El edificio conocido como Begich Towers no tiene, en sí mismo, nada de especial. Es un anodino edificio de apartamentos compuesto de tres módulos, cada uno de ellos de catorce plantas de alto, pintado de color crema o tierra en su mayor parte, y que pasaría desapercibido en cualquier suburbio de extrarradio. Lo que hace especial la construcción es dónde se encuentra situada y especialmente quién vive en ella. Sobre todo porque la respuesta a ambas preguntas es la misma: Wittier, Alaska. El pueblo donde todo el mundo vive en el mismo edificio.

Los orígenes de Whittier se remontan a la II Guerra Mundial. Situado en las orillas de la Bahía del Príncipe Guillermo (Prince William Sound) hasta 1943 en el lugar donde hoy se encuentra el pueblo no había nada salvo piedras, nieve y pinos. Ese año el Ejército de EE.UU. fundó Camp Sullivan, una base y puerto militar enlazados por vía ferrea con Anchorage, que sirvieran como punto de entrada para los miembros de las fuerzas armadas desplazados a Alaska. Las Torres Begich fueron construidas en 1953 para alojar a las familias de los militares desplazados al lugar, aunque no recibieron su actual nombre hasta 1972, en memoria de un congresista alaskeño fallecido en un accidente aéreo. Camp Sullivan estuvo acivo hasta los años sesenta, cuando las instalaciones militares fueron transferidas a la administración civil. Whitter se estableció como municipio independiente en 1969, y en 1974 las Torres Begich pasaron a manos privadas.

En la actualidad el pueblo tiene 214 habitantes, de los que unos 180 residen en las Begich Towers, o BTI, como es conocido el complejo coloquialmente entre los habitantes el pueblo. El edificio no es sólo el hogar de casi todos los habitantes del pueblo (unos pocos viven en un edificio de dos plantas adyacente), sino también de la mayoría de los servicios esenciales. En el primer piso, por ejemplo, encontramos la comisaría y la estafeta de correos y en el segundo están las oficinas del ayuntamiento. Kozy Korner, la tienda de comestibles, está en la planta baja y hay un restaurante en el séptimo piso. En los pisos 13 y 14 podemos encontrar el único hotel del pueblo que abre todo el año. En otra planta existe la posibilidad de darse un baño en una piscina climatizada, y un par de piertas más allá podemos hallar la lavandería comunal. El lugar está diseñado para que cualquier punto del edificio pueda ser alcanzado desde cualquier otra parte del mismo, por lo que los residentes pueden hacer su vida íntegramente sin salir a la calle.

En el curso 2015-2016 se matricularon 38 estudiantes en la escuela local, entre preescolar y bachillerato. La escuela es la única instalación oficial situada fuera del edificio, pero para acceder a ella no hace falta exponerse a las inclemencias del tiempo. Existe un claustrofóbico paso subterráneo que une Begich Towers con las aulas del colegio municipal y la estación del ferrocarril. No es el único túnel relevante en la localidad. Para llegar hasta Whittier existe una única carretera, cuyo principal interés, además de las espectaculares vistas comunes en la zona, es el Túnel Anton Anderson, una estrecha galería bajo la montaña de más de cuatro kilómetros y medio de longitud cuyo firme sirve tanto para los ferrocarriles como para los automóviles. Dada su escasa anchura no caben dos coches a la vez, por lo que cada media hora se invierte el sentido de circulación. Eso sí, a las 11 de la noche el túnel cierra hasta las cinco y media de la mañana del día siguiente, por lo que más vale que el cierre pille al viajero en el lado correcto del túnel. Si no, le tocará dormir en el coche, algo que, según cuentan, es bastante habitual.


Pese a que Begich Towers podría ser tranquilamente el escenario de una novela de ciencia ficción post-apocalíptica, la vida cotidiana en Whittier no se diferencia demasiado de la de cualquier otro pueblo de su tamaño, salvo probablemente por la familiaridad con la que actúan sus habitantes. Uno no va a la calle de al lado o a la casa de enfrente, sino a la puerta de al lado o al piso de arriba. Por eso es habitual cruzarse a los vecinos en pijama o camisón en los pasillos del edificio. El alcalde, los profesores del colegio, el cartero o cualquier persona relevante vive a treinta segundos en ascensor o un minuto por las escaleras. El mayor empleador del pueblo es el ayuntamiento, bien en servicios comunales (profesores, policías, encargados de mantenimiento) o de infraestructuras (operarios de gestión del túnel y la vía férrea, el puerto, etc). Durante los meses de verano la localidad es una escala habitual de varias líneas de cruceros que recorren la costa sur de Alaska y el pueblo se llena de turistas y trabajadores temporales, pero cuando llegan las primeras nieves, los doscientos irreductibles se quedan solos para pasar el invierno.

