Estocolmo en primavera. Carne de reno, vino en lata y el cementerio más bonito del mundo

Como casi todas las ciudades, Estocolmo son muchas ciudades en una, círculos más o menos concéntricos que como los anillos de un árbol revelan la historia del lugar. Pero en el caso de la capital sueca esa trama urbana incluye al mar: no es que la ciudad mire al mar, es que el mar es parte integral e inseparable de la ciudad, como lo son las calles y los edificios, o como lo es un cementerio. En el caso de Estocolmo, el más bonito del mundo, y el único que es Patrimonio de la Humanidad.

Estocolmo y el mar

Soy lo que se denomina un viajero low cost, o en términos menos técnicos, un agarrao. Vuelo a horas intempestivas, con el equipaje mínimo imprescindible y en el asiento aleatorio que me asigne la aerolínea, que suele ser un asiento central en la fila 87 o así. Resulta bastante difícil mezclar los conceptos «Estocolmo» y «Low cost» en la misma frase, pero uno tiene la suerte de tener amigos esparcidos por toda Europa, y un par de ellos viven en la capital sueca. Así que en cuanto los algoritmos de precios de Norwegian y Vueling lo permitieron procedí a reservar un vuelo aceptablemente barato a Arlanda, y, aprovechando la política flexible de trabajo remoto de mi empresa, procedí a instalarme cinco días sin ningún tipo de vergüenza en casa de Mario y Raquel, dos arquitectos que me hicieron de guías, y recalco lo de arquitectos porque nuestros paseos por Estocolmo tuvieron mucho de Historia de la Arquitectura. 

Ojalá compartir esta puesta de sol contigo —-> Enviar a todas
Estocolmo la nuit. El mar es una cosa maravillosa en esta ciudad

Hay dos cosas que hacen de la capital de Suecia un destino especialmente apetecible. Una, que es fácilmente paseable, requisito imprescindible para el flâneur europeo que muchos llevamos dentro. La otra es que es una ciudad donde el agua es parte de la propia trama urbana, y que por tanto forma parte de un pequeño número de lugares privilegiados donde la vida es prácticamente anfibia, como Venecia, Ámsterdam o Hamburgo. La razón es que Estocolmo yace mayoritariamente en un conjunto de catorce islas, y aunque siempre han existido puentes (el centro histórico de Estocolmo se llamó hasta 1980 Staden mellan broarna, o «Ciudad entre puentes») y hoy día existe el metro y se puede ir a todas partes en coche, a menudo es más fácil subirse a un barquito del transporte público municipal para moverse de una isla a otra.

Estocolmo, el sándwich azul

El centro histórico de Estocolmo ahora se llama Gamla Stan, o sea «Ciudad vieja», como Staroměstská en Praga o Ciutat Vella en Barcelona.  Callejuelas y plazoletas renacentistas se suceden entre iglesias, tabernas y edificios coloridos del siglo XVIII que le dan al barrio su aire característico, entre la bohemia parisina y el laberinto medieval. Allí se encuentra la postal más conocida de la ciudad, los edificios de colores de la Stortoget (Plaza Mayor). En ese lugar a primera vista tan apacible sucedió un hecho crucial en la historia de Suecia, cuyo nombre es espectacularmente descriptivo: El baño de sangre de Estocolmo.

Pues parece un sitio bastante tranquilo
Järnpojke, o «niño mirando la Luna»., Si no es la estatua más pequeña del mundo, hace podio seguro

