Australian Big Things, las atracciones de carretera absurdas de las cunetas y áreas de servicio australianas

Australia es famosa por ser el hogar del 90% de las cosas venenosas del mundo; su eslógan no oficial es «donde todo quiere matarte«. Todo en Australia es superlativo, las distancias, las superficies, la fauna, la flora y las cosas que construyen en mitad del campo. Y las cunetas de sus carreteras no podían ser menos. Las carreteras australianas son memorables por muchas razones, no pocas de las cuales están relacionadas con su desmesurada longitud, su no menos descomunal aislamiento y por lo legendario de algunos de los lugares que atraviesa. Pero en los márgenes de las interminables cintas de asfalto del Down Under encontramos auténticos tesoros. Una larga serie de esculturas entre lo pop y lo kitsch saludan a los viajeros con sus vivos colores y sus extravagancias, generalmente con la intención de hacer que el automovilista o camionero detenga su máquina y se gaste unos pocos dólares en el lugar. Con el tiempo las esculturas, dispersas por todo el inmenso territorio australiano, devinieron en objetos de culto y veneración entre los friquis del lugar, y fueron denominadas conjuntamente como Big Things, o Cosas Grandes. Hoy vamos a ver las mejores Cosas Grandes de Australia. 

En Australia todo puede matarte, pero lo primero que murió fue el buen gusto

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Antología de la toponimia triste

¿Quién le pone los nombres a los sitios? ¿Y por qué? La toponimia en muchas ocasiones no es más que un reflejo de la Historia. No necesariamente de la Historia del lugar, eso sí. Las Islas Salomón se llaman así porque Álvaro de Mendaña, el español que les dio su actual nombre, estaba convencido de que eran ricas como el viejo personaje bíblico. Canadá, según el investigador de la Universidad de Vermont Juan Francisco Maura, tiene su origen en la palabra española Cañada, como el estado de Montana lo tiene en la palabra Montaña. Más de veinte países, entre otros Filipinas, Colombia, las Islas Marshall, China o Kiribati, deben su nombre a una persona concreta (en los casos citados anteriormente, Felipe II, Cristóbal Colón, John Marshall, el emperador Quin y Thomas Gilbert). Siempre, o casi siempre, hay un por qué para el nombre de los lugares. Puede tratarse, como en el famoso caso de los lagos «Another Lake» y «And Another Lake», de puro aburrimiento topográfico, o, como sucede con las islas Árticas o algunos estados de Australia, homenaje o peloteo a patrocinadores y mandatarios. A veces, sin embargo, el nombre de un lugar despierta asociaciones mentales que pueden tener o no que ver con la realidad física del territorio al que nombra. Son lugares en los mapas que nos inspiran sentimientos, bien porque los asociamos con productos culturales o leyendas (Tombuctú, Samarkanda) o, simplemente porque el nombre es la expresión de un sentimiento. Los lugares que hoy vamos a visitar se caracterizan por su toponimia alicaída, deprimente, afligida o contrita. También visitaremos lugares con nombres oscuros, siniestros o infaustos. Porque la geografía también puede ser inquietante. Seguir leyendo