Melatenwiese, la frontera trazada por una enfermedad

El post de hoy es obra de Coke González, nuestro hombre en Andorra, veteranísimo lector de esta bitácora y único amigo del autor que tiene su propia página en la Wikipedia. 

La lepra. Sí: la misma que, según datos de la Organización Mundial de la Salud, continúa presente en más de 400 mil personas en pleno siglo XXI y que incluso mantiene vigentes centros para su tratamiento en catorce países. Esa enfermedad que hoy parece tan distante para aquello que llaman “Occidente” es la misma que, en tiempos pretéritos, llegó a tener determinación geopolítica. Aunque sea por poquito.

En fechas como estas parece masoquista -incluso sacrílego- comenzar a plantear temas en relación a enfermedades masivas, sobre todo en nobles espacios de reflexión y debate como este blog  que nos cobija. Pero no quería seguir achurando mi dedo índice dándole “like” a un sinfín de publicaciones en las redes sociales y preferí sortear el tedioso encierro afandándome en escudriñar sobre una disfuncionalidad fronteriza, de ésas que llenan nuestra vida de solaz, que hace tiempo tenía pendiente.

Y todo por culpa de esta bendita bitácora digital llamada Fronteras, que hace muchas barbas me permitía conocer el Dreilandenpunkt, situado en el monte Vaals de los Países Bajos, y que en un artículo publicado hace ocho años en el blog del lado tildé como “el padre de todos los hitos tripartitos”. Ya que, en cierta ocasión, el magnate que ostenta este blog narró sus peripecias sobre la nieve para llegar al trifinio entre Países Bajos, Alemania y Bélgica, pues sonaba muy interesante explorar lo que hay alrededor del hito. Y no me refiero solamente al jardín laberinto en el lado neerlandés, a la Torre Balduino en dominio belga o a la pista para bicicletas de montaña que ofrece el territorio alemán. De hecho, en tierras germanas nos quedamos.

Una pequeña lengua de tierra. Una ínfima porción de soberanía alemana que se adentra en Bélgica. A unos 750 metros al sureste del hito tripartito, la existencia de esta loncha perteneciente al distrito de Aquisgrán siempre me causó revuelo. Lo lógico era que el límite internacional discurriera a través de la ruta formada por la Aachener Landgraben, fortificación que data del siglo XVII de casi 70 kilómetros de largo y que marcaba la frontera del antiguo Imperio de Aquisgrán y que, de hecho, es la referencia para los primeros dos kilómetros del actual límite entre Alemania y Bélgica, el cual fue ratificado el 26 de septiembre de 1956 aún con el frescor reciente de la Segunda Guerra Mundial. Como dato sabroso, aún quedan erguidos cerca de veinte de los 138 hitos de la Landgraben, los cuales tienen grabados un águila, en referencia al escudo de armas de la ciudad de Aquisgrán.

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Vistas aéreas del Melatenwiese con la frontera indicada (Aachen von Oben | Youtube)
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La Geusenweg es el camino de la flecha. Si nos adentramos hacia la frontera, llegamos hacia esa linda y angosta faja de tierra llamada Melatenwiese

Pues no: la línea fronteriza que discurre a través del foso no visible de la Landgraben se interrumpe abruptamente por un pequeño prado de cien metros de ancho por 700 de largo, adentrándose en territorio belga. Una primera interpretación hablaba de una extensión de la histórica ruta Geusenweg, usada por los protestantes belgas en el siglo XVI para desplazarse hacia la cercana ciudad de Vaals -hoy neerlandesa, en aquel momento perteneciente a la República de las Provincias Unidas, madre de los actuales Países Bajos, vaya-. La Geusenweg es perpendicular a la Landgraben y, de hecho, el marcador técnicamente más al norte está en la intersección de ambas rutas. No obstante, ¿por qué diantres la frontera no sigue completamente el caminito de la Geusenweg hacia el sur? Y como si eso fuese poco, ¿quién nos justifica la existencia de esta franja de tierra inserta en Bélgica, así con tanta fruslería como estoicismo a la vez? Es aquí cuando entra en juego la lepra.

