Una de las leyendas más persistentes de la colonización española de América fue la leyenda de El Dorado, una ciudad imaginaria con riquezas inenarrables donde los edificios, las calles y hasta las personas estaban cubiertas de oro. La codicia impulsó a cientos, si no miles, de soldados a lanzarse a la búsqueda del mítico a la par que inexistente lugar. Descubridores como Francisco de Orellana, soldados rebeldes como Lope de Aguirre y corsarios al servicio de Su Majestad Británica como Walter Raleigh se dejaron la salud y muy a menudo la vida en la búsqueda de una ciudad hecha de oro. El Dorado no existía, pero las llamadas fiebres del oro han sacudido no pocas veces regiones y países, de Australia a California, desde la aparición de aquella leyenda hace medio mileinio. Ninguna de ellas, sin embargo, atrajo a la gente a un lugar tan elevado ni, probablemente, tan duro. Hablamos de La Rinconada, en Perú, el asentamiento humano permanente a mayor altitud del mundo.

La cima del Mont Blanc, la montaña más alta de Europa, se encuentra a 4,870 metros de altitud. El pueblo minero de la Rinconada está a 5.100 metros sobre el nivel del mar. Y allí, a diferencia de lo que sucede en la cima del Mont Blanc, vive gente. Y no poca. Durante décadas La Rinconada fue un asentamiento minero informal donde campesinos sin tierra y desheredados de todo tipo intentaban buscarse la vida. En los noventa empezó a llenarse de gente, y la crisis económica de principios de siglo en Perú provocó que la población se triplicara en poco más de una década; un crecimiento descontrolado y enloquecido, realizado sobre la marcha sin ningún tipo de plan previo que convirtió el lugar en lo más parecido a un poblado chabolista a cinco mil metros de altitud. En el mejor de los casos los edificios son cuatro paredes de ladrillo y hormigón sin ningún tipo de recubrimiento, en el peor y más común, estructuras informales de uralita. Chabolas. Pocos edificios tienen electricidad, y ninguno agua corriente. No hay servicios públicos de ningún tipo así que la basura y los excrementos se acumulan en las calles sin asfaltar formando un barrizal gris y nauseabundo cuando la nieve se derrite.

Pero el indescriptible hedor de las calles de La Rinconada no es nada comparado con las condiciones en las que trabajan sus habitantes. La razón de la existencia del poblado es una mina de oro cuya concesión gubernamental está en manos de una compañía llamada Corporación Ananea, La corporación, que toma su nombre del nevado en cuya ladera se asienta el pueblo, subcontrata cada socavón (cada galería excavada en la montaña) a unos pocos centenares de contratistas, que a su vez le encargan la explotación a mineros carentes de contrato que se dejan la salud y la piel en condiciones extremas. Estos mineros cobran mediante una práctica ancestral en Perú llamada cachorreo: 29 días al mes trabajan gratis, y el último día pueden sacar todo la mena que quieran y procesarlo fuera de la mina: lo que obtengan (puede ser mucho, aunque es más probable que no sea absolutamente nada) es su sueldo del mes.

En el vertedero al aire libre que son las calles de La Rinconada abundan varios tipos de estableciientos: prostíbulos, bares y compradores de oro. Usando mercurio y sopletes a altas temperaturas se puede separar el oro del resto del material. Los extremadamente tóxicos vapores de mercurio salen al exterior sin ningún tipo de filtro y acaban mezclados con la nieve, que a su vez acaba formando parte del barrizal de mugre y excrementos que son las calles del lugar. Algunos avispados emprendedores recogen la nieve derretida para embotellarla y venderla como agua potable. La contaminación con mercurio, los rigores de la vida a cinco kilómetros sobre el nivel del mar y la mina hacen que la esperanza de vida en La Rinconada sea 20 años inferior a la media peruana. No es un lugar fácil.

