Cosas que hacer en Europa cuando estás muerto… de frío

Hay quienes dicen que llegada una edad es hora de asentar la cabeza. Decepcionémosles.

Ignacio Izquierdo. Crónicas de una cámara.

Supongamos que un bloguero cualquiera tiene un trabajo que, por regla general, implica madrugar y conducir mucho. ¿Qué es lo que haría si tiene un par de días de vacaciones? ¡Exacto! Emplearlos en madrugar más de lo normal y conducir más de lo humanamente recomendable. Si a ello le añadimos la mayor ola de frío que ha padecido Europa en décadas, ¿qué tenemos? Efectivamente, un bloguero congelado en mitad de la autopista. Aprovechando un viajecito cortesía de la empresa que me permite pagar la conexión a Internet y, por tanto, martirizar a mis lectores con esta clase de entradas, me fui a conocer dos lugares que llevaba tiempo queriendo visitar; Baarle y el trifinium del Monte Vaals. Esta es la crónica.

Hace frío, claro que hace frío. ¿Dónde creías que estabas? ¿En Florida?

Bienvenido a Groenfrancia

La noche antes de cualquier viaje me cuesta dormir. Es una tradición que resulta algo molesta cuando hay que conducir seiscientos kilómetros al día siguiente, pero las tradiciones, como las rubias en los bares, están para seguirlas. De natural confiado, dediqué parte de mi insomnio a estudiar la situación meteorológica en los lugares por donde tenía previsto pasar. Con el caos y el desorden provocados por la intensa nevada en el Reino Unido como portada de los periódicos, la cosa prometía ser entretenida. A la mañana siguiente el avión de Vueling se colocó en su sitio a la hora prevista (las seis de la mañana), mientras yo apuraba un pitillo en el patio de fumadores del Aeropuerto del Prat. Como es costumbre de la casa, las azafatas nos tutearon al darnos las indicaciones:

– Por favor, abróchate el cinturón de seguiridad

– Sí cariño.

– Recuerda que tienes un chaleco salvavidas bajo el asiento.

– Sí cariño.

– Coge el abrigo que en París hace mucho frío. Ah, y el paraguas, que nunca se sabe. Y no te olvides el bocadillo para el camino.

– …

Y así. Es posible que esta última parte la soñara, porque me quedé roque aproximadamente a los doce segundos de despegarse las ruedas del suelo. Cuando me desperté sobrevolábamos el norte de Canadá, o eso parecían las afueras de París desde las alturas, convertidas en un inmenso tapete blanco hasta donde abarcaba la vista, que desde dos mil metros de altura es bastante. El piloto nos anunció que encontraríamos en Orly una agradable temperatura de aproximadamente doce grados bajo cero. Es la misma temperatura a la que se conserva la carne en el congelador de mi casa. Y, francamente, no suele tener muy buena pinta cuando la saco.

Si quieres comer caliente métete en la nevera

Así que aterrizamos en Orly a la hora prevista, con el sol dudando entre salir o llamar al trabajo para decir que no iba. A doce grados bajo cero los pulmones duelen si respiras hondo, los cafés con leche son útiles como arma arrojadiza y la nieve está tan dura que podría usarse como sustituto barato y ecológico del cemento. Así que no me sorprendí en exceso cuando descubrí el estado fascinante en el que se encontraba mi coche, más parecido a un cubito de hielo con ruedas que al Clase Económica Peugeot 106 o similar que me había agenciado en la web de la Hertz. Debajo del hielo se encontraba un Chevrolet Matiz, que es la versión coreana de un Seat Panda. Es un vehículo con las prestaciones de un Vespino y el consumo de un Porsche Cayenne, que da la impresión de llevar las de perder en caso de chocar contra una bicicleta. Con eso me iba a lanzar yo a poner mi particular pica en Flandes.

Sobre estas líneas, presentación del Chevrolet Icecube. Debajo, las espléndidas vistas desde el interior.

