Corría el año 1911 y el científico australiano de origen británico Thomas «Grif» Taylor lideraba un pequeño grupo de exploración en la Antártida. Este grupo era parte de la famosa Expedición Terra Nova, que acabó en tragedia cuando su líder, Robert Falcon Scott, y todos los que iban con él, murieron en el viaje de regreso desde el Polo Sur, al que habían llegado apenas cinco semanas después que Roald Amudsen. Grif Taylor se encontraba explorando el glaciar que acabaría llevando su nombre cuando de repente halló ante él un espectáculo tan fascinante como aterrador: de un pequeño hueco manaba lentamente un líquido rojizo que teñía de un intenso carmesí el hielo de alrededor. Talmente parecía que el hielo estaba sangrando. Y ese fue el nombre que se le quedó al lugar: Las Cataratas de Sangre.
Las cataratas de sangre de la Antártida (fuente). Nótese la tienda de campaña a la izquierda de la fotografía y su tamaño respecto a la cascada.