Existe un rincón en la Unión Europea donde las mujeres no pueden entrar. Es más, ni siquiera pueden acercarse a menos de 500 metros de la costa. 339 kilómetros cuadrados donde la mitad de la población mundial no tiene derecho a poner un pie. Y de hecho, de la otra mitad están excluidos casi todos, porque el lugar admite muy pocos visitantes (110 al día). Hablamos de un lugar que sobre el papel es parte de Grecia, pero gobernado de forma directa por un señor que vive en Turquía. Un punto en el mapa que pertenece al siglo XXI y se rige con reglas del siglo X. Bienvenidos al Monte Athos, el último rincón del medievo en Europa.

El 26 de marzo de 1995 entró en vigor el tratado de Schengen en seis países de la Unión Europea, que abolieron desde ese momento sus fronteras interiores para los viajeros, eliminando la necesidad de usar pasaporte para circular por cualquier medio entre ellos. El 1 de enero del año 2000 Grecia fue el noveno país en unirse al Territorio Schengen. El tratado establece la completa libertad de bienes y personas dentro de los límites de los países adheridos, y el traslado de los controles a las fronteras exteriores de la Unión Europea. Sin embargo, el Monte Athos, que forma parte de un país firmante del tratado, está no sólo fuera de los límites de Schengen sino de los limites de la propia Grecia. Entrar al monte Athos es más complicado que hacerlo a Corea del Norte. Para empezar, es obligatorio no ser mujer, un requisito que descarta a uno de cada dos habitantes de la Tierra. Además, es más que recomendable pertenecer a la Iglesia Ortodoxa. El cupo de visitantes no ortodoxos asciende a la exigua cantidad de diez al día. Tampoco es que puedan ir muchos ortodoxos: cien visitantes diarios es lo máximo que admite el lugar. Al menos, eso sí, la estancia es gratis; un día cualquiera hay entre mil y mil doscientos peregrinos durmiendo en el lugar. Para visitar el Monte Athos (que además de una colina es una península) hace falta solicitarlo por vía telefónica y declarar cuáles son los motivos de visita al lugar. El turismo no es admitido como tal. Si el funcionario de turno admite a trámite la petición, hay que enviar copia del pasaporte por correo postal y esperar la respuesta, que puede demorarse unas semanas. Si esta es positiva, el viajero deberá recoger su visado en Uranópolis, a pocos kilómetros del límite con el territorio del monte, y tomar allí un ferry. Athos no es una isla, pero no tiene conexiones por carretera con el resto del país.


¿Y por qué entrar a un rincón de Grecia exige semejante cantidad de condiciones? Como el lector habrá adivinado, los motivos son religiosos. En la península del Monte Athos se encuentran veinte monasterios de la Iglesia Ortodoxa, el más antiguo de los cuales fue fundado en el año 963, antes incluso del cisma entre las Iglesias de Oriente y Occidente. Ya existían, sin embargo, pequeñas comunidades religiosas antes de esa fecha; fue en el año 885 cuando una bula de oro (como las bulas papales pero en su versión de Constantinopla, a cuyo Patriarca deben obediencia los monjes ortodoxos) declaró que el Monte Athos sería considerado tierra consagrada al monacato, y ese es el origen del actual enclave: un documento de hace más de 11 siglos, que se conserva, dicen, en el Monasterio de la Gran Laura.

Durante los siguientes siglos Athos se convirtió en lugar de peregrinación para los miembros de la Iglesia Ortodoxa de todos los países. Nuevos monasterios se fundaron en la península con monjes provenientes de Rusia, Serbia, Albania o Egipto. La caída de Constantinopla en 1453 no afectó a la integridad del lugar, puesto que los monjes juraron lealtad a los nuevos amos otomanos. Es una constante histórica: casi cuatro siglos más tarde harían lo propio con Adolf Hitler, al que llamarían «Alto Protector de la Montaña Sagrada», con gran regocijo por parte del austríaco. En una guerra en la que Grecia resultó devastada económica y materialmente, el Monte Athos permaneció intacto.