El barcelonés errante

Dediqué los primeros treinta minutos de mi viaje a retirarle la capa de hielo al parabrisas. Pese a su aparente fragilidad, el coche arrancó a la primera, así que sin perder más tiempo emprendí el camino de Baarle. Pronto tuve mi primer contacto con la manera de conducir parisina, una mezcla entre Hannibal Lecter y un mandril con hemorroides. Después de sobrevivir a la circunvalación de París no tuve demasiados problemas em seguir camino hacia Lille, primero, y hacia Bélgica después. Cerca de la frontera paré a comer en un Quick. Como los gabachos son raros, al McDonalds le llaman macdó y a la Cocacola le llaman cocá, así, arrugando mucho los morritos, decidí mimetizarme con el paisanaje pidiendo una hambú avec patá et cocá, pero por algún motivo la cajera del McAuto (todos los drive thru de comida rápida se llaman macauto igual que todos los camareros se llaman perdona) no me entendió. Aprovechando la parada me acerqué a la frontera francobelga, en un pueblo llamado Mouscron en un lado y Neuville-en-Ferrain en el otro. Como suele pasar, el lado belga estaba lleno de gasolineras y estancos y el lado francés estaba lleno de franceses.

Yo no me aventuraría a cruzar la frontera por las noches (ver en Google Maps)

Nunca he estado en el Caribe, pero he estado en Baarle

Como dijo Hitler en otras circunstancias, cruzar Bélgica es sencillo, rápido e indoloro. Antes de darme cuenta había llegado a Baarle y estaba buscando como un poseso marcas en el suelo que me indicaran dónde carallo estaba la frontera. Cualquiera que me viese pensaría que había perdido una lentilla. Para mi desgracia, la gruesa capa de nieve y hielo que cubría la mayor parte de las aceras del pueblo hacía invisible la frontera, salvo en la calzada, donde los discos plateados que indican los límites de cada país permanecían al descubierto. Pese a ello, encontré la mayor parte de lo que andaba buscando, incluyendo la cervecería binacional, y salí de allí con un mapa de la localidad y varias cervezas fronterizas, más contento que unas castañuelas. Siguiente parada: Moresnet.

Leaving Baarle

¡Aachen! ¡Jesús!

Justo a la salida del pueblo el GPS se quedó sin batería, y fue ese, y no otro, el instante en el que recordé que tenía que meter el cargador para el coche en la maleta. Un poco tarde, tal vez. Me las apañé para cargar el navegador con el portátil y enfilé hacia Eindhoven y Maastrich (jesús). (¿He usado antes ese chiste?). Cuanto más al sur conducía más nieve se acumulaba en las cunetas, lo que me preparó para los cincuenta centímetros de nieve que cubrían gran parte de las afueras de Aquisgrán, incluído Kelmis, el pueblo belga que en otros tiempos formó parte de Moresnet, y en el que había reservado una habitación.

Cuando llegué al hotel, sobre las ocho de la tarde, la temperatura tan cálida como el recibimiento a George Bush en una convención de Al Qaeda y tan agradable como una patada en los testículos. Ocho grados bajo cero. Como muestra de hospitalidad internacional, encontré un cartel en la puerta del hotel que rezaba «NO HAY NADIE. SI NECESITA ALGO LLAME A ESTE NÚMERO», seguido de un teléfono belga y otro alemán.  La persona que me atendió al otro lado de la línea no hablaba inglés, y mi francés, en fin, ya han leído lo de la hambú con patá, así que tuve que esperar unos minutos mientras Fransuá llamaba a Arnó y Arnó llamaba a Yurguen hasta que alguien me confirmó que a) se les había olvidado que tenían una reserva y b) que en un ratito venían a abrirme el hotel. Al menos no me cobraron la noche, quizá porque, sencillamente, no les apetecía salir de casa con semejante frío. Ni para cobrar.