Entre los siglos XIV y XVI los tres reinos escandinavos (Dinamarca, Noruega y Suecia, que controlaba casi todo lo que hoy es la Finlandia habitada) estaban unidos bajo una misma corona, una figura conocida como la Unión de Kalmar. En Suecia había un movimiento fortísimo contra la Unión, hasta tal punto que se libró una guerra para expulsar del trono a Christian II, un danés. Tras tres años de batallas un ejército de mercenarios holandeses y franceses acabó tomando Estocolmo en el verano de 1520, así que Christian fue coronado también como rey de Suecia (ya lo era de Dinamarca y Noruega desde 1514). En noviembre se celebró la coronación, como se hacían las cosas en esos tiempos, con abundancia de comida, cerveza y vino. Tras tres días de celebraciones, sin embargo, el recién coronado rey procedió a detener a decenas de nobles, clérigos y altos cargos, presentes en la celebración, y a acusarles de herejía y alta traición. Casi todos los detenidos eran partidarios de la independencia de Suecia, y fueron ejecutados a lo largo de tres días en el mismísimo centro de la ciudad. Lejos de cumplir su intención de dominar por la fuerza a Suecia, las noticias provocaron una rebelión generalizada de toda la nobleza sueca, que acabó siendo conocida como Guerra de Liberación, y aupando al trono de una Suecia independiente a un hombre del que hablaremos de nuevo en un rato: Gustav Vasa

Atardecer estocolmiano. O estocolmense. O como se diga

La caminata por el centro de Estocolmo discurre entre edificios singulares y explicaciones e historias que Mario y Raquel me van desgranando. Al pasar por la Iglesia Alemana y su chapitel de cobre recubierto de cardenillo, me explican que la forma más habitual de obtener ese color verdoso de forma natural era usando orina. Ahora no puedo mirar a ningún tejado verdoso sin pensar en esforzados albañiles meando campanarios. La verdad es que la concentración de cosas que ver en el centro de la ciudad es notable. En un radio de 300 metros desde la Plaza Mayor están el Parlamento, el Palacio Real, la Catedral de Estocolmo y la iglesia más bonita, del barrio y de la ciudad, la Iglesia de Riddarholmen. El Tribunal Supremo y la residencia presidencial también están dentro de ese círculo. Lo cual me lleva a plantearme una curiosidad geográfica: hay una serie de países que tienen su capital en una isla sin ser archipelágicos. Concretamente son cuatro: Gambia, Emiratos Árabes, Dinamarca y Guinea Ecuatorial. ¿Es Suecia el quinto país continental con capital en una isla, teniendo en cuenta que el centro histórico, el Parlamento y el Tribunal Supremo están en una, aunque la mayor parte de la ciudad no? Se aceptan opiniones. 

La Catedral de Estocolmo. Suecia no es sólo un país protestante, sino que hasta hace poco más de veinte años era oficialmente confesional. La Iglesia mayoritaria en el país es la Iglesia Sueca, la variante local del luteranismo, aunque cada vez tiene menos peso
La Iglesia de Riddarholmen, donde se encuentran enterrados buena parte de los monarcas suecos
Iglesia Alemana de Estocolmo y su chapitel de cobre meado

Más adelante volveríamos junto al mar, pero Mario y Raquel también me llevaron a conocer lugares ligeramente fuera del circuito turístico. Como por ejemplo un Systembolaget, el monopolio estatal de venta de alcohol que rige en el país. En realidad el Estado no quiere suministrar alcohol a la población, así que mantienen un marketing diseñado para vender lo menos posible. No se vende en domingos, ni los sábados a partir de las tres. Las latas y botellas se venden de una en una. Está prohibido hacer descuentos y promociones y la mitad del precio de casi cualquier producto son impuestos. El origen de este monopolio, que sólo existe en Suecia, es la terrible costumbre local de tener una destilería en cada casa, lo que derivaba en el consumo per cápita de alcohol anual más alto del continente. Todo el mundo producía alcohol y todo el mundo bebía cantidades ingentes, A principios del siglo XIX esto provocaba no sólo los imaginables problemas de salud y orden públicos sino incluso falta de alimentos básicos en el mercado, que se escamoteaban para hacer licor. Así que a mediados de siglo el gobierno sueco empezó a regular la producción y venta de alcohol, hasta que durante la I Guerra Mundial empezó a racionarlo, una costumbre, la cartilla de racionamiento, que se mantuvo vigente hasta mediados de los años 50 del siglo XX, pese a su masiva impopularidad. Y fue entonces cuando se creó el actual Systembolaget, («Tiendas del Sistema») las únicas tiendas del país que pueden vender bebidas alcohólicas por encima de los 3,5º.

