El hombre que cruzaba fronteras

Conocí el Hotel Arbez hace un tiempo en alguna de las múltiples páginas de friquismo fronterizo que adornan el blogroll de esta humilde bitácora. Teniendo en cuenta que Ginebra cae a apenas siete horas y media de coche de Barcelona (Madrid, por ejemplo, está a seis horas de carretera, cinco si se corre un poco y no se para, y cuatro si se es un retrasado mental con un coche de gran cilindrada) planeé cuidadosamente el viaje para realizarlo en noviembre del año pasado. El día del viaje desperté con una descomposición intestinal nivel «las aguas del Mar Rojo se cierran sobre los perseguidores de Moisés» por lo que no sólo no podía conducir siete horas, sino que ni siquiera podía plantearme salir de casa a comprar papel higiénico. Así que cancelé la expedición y esperé mejores tiempos. Hasta que hace un par de meses se alinearon los planetas y disfruté de tres días eximido de cualquier responsabilidad laboral o familiar; pensé que la ocasión la pintan calva y me lancé a recorrer fronteras. Este blog es sólo una excusa para viajar, leches. Aprovechémosla.

suiza_escalera

-Sí, hola, Cariño, te mando la foto del sitio que he venido a ver. Sí, es una escalera. Sí, la moqueta es bastante fea y un poco mugrienta, ¡pero la frontera pasa por uno de esos escalones! Sí, me he cogido un avión y luego he conducido una hora por una carretera de montaña para ver esto. ¿Cómo, que te recuerde por qué te casaste conmigo?

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