Elegí un mal día para olvidar la bufanda

Amanecer en Siberia

El segundo día amaneció prometedor. Cuando me fui a la cama, algo hecho polvo después de conducir seiscientos kilómetros por Alaska, el frío en la calle era aterrador, pero no caía ni medio copo del cielo. Seis horas más tarde la cosa había cambiado ligeramente. Mi pequeño moco con ruedas de la Hertz estaba cubierto por un palmo de nieve, al igual que todas las calles del pueblo, todas las carreteras de los alrededores y, en general, cualquier lugar situado al norte del Estrecho de Gibraltar. En la CNN anunciaban que el gobierno alemán estaba recomendando a sus ciudadanos que no salieran de casa y que hicieran acopio de víveres. Y yo pretendía entrar al país con el coche de Pedro Picapiedra. Para mayor diversión los de la Hertz habían olvidado incluir las cadenas, y yo había olvidado comprobarlo antes de salir, veinticuatro horas atrás. Mi excusa es que el frío me congela el cerebro, ¿cuál es la de la Hertz, eh, eh? Armado de lo que yo denomino osadía y mi mujer carencia absoluta de algo remotamente parecido a la sensatez decidí, pese a todo, dirigirme al monte Vaals.

Nuevo Chevrolet Snowy. Disponible sólo en blanco.

Cómo conducir mirando por la ventanilla del copiloto

Conducir sobre la nieve es tan sencillo como olvidarse de chorradas como el movimiento rectilíneo y uniforme. El coche va donde le sale de las narices y punto. Lo de girar el volante se convierte básicamente en un gesto orientativo, que indica al coche dónde, quizá, si tiene ganas y, bueno, no le molesta mucho, podría dirigirse. Si hace el favor. Que eso amarillo es un autobús. La mitad de las veces no hace mucho caso, la otra mitad no hace ninguno. Así que aprendí el entretenido arte de contravolantear. A veinte kilómetros por hora. Si alguien me hubiera grabado y posteriormente reprodujera la grabación a cámara rápida parecería Carlos Sainz en el Rally de los Mil Lagos. A velocidad normal parecía un novato en un coche de bolsillo de color indefinido tratando de no estamparse contra las aceras.

El caso es que intenté llegar al monte Vaals. Primero desde el lado belga. En el pueblo de Neu Moresnet no pasaba un quitanieves desde la muerte de Carlomagno, así que desistí rápidamente, no sin antes aterrorizar a los escasos viandantes con mi experimentado pilotaje. Desde Vaals (Holanda) la cosa parecía más sencilla, pero una de las cuestas que llevaban al lugar acumulaba tanto hielo que tuve que desistir. Finalmente lo intenté desde Aquisgrán, con idéntico resultado. Pensé en dejarlo para otra ocasión, pero uno se debe a sus lectores, así que decidí seguir adelante a pie. Con un par.

Por aquí se negó a subir mi coche. Debajo, el lugar donde lo aparqué.

Tripoint FAIL

Aparqué el coche en una calle con medio metro de nieve en las aceras y donde los padres de familia se ejercitaban con las palas en la puerta del garaje para sacar sus Audis, y me dispuse a recorrer un camino que haría que la Larga Marcha de Mao pareciera ir al súper a por leche y huevos. Mi preparación era excelente. No llevaba bufanda, no llevaba calzado ni ropa de invierno y no llevaba gorro. Mejor no me presento a ningún concurso de supervivencia. Recorrí como dos kilómetros por una calle llamada Drëilanderweg (camino de los tres países), que desembocaba en una especie de finca particular. Como la verja estaba abierta, entré abriéndome paso a través de los sesenta centímetros de nieve que cubrían todo el campo. Desde el interior vi, por encima de los árboles, la torre de observación que sabía que se alza junto al trifinium, así que me dirigí hacia allí. Al final del camino me encontré una maravillosa puerta cerrada sobre la nieve, que me obligó a volver sobre mis pasos y a plantearme determinadas cosas sobre mi capacidad de orientación

Lo del suelo son mis huellas, dejadas por mis sufridos y congelados pieses.


