Las fronteras entre dos países se trazan a lo largo de los siglos siguiendo accidentes naturales (cordilleras, ríos, lagos), o bien mediante tratados que establecen unos límites concretos a lo largo del territorio. Estos límites se marcan mediante marcadores fronterizos, situados normalmente en mitad de la nada, que son colocados por comisiones mixtas de los países que dirimen sus límites. Estos postes fronterizos marcan dónde empieza la soberanía de un país y donde comienza la del otro. La línea imaginaria que une los distintos marcadores entre sí forma la frontera.
Pero existen muchos casos en los que esas líneas imaginarias atraviesan pueblos habitados, por lo que la frontera se convierte en algo tangible y real, pudiendo cambiar de país con sólo cruzar la calle, o, incluso, con sólo ir a la casa del vecino. Un caso extremo es Baarle, que ya tratamos aquí hace unos días, pero en Europa, donde los movimientos de fronteras a lo largo del siglo XX fueron enormes (con apariciones y desapariciones de países incluidas), las ciudades divididas son muy numerosas.
Es el caso de los pueblos de Valga, en Estonia, y Valka, en Letonia. Fundadas ambas como Walk a finales del siglo XIII por templarios alemanes, la soberanía del territorio que ocupan pasó por manos polacas, suecas y rusas a lo largo de los siguientes seis siglos y medio, hasta llegar a la ocupación alemana durante la I Guerra Mundial. Tras la derrota germana en el conflicto armado, Las Repúblicas Bálticas (Estonia, Letonia y Lituania) se convirtieron en naciones independientes, y fue frecisamente en Valka donde Letonia proclamó su independencia, y donde la bandera rojiblanca del país ondeó por primera vez, el día 15 de noviembre de 1918. Estonia había proclamado la suya en febrero, y fue entonces cuando apareció la división. El desacuerdo entre las recién nacidas naciones de Estonia y Letonia sobre sus límites fronterizos se dirimió mediante un arbitraje internacional, encabezado por un coronel británico. El 1 de julio de 1920 se dictaminó el trazado exacto de la frontera, y la mayor parte de la localidad de Valka quedó en territorio estonio, pasando a formar parte de Valga, mientras que Valka recibió alrededor de ochenta casas dentro de su territorio.
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