Las mejores vistas de Bangkok están en la Torre Sathorn Unique. Un rascacielos de cincuenta pisos con seiscientos apartamentos de lujo en pleno centro de la ciudad. A sus pies, decenas de locales comerciales para que se instalen las marcas más exclusivas del mundo. Sólo hay un pequeño problema: nadie ha llegado nunca a vivir allí. El edificio lleva 23 años abandonado, se cae a pedazos y es la atracción turística más disfuncional del país
A mediados de los noventa era fácil ser optimista en Tailandia. El crecimiento económico llevaba una década en cifras cercanas o por encima de los dos dígitos anuales; de hecho el país disfrutaba de las mayores tasas de crecimiento entre todas las naciones del mundo. Enormes masas de población escapaban de la pobreza extrema, y Bangkok se modernizaba a pasos agigantados. El dinero extranjero fluía a chorros hacia el país y hacía falta un lugar donde los nuevos ricos locales pudieran mostrarle al mundo su riqueza. Una torre de 175 metros de alto con seiscientos apartamentos de lujo y cincuenta locales comerciales reservados para las marcas más exclusivas del planeta sería el escaparate perfecto. Las mejores vistas de la ciudad, las mejores tiendas del país. Se pusieron los cimientos, se levantaron las 49 plantas del edificio, se revistió de hormigón la estructura, se pusieron cables y cañerías, y entonces, en 1997, cuando apenas quedaba una pequeña parte del trabajo, la construcción fue abandonada.


El crecimiento de Tailandia en la década que termina en 1996 se explica en parte por dos ficciones. Por un lado una burbuja inmobiliaria considerable, y por el otro el tipo de cambio fijo entre el Baht y el Dólar, establecido en 25 bahts por cada dólar, que para 1997 se había hecho insostenible. El 14 y el 15 de mayo diversos inversores internacionales olieron la sangre y lanzaron una serie de devastadores ataques especulativos contra la moneda tailandesa. El gobierno se gastó un 90% de sus reservas de divisas para mantenerla solapada al dólar, sin éxito: el 1 de julio el Baht regresó a la flotabilidad. Fue la primera de las fichas de dominó en caer de lo que acabó siendo la Crisis Asiática de finales de los noventa, que en el caso tailandés acabó con el colapso de la economía, la pérdida de un 20% del PIB y la paralización de más de 300 proyectos de rascacielos sólo en Bangkok.

De los cientos de rascacielos que detuvieron sus obras en 1997 en la ciudad sólo uno nunca las retomó. Los propietarios de la Sathorn Unique nunca consiguieron financiación para reanudar las obras, en parte por los problemas legales de su promotor (acusado absurdamente de intentar asesinar al presidente del Tribunal Supremo tailandés), en parte por el empeño de la compañía en recuperar la inversión original en vez de vender el edificio y rebañar lo máximo posible. El resultado es casi un cuarto de siglo de abandono y decadencia en un edificio destinado a ser un icono de la ciudad.


Cuando la obra fue abandonada la torre estaba completa en un 80%. Toda la estructura del edificio, el cableado eléctrico y las cañerías de las primeras 35 plantas, la mayoría de los tabiques y muros internos y la zona comercial estaban finalizados, y sólo restaban quince plantas por terminar. El edificio fue saqueado a conciencia durante los primeros años de abandono pese al empeño de sus propietarios por evitarlo y hoy en día sólo queda la estructura de hormigón armado, cubierta de mugre, hierbajos y agua encharcada, la viva imagen de un desastre post apocalíptico.


Pese a los intentos del dueño del edificio (el hijo del promotor original), la gente siguió colándose en las ruinas, que se convirtieron en un imán para grafiteros (50 pisos de muros intactos, como para no), y, en la era de Instagram, en el paraíso de los exploradores urbanos. En un vídeo de 2015 el propietario anunció que emprendería acciones legales contra los que entraran en el edificio, pero dio igual. Todos los intentos de evitar el asalto a la estructura de hormigón de mochileros con cámara en el móvil venidos de cualquier parte del mundo han sido en vano, así que en un momento dado la seguridad del edificio empezó a cobrar la entrada. Si no puedes con tu enemigo, únete a él. Por 500 Baht (15 euros, 16 dólares) uno puede entrar legalmente en la obra. Pese a los veinte años transcurridos, y según los peritos del ayuntamiento de Bangkok, la estructura no corre peligro, y el edificio sigue teniendo permiso de obras en vigor. Ahora bien, el turista que se adentra en el derrelicto lo hace bajo su propia responsabilidad. En muchos balcones no hay barandillas, las escaleras no son sino rampas sin protección, los huecos de los ascensores están abiertos y la probabilidad de agarrar el tétanos clavándose alguno de los infinitos hierros oxidados que asoman por toda la estructura es muy elevada.


De momento no se han registrado víctimas entre los aficionados al selfie extremo, pero en 2014 un turista sueco se ahorcó en uno de los cuartos de baño del edificio, y no fue encontrado hasta semanas más tarde, cuando un fotógrafo aficionado entró a la habitación y se encontró el percal. No hay planes para terminar el edificio próximamente. Según los propietarios, dado el estado de abandono y las infinitas reparaciones necesarias, terminarlo costaría más de lo que podrían obtener de los clientes a los que les vendieron los pisos en los años 90; podrían disolver la compañía, venderlo y retirarse a otros quehaceres, pero el promotor original se niega. Así que hasta que a alguien se le ocurra qué hacer con el esqueleto moribundo de un rascacielos, hay Instagram para rato.


Fuentes, fotos, y demás: EFE (en español), Uncube Magazine, Fox News, CNN, Wikipedia, Great Escapes, Atlas Obscura, The Telegraph, Insider, BK Asia, Elite Readers, Travel Freak.
Galerías de fotos: Olga Saily, Flickr, Wikimedia Commons, Instagram. Vídeos más abajo.
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Muy interesante, como siempre y, aunque ya se sabe que «mal de muchos consuelo de tontos», consuela un poco ver que estos desmanes se cometen casi en cualquier lugar del mundo, al olor del dinero fácil.
Una puntualización: «la década que termina en 1996» debería ser «el decenio que termina en 1996»; las décadas siempre van del año 01 al año 10 de un período concreto (1991 a 2000 en ese caso)
No acabo de dedicidir si es grotesco o fascinante, pero en cualquier caso, ahora ya se que subiré a la azotea en mi próxima visita a Bangkok. Amo esa ciudad por lo absurda y caótica!!
Un caso parecido pero más sórdido, la torre de David en Caracas, Venezuela, abandonada en la crisis bancaria de 1994 y ocupada entre otros, por grupos armados prochavismo. Ha salido en un par de series y videojuegos gringos.