Entrada a un Systembolaget, una licorería de toda la vida, pero sin competencia
Vino español en lata de 30 centilitros. El vino en lata se considera en España una aberración intolerable, incluso por debajo del vino en tetra brik, pero lo cierto es que se conserva estupendamente.
Latas de vino neozelandés a seis euros la unidad

Enfrente de la licorería está la Biblioteca Pública de Estocolmo. A primera vista es un edificio que no llama la atención demasiado, pero mis guías, recordemos, eran dos arquitectos, así que me descubrieron los secretos del lugar, y me generaron otra necesidad que no tenía, que es ir a ver bibliotecas cuando viajo. El edificio es ciertamente bonito, relajante como todas las bibliotecas, pero también visualmente conmovedor. Fue la primera biblioteca de Suecia con los fondos abiertos, en la que no era necesario pedirle al bibliotecario un volumen, sino que podían cogerse directamente de las estanterías. Estanterías que están mayoritariamente en la rotonda del edificio, un espacio absolutamente absorbente donde uno podría quedarse a vivir.

La rotonda central de la biblioteca de Estocolmo
Exterior en obras (por supuesto) de la Biblioteca de Estocolmo, de Gunnar Asplund, arquitecto del que volveremos a hablar dentro de unos pocos párrafos.
La Konserthuset («sala de conciertos»), donde se entregan los Premios Nobel por fuera es un cubo de hormigón azul

Esa noche fuimos a cenar a un restaurante típico sueco junto al mar (dónde si no). Después de cinco años Mario y Raquel hablan un sueco que a mis oídos inexpertos suena como si hubieran crecido en Gotemburgo y formaran parte del jurado de los Nobel. Mi misión cuando viajo es hacer el guiri lo más posible, y siempre que el más elemental deseo de sobrevivir lo permita, probar cualquier cosa que coman habitualmente los locales, como por ejemplo arenques. El plato de arenques más conocido de Suecia es el Surströmming, una conserva fermentada tan hedionda que está prohibida por la Convención de Ginebra contra las Armas Químicas. La Wikipedia, conocida por su neutralidad y laconismo, lo describe como «un olor fuerte y fétido […] parecido al pescado pasado o a basura dejada al sol durante un par de días». Es una cosa tan repulsiva que existe algo llamado «Surströmming challenge«, en el que youtubers se graban teniendo arcadas al abrir la lata de conserva. Sólo puede comnerse al aire libre y preferiblemente bajo el agua y las aerolíneas lo colocan en la misma lista de prohibiciones que los explosivos y las armas de fuego. Nuestros arenques, por suerte, olían decentemente, y sabían aún mejor. De plato principal decidí pedirme albóndigas de reno, un plato tan sueco que por poco no aparece en la cafetería del Ikea.

Estaba mucho más rico de lo que parece, lo prometo
Kungstornen, o Torres del Rey, dos edificios art-deco del primer cuarto del siglo XX que escoltan a uno de los muchos puentes de la ciudad

Como en toda ciudad grande, en Estocolmo hay una infinidad de museos de lo más variopinto, pero el más visitado del país (y de Escandinavia, según proclama orgullosamente su publicidad) es el Vasamuseet. El museo expone un único objeto: el Vasa, un barco de guerra del siglo XVII que se recuperó casi intacto del fondo marino de la Bahía de Estocolmo. La historia de cómo llegó ahí es un tratado de idiocia que, pese a tratase de un suceso de hace cuatro siglos, le resultará familiar a cualquier oficinista contemporáneo que se haya visto envuelto en una tormenta de mierda corporativa. Resulta que al poco de empezar la construcción el Rey Gustavo II (nieto de Gustav Vasa) quiso añadirle otra cubierta de cañones al buque; en aquella época (primer cuarto del siglo XVII) Suecia era una potencia marítima de primer orden que aspiraba a dominar todas las costas del Báltico y el monarca quería fardar de cañones. El Vasa tenía que ser el buque insignia de la flota sueca y por lo tanto también tenía que ser el que más cañones tuviera. Así que se modificó el diseño añadiéndole un piso más al casco de la embarcación. Para entonces los constructores ya estaban preocupados por lo que un centro de gravedad más alto y una cantidad inédita de cañones podían hacerle a la estabilidad del buque, pero siguieron adelante porque nadie se atrevía a contradecir al Rey.