Grecia se independizó de los turcos en 1821, aunque el Monte Athos no fue obtenido para la entonces monarquía helénica hasta casi cien años después, tras la primera guerra balcánica. En 1913 los monjes de la península reconocieron a los Reyes de Grecia como sucesores de los emperadores bizantinos y por tanto reconocieron su autoridad y la pertenencia a Grecia del territorio del ente religioso, no sin cierta oposición de Rusia, que pretendía hacer valer sus derechos teniendo en cuenta que la mayoría de los monjes por aquella época eran de esa nacionalidad. Finalmente varios tratados internacionales entre 1913 y 1921 confirmaron la helenidad del lugar, aunque el control del estado griego sobre el territorio atonita se realiza a través del Ministerio de Asuntos Exteriores. El gobierno autónomo del territorio lo ejercen los propios monjes a través de una asamblea con 20 miembros, uno por monasterio.

En griego al Monte Athos se le llama «Montaña Sagrada» y al ente político autónomo «Estado Atonita». Cuando Grecia entró en la Unión Europea en 1981 la península monacal quedó excluida expresamente de la mayor parte de los acuerdos que el estado griego pudiera firmar. Por eso se mantiene el veto a las mujeres, por ejemplo. La prohibición del género femenino procede del siglo XI (otra bula de oro), y hunde sus raíces en una leyenda falsa, como casi todas, que dice que la Virgen María pasó por allí de camino a otra parte. El monte es denominado por los monjes en ocasiones como «Jardín de la Virgen», y ninguna mujer es digna de pisarlo porque ninguna mujer es tan santa como la Madre de Dios. Según la norma la presencia de mujeres en el estado monástico perturbaría la armonía y la paz espiritual de los monjes. Al menos dos mujeres se han colado disfrazado de hombres: la escritora francesa Maryse Choisy en los años veinte y la Miss Europa Aliki Diplarakou, una década más tarde. El caso de esta ultima provocó que el parlamento griego aprobara una ley que preveía penas de un año de cárcel para las mujeres que osaran poner un pie en territorio monacal. Pero hay más: el veto al sexo femenino se extiende a los animales. Ni gallinas ni vacas pueden vivir en la península, sin que se entienda demasiado bien qué tienen que ver una cabra o una yegua con perturbar la vida monacal. No me miréis con esa cara, yo sólo os cuento lo que hay.

El caso es que la armonía y la paz distan mucho de ser completas. La península es hogar de algunos de los grupúsculos más exaltados de la ortodoxia, cuya principal preocupación es que el Papa de Roma y el Patriarca de Constantinopla osen hablar entre ellos de vez en cuando. El monasterio más rebelde es el de Esfigmenu, en cuya puerta hay clavado un cartel que reza «Ortodoxia o Muerte». Cuando en 1964 el Patriarca Atanágoras se juntó con el Papa Pablo VI para rezar (y para buscar el apoyo del mundo católico ante la amenaza real de ser expulsado por Turquía, que se llevaba y se lleva bastante mal con Grecia) los monjes de Esfigmenu se declararon en rebeldía y acusaron al mandatario constantinopolitano de masón, católico y otras cosas horrendas. Cuatro décadas después otro Patriarca decidió echarlos del monasterio y reclamó al gobierno griego que ejecutara el desahucio, pero los monjes se negaron. Se les cortó el agua, se les prohibió el acceso a medicinas y alimentos (que siguen obteniendo de contrabando) y al final, una década más tarde, el gobierno griego envió a los antidisturbios para el desalojo. Lo que vino después fue una batalla campal con lanzamiento de piedras y cócteles molotov, amenazas de inmolación y violencia desatada que logró su objetivo, puesto que la policía no pudo echar a los monjes. Posteriormente, además, fueron absueltos de su comportamiento violento por la justicia griega, así que allí siguen, sin que nadie les mueva del monasterio semiderruido.