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¡Bienvenidos al Melatenwiese! Punto de entrada desde el norte. El camino forestal es la Vlaanderenroute, que sería la continuación de la antigua Landgraben. (Rimo | Koomot)

Retrocedamos a la Edad Media, época en la que las personas regresaban de las Cruzadas padeciendo una serie de efectos nocivos para la salud, tales como la antedicha enfermedad. El Estado Libre de Aquisgrán -eso de “Libre” le queda grande después de esto, hala- decidió desterrar a todos sus leprosos y los remitió a un prado a las afueras de la ciudad, colindante con el Ducado de Limburgo. Así, tal cual: buscándose la vida, confinados en un pequeño trozo de tierra. Quienes tenían algo de suerte podían salir de los límites de esta porción de tierra para pedir comida. Eso sí, siempre cumpliendo con el protocolo de la época: con una capucha sobre la cabeza y una campana en la mano, con tal que el resto de la población alertaran su presencia cuando se acercaban. Los muertos eran enterrados al final del prado.

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Punto de intersección de la Geusenweg y la Landgraben, formando uno de los vértices del Melatenwiese (Rimo | Koomot)

Lo que nunca imaginaron esos heroicos leprosos es que, sin llegar a imaginarlo, estaban ejerciendo una inusitada soberanía: a los de Limburgo no les apetecía para nada apoderarse de esa franja de tierra, pese a que geográficamente les correspondía (de hecho, la Landgraben posterior les concedía la posesión del territorio). Los duques temían que esa tajada de suelo estuviese infectada con lepra por los siglos de los siglos, por lo tanto, jamás reclamaron la posesión del territorio dentro de sus confines. Los aquisgranenses acabaron asumiendo para sí un sitio ocupado de facto, pero que a la larga significó un aumento de su superficie. Menudo negocio. Lo curioso es que este loco trazado en la frontera jamás fue corregido, por lo que Alemania heredó el Melatenwiese (“El prado de los leprosos”, en alemán) hasta la actualidad.

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Perro a la izquierda de la Vlaanderenroute, con ganas de adentrarse al Melatenwiese. Quizás sea su único residente, junto con un par de vacas desbocadas que provienen de granjas belgas colindantes (Rimo | Koomot)

¿Y qué hay actualmente en el Melatenweise? Mucho césped hacia el sector más próximo a Aquisgrán, muchos pinos hacia el fondo cercano a Bélgica. ¿Algo tétrico pensar en recorrerlo, a sabiendas que en el pasado fue enterrado un sinnúmero de leprosos? Pamplinas: las autoridades del sector, en su afán de potenciar el turismo de la zona al alero del Dreilandenpunkt, han potenciado la Geusenweg como una ruta de senderismo y la Landgraben, como un carril bici, al más puro estilo de la Vennbahn cercana, aunque sin asfaltar. Oh: la Vennbahn, otro factor que convierte a la zona como un sitio fértil para el elegante geofriki.

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El hito fronterizo número 1026 es uno de los que hoy denota este remanente único de la división de los suelos en la Edad Media. A su lado, un torniquete roñoso. Quién sabe desde cuándo está ahí, cuyo rodar probablemente haya simbolizado ese antiguo anhelo de supervivencia. Hoy yace impertérrito, como vestigio de un sitio rico en historia y que, por cierto, ostenta el honor de ser una de las fronteras más disfuncionales del mundo.

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Hito 1026 visto desde el interior del prado de los leprosos

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En la misma zona está el trifinio internacional del que partía Moresnet Neutral, una tierra de nadie que sobrevivió hasta la Primera Guerra Mundial.

También al lado está el Vehnbann, el carril bici belga que parte Alemania en dos

Y caminando por la zona casi fallezco por hipotermia hace diez años.

10 respuestas a “Melatenwiese, la frontera trazada por una enfermedad

  1. Karji 1-abril-2020 / 8:42 am

    Gracias por animarnos el confinamiento y llevarnos a Aquisgrán, ese sitio que se llama tan raro en otras lenguas 😂
    Desde Andorra, da para otras entradas fronterizas: el seudoenclave de Os de Civis, Pas de la Casa y su aduana en Francia, ….

  2. Andres 1-abril-2020 / 10:52 pm

    Sigo leyendote con el mismo entusiasmo de siempre, deseando que pronto se pueda vicitar esos lugares que escribes. Puede que esto nos ayude a valorar las pequeñas cosas. Un abrazo de lejos a ti, tu familia y los lectores.

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