Exterior del museo, en una pradera idílica en la no menos idílica isla de Djurgården
La proa del Vasa, conservada tal cual se extrajo del mar. Un 90% del barco que se expone es original, hay algunas adiciones contemporáneas fácilmente distinguibles (por el color de la madera, fundamentalmente)

Una vez terminado el barco se hicieron pruebas de estabilidad (treinta hombres corriendo de un lado a otro de la cubierta) y tuvieron que detenerse cuando estaban a punto de zozobrar. El Vasa no estaba ni remotamente preparado para navegar pero de nuevo, ¿quién se lo decía a Su Majestad? Así que se montó una ceremonia de botadura con toda la fanfarria y pompa habituales, invitados, banderitas, gente emperifollada, canapés de pan Bimbo con salmón, lo típico, y el Vasa salió al mar con si figura imponente destinada a dominar los mares del Norte de Europa. Su dominio duró exactamente un cuarto de hora. La primera ráfaga de brisa hizo que el barco se escorara tanto que el agua entró a chorros por las troneras de babor y el navío se fue a pique con todos sus cañones y sus marinos, ante los ojos atónitos de una muchedumbre de miles de ciudadanos que se habían congregado para la ocasión. Entre ellos, decenas de espías de los enemigos de Suecia camuflados entre los embajadores y enviados de otros países a los que el propio Rey había invitado para presumir ante ellos. Y todo porque en un proceso de cuatro años nadie se atrevió a decir «oiga, jefe, yo creo que los números no cuadran». Todo aquel que se haya visto obligado a usar una hoja de Excel en el trabajo conoce esa sensación.

Turistas observan la maqueta del Vasa con los colores originales del barco, situada justo delante del propio barco
Parque de atracciones Gröna Lund, en la isla de Djurgården, visto desde el barquito de transporte público que llega hasta allí

El Vasa fue recuperado del fondo marino en 1961, después de un cuarto de milenio en el lodo de la Bahía de Estocolmo, y acabó convirtiéndose en una de las señas de identidad de la ciudad. Pero medio siglo antes de que el viejo buque emergiera de entre los muertos la ciudad ya había levantado uno de sus iconos. Uno bastante improbable, que no suele aparecer en las guías salvo como nota a pie de página o escondido como actividad suplementaria, pero que a mi me parece uno de los lugares más extraordinarios del continente. Un lugar con un nombre tan poético como descriptivo: El Cementerio del Bosque.

Un banco en uno de los caminos entre árboles del Cementerio del Bosque
Tumbas entre los árboles del Cementerio del Bosque. Hay unas cincuenta mil personas enterradas aquí, y un número indeterminado en la zona anónima del cementerio

El Skogskyrkogården le fue encargado en 1915 a Gunnar Asplund, el mismo arquitecto que una década y pico después levantó la Biblioteca de Estocolmo. Junto con Sigurd Lewerenz y a lo largo de los siguientes veinte años construyeron un espacio paisajístico tan perfecto como funcional. ¿Puede ser romántico un cementerio? Yo pensaba que no, pero después de pasear durante una hora y media por un bosque sembrado de tumbas podría llegar a cambiar de opinión. «Como te ves yo me vi, como me ves te verás», reza la letra de una prodigiosa canción de Siniestro Total inispirada en un viejo adagio medieval sobre la muerte. Todos vamos a acabar en algún lugar como este, pero el Cementerio del Bosque es de los pocos que está pensado para hacerles las cosas más fáciles sus usuarios, que no son los muertos, sino aquellos que vienen de cuando en cuando a honrarlos y recordarlos.

