Capítulos anteriores: Abu Dabi | Kuwait | Dubái
Nuestro Nissan Sunny de alquiler no estaba ni remotamente preparado para esas pistas de tierra y grava en mitad de la nada. Un grupo de cuatro todo terrenos nos adelantó y nos preguntamos qué hacer, si merecía la pena continuar. No teníamos permiso para estar en el país, no teníamos cobertura en el móvil, la probabilidad de pinchar un neumático era demasiado elevada como para ignorarla, y frente a nosotros había una cuesta abajo vertiginosa que finalizaba en un arroyo que habría que vadear con nuestro automóvil de tracción delantera. Quizá era un buen momento para darse la vuelta. Quizá era la decisión más lógica y sensata. Nos miramos, e inmediatamente decidimos: «Hemos venido a jugar». Bienvenidos a Madha y Nahwa, los enclaves fronterizos del desierto
