El concepto de frontera tal y como lo conocemos hoy día es inherente al concepto de Estado-Nación: una línea finísima que señaliza dónde empieza el poder de un gobierno y termina el de otro. En todo el planeta hay un cuarto de millón de kilómetros de fronteras; la cifra exacta depende de qué consideremos país y por tanto de cuántos países creamos que hay en el mundo. Y de esos doscientos cincuenta mil kilómetros de límites internacionales hay uno, y sólo uno, que supone un 0,00006% del total. 156 metros de límite entre Botsuana y Zambia. Hoy, en Fronteras, el puente de Kazungula, la frontera más corta del mundo.


Para entender la frontera más corta del mundo hay que hablar primero de otros dos países que no son ni Botsuana ni Zambia, y que son los que escoltan ambos lados del breve límite. Específicamente hay que hablar de la Franja de Caprivi, ese saliente monumental que tiene Namibia al norte del país. Cuatrocientos kilómetros de largo y treinta de ancho herencia, como el resto de las fronteras africanas, de la colonización. Lo que hoy es Namibia en su día se llamaba África del Sudoeste Alemana, un nombre que parecía más bien una dirección postal. Los alemanes tenían colonias también en lo que hoy son Tanzania, Ruanda, Burundi, Camerún y Togo, además de pedazos de la actual Kenia. Se le ocurrió entonces a las autoridades coloniales germanas que podían unir por vía fluvial sus colonias del este y del oeste del continente africano, vía los ríos Cuando y Zambeze, así que en 1890 hicieron un cambio de cromos con los británicos, y les entregaron Zanzíbar y un trozo de Kenia a cambio de Tanzania, la isla de Heligoland en Europa y una franja de desierto que se conoce por el nombre del entonces canciller alemán, Leo Von Caprivi.

Lamentablemente para los intereses imperiales de Alemania, el río Zambeze no es navegable hasta su desembocadura por la presencia de un pequeño accidente geográfico conocido como Cataratas Victoria, un salto de agua de apenas 108 metros de altura situado 70 kilómetros río abajo, cuya existencia los cachondos de los británicos conocían desde al menos tres décadas y media antes porque David Livingstone (supongo) había escrito una detalladísima crónica del lugar. Así que la Franja de Caprivi se quedó como una de esas curiosidades geográficas para blogueros y youtubers. En aquel momento estaba rodeada por colonias británicas en toda su extensión: Bechuanalandia, y las Rodesias del Norte y del Sur, que hoy son Botsuana, Zambia y Zimbabue. Con las independencias coloniales la frontera quedó, como era habitual, definida de manera no del todo clara: de las cuatro fronteras que convergen en la desembocadura del Cuando en el Zambeze, tres están definidas por ríos, pero dos de ellas discurren por el thalweg (la parte más profunda del río) y la tercera (Zambia-Zimbabue) por el punto medio del río, equidistante de las dos orillas. La cuarta frontera (Botsuana-Zimbabue) la marca un viejo camino tribal. Así que cuando los países se independizaron no quedaba muy claro si existía una cuádruple frontera o no, y si por lo tanto se podría construir un puente entre Zambia y Botsuana, porque tal vez la frontera no existía, o sólo era un punto geométrico.


A principios de la década pasada tres de los los cuatro países implicados llegaron a un acuerdo sobre dónde empezaban y acababan sus fronteras, y pese a la oposición de Zimbabue, por entonces regido por el demente de Robert Mugabe, quedó por fin establecido que los trifinios entre Zambia, Botsuana y Namibia por un lado y los dos primeros países y Zimbabue por el otro estaban separados exactamente por 156 metros, lo que permitió por fin la construcción del muy esperado puente, planificado por primera vez en los años 70. Las obras comenzaron en 2014 y terminaron, por fin, en 2021, tras unos cuantos meses de parón por la pandemia. La carretera cruza el río Zambeze entre dos pueblos llamados Kazungula, uno en cada orilla, que se unen, por cierto, a un tercer pueblo llamado exactamente igual en Zimbabue. Urge renombrar alguna aldea namibia para completar la colección. Los 900 metros de puente sirvieron para jubilar por fin el ferry que durante décadas había transportado vehículos y pasajeros de un país a otro, un cacharro con la misma fiabilidad y flotabilidad que una balsa hecha con botellas de dos litros de Cocacola vacías. Quedaron así resueltos dos problemas, uno geográfico (no, no hay cuatrifinio) y otro logístico: evitar que la gente se hunda innecesariamente al cruzar el río. Que siempre es de agradecer.


Fuentes y más info:
CNN, Strange Maps, Nomadic Backpacker, African Development Bank.
Esta historia apareció aquí hace dieciséis años y medio, antes de que empezaran las negociaciones para construir el puente. De hecho antes de que algunos de vosotros nacieráis. Por entonces la frontera más corta del mundo internacionalmente reconocida era entre España y Gibraltar y la segunda la de Italia y el Vaticano. Ahora son segunda y cuarta, respectivamente.
Además de eso, recomiendo el atento visionado de este vídeo de Un Mundo Inmenso:
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Puedes encontrar esta historia, y todas las demás, en El Mapa de Fronteras
Esta historia también aparece en HISTORIONES DE LA GEOGRAFÍA junto con otro centenar más, narradas con el mismo tono serio y académico que caracteriza este lugar. Si eres lector de este blog, estás legalmente obligado a comprar el libro. No me lo invento, es la ley, y la ley se cumple. Estás tardando. COMPRA MI LIBRO. ES UNA ORDEN
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¿La frontera entre España y Marruecos en Vélez de la Gomera no es más corta aún? Aunque imagino que en la clasificación que mencionas cuentan las fronteras totales entre dos países y al sumar Ceuta y Melilla se va para abajo en la tabla…
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Hola Diego, enhorabuena por el blog, que sigo desde hace años. Hasta ahora pensaba que la frontera hispano-marroquí en el Peñón de Vélez de la Gomera era la frontera internacional más corta del mundo. Apenas 80 m mal contados. Quizá este «casi» tetrafinio sea la frontera fluvial más corta.
PD: ya he comprado el libro 😁
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«Lamentablemente (…) el río Zambeze no es navegable por la presencia de un pequeño accidente geográfico llamado Cataratas Victoria (…) cuya existencia los cachondos de los británicos conocían desde hacía tres décadas y media antes porque David Livingstone (supongo)».
Por favor, basta, revivió el humor. Me reí con un asma de preadolescente en primavera. Ni en mil años ninguna IA haría esto, gracias por tanto
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Gracias, DIego, como siempre. Los que pasamos por aquí desde hace lustros siempre recordaremos el esquema «increíblemente cutre» de las fronteras y la remotísima posibilidad de que algún día se convierta en cuatrifinio si se modifican los cauces de los ríos.
En el debate sobre el ránking de fronteras cortas, ¿qué pasa con la isla Hans?
Un abrazo. Espero que los Reyes me traigan tu libro.
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