Por cierto que los zumbaos de Esfigmenu no son los únicos que han tenido problemas con la ley, ni mucho menos. Lo cierto es que varios de los monasterios tienen posesiones fuera de la península monástica y las utilizan para financiarse. En 2009 el público asistió atónito al estallido del Caso Vatopedi, un escándalo de corrupción que afectaba al abad del monasterio del mismo nombre, al que se acusó de haber intercambiado terrenos rústicos de nulo valor por inmuebles del estado griego en Atenas, broma que les costó 100 millones de euros a los ciudadanos griegos. El escándalo acabó con el gobierno conservador y con el abad en la cárcel, entre la ira de los religiosos más exaltados, incluido un grupo de rock cristiano compuesto por monjes. Finalmente el monje fue absuelto por falta de pruebas en 2017.

Los monasterios del Monte Athos son el único lugar de Europa que sigue usando el calendario juliano, actualmente trece días por detrás del gregoriano. Athos es una reserva espiritual griega no sólo en el sentido religioso, sino también cultural. Es lo único que queda de lo que en su día fue un dominio cultural notable en el Mediterráneo Oriental, y por eso se toleran privilegios provenientes de la Alta Edad Media. La mayoría de los monjes y los monasterios son griegos, pero hay recintos búlgaros, albaneses y, sobre todo, rusos. El gobierno de Vladimir Putin ha mostrado un interés muy especial en la península, que visitó en 2016 junto con varios altos cargos de la Iglesia de Moscú, la misma Iglesia que unos años después prohibiría a sus fieles comulgar de manos de cualquier sacerdote bajo autoridad constantinopolitana, en medio de la guerra desatada entre los patriarcas de Moscú y la capital bizantina por la invasión rusa de Ucrania y las tradicionales pretensiones imperiales moscovitas. Constantinopla aceptó separar al patriarcado de Kiev de su superior ruso y eso es algo que en Moscú no le perdonan, amenazando con otro cisma en el cristianismo. Por su parte, el gobierno griego se muestra muy reticente ante el hecho difícilmente discutible de que el interés ruso en el estado monacal va más allá de lo puramente religioso, y más teniendo en cuenta los antecedentes tanto de la Rusia zarista como del propio Vladimir Putin, llegando a negarle el visado a altos cargos de la Iglesia Ortodoxa Rusa por considerar que son poco más que lacayos del Kremlin.

Lecturas recomendadas: El Orden Mundial, BBC, El País Semanal, Wikipedia (EN), New York Times, Condé Nast, El Mundo.
Me habían dicho que también los catalanes tienen el acceso prohibido desde la época de los almogávers. Sabes si es cierto?
Pues no sé si será cierto… pero si así lo es y además es debido a las andanzas medievales de los almogávares ´tiempos en que el ducado de Atenas y Neopatria eran parte de la Corona de Aragón, es lógico pensar que también los baleares, valencianos, aragoneses, napolitanos y habitantes del sur de Francia (condados de Foix, Narbona, Montpellier, además del Roselló) tampoco serán muy bien vistos ahí al formar también parte de las Compañías almogávares de la Corona de Aragón.
https://es.wikipedia.org/wiki/Gran_Compa%C3%B1%C3%ADa_Catalana
A pesar de la muerte de su líder y de gran parte de sus efectivos, la Compañía logró sobrevivir y se hizo fuerte en Tracia y Macedonia, devastando durante dos años el territorio bizantino en lo que se llamó la Venganza catalana. El recuerdo de esta devastación perduraría en la memoria de los pueblos de la zona durante siglos, de tal forma que los monjes del Monte Athos llegaron a prohibir la entrada a ciudadanos catalanes hasta el año 2000.
https://planetatour.wordpress.com/2016/09/06/monte-athos/
¿Usan el calendario Juliano?
¿Cómo hacen entonces para no confundirse cuando tienen que actualizar la versión de whats app? (es un chiste malo)
Me ha dado mal rollo la foto de las calaveras. No obstante, no sé muy bien que venía esperando considerando que esta gente vive 10 siglos atrás con respecto al resto de la humanidad
Para evitar cualquier «tentacion sexual», las mujeres tienen prohibida la entrada en todo el territorio del Monte Athos. La prohibicion tambien se extiende a las hembras domesticas, excluyendo los gatos. Sin embargo, durante la Guerra Civil Griega, la peninsula acogio a multiples refugiados incluyendo a mujeres y ninas.
Este lugar resulta bastante escalofriante, se quedaron en otra época.