Los residentes que han contado su experiencia allí hablan de un fortísimo sentimiento de pertenencia a la comunidad. En un pueblo tan pequeño y con un acceso tan complicado casi cada persona adulta tiene una labor fundamental. Es difícil sentirse solo, pero también es fácil sufrir cierta forma de claustrofobia derivada de vivir prácticamente un 100% del tiempo bajo el mismo techo. Para paliar esa sensación, cada cual se lo monta como puede. Una de las maestras de la escuela, por ejemplo, se lleva la comida hecha de casa para almorzar en la escuela. De hecho la mayor parte de los alumnos hacen lo mismo. Todos ellos podrían ir a casa en menos de cinco minutos y sin dejar de estar bajo techo, pero prefieren no hacerlo para establecer algún tipo de barrera entre sus hogares y la escuela.
Una profesora de Whittier cuenta su experiencia en el pueblo (subtítulos en inglés)
Además de Begich Towers, otro edificio domina el skyline de la localidad. Se trata del Edificio Buckner, en su día el más grande de Alaska (Begich Towers era el segundo en esa clasificación), y que servía de residencia para los militares destinados en la base antes de su desmantelamiento. En los años sesenta quedó abandonado cuando la base se cerró y hoy su desolada estampa ejerce de inquietante y poderoso imán tanto para los niños y jóvenes de la localidad como para los visitantes ocasionales. Derribarlo costaría millones, debido a que en su construcción se usaron cantidades industriales de amianto, lo que, dicho sea de paso, lo hace inhabitable.

Y en fin, esto es Whittier. Un pueblo de sólo doscientos habitantes donde los atascos se producen en el ascensor, la atracción principal es un edificio abandonado y el único túnel que da entrada al pueblo cierra por las noches. Un lugar como cualquier otro, sí, pero distinto a cualquier otro.
Fuentes y más info:
Wikipedia (2), Atlas Obscura (2), CNN, Business Insider, Gizmodo.
Otras entradas sobre Alaska en Fronteras:
La carrera del suero a Nome: cómo un puñado de perros salvó cientos de vidas.
Las islas del fin del mundo y el telón de hielo. Diómedes, o mirar a Rusia desde EE.UU.
También se habló aquí de otro edificio peculiar: Blok P, el infierno habitacional de Groenlandia
Cabe destacar que Whittier es el pueblo más lluvioso de EEUU y uno de los más lluviosos del mundo con más de 5000 mm de agua al año.
Me parece el hecho de que todos en el pueblo todos viven en un lugar muy interesante. Todos viven en unidad y lo que necesitan es que uno de los edificios. No me gustaría vivir allí porque nunca veía fuera y eso es terrible.
Impresionante ¡
Muy interesante. Descubrí tu blog hace tiempo y me alegra volver ya que la información es excelente.
Saludos!
Me encantan este tipo de comunidades, muy curiosa la historia. Gracias por compartirlo
Me ha encantado este artículo, ahora por fin tengo un sitio en castellano al que remitir a la gente cuando les hablo de este pueblo (lo saco a conversación más de lo que cabría esperar) Había leído la pieza que enlazas de la CNN, y no pude evitar la risa cuando el alcalde cuenta que se tuvo que mudar al otro complejo de apartamentos porque estaba harto de que los vecinos le llamasen a la puerta a cualquier hora cada vez que tenían una queja.
jamas viviria en un lugar asi
Me ha recordado al año que pasé en un barracón militar. Pero vivir así toda la vida y encima sin nadie más en kilómetros alrededor tiene que ser flipante.
Y justo eso es lo que se busca en el ejército. Sentimiento de unidad de los soldados. Sin duda una convivencia apretada lo consigue… si antes no se matan entre ellos jajaja.
Genial entrada. De esas que te enseñan cosas y te hacen pensar. Me ha encantado.