¿Por qué el Meridiano Cero no pasa por Greenwich?

Cuando uno visita el observatorio de Greenwich se lleva dos sorpresas. Una: se pronuncia «grénich«. Y dos: si uno lleva un GPS encima, y todos lo hacemos puesto que llevamos un teléfono móvil a todas partes, podrá comprobar que la longitud que se indica en el mapa no es la que debería. Teóricamente, si uno se sitúa con un pie a cada lado del meridiano que está pertinentemente dibujado en el patio del edificio, el dispositivo debería indicar longitud cero. Cero patatero. Pero no lo hace: la medición puede variar de dispositivo en dispositivo, pero lo normal es que nos sitúe unos 0,0014 grados al oeste del cero. Más o menos unos cien metros, metro arriba o abajo. ¿Por qué sucede esto? ¿Está mal colocado el Oberservatorio de Greenwich? ¿Cómo puede estar mal colocado si es el que le otorga su nombre al único meridiano que lo tiene? La realidad es más sencilla: el Meridiano de Greenwich ya no es el Meridiano Cero, y no lo es desde hace muchos años.

El Meridiano de Greenwich pasando por entre mis testículos

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Trenes rigurosamente sosegados. El placer de viajar despacio

Hace exactamente veinte años que vine a vivir a Barcelona. Mi primer trabajo fue de comercial, al igual que todos los que han venido después. Mi primera época en la ciudad la pasé trabajando para una compañía telefónica que hace ya una década que desapareció. Tardé seis meses en sacarme el carné de conducir, así que durante ese medio año acudí a todas las reuniones en transporte público, y como a menudo mis visitas eran muy lejos de Barcelona, acabé recorriéndome la práctica totalidad de la extensión de la red de Cercanías de la provincia. Siempre hubo una línea que me llamó mucho la atención: Hospitalet-La Tour de Carol, una línea de Cercanías tan atípica que acaba no ya en otra provincia sino en otro país. Durante veinte años pensé que sería divertido recorrerla en toda su extensión, y este verano me animé. Y luego, por qué no, seguimos más allá. En un tren aún más lento. Porque, como decía el poeta, a veces lo más importante del viaje no es el destino, sino el camino. Y la compañía.

¿Alguna vez habíais visto un grafitti desde atrás?

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Barhout, el pozo sin fondo donde habitan los demonios

En un rincón desértico de la Península Arábiga hay un agujero en el suelo. No parece un dato especialmente interesante, pero lo es. No es un boquete común, ni un pozo petrolífero; es un crater enorme, de treinta metros de ancho, y es tan profundo que hasta hace bien poco nadie había visto su fondo, pese a que lleva millones de años en el mismo sitio. Nada de lo que entra puede volver a salir salvo que tenga alas, y su existencia ha generado todo tipo de leyendas en los alrededores, y no es de extrañar: es tan remoto, tan profundo y tan complejo que nadie lo exploró en su totalidad hasta nada menos que 2021. Hoy en Fronteras, el Pozo del Infierno de Yemen.

Os leo la mente

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Curazao al mundial de fútbol de 2026: el país más pequeño en clasificarse para una fase final

Cuatrocientos cuarenta y dos. Ese es el número de kilómetros cuadrados que tiene la isla de Curazao. Prácticamente los mismos que Andorra. Con menos de doscientos mil habitantes, es el territorio más pequeño que ha obtenido la clasificación para un mundial de fútbol, tanto en superficie como en población. Hasta ahora, el primer récord lo tenía Cabo Verde, que se clasificó el mes pasado por primera vez en su historia, y el segundo Islandia, que disputó el mundial de 2018 en Rusia. Además, Curazao es la segunda selección clasificada para un mundial procedente de un territorio dependiente. La primera vez también fue una dependencia holandesa: Las Indias Orientales Neerlandesas (actualmente Indonesia), que disputaron el Mundial de 1938 en Francia.

Encima tienen una bandera bonita (Yahoo)

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La isla habitada más pequeña del mundo

¿Cuánto espacio necesita una familia para vivir? El sueño americano de clase media es una casa de dos plantas con un porche y jardin en un cul de sac de los suburbios de una gran ciudad, con una Ford F150 de dos toneladas y media aparcada en la puerta. Pero hay quien se conforma con menos. No mucho menos, de todas maneras. Los habitantes de esta isla han conseguido efectivamente tener un chalé con jardín, pero no pueden, ni podrán nunca, tener un coche aparcado en la puerta. Porque a su casa sólo se puede llegar en lancha. Volviendo al principio, ¿cuánto espacio necesita una familia para vivir? El nombre de la isla lo dice todo: El espacio justo. Just Room Enough, la isla habitada más pequeña del mundo.