Dreiländerpunkt WIN

Mientras empezaba a pensar que el tripoint iba a ser más difícil de alcanzar que el Polo Norte en bicicleta, descubrí dónde había estado mi error. El camino de los tres países (Dreiländerweg) no lleva al Punto de los tres países (Dreiländerpunkt). Bravo por la claridad alemana. Describir mi estado a esas alturas resulta difícil. Acababa de recorrer inútilmente varios kilómetros a través de la nieve, que me llegaba hasta las rodillas, en medio de una ventisca y una nevada que me habían dejado el abrigo y la barba enharinados y la cara congelada, y la temperatura no tenía pinta de acercarse demasiado a los cero grados. Así que una vez más me acordé de los lectores, y de sus antepasados, y, sobre todo, de los míos, y pensé que quién carajo me mandaría meterme a mi en estos fregaos, pero proseguí el camino. No mucho después, lo encontré. El trifinium. La triple frontera. Alemania, Bélgica y Holanda toas junticas. El festival de Eurovisión, vamos.

Sobre estas líneas, la señal que observé antes de perderme miserablemente. Debajo, la indicación que vi demasiado tarde


El descanso del guerrero

Después de casi dos horas de marcha sobre la nieve, mi estado era próximo a lo lamentable, pero estaba de buen humor. El buen humor se convirtió en auténtica euforia tras realizar un maravilloso descubrimiento. En la parte holandesa de la frontera había un bar abierto; en mi estado era algo así como si Sir Edmund Hillary y Tenzing Norgay se hubieran encontrado un Kentucky Fried Chicken en lo alto del Monte Everest. Después de zamparme dos platos de crema de champiñones bien calientes salí a tomar fotos del lugar, explorar la frontera, subirme a los sitios donde me dejaran y, en definitiva, hacer el ganso un rato. Me lo había ganado. Un grupo de irlandeses que había ascendido a pie desde el Vaals me sacó algunas fotos haciendo el pardillo en el punto más alto de Holanda, que está a seis metros de Alemania y a diez de Bélgica. 321 metros de altitud. Chínchate, Hillary.

Sobre estas líneas, la triple frontera BEDENL, o Alemania, Bélgica y Holanda. Debajo, el punto más alto de los Países Bajos, que no se llaman así por casualidad.

Arriba, las banderas de Bélgica, Alemania, Holanda y la UE en el lado holandés de la frontera. Detrás, la torre de observación (en Bélgica), cerrada por vacaciones (tampoco había mucho que ver en un día como ese). Bajo estas líneas, el monolito de la triple frontera y un panel indicando el antiguo límite de Moresnet.

El hombre que subió a una colina y bajó de un glaciar

Tras abandonar el trifinium partí rumbo a Luxemburgo, donde mis primos me ofrecieron una opípara cena y una mejor conversación. La historia de cómo tardé cinco horas en llegar allí, cuando lo normal sería no haber tardado más de dos, es un cuento para no dormir, que quizá narre otro día. Baste decir que todavía se me eriza la piel cuando alguien pronuncia a menos de ocho kilómetros de mis orejas las palabras «placa» o «hielo». Pero esa historia tendrá que esperar. Otras fronteras y otros horizontes nos esperan. Otros coches de alquiler desvencijados, también. Otra ola de frío polar, ni de coña. Mi próximo viaje fronterizo no será a ningún lugar más al norte del Trópico de Cáncer. Así no importará que me olvide la bufanda.

Si te ha gustado este larguísimo ladrillo, quizá te guste también esta otra crónica de viaje: En busca del trifinium Hungría-Eslovaquia-Austria

59 respuestas a “Cosas que hacer en Europa cuando estás muerto… de frío

  1. orayo 25-enero-2010 / 2:25 am

    Divertidísimo manual de negligencia.

  2. KilFer 25-enero-2010 / 7:41 am

    Dioses del olimpo. Empresa arriesgada + época peligrosa = Crónica interesantemente desventurada.

  3. Oger 25-enero-2010 / 8:41 am

    Muchísimas gracias. Mis compañeros me miraban raro según me reía pero han acabado riendose conmigo.

