Libros: los sótanos del mundo

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Los sótanos del mundo. Ander Izagirre. Elea Argitaletxea, Bilbao, 2005

La literatura de viajes es un género difícil. Un viaje es emocionante, como puede atestiguar cualquiera que se haya pasado sin dormir la noche antes de la partida, las tripas reconcomidas por los nervios y la expectación, pero salvo excepciones, raramente las experiencias vividas justifican rellenar trescientas páginas con lo sucedido. Sin embargo hay algo que podemos denominar «la mirada del viajero» que convierte un viaje en muchos, porque no sólo se viaja en el espacio sino también en el tiempo. El viajero, cuando llega a un lugar, se empapa de la geografía, de la historia y de las gentes que lo habitan o que dejaron allí su huella. Y eso es lo que convierte un relato de viajes en literatura en su más amplia expresión. Es lo que ha hecho Ander Izagirre en este libro. Literatura con mayúsculas.

Los sótanos del mundo nos lleva en un viaje por todos los continentes (exceptuando la Antártida) en busca de las depresiones geográficas más profundas de cada uno de ellos. Las orillas del Mar Muerto entre Israel y Jordania, el Lago Eyre en Australia, el litoral ruso del Mar Caspio, el californiano Valle de la Muerte, la Laguna del Carbón en la Patagonia Argentina, y el Lago Assal en Yibuti. Nombres quizá conocidos para los aficionados a la geografía, pero más como puntos de referencia, como respuesta a una pregunta del Trivial que como lugares reales, con su particular historia e idiosincrasia. Ander Izagirre viajó allí y volvió para contarlo.

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No has ido al Mar Muerto si no te has hecho esta foto

Los sótanos del mundo son lugares extremos. No sólo en el sentido puramente geográfico, sino el el más amplio sentido de la palabra. Inhóspitos, desapacibles, generalmente despoblados. El Lago Eyre, en los áridos y despiadados desiertos del centro de Australia, en realidad no es un lago, sino el lecho de una masa de agua que sólo se llena por completo en ocasiones contadas (nueve veces en los últimos ciento treinta años); el resto del tiempo es una costra de sal calcinándose al sol. Pero cuando se llena, aunque sólo sea hasta la mitad, la vida bulle como si no hubiera un mañana, principalmente porque no hay un mañana, y si lo hay, será dentro de unos cuantos años. Hasta allí viajó el autor en bicicleta, dándole un repaso por el camino a las legendarias condiciones de vida del Outback, donde un policía se encarga de todo lo que sucede en un área más grande que Portugal y el área de influencia de una escuela es más extensa que la mitad de las naciones independientes.

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El Lago Eyre en un día especialmente malo (fuente). Debajo, en uno mejor. El tono rosado lo provocan las algas (fuente).

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El capítulo dedicado al Valle de la Muerte abre el libro. A lo largo de las páginas visitaremos a los pastores vascos de Idaho y sus arbogllifos, reviviremos la enajenación mental colectiva que supuso la fiebre del oro de 1849 y presenciaremos los intentos de colonización del árido y aplastante Valle de la Muerte californiano. En Argentina, camino de la Laguna del Carbón, acompañaremos en su alucinógeno viaje al Vasco de la Carretilla, el Quijote de una sola rueda que se recorrió los caminos argentinos por una simple apuesta y contemplaremos con tristeza creciente la desolación irreversible de la Patagonia. En Yibuti sufriremos con los infinitos intentos de estafa que sufrió el autor y asistiremos a la llegada diaria del avión etíope que proporciona su insustituible ración de khat a los habitantes del país, sumido en un sopor permanente, aplastado por el inclemente calor. En Rusia comprobaremos los efectos del alcohol en los militares ex soviéticos y de la corrupción generalizada en el Cáucaso, mientras adolescentes de remotas ciudades nos invitan a un  helado. Y finalmente (aunque me he saltado deliberadamente el orden de los relatos en el libro), veremos el amanecer en Tierra Santa, entre peregrinos coreanos y vendedores ambulantes de la Jordania rural.

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Una carretera cruzando el Valle de la Muerte (fuente). Debajo, inscripción de un pastor vasco en un álamo, realizada en 1882 (fuente).

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Todo ello (y  mucho más) contado con la maestría de los grandes narradores, de los que saben extraerle el jugo a las historias, a los viajes y a la vida. La contraportada del libro muestra tres reseñas a cada cual más elogiosa, como en cualquier libro. Pero en este caso, las tres son merecidas. Los sótanos es un libro que merece estar en la misma estantería que colosos como Bruce Chatwin o Bill Bryson y ser disfrutado y releido de la misma manera.

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Ander Izagirre es periodista y viajero, autor de otros libros sublimes de viajes y también del fantabuloso Plomo en los bolsillos, anecdotario maravilloso del Tour de Francia. Podéis encontrarle en su web: Anderiza.com o en Tuíter: @Anderiza. Los sótanos del mundo puede comprarse en Amazon o en Desnivel. Dice Ander que están preparando una edición digital pero que todavía no la han lanzado porque no han encontrado píxeles negros suficientes. Todo se andará.

5 respuestas a “Libros: los sótanos del mundo

  1. Alberto 26-septiembre-2014 / 4:49 pm

    Suena muy bien, lo he pedido. ¡Gracias!

  2. SebaRay 26-septiembre-2014 / 8:38 pm

    Hola, sólo paso para decir que el blog esta muy bueno.
    Y espero con ansias la 3ra parte de la tres-cuarenta!!
    Saludos desde argentina

  3. Pacou 3-octubre-2014 / 1:25 pm

    Muy interesante el libro. Y ya que hablas de literatura de viajes «diferentes», me permito recomendar dos obras del gran periodista Gregorio Morán: «Nunca llegaré a Santiago» (una crónica despiadada del sentido y de los personajes del Camino) y «El viaje ruso de un vendedor de helados».

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