Cuando a finales de los noventa se diseñaron los billetes de Euro se decidió que no contendrían símbolos de ningún país concreto más allá del mapa de la Eurozona que todos contienen. Había sólo siete billetes y la Eurozona la formaban doce países (ahora son diecinueve) y el EMI (el organismo antecesor del Banco Central Europeo) no quiso favorecer a ninguno de los miembros. Se decidió ilustrar el anverso de los billetes con una obra arquitectónica ficticia, una serie de puentes que representaran la evolución artística de Europa. Pero eran puentes imaginarios, no existían. Hasta que en 2013, existieron.
El encargado de diseñar los billetes de euro fue el austríaco Robert Kalina, que ganó el concurso a tal efecto convocado en 1996 por el Banco Central Europeo. La idea de representar épocas artísticas más o menos comunes a toda Europa, y específicamente puentes como nexo de unión entre culturas, fue decisiva. Las épocas representadas son siete, tantos como billetes diferentes: Arquitectura clásica, románica, gótica, el Renacimiento, el Barroco, el Art Noveau y la arquitectura contemporánea, en orden de menor a mayor valor facial de los billetes. Los puentes eran ficticios y no pretendían representar ninguna construcción real; de hecho en los diseños originales se incluían el puente de Rialto en Venecia y el de Neuilly en París, pero fueron modificados para hacerlos más genéricos y por tanto más universales.
Fast forward de década y media o así. Es 2013 y el euro ya es la moneda oficial de 18 países. En la localidad de Spijkenisse, un suburbio de Róterdam, una promotora construye Het Land, una urbanización de chalés adosados con amplios ventanales, la clase de viviendas con cristaleras gigantes sin persianas ni cortinas que a los europeos del sur nos provocan una inquietud considerable. Como toda cosa holandesa que se precie tiene un canal en medio, y puentes que lo cruzan. Y aquí entra en acción Robin Stam, al que le encargaron construir los susodichos puentes, y que fue el que tuvo la idea de convertir unos puentes de ficción en realidad.
Los siete puentes de los siete billetes de euro están representados en el pequeño canal de la urbanización, pintados además con los colores de los billetes en los que aparecen. Los colores de los billetes quedan bastante raros en el mundo real, así como su adaptación al tamaño del canal que cruzan, pero son fácilmente reconocibles. Se han convertido en un destino turístico en si mismos, especialmente el puente del billete de 500 euros, cuya versión de hormigón es mucho más fácil de ver en persona que la de papel.
Más en Atlas Obscura, Web Urbanist, Design Boom y Destino Infinito.
Como dicen en Venezuela se fumaron una lumpia ( Rollo Primavera).
Y no se les fue un poco la pelota con tanto puente para tan poca urbanización ??
Se supone que los iban a poner de todas maneras y lo que han hecho con un diseño original. En Holanda hay miles de puentes ya que el país está lleno de canales.
Tengo que ir a verlos.
Me lo apunto.