Abrí el correo electrónico y me quedé de piedra. Devolviéndome la mirada había una fotografía mía de cuando tenia dos años, una foto que no había visto en 32 años. Aparentemente, y bajo la protección de la noche, alguien había podido entrar en la casa en la que crecí, en la ciudad cercada de Varosha. […] El extraño fue capaz de localizarme a través de un sitio de Internet mantenido por personas enamoradas de su ciudad y que todavía sueñan con el día en que poder regresar a ella. Estaba ansioso por encontrar «al niño de los ojos penetrantes», decía su mensaje. Por un momento, los teléfonos sonando y los clientes haciendo cola tuvieron que esperar. Era mi pasado el que llamaba, y tenía que responder la llamada.
Andreas Chamamboulos, The Washington Post, 19 de noviembre de 2006.