La Isla Fantasma que le quitó la Antártica al Ecuador

Una vez más el trasero de este incompetente bloguero se ve salvado por la colaboración de uno de sus escasos, pero no por ello menos inmerecidos lectores. En esta ocasión Francisco Bustamante nos deleita con la historia de la Antártica Ecuatoriana, una reclamación bastante bizarra que tuvo un final no menos sorprendente. Que ustedes la disfruten

Las fronteras de la Antártica (o Antártida si lo prefieren) son de por si bastante curiosas, y solo pueden compararse a cortar trozos de un gigantesco pastel blanco que se deshace día a día. Hoy en día los reclamos están congelados por el Tratado Antártico, un legado de la guerra fría que ha permitido que no se haya destruido ni explotado a gran escala el continente blanco. Otra cosa es la historia de las reclamaciones de pedazos de ese pastel helado; algunas pocas quedaron protegidas por el tratado, pero otras, las más, quedaron olvidadas en el anecdotario de la historia. Allí está Nueva Suabia, y por supuesto, la famosa Antártida Ecuatoriana. Ahora bien, Ecuador es un país tropical, tierra de plátanos y tortugas, a mucha honra. ¿Qué tiene que ver con continente antártico?

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Monte Athos, el último rincón del medievo en Europa

Existe un rincón en la Unión Europea donde las mujeres no pueden entrar. Es más, ni siquiera pueden acercarse a menos de 500 metros de la costa. 339 kilómetros cuadrados donde la mitad de la población mundial no tiene derecho a poner un pie. Y de hecho, de la otra mitad están excluidos casi todos, porque el lugar admite muy pocos visitantes (110 al día). Hablamos de un lugar que sobre el papel es parte de Grecia, pero gobernado de forma directa por un señor que vive en Turquía. Un punto en el mapa que pertenece al siglo XXI y se rige con reglas del siglo X. Bienvenidos al Monte Athos, el último rincón del medievo en Europa.

Vista parcial del Monte Athos (Omhksea)

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El Principado del Outback: Hutt River

La Ogilvie Road es una polvorienta pista de grava de poco más de un par de metros de ancho que avanza flanqueada por arbustos en interminables rectas donde uno nunca llega a ver el final hasta que se lo encuentra como si acabaran de ponerlo allí mismo. La única distracción para la vista son unos cuantos eucaliptos a ambos lados de la carretera; circulamos en los kilómetros finales del Bush, el nombre que los australianos le dan coloquialmente a lo que queda entre la costa y el desierto que ocupa casi toda la superficie del continente, el Outback. Pero lo cierto es que no hay mucha diferencia entre este paisaje y el del desierto australiano, ambos son igualmente áridos e inquietantes. Desde este lugar en mitad de la nada Perth, la capital de Australia Occidental, queda a casi siete horas en coche, y Sídney, a tres días de viaje en tren. Nada quiebra la desolación del terreno salvo un cartel en el que se nos indica que acabamos de cruzar un límite internacional. Es sorprendente teniendo en cuenta que Australia no tiene fronteras internacionales, pero este país posee una infinidad de rarezas, y acabamos de entrar en una: el Principado de Hutt River.

Hutt River1© Dilettantiquity | Flickr

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El hombre que conquistó Bir Tawil para su hija

Los más veteranos de los lectores que pastan por este su humilde blog recordarán Bir Tawil, aquel pedazo de desierto entre Sudán y Egipto que, fuera de la Antártida, es el único territorio considerado Terra nullius en todo el mundo. Permanece sin reclamar puesto que  tanto Egipto como Sudán lo consideran parte del territorio del vecino, y esto es así debido a que unos kilómetros más allá hay otro territorio, con petróleo y esas cosas, que los dos países reclaman, y debido a los tratados internacionales de delimitación de fronteras que los británicos hicieron a principios del siglo XX, reclamar uno de los territorios implica necesariamente considerar el otro como parte del país vecino. Así pues, los dos países lo consideran ajeno y nadie más lo considera como propio, por lo que es tierra de nadie. Un avispado estadounidense decidió que, oye, si no es de nadie no pasa nada porque vaya uno allí y se lo apropie, y aparentemente eso es lo que ha hecho. Ir allí, proclamarlo territorio independiente y nombrar princesa a su hija. Ahí es nada.

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Jeremiah Heaton y su hija Emily, con la bandera de su principado, hecha en casa.

