencias vencedoras decidieron ocupar una parte del país, concretamente la orilla oriental del Rin, lo que conocemos en castellano como Renania. Británicos, belgas, franceses y norteamericanos se repartieron zonas de influencia al oeste del río. Centrándose en una ciudad, trazaban una circunferencia en el mapa: todo lo que quedara dentro del círculo, quedaba bajo su control. Americanos y franceses no se percataron de un detallito: sus zonas de ocupación no se superponían, lo que dejaba un pedazo de territorio entre ambas. Un territorio que no tenía conexión con el resto de la Alemania sin ocupar y que por tanto, quedó completamente aislado. Y debido a que las zonas de ocupación aliadas eran circulares, la silueta de esta tierra de nadie adoptó la forma del cuello de una botella: El Estado Libre de Gollete.