Tumba de Greta Garbo en uno de los claros del Cementerio del Bosque
Capilla de la Santa Cruz, obra de Lewerentz. Es el único edificio suyo en el cementerio, el resto son de Asplund. Lewerentz fue responsable fundamentalmente del delicado paisajismo del lugar
Colina de la Meditación en el Cementerio del Bosque

Después del paseo por el cementerio y el Vasa me subí a un tren camino del aeropuerto de Arlanda. Tuve la inmensa suerte de coincidir con  las aficiones del AIK Solna y el Hammarby, dos de los tres equipos de Estocolmo, que disputaban un derbi a la misma hora a la que yo debía estar en Arlanda para tomar mi vuelo de vuelta a casa. Fue un viaje, digamos, entretenido. Uno se podría creer que los suecos son gente racional, fría, poco propensa a hooliganismos o a montar follón en el transporte público, pero veinte minutos en un cercanías con dos mil hinchas le quitan esa idea de la cabeza rapidito.

Yo sobreviví al derbi de Estocolmo

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Yo soy así y así hay que quererme

9 respuestas a “Estocolmo en primavera. Carne de reno, vino en lata y el cementerio más bonito del mundo

  1. Pepito Pérez 26-febrero-2024 / 4:21 pm

    Gracias, Diego. Como siempre muy interesante y entretenido.

    Seguiré reivindicando a la Lutecia que aparece en los libros de Astérix. Si Estocolmo entra en la categoría de capital insular, París también.

    • Pepito Pérez 26-febrero-2024 / 7:01 pm

      Ah, y Berlín también.

      • Diego González 27-febrero-2024 / 11:50 am

        Pero París no tiene los edificios oficiales en una isla, sólo Notre Dame… ídem con Berlín.

        • Pepito Pérez 27-febrero-2024 / 5:16 pm

          Mmm… claro. Obviamente antiguamente los tenían (y toda la población), pero ahora está claro que ya no, y Estocolmo los mantiene.

          ¡Vale, me has convencido! Quedan son sólo los cuatro que dices.

          Cuando vengas a Chile (cuya capital, Santiago, también estaba en su origen en una isla del río Mapocho, como recordé después) avisa antes para juntarnos a echar risas. Eso sí: casi nunca hay ofertas para Chile.

          Un abrazo.

  2. Víctor Rosas 27-febrero-2024 / 3:01 am

    Estupenda crónica Diego, menos mal que no se trató solamente del arenque podrido y hablaste de muchas otras cosas interesantes más.

  3. Jorge de Ory Murga 27-febrero-2024 / 10:04 am

    Muy interesante a la par que entretenida entrada, en la que ni siquiera falta tu habitual dosis de hipérbole en el párrafo sobre los arenques ni la ración de chistes malos, que en realidad son los buenos.

    Y una recomendación: si alguna vez tienes ocasión de ir a Boston (y con Level puedes hacerlo sin traicionar tus principios lowcosteros), no dejes de visitar el Mont Auburn Cemetery (https://www.mountauburn.org/). Tu descripción del Cementerio de Estocolmo me lo ha recordado mucho.

      • Jorge de Ory Murga 27-febrero-2024 / 6:09 pm

        Ah, brutalismo en estado puro.

        Creo que te molaría mucho una escapada a Boston, por estos y otros muchos motivos.

  4. Marius 2-marzo-2024 / 11:21 pm

    Excelente entrada y de nuevo me ha sacado un par de sonrisas con tu ingeniosa redacción. Como recordatorio sobre el tema de las capitales insulares a nivel mundial, cabría mencionar que la de México duró bien un par de siglos siendo de facto una isla durante el virreinato de la nueva España. Hasta que se terminó de secar el lago de Texcoco. Y otros dos siglos antes con Tenochtitlan los Mexicas que fueron los que empezaron con semejante idea. Artificial y todo, pero isla al fin de cuentas.

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