De Stettin en el Báltico a Trieste en el Adriático, ha caído sobre el continente [europeo] un telón de acero. Tras esa línea se encuentran las capitales de los viejos estados de la Europa Central y Oriental. Varsovia, Berlín, Praga, Viena, Budapest, Belgrado, Bucarest y Sofía; todas esas famosas ciudades y sus habitantes se encuentran en lo que tengo que llamar esfera soviética, y son objeto, de una forma u otra, no sólo de la influencia soviética, sino de un cada vez más férreo control por parte de Moscú.
Winston Churchill, 5 de marzo de 1946, en Fulton, Misuri.
Verja en la frontera entre Austria y Hungría, 1987. © Brian Rose.
El 12 de junio de 1987 Ronald Reagan, por entonces presidente de los Estados Unidos, viajó a Berlín Occidental. Consciente de hallarse en una ciudad dividida por la tiranía soviética, y quizá deseoso de pasar a la historia como ya lo había hecho John Fitzgerald Kennedy en el mismo lugar 26 años antes (Ich Bin), pronunció uno de sus discursos más memorables, y una de sus frases más recordadas. Mr. Gorbachev, tear down this wall! ¡Derribe este muro! En aquel momento, el discurso no causó excesivo revuelo, además de la esperable acusación de «provocador» desde las agencias soviéticas. En occidente, algunos tacharon de «ingenuo» a Reagan, en la creencia, alimentada por las autoridades de la Alemania Oriental, de que el muro iba a durar cien años. El final de la historia ya lo conocemos. El 9 de noviembre de 1989 el muro cayó. No fue Gorbachov quien lo eliminó, sino los propios ciudadanos alemanes. Pero antes de que cayera el muro hubo una serie de acontecimientos, sobre todo en la frontera entre Hungría y Austria, que adelantaron lo que finalmente iba a suceder. Fueron las primeras grietas del Telón de Acero.
Ronald Reagan, con Helmut Kohl a la derecha de la foto, agradece a la multitud sus aplausos.