Oriente Medio Exprés. Capítulo 2: Kuwait, la última Coca Cola del desierto

Primera parte: Abu Dabi

El conductor nos contó que era bangladesí. Se notaba que le habíamos interrumpido en una videollamada y nos quería dar largas cuanto antes. Su camión estaba aparcado en la cuneta de una autopista de tres carriles por sentido. O quizás habría que decir una autopista en la que cabrían tres carriles por sentido, si alguien se hubiera molestado en pintar las líneas entre cada carril. A esa hora de la tarde tampoco hacían falta líneas, ni siquiera carriles. Poco más de un coche cada minuto quebraba la tranquilidad del desierto. Para pagarle dos botellas de agua helada y una Coca Cola no menos fresca nos bastó un único billete de un dinar. Y nos sobró lo suficiente para que el cambio también fuera en billetes. Allí, en una remota cuneta kuwaití, a decenas de kilómetros de cualquier lugar habitado, a la vista de cientos de pozos de petróleo y junto a un camión-bazar donde comprar cualquier cosa desde un cable USB a un cartón de tabaco, nos bebimos, literalmente, la última Coca Cola del desierto. Bienvenidos a Kuwait, el campo petrolífero que se convirtió en país.

Las Torres de Kuwait, el principal, y diríamos único, icono del país

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Un tic en el ojo: Cáncer en la treintena

Tener un amigo con cáncer es un marrón. No uno tan grande como tener cáncer, es cierto, pero tampoco es sencillo de gestionar. ¿Qué le dices? ¿Le das ánimos? ¿Palmaditas en la espalda? ¿Buenas palabras? ¿Un abrazo? ¿Se le pueden preguntar cosas? Mi amiga Txell tenía 37 años cuando le diagnosticaron cáncer por primera vez. Nos hicimos amigos un par de años más tarde, los dos recién divorciados, entre desayunos, brunchs, almuerzos y cenas. Luego vinieron los viajes, el cariño, y la colosal admiración. Ella fue quien me enseñó a cruzar pasos de peatones en Nápoles, arriesgando su vida como si no tuviera nada que perder, y también quién me mostró Ibiza, su Ibiza. Durante los últimos dos años y pico, hemos mantenido una infinidad de conversaciones sobre todo lo divino y lo humano, también sobre el cáncer. Sin demasiados eufemismos, generalmente, o directamente sin ellos en absoluto. Hace falta hablar sobre ello, y hacerlo claro, y por eso existe Un tic en el ojo, el pódcast en el que Txell habla de cáncer abiertamente y llamando a las cosas por su nombre, y lo hace conversando con gente normal y corriente, con gente que sabe y, también, con tarados como yo, que le hacen chistes de humor negro en mitad de la grabación.

En el primer capítulo se habló del concepto de normalidad cuando te han diagnosticado un cáncer, en el segundo, de cómo la muerte se convierte en el trasfondo de todo, y en el tercero, hablamos de cómo acompañar, de qué decir, qué hacer y que no, del humor negro y del amor.

Acompañar – Un tic en el ojo. Cáncer en la treintena

Una conversación entre dos amigos acerca de algo tan universal como doloroso, sin demasiados rodeos, con cariño y humor, con la esperanza de ayudar a quienes están pasando por un cáncer, y, en nuestro caso, a los que revoloteamos alrededor y simplemente queremos hacer su vida más fácil.

Oriente Medio Exprés. Capítulo 1: Abu Dabi, la ciudad recién estrenada

Uno de mis propósitos de año nuevo, junto con aprender francés y ser el malnacido que en plena fiesta saca la guitarrita y se pone a tocar el Wonderwall, fue gastarme un poquito menos de dinero en viajar. Por ahora llevo cuatro acordes aprendidos en la guitarra y soy capaz de pedir un café con leche y un cruasán en cualquier boulangerie de Perpiñán o Hendaya (donde todo el mundo habla español), así que vamos según el plan previsto. Respecto a lo de viajar, el 15 de enero me compré mi sexto billete de ida y vuelta para los primeros cuatro meses de 2023 (acabaron siendo ocho), y pese a que todos ellos han sido tan insultantemente baratos que harían hiperventilar a Greta Thunberg, da la impresión de que lo de viajar menos lo llevo regulín. Tres de esos billetes de avión corresponden a un único viaje que hice con Javi, lector zaragozano de este blog devenido en amigo con el que comparto taras mentales de toda clase y condición, pero especialmente las relacionadas con la geografía, y que ya se vino conmigo a Baarle hace unos años y a La Fontañera el año pasado. Después de pasar 24 horas en Roma (otro día hablaremos de eso), nos subimos a un Airbus 321 de un improbable color fucsia rumbo a  nuestra primera escala en Oriente Medio: Abu Dabi.

Cúpulas y minaretes blancos de la Gran Mezquita de Abu Dabi recortándose contra un cielo notoriamente azul.

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