  4. Iago 25-enero-2010 / 9:36 am

    ¿Y no querrías decir trópico de Cáncer? Entretenido artículo 😀

  5. martin 25-enero-2010 / 11:22 am

    En fin, me duele ser malvado, pero si para conseguir leer algo tan divertido el autor tiene que pasar por todo esto…vete pensando en meterte en una jaula con unos cuantos leones hambrientos, tus lectores lo merecemos 😛

    Y yo que no pude llegar ese dia a Murcia desde Cartagena por una nevadica de na…

    • Diego González 26-enero-2010 / 9:05 am

      Si los leones están en la frontera de Botsuana y Zimbabue, pongo por caso, encantado 😀

  6. kitiara 25-enero-2010 / 12:31 pm

    «El trifinium. La triple frontera. Alemania, Bélgica y Francia toas junticas.»

    Es holanda la tercera frontera!! Yo subí en verano…. pareceia muuucho más simple.

    Kit

  7. diexoblaxo 25-enero-2010 / 12:59 pm

    jajaja, que bueno! las cosas que hay que hacer para que te tengamos respeto!! con un par, tu lo has dicho…

  8. Jokerman 25-enero-2010 / 3:58 pm

    Estupendo relato, por lo demás magníficamente ilustrado. ¿Pero de verdad ha merecido la pena tras tantos y tan helados sinsabores?

  9. Christian Macias 25-enero-2010 / 7:49 pm

    Me encantan tus crónicas de viaje!, aquí por Uruguay las he tenido similares, que incluyen gripe, vómitos, poco combustible y tortugas aplastadas, aunque son la punta del iceberg comparado con las tuyas.
    Saludos!

  10. Sergio 25-enero-2010 / 8:46 pm

    Divertidísimo. Llevo mucho tiempo leyéndote, y es la primera vez que comento.

    Me ha encantado este post, ojalá algún día pueda hacerlo yo también.

    Saludos.

  11. Jose 25-enero-2010 / 9:03 pm

    Buenas, acabo de entrar por primera vez en este blog, y me ha gustado mucho esta entrada.

    Voy a seguir cotilleando por el blog 😉

  12. NIPO 25-enero-2010 / 11:33 pm

    Grandioso!

  13. Hugo de Lugo 26-enero-2010 / 6:48 pm

    Tienes que volver en verano, cuando el laberinto que hay al lado del Dreiländerpunkt esté abierto y puedas disfrutar de una cerveza bien fría sin morir, jajajajaja!!
    Has conseguido que a partir de ahora salga de casa con gorro, bufanda y guantes, me sienta como una nena.

    Genial la crónica.

  14. anne 26-enero-2010 / 7:03 pm

    Gennial! me encanta tu blog, muy ilustrativo y divertido..estoy esperando con ansias otra nueva aventura fronteriza..pero sin tanto hielo 😉

  15. muskarditz 26-enero-2010 / 8:34 pm

    Por un momento tu relato me ha recordado los anuncios del que conducía con un pingüino con explosivos, o con un mono con una ballesta. Eres único buscando maneras de mantenerte tenso mientras conduces. Estoy seguro de que se pueden hacer más insensateces en menos tiempo, pero no se me ocurre cómo.

    Lo que no tiene justificación alguna es perderte con esos pedazo de carteles. ¡Líbrenos Dios de la nefasta manía de leer!

    ¿Qué tal una próxima excursión automovilística por Nunavut?

  16. Max Birrax 26-enero-2010 / 9:55 pm

    De antología… 😀 Gracias por el buen rato que me has hecho pasar, aunque me temo que para tí no lo fue tanto ¿o sí? 😉 ¡Saludos!

  17. Càtxum! 26-enero-2010 / 10:56 pm

    Quiero pensar que el gps se había muerto cuando te perdiste…. pero pídele a tu mujer que te regale un curso de orientación. Genial post.