Todos los mineros en La Rinconada son hombres. La superstición dice que las mujeres en la mina traen mala suerte así que a ellas les quedan pocas opciones: prostitutas, meseras o pallaqueras. Las pallaqueras son mujeres que se dedican a escarbar en la ladera entre los escombros que han extraído los mineros previamente, para rebañar el poquito oro que pueda quedar a esas alturas. Los niños también trabajan, aunque hace cuatro años se inauguró una escuela en el pueblo para los cientos de ellos que han sido arrastrados hasta aquí por sus padres, o que directamente nacieron en el poblado. La única infraestructura que de verdad funciona es la telefonía móvil y el transporte: todos los días llegan autobuses con mineros que viven en los pueblos cercanos y en la ciudad de Juliaca, a más de tres horas de carretera.

Ciudad sin ley, Tierra de nadie, Infierno blanco. Lo remoto y despiadado del lugar lo ha convertido en una especie de leyenda de la frontera, al estilo de los poblados del Viejo Oeste norteamericano. No existe policía en La Rinconada ni una autoridad digna de tal nombre. Las peleas de borrachos que acaban con uno o varios de ellos muertos a navajazos son comunes, y también las desapariciones. Nadie sabe si alguien se puede haber caído en algún enorme socavón o simplemente haberse marchado. Y lo que es peor, es probable que a nadie le importe.

¿Por qué la gente no ha dejado de acudir a un sitio insalubre, maloliente e inseguro? Por lo mismo por lo que existe la lotería: la esperanza. Quien acude a La Rinconada espera que le toque una buena veta, una buena piedra que le permita salir de la pobreza. A la mina van quienes no tienen ningún sitio mejor donde ir. Es gente honrada que les paga los estudios a sus hijos sacando oro del fondo de la montaña, o que ahorra lo suficiente para empezar de nuevo. En un mes bueno un minero puede cobrar varios miles de soles (mil soles son 270 euros), una cantidad más que respetable en los Andes peruanos. Muchos, muchísimos, se quedan por el camino, se gastan lo poco que ganan en mujeres, lo pierden en timbas y apuestas o se lo beben. La Rinconada es hoy lo que era San Francisco en 1849. Sólo que a cinco mil metros de altura.
Fuentes, fotos y más info:
BBC, CNN, Tourism on the edge, Vice, El País, Idealista, Something Interesting, La República, La Voz del Perú. Vídeos: RT.com, Meganoticias Chile.
¿Ganas de más? ¿Tiempo de sobra? ¿No te apetece estudiar o trabajar, maldito vago? Ahí te van otros lugares donde no querrías pasar demasiado tiempo:
Wittenoom, el pueblo que desapareció de los mapas, en Australia
Coober Pedy, el pueblo bajo tierra, también en Australia
Centralia, la puerta del infierno, en Estados Unidos
Villa Epecuén, el pueblo que emergió de las aguas, en Argentina
Varosha, la ciudad vacacional abandonada por la guerra, en Chipre
El aropuerto abandonado de Nicosia, también en Chipre
Plymouth, la capital que quedó enterrada por un volcán, en Montserrat
Pyramiden, la ciudad fantasma del Ártico, en Svalbard (Noruega)
Prípiat, la ciudad radiactiva de Chernóbil, en Ucrania, y otras ciudades soviéticas abandonadas.
JODER que lugar tan…agradable, la virgen santa
Silent hill me parece un lugar más acogedor que esto. La madre de Dios.
Me fascina y horroriza a la vez. De aqui a nada será turístico y estaremos los guiris sacando fotos a la mugre y esta pobre gente, maldito morbo viajero…
Escalofriante.
Y no aprendemos…..Recuerda a las fotos de Salgado de las minas de Serra Pelada.
https://destinoinfinito.com/minas-de-oro-serra-pelada/
Me lo creo porque lo cuentas tu. Gracias por el artículo
Como siempre, gran artículo. Desconocía completamente la existencia de este lugar dejado de la mano de dios y ahora me da en la nariz que no voy a olvidarlo fácilmente
Ugh…y los gobiernos llenando los bolsillos de dinero. Pero allá ellos.