El paraíso de los misántropos (Secret NYC)

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Cervantes, el pueblo australiano donde todas las calles tienen nombre español

Calle Aragón. Avenida de Segovia. Camino de Talavera. Callejón de Tarragona. Calle Madrid. Cuesta de Pamplona. Plaza de Granada. Puede parecer el callejero de una urbanización de extrarradio a las afueras de una capital de provincia, o el noménclator de un juego de mesa parecido al Monopoly, pero no. Todas y cada una de ellas existen en el más inverosímil e inesperado de los lugares: La costa de Australia Occidental. Y son un homenaje al escritor más famoso de todos los tiempos en nuestra lengua, a la que no llamamos «Lengua de Cervantes» por casualidad. Sorprendentemente, o no tanto, en realidad ese homenaje fue producto de un error. Esta es la historia de Cervantes, un pueblo de 500 habitantes a quince mil kilómetros de España donde los españoles nos podemos sentir como en casa.

Cruce de las calles Sevilla y León de Cervantes, en Australia, visto en Google Maps

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Los túneles bajo el Muro de Berlín

Trece de agosto de 1961. Antes de que salga el sol, tropas de la República Democrática Alemana arrancan los adoquines en todos los cruces entre la zona soviética de Berlín y el resto de zonas de la ciudad. Inmediatamente después instalan alambradas y barricadas para impedir cualquier tipo de tráfico. Batallones de trabajadores comienzan a colocar ladrillos, mientras los soldados impiden por la fuerza el cruce de la frontera. Así comienza la construcción del Muro de Berlín, la barrera que la Unión Soviética levantó para evitar que los ciudadanos alemanes bajo su control se fugaran al mundo libre. Tres días después un soldado germano oriental encargado de vigilar uno de los cruces decidió escapar de la prisión en la que estaban convirtiendo Berlín Oriental. La foto del soldado saltando sobre la concertina se convirtió en una de las más famosas de la historia. Su nombre era Conrad Schumann, y fue la primera persona conocida en fugarse de la Alemania del Este. Pero desde luego no sería la última. A lo largo de los siguientes 28 años los alemanes inventaron infinidad de métodos para escapar de la tiranía comunista, muchas veces con éxito, otras dejándose la vida por el camino. Esta es la historia de una de las más exitosas: los túneles bajo el Muro de Berlín.

«Salto a la libertad», la foto de Peter Leibing que simboliza la Guerra Fría

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El rancho australiano que es más grande que cincuenta países

El Lago Eyre es probablemente una de las mayores exageraciones toponímicas de la geografía mundial. Llamar lago a una tierra árida y sedienta que recibe algo de humedad una vez cada varios años es toda una hipérbole. Cada medio siglo o así, la lluvia permite que el suelo seco y salado se cubra de agua hasta donde alcanza la vista, y entonces sí es un lago, pero el resto del tiempo es una parte más del desierto que le rodea. Y en ese desierto en medio del ya de por sí desértico Outback australiano, alguien fue tan audaz como para establecer un rancho, que siglo y medio más tarde es no sólo el más grande del mundo, sino el más enorme que jamás haya conocido la humanidad. Anna Creek Station, una hacienda del tamaño de Eslovenia.

Bienvenidos a Anna Creek, el rancho en mitad del desierto que tiene un ancla como símbolo porque… porque Australia

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El ascenso al Everest, a vista de dron

Este es uno de los vídeos más espectaculares que jamás haya visto en el Tubo. Todo el recorrido que se sigue para coronar el Monte Everest, desde los 5.300 metros de altitud del campamento base hasta los 8.848 metros de la cima más alta de la Tierra. Es el único vídeo que he visto que de verdad da una idea de la absoluta salvajada que supone escalar la montaña más alta del mundo, a través de glaciares, collados, cornisas y laderas cubiertas de hielo y nieve todo el año. Un cuarto de hora de imágenes mágicas que transportan al espectador a un lugar al que, seamos sinceros, ninguno de nosotros irá jamás. Súbete el Everest sin ni siquiera levantarte de la silla una perezosa mañana de sábado. Recomendadísimos los auriculares y, si es posible, verlo en una pantalla de verdad, no la del móvil. Levanta de la cama ya, vago.

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