Cualquier taxista que se precie tiene centenares de anécdotas que contar, desde los pasajeros famosos que han llevado hasta los mamones que han echado la papilla en la tapicería del asiento trasero. En una ocasión una taxista de un pueblo cercano a Barcelona me contó que la carrera más larga que había realizado consistió en llevar unas piezas de una máquina hasta Málaga. Otro taxista, madrileño esta vez, se reía al recordar a un pasajero que se subió al coche y dijo «Tengo que ir a Sevilla, pero no a la calle, la ciudad». Sin embargo, ninguna de esas carreras puede compararse ni siquiera de lejos con la que el vizcaíno Carlos Arrese y los ingleses Jeremy Levine y Mark Aylett realizaron en 1994.
Durante una noche de copas en Londres, estos tres amigos comentaron, entre risas, la posibilidad de coger un taxi para ir a Durban a ver a un amigo de uno de ellos. La idea, en vez de disiparse al día siguiente junto con los vapores etílicos, se convirtió en un proyecto entre lo enloquecido y lo portentoso, y se pusieron manos a la obra. Lo primero fue agenciarse un taxi. Obviamente no iban a parar uno en Trafalgar Square y decirle to South Africa, please. Contactaron con la Asociación de Taxistas de Londres para contarles su idea, y sorprendentemente, a los ingleses les gustó. Les facilitaron las cosas para adquirir un Metrocab negro (el Metrocab es el clásico taxi de Londres), y les dieron la licencia para conducirlo saltándose los exámenes pertinentes. La única condición que les pusieron es que no llevaran pasajeros, al menos en territorio inglés. Recibieron el apoyo de la Asociación Nacional del Taxi de Inglaterra, del Foreign Office y de una treintena de entidades más. Los patrocinadores sumaron un total de 30.000 € de la época para la expedición.
El presidente honorífico de la asociación de taxistas es Felipe de Edimburgo, el marido de Isabel II. Fue él quien se encargó de la bajada de bandera en una ceremonia en el palacio de Buckingham, ceremonia a la que asistió un delegado del Libro Guiness y un empleado de la compañía de taxímetros que procedió a lacrarlo. Desde allí partió la aventura, que planteó numerosos problemas. El primero de ellos, el recorrido. Un taxi londinense no es un 4×4, y no puede circular por las pistas de arena del norte de África, por lo que decidieron rodear el Mediterráneo por Oriente Medio.
El viaje les llevó en ferry desde Plymouth a Santander, de allí a Bilbao y Madrid, para posteriormente tomar la A-2 hacia Barcelona. Atravesaron el sur de Francia para entrar en Italia, donde pararon en Roma. En barco llegaron a Grecia, que cruzaron para entrar en Turquía. Desde allí, Siria, Jordania y Arabia Saudí serían sus paradas. Una compañía naviera se había ofrecido a llevarles por la patilla para cruzar el Mar Rojo desde el Golfo de Akaba, en Jordania, pero llegaron tarde a la salida del buque. Así que, pertrechados con un salvoconducto expedido por la familia real Saudí, entraron en Arabia, donde el barco les esperó en Jedda para llevarles a Eritrea. En ese país el gobierno les puso una escolta militar en su camino hacia Yibuti, dada la inestabilidad de la zona.
Desde Yibuti siguieron su camino hacia el sur atravesando Etiopía y Kenia. Y llegando a Nairobi el taxi dijo basta. Se les gripó el motor y se quedaron tirados. Sin embargo, el apoyo inglés les solucionó la papeleta. Unos días más tarde, por valija diplomática, llegaron desde Inglaterra las piezas necesarias para la reparación, y pudieron continuar camino. Los pasaportes británicos abren muchas puertas, pero los españoles, al menos en África, no tantas. Así que, tras cruzar Tanzania, en la frontera con Malawi, Carlos Arrese se vio en la tesitura de convencer al guardia fronterizo de que España era miembro de la Commonwealth para que le dejaran entrar en el país. Zambia y Zimbabue fueron los últimos países antes de llegar a Sudáfrica y cruzarla entera hasta el Cabo de Buena Esperanza.
