Diecisiete años después

Llegar a una edad es empezar a plantearse ciertas cosas sobre el paso del tiempo, sobre cuánto nos queda aquí y sobre cómo queremos pasarlo. Al fin y al cabo, es más que probable que hayamos dejado el ecuador de la vida atrás hace ya unos cuantos años. Siempre hay un amigo que es el primero al que entierras, y si no lo hay es que eres tú. Hace unas semanas murió mi amiga Txell después de años peleándose contra el cáncer, y sobre todo contra sus consecuencias. Le habían dado cinco años de vida, pero vivió, y de qué manera, más de seis. Unos meses antes de dejarnos decidió que había una fiesta que no quería perderse, así que la organizó ella: su funeral. El Funeral en Vida fue todo un acontecimiento; familia y amigos reunidos para pasar un buen rato con comida y bebida, música, baile y felicidad a raudales. Yo me lo perdí porque estaba en Japón, pero para ella fue uno de los mejores días de su vida, y me habló de él cada vez que nos volvimos a ver en los siguientes meses. Nuestro último viaje juntos, su penúltimo, fue recorrernos en coche cientos de kilómetros por Serbia, Bulgaria y Rumanía. Para mi el viaje duró doce días, pero para ella fueron seis, porque la tuve que dejar en el aeropuerto de Bucarest a tiempo de la siguiente sesión de quimioterapia en Barcelona.

Monasterio de Rila, Bulgaria, agosto de 2023

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Happy birthday sixteen

Hace unos días nos juntamos en Madrid cuatro entusiastas de la geografía bizarra y los viajes disfuncionales. A saber, Javi (a.k.a. Sherlock), Coke González, el Mapache sifilítico de las bandeas y yo mismo. A todos ellos les conozco en persona desde hace más de diez años, y digitalmente al menos un par más. Fue un día de lo más entretenido, desayunamos chocolate con churros en San Ginés como buenos turistas, y luego nos fuimos a Segovia, para acabar el día pelándonos de frío en el Monasterio de El Escorial. Durante el día abundaron los chistes increíblemente malos, los juegos de palabras absolutamente delictivos y los insultos tan despiadados como cariñosos que sólo los viejos amigos se dedican unos a otros sin ningún pudor. Un buen día, en resumen. Un día que sólo existió porque este lugar existe.

Imagina ser un romano y matarte a poner piedras unas encima de otras para que luego llegue un cuarentón a usarlas de fondo para sus fotos cuquis

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Quince años no es nada

«Éramos felices y no lo sabíamos». He leído esa frase muchas veces a lo largo de los últimos tres lustros, sobre todo en los últimos cinco o seis años. Generalmente y al menos en España, se refieren a la década que va de finales de los noventa a finales de los 2000, una década de crecimiento económico y optimismo social, con el terrorismo nacionalista e islamista como enemigo común y la sensación de estar entrando en el primer mundo por la puerta grande. Curiosamente, es más fácil leerles o escucharles esas palabras a gente que por aquella época en el mejor de los casos no había terminado la primaria, y que muchas veces no había siquiera nacido. Todo está inventado hace mucho tiempo. Cualquiera tiempo pasado/fue mejor, rezan los dos versos que cierran la primera de las cuarenta Coplas a la muerte de su padre  de Jorge Manrique. Las escribió en los años setenta. Del siglo XV. Cuatro siglos más tarde, la actriz francesa y ganadora de un Óscar Simone Signoret publicó su autobiografía con el título La nostalgia no es lo que era, una frase ingeniosa que, cuenta, leyó por primera vez grafiteada en un muro en Mahattan.

Fronterasblog en sus inicios, tal y como lo capturó la Wayback Machine el 12 de enero de 2008

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Las 256 mejores entradas de Fronteras

Que son todas y cada una, incluyendo esta. Hoy, siete de enero, se cumplen cuatro años, cuatro, de la publicación de la primera entrada de este blog. Decir que en estos cuatro años han cambiado muchas cosas sería quedarse un poco corto. Me he casado, he tenido un hijo (al que le regalan mapamundis atroces), he cambiado dos veces de trabajo y otras dos de lugar de residencia, he perdido a mi padre, he conocido Nueva York (y lo que es mejor todavía, Baarle)… y he publicado 28 entradas en el blog (en 22 años). No son muchas (Microsiervos hace eso en un fin de semana malo y sólo con los bots), pero hay alguna que otra más o menos decente que podría incluso ser calificada como pasable. En cualquier caso he disfrutado como un enano durante estos cuatro años. Y espero que vosotros, escasos pero inmerecidos lectores, de vez en cuando hayáis pasado un rato agradable leyendo este vuestro blog fronterizo.

Para la entrada de hoy voy a necesitar uno de estos

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Dos años en la Frontera

Pues parece que hemos llegado a los dos años. Contra todo pronóstico, y para desgracia del nivel de la blogocosa hispánica, Fronteras celebra hoy su segundo aniversario, algo que me llena de orgullo y satisfacción y que además me permite dedicar una entrada entera a mirarme el ombligo. Permitan que me de unas palmadas en la espalda y felicite a mi imagen en el espejo por ser tan irresistiblemente atractiva.

Gonzo en la Tira Ecol.

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La inevitable entrada del primer aniversario

Gabriel García Márquez dijo en una ocasión que «Escribo para que me quieran», y todo bloguero que haya instalado un contador de visitas sabe hasta que punto esa frase es cierta. En días como hoy aún más, y es que con treinta y nueve días de retraso llega a Fronteras el segundo cumpleaños de cualquier bloguero, en el que recibe felicitaciones,  palmadas en la espalda y elogios de gente que no conoce. Algo parecido a lo que ocurre en el Facebook.

phone174
Mi señal de tráfico favorita

Fronteras nació el 7 de enero del año pasado fruto de la lectura compulsiva de la Wikipedia en inglés durante las fiestas navideñas. Vivía solo y tenía dos cosas muy importantes para cualquier bloguero que se precie, una conexión de ADSL e insomnio. Con esas dos armas pasé horas leyendo todo tipo de datos chorras y absolutamente innecesarios sobre cantidad de cosas, pero especialmente sobre Geografía. Me enteré así, por ejemplo, de que el nombre completo de Bangkok, capital de Tailandia, es Krungthepmahanakhon Amonrattanakosin Mahintharayutthaya Mahadilokphop Noppharatratchathaniburirom Udomratchaniwetmahasathan Amonphimanawatansathit Sakkathattiyawitsanukamprasit, que en castellano quiere decir «Si es pa’l Domund, ya he dao». De todo lo que leí lo que más me asombró es encontrar cachos de unos países en otros (técnicamente se llaman exclaves, pero se entiende mejor de la otra manera) y naciones enteras que, sencillamente, no existían para nadie. Y así comenzó a gestarse la idea de un blog dedicado a esa clase de cosas.

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