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La Micronesia española

De todos los territorios que en algún momento de los últimos siglos estuvieron bajo control de España, probablemente los menos conocidos sean las islas del Pacífico. Durante los siglos XV y XVI la monarquía hispana lanzó varias expediciones al Pacífico Sur que se saldaron con suerte desigual, pero que incorporaron decenas de islas y atolones al imperio. Entre otros, los actuales territorios de Palaos, Micronesia, las Islas Salomón, las Marshall o Vanuatu, y también parte de Kiribati. Las colonias españolas en el Pacífico también abarcaban Filipinas, Guam y las Islas Marianas del Norte, lo que unido al dominio de la mayor parte del continente americano convirtió a España en la principal potencia del Pacífico durante siglos. La historiografía posterior llamaría «el lago español» al Océano Pacífico, tal era el dominio de los barcos españoles en él.

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Imperio Español en Asia y Oceanía. En rojo, los territorios dependientes de la Capitanía general de Manila. En fucsia, los territorios ocupados de forma breve o apenas explorados. En Morado, los territorios que fueron parte del Imperio Español durante la unión dinástica con Portugal (1580-1640)

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Las quince islas desiertas más grandes de la Tierra

Según diversos estudios acerca de la psicología y la sexualidad masculinas, una de las fantasías eróticas más recurrentes entre los varones occidentales es quedarse varado en una isla desierta con la mujer de sus sueños o, mejor todavía, con varias mujeres. En el imaginario colectivo, una isla desierta es un lugar medianamente paradisíaco, con sus palmeritas, sus playas de arena blanca y fina y sus cocoteros de los que obtener leche fresca cuando uno lo desee. Bueno, pues siento decepcionaros. Ni una sola de las islas que hoy vamos a visitar siquiera se parece a esa isla desierta ideal. Si uno aterrizara en ellas con la mujer de sus sueños, probablemente fallecería junto con ella en menos tiempo del necesario para que alguien los echara de menos en casa. Hoy vamos a repasar la lista de las islas desiertas más grandes del mundo.

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Si estás pensando en esto… vete olvidando. 

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Rockall, la piedra donde termina Europa

El 21 de septiembre de 1955, un helicóptero de la Marina Británica aterrizó en un minúsculo islote en mitad del Océano Atlántico Norte y depositó allí a tres militares y un científico, que procedieron a izar una Union Flag y a fijar con cemento una placa según la cual  tomaban posesión del lugar en nombre de Su Majestad La Reina Isabel II. El tamaño de la isla donde habían aterrizado superaba por poco el de una pista de baloncesto. 31 metros de largo por 25 de ancho, y era notablemente escarpado; en su punto más alto alcanzaba los 21 metros. La tierra habitada más cercana estaba en las costas de las Hébridas Exteriores, a más de 350 kilómetros de distancia. En definitiva, el lugar era un peñasco en mitad de la nada oceánica. ¿Para qué demonios quería el Reino Unido una roca enorme completamente aislada? Esta es la historia de Rockall, la piedra donde termina Europa.

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Dormir con la cabeza en Suiza y los pies en Francia. El hotel en dos países.

El Hotel Arbez es un pequeño establecimiento de dos estrellas a cuarenta kilómetros al norte de Ginebra. Un agradable y pacífico hotelito de montaña, construido en el siglo XIX en estilo alpino, con sus vigas de madera y su cocina rural, a mil cien metros de altitud, frecuentado por excursionistas y esquiadores. Un hotel de lo más normal salvo por un pequeño detalle. Se encuentra situado exactamente sobre la frontera entre Francia y Suiza y es, probablemente, el único hotel binacional del planeta. El comedor, la cocina, la tienda de recuerdos, los pasillos y varias habitaciones son cruzados por el límite internacional, en un caso único en el mundo. Un tipo que escribe un  blog llamado Fronteras sólo puede hacer una cosa cuando conoce la existencia de un lugar así, y es visitarlo. Esta es la historia del hotel donde puedes dormir con la cabeza en Suiza y los pies en Francia.

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El país de los Pirineos

La frase que da título a esta entrada fue utilizada por las autoridades de Andorra como parte de las asiduas campañas de promoción turística del Principado en España. Y el caso es que, si nos ponemos puristas (extremadamente puristas, añado), es incorrecta, puesto que Andorra no es «el» país de los Pirineos, sino «un» país de los Pirineos. Existe otro país, prácticamente desconocido para el resto del mundo, que, técnicamente al menos, merece también esa denominación. Se trata de la minúscula República de Goust, un pequeño enclave en los Pirineos, a 24 kilómetros de la frontera hispanofrancesa, que pertenece a Francia, y sin embargo oficialmente nunca ha sido anexionado al país galo.

Vista de Goust y el valle que lo rodea. © Jean M. Ollivier

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