  18. Arianod 27-enero-2010 / 12:43 am

    XD Dicen que está mal reírse de las desgracias ajenas; pero cuando te las cuentan con tanta gracia, es inevitable. ¡Enhorabuena, chacho! ^^ Me lo he pasado teta con la entrada; pero si vuelves a hacer otra escapada como esa, espero que contrates sherpas o algo…

  19. Alber 27-enero-2010 / 1:43 am

    Hambú avec patá et cocá…. Buenísimo XD

  20. Rubén 27-enero-2010 / 11:28 am

    Pues la verdad, para hacer eso lo mismo te podías haber ido al Pico de Coma Pedrosa. Hubieses visto tres fronteras (España, Andorra y Francia), la misma cantidad de hielo y nieve e, incluso, alquilado el mismo coche. Ventajas: Hubieses subido más alto (Unos 2600m más, que siempre queda como más chulo de contar) y te hubiesen entendido en el Macauto. Ah!, y más cerca de casa, joder.
    Un saludo desdde Madrid.

      • Diego González 28-enero-2010 / 7:19 pm

        España, Andorra y Francia tienen dos tripoints, uno es el Medacorba, y el otro el Portella Blanca.

        El Coma Pedrosa es el pico más alto del país.

        Frikis 4 ever.

        • Maripaz Alvarez del Castillo 4-enero-2013 / 10:47 am

          No sabia que se llamaba Trifilium, He estado en el de Portella Blanca haciendo el Camino de los Cátaros, precioso

      • Diego González 28-enero-2010 / 7:19 pm

        Por cierto, sí, me apunto a la escalada tripointera. En invierno y sin abrigo 😀

  21. elnoziya 27-enero-2010 / 7:52 pm

    Muy divertido. La próxima vez que planifiques un viaje, publica un artículo para avisarnos a los demás de que seguramente se avecina una ola de frío u otra catástrofe natural gran magnitud en esas fechas, intentaremos cambiar las vacaciones para otras fechas.
    Por cierto, dile a tu mujer que te controle lo que ves en la tele:

  22. Hugo 28-enero-2010 / 8:03 pm

    Divertidisimo leer esta entrada no quiero sonar feo pero me hiziste la mañana saludos

  23. Cari 29-enero-2010 / 2:45 am

    Me hiciste pasar un momento entretenido, buena crónica de viaje , un relato con ritmo ….

  24. Su 31-enero-2010 / 11:17 pm

    Ahí va mi piropo: escribes como hablas. Bravo por la naturalidad de tu prosa. Es como estar oyéndote aquí en mi salón…

  25. Pedromena 1-febrero-2010 / 12:50 am

    ¡Qué gran entrada! La sonrisa no se me borraba de la cara jejejej… Y que nadie se pregunte si valió la pena… ¿Qué sería de nosotros sin la insensatez? Jajajajaj Un saludo! Grandioso blog!

  26. Sherlock 1-febrero-2010 / 10:31 pm

    Me congratula saber y leer que existe alguien en el mundo aún más friki y descerebrado que yo, y eso que es difícil de superar…
    Gracias, Diego, me has evitado una visita al psiquiatra, jajajaja!!
    Enhorabuena de nuevo por tu blog, y avísame de la siguiente!

  27. ziberial 11-febrero-2010 / 6:46 am

    Que frio onvre,… y a esas alturas!
    monumental entrada, deberias avisar cuando hay alguna entrada nueva… son todo un placer leerlas
    Abrazo

  28. FranM 2-marzo-2012 / 9:13 pm

    «el gobierno alemán estaba recomendando a sus ciudadanos que no salieran de casa y que hicieran acopio de víveres»

    ¿Me puede alguien indicar como se hacen las dos cosas ala vez?

    gracias

  29. Fede 31-julio-2012 / 5:53 pm

    capo !! saludos del Uruguay !

    uds. por lo menos tienen nieve!
    nosotros practicamos HELARTE de cagarnos de frio
    a secas !

  30. Dasten 13-noviembre-2012 / 12:55 pm

    Lo que me he podido reir!!! Buenísimo, buenísimo, buenísimo…La mañana de hoy es fría en el lugar que estoy (algo poco habitual por aquí) pero después de leer esto estoy congelaita…
    Además de darte las gracias por el estupendo rato que estoy pasando con este blog (me estoy leyéndo los artículos «a trágala, trágala», también se las quiero dar a mi amigo Martín que me lo recomendó!!! 😉

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