En Sudáfrica tenían concertada una entrevista con Nelson Mandela, por aquel entonces presidente de Sudáfrica, pero el líder sudafricano estaba convaleciente de una operación, por lo que finalmente dueron recibidos por el ministro de deportes y la alcaldesa de Ciudad del Cabo. Y después de todo eso, regresaron. Otros dieciseis mil kilómetros de vuelta. Cuando llegaron de nuevo a Londres, cuatro meses y medio después de haber partido, el taxímetro marcaba 63.500 dólares.
La increible epopeya de los tres amigos ha inspirado, años después, a Patxi Huélamo, un taxista de Vitoria, para conseguir superar su récord. Patxi se propone llevar a cinco pasajeros con su furgotaxi a Shangai desde Vitoria. Para ello cruzará toda Europa, Rusia y China, y regresará a través de la India, Pakistán, Turquía, Siria, Egipto, Libia, Argelia y Marruecos. Tres continentes, dos decenas de países y 40.000 kilómetros en dos meses y medio. La carrera costará algo así como cien mil euros, y Patxitaxi ya tiene cuatro de los cinco acompañantes. No nos queda sino desearle suerte y, sobre todo, buen viaje.
Para saber más:
Carlos Arrese: El trayecto más largo en Taxi, en El blog de Roge; El taxímetro marcó 63.500 dólares, en El Correo; y La carrera más larga, sobre el planeado viaje de Patxi Huélamo, también en El Correo
Hace poco comentaba con un amigo la cantidad de gente que se dedica últimamente a hacer este tipo de viajes aventureros. En Vitoria es casi una epidemia. O quizás no hay tantos, pero como esto es un pueblo grande, acabas conociéndolos o, al menos, sabiendo de ellos. En tus dos últimos post has citado a dos de estos locos que tengo por vecinos, pero hay varios más.
El más conocido, probablemente, es Eneko Etxebarrieta, que ya hace unos años dio la vuelta al mundo en bici. Al pasar por Brasil se enamoró de una brasileña de origen japonés, se la trajo, y ahora están dando su segunda vuelta al mundo, más larga y en tándem. Ahora mismo andan por Venezuela. Ésta es su página web: http://www.acercandoelmundo.com/
A través de unos amigos comunes conozco a una pareja, Susana y Jaizki, que después de vivir una temporada en Singapur decidieron volverse a casa. Y como no tenían prisa, prefirieron volver despacio, atravesando Asia y Europa en tren durante siete meses. El blog que hicieron de su viaje merece la pena, especialmente las fotos. http://pasajerostren.blogspot.com/
Pero hay más locos sueltos. El año pasado estuve viendo un diaporama de un compañero de trabajo de un amigo, que un buen día salió en bicicleta de su pueblo, Matauko, a las afueras de Vitoria, y se fue pedaleando hasta Katmandú. Y hace apenas un mes estuve viendo el de otro tipo, al que también conozco de vista, que hizo exactamente lo mismo desde otro pueblecito aquí al lado, Mendiguren, hasta el Cabo Norte en Noruega.
Eso por no hablar de un buen amigo que está ahora mismo haciendo un viaje de varios meses por Indochina, Australia y Sudamérica, eso sí, por métodos más convencionales…
Y nosotros aquí… ¡Ay!
Vaya envidia me da toda esa gente (los de las bicis no, eso me costaria demasiado). Yo hice un viaje mas modesto este verano por la parte nor este de españa, me da rabia que ves mucha carretera pero pocas cosas realmente, pero es una buena experiencia aunque sea un viaje tan modesto como el mio
http://finitoeinfinito.foroactivo.com/experiencias-f10/viaje-de-los-castillos-0-introduccion-t95.htm
Curiosa historia que nos deja buen sabor de boca. Unas buenasvacaciones. Saludos.
Increible! cosas como estas nos hacen pensar de modo diferente, curioso y necesario de transmitir! Genial aporte! 😀
Espero que esto de verdad sea el cabo de buenas ezperanzaz 😀