La Unión Soviética posee varios récords históricos difícilmente igualables. Durante más de cinco décadas fue no sólo el Estado más extenso del planeta, y con amplísima diferencia sobre el segundo, sino probablemente el más extenso de toda la Historia. La República Soviética de Rusia fue también, durante ese tiempo, y de lejos, la entidad subnacional más grande del mundo. Y la desintegración de la URSS supuso la aparición de más países que cualquier otro proceso de desmembración conocido. Hasta 15 nuevos países, Rusia aparte, nacieron entre 1990 y 1991. En ese territorio inmenso, que abarca tres océanos, dos continentes y veintidos millones de kilómetros cuadrados, la caída del sistema supuso también el abandono de ciudades enteras cuya existencia era debida únicamente al interés estratégico o militar del gobierno de Moscú. Otros lugares quedaron abandonados por guerras, desastres naturales y artificiales o, sencillamente, porque se murieron poco a poco. Por todo el territorio ex soviético, de Ucrania a Siberia y del Ártico al Mar Negro, docenas de ciudades y pueblos han quedado abandonados, a merced de los elementos y de la naturaleza, que se ceba con ellos. Prípiat, Kadykchan, Agdam, nombres de ciudades que en su día fueron el centro de la vida de miles de personas y hoy no son más que cáscaras. Pecios de un sistema insostenible, monumentos a la nostalgia, derrelictos repletos de historia, son muchos lugares que bien merecen una visita, aunque sea virtual.

La base soviética de Skrunda-1, en Letonia, abandonada en 1998 y vendida este mismo año por 2 millones de euros a un anónimo ruso en una subasta.
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