Números en el aire; el misterio de las estaciones numéricas

En la Nochebuena de 1906 los operadores de radio de algunos barcos en el Océano Atlántico Norte recibieron a través de sus auriculares algo que nadie antes había podido escuchar. Un hombre tocaba un villancico al violín; un fonógrafo reproducía una canción popular; finalmente, el mismo hombre leía algunos pasajes de la Biblia antes de dar las buenas noches y desear Feliz Navidad. Se trató de la primera retransmisión pública radiofónica de la historia; nunca antes la voz humana había sido esparcida de esa manera tan indiscriminada, para cualquiera que pudiera estar escuchando. A todos los efectos era poco menos que magia; la magia de la radio se convertiría en un lugar común en las siguientes décadas, cuando la aparición de las primeras emisoras comerciales en 1920 cambiase para siempre la manera de transmitir la información. La idea de que una voz pudiera alcanzarnos allá donde estuviéramos sin importar la distancia ni el origen era extremadamente poderosa y sugerente. De repente los seres humanos ya no estaban solos ni aislados; la música podía entrar en el salón de casa, igual que las noticias, las ideas o la comedia. Era, simplemente, mágico. Más de cien años después, la radio sigue conservando una pequeña parte de ese atractivo primigenio, casi pretecnológico, que tenía cuando nació. Pero hay un modo de devolvernos a esa época temprana de la radio, cuando las ondas hertzianas eran una fuerza misteriosa e invisible que nos transportaba más allá de nuestros límites físicos. Una manera de sentir lo mismo que aquellos operadores de radio en mitad del Atlántico cuando en vez de puntos y rayas escucharon una voz humana atravesar la oscuridad. Con un receptor de onda corta podemos escuchar a gentes situadas en la otra punta del mundo, y, todavía mejor, hablarles también. Pero a veces quien está al otro lado no acepta respuestas. En ocasiones el mensaje que nos llegará a través de las ondas será incomprensible, pero igual de evocador que las primeras emisiones radiofónicas, si no más. En todo el mundo existen emisoras de radio que sólo emiten interminables filas de números, una y otra vez. Larguísimas series de cifras carentes de sentido. Salvo que en realidad no carecen de sentido, somos nosotros que no disponemos de la clave para descifrarlas. Hoy en Fronteras, el misterio de las estaciones numéricas.

Estación numérica norteamericana captada en febrero de 2019

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Chernóbil y el paso del tiempo

El fotógrafo canadiense David McMillan viajó por primera vez a la zona de exclusión de Chernóbil en 1994, según cuenta, influido por la lectura en su adolescencia de la novela post apocalíptica On the Beach, conocida en español como La hora final. Desde entonces hasta hoy ha regresado hasta 20 veces más a la zona para documentar los efectos del paso del tiempo en las ciudades y los territorios abandonados desde el accidente de 1986. Las fotografías del mismo lugar con años o incluso décadas de diferencia muestran cómo la fuerza devastadora del tiempo reduce todo a escombros y polvo hasta hacerlo irreconocible. Exactamente igual que nos sucederá a todos nosotros, con o sin radiación.

Coches de choque, 1994
Coches de choque, 2008

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Turistas de lo oscuro

Hace unos días se cumplieron 33 años de la explosión de la central nuclear de Chernóbil. La cercana ciudad de Prípiat, donde residían los trabajadores de la central nuclear y sus familias fue evacuada 36 horas después de la catástrofe ante los altísimos niveles de radiación alcanzados. La zona contaminada fue clausurada y cerrada al público,, más de 2.500 kilómetros cuadrados en Ucrania, Rusia y Bielorrusia que fueron en su mayoría abandonados sin más y donde la naturaleza ha reclamado su lugar. Con los años Prípiat se ha convertido en la ciudad fantasma más famosa del mundo y su peligrosidad se ha reducido: hoy existen visitas guiadas diarias que salen desde Kiev y transportan a los asombrados viajeros (30.000 al año) a los estertores finales de la Unión Soviética, un parque temático del abandono donde los derrelictos comidos por el óxido se han convertido en iconos turísticos. Visite un parque de atracciones abandonado hace tres décadas y que se cae a pedazos por sólo 100 euros. El tour tiene casi tres mil reseñas en Tripadvisor y casi todas son de cinco estrellas. Así que tiene que merecer la pena.

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Postales desde Chernóbil

Hemos visto muchas fotografías de Prípiat y la zona de exclusión en Ucrania y Bielorrusia alrededor de la central nuclear de Chernóbil. Aquí en este vuestro blog fronterizo le hicimos una fascinada visita hace unos años. Prípiat es a los aficionados a la exploración urbana lo que Baarle para los cruzadores de fronteras. El Santo Grial. Hoy traigo aquí un espectacular vídeo de la ciudad grabado con un drone por Danny Cooke, un periodista freelance británico que viajó a la zona mientras rodaba un reportaje para la norteamericana CBS. En el vídeo podemos ver, con el habitual escalofrío, los iconos de la ciudad en ruinas: la noria, los coches de choque, los escudos y símbolos soviéticos… todos, o casi todos, los hemos visto muchas veces, en blogs, redes sociales o en el Call of Duty, pero siguen resultando fascinantes. Y lo seguirán siendo, según las previsiones de los científicos, hasta dentro de diez o quince generaciones, cuando la zona quede libre al fin de radiaciones.

Via: Xataka

Las ciudades fantasma de la Unión Soviética (I)

La Unión Soviética posee varios récords históricos difícilmente igualables. Durante más de cinco décadas fue no sólo el Estado más extenso del planeta, y con amplísima diferencia sobre el segundo, sino probablemente el más extenso de toda la Historia. La República Soviética de Rusia fue también, durante ese tiempo, y de lejos, la entidad subnacional más grande del mundo. Y la desintegración de la URSS supuso la aparición de más países que cualquier otro proceso de desmembración conocido. Hasta 15 nuevos países, Rusia aparte, nacieron entre 1990 y 1991. En ese territorio inmenso, que abarca tres océanos, dos continentes y veintidos millones de kilómetros cuadrados, la caída del sistema supuso también el abandono de ciudades enteras cuya existencia era debida únicamente al interés estratégico o militar del gobierno de Moscú. Otros lugares quedaron abandonados por guerras, desastres naturales y artificiales o, sencillamente, porque se murieron poco a poco. Por todo el territorio ex soviético, de Ucrania a Siberia y del Ártico al Mar Negro, docenas de ciudades y pueblos han quedado abandonados, a merced de los elementos y de la naturaleza, que se ceba con ellos. Prípiat, Kadykchan, Agdam, nombres de ciudades que en su día fueron el centro de la vida de miles de personas y hoy no son más que cáscaras. Pecios de un sistema insostenible, monumentos a la nostalgia, derrelictos repletos de historia, son muchos lugares que bien merecen una visita, aunque sea virtual.

La base soviética de Skrunda-1, en Letonia, abandonada en 1998 y vendida este mismo año por 2 millones de euros a un anónimo ruso en una subasta.

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