Trece de agosto de 1961. Antes de que salga el sol, tropas de la República Democrática Alemana arrancan los adoquines en todos los cruces entre la zona soviética de Berlín y el resto de zonas de la ciudad. Inmediatamente después instalan alambradas y barricadas para impedir cualquier tipo de tráfico. Batallones de trabajadores comienzan a colocar ladrillos, mientras los soldados impiden por la fuerza el cruce de la frontera. Así comienza la construcción del Muro de Berlín, la barrera que la Unión Soviética levantó para evitar que los ciudadanos alemanes bajo su control se fugaran al mundo libre. Tres días después un soldado germano oriental encargado de vigilar uno de los cruces decidió escapar de la prisión en la que estaban convirtiendo Berlín Oriental. La foto del soldado saltando sobre la concertina se convirtió en una de las más famosas de la historia. Su nombre era Conrad Schumann, y fue la primera persona conocida en fugarse de la Alemania del Este. Pero desde luego no sería la última. A lo largo de los siguientes 28 años los alemanes inventaron infinidad de métodos para escapar de la tiranía comunista, muchas veces con éxito, otras dejándose la vida por el camino. Esta es la historia de una de las más exitosas: los túneles bajo el Muro de Berlín.

Durante las primeras semanas de construcción del muro, numerosos alemanes aprovecharon para huir al Oeste antes de que la barrera se convirtiera en impenetrable. Uno de los casos más conocidos fue el de Frieda Schulze, una mujer de 77 años que escapó por la ventana de su casa: su edificio estaba situado en Berlín Este, pero la fachada daba a Berlín Oeste, por lo que el ejército de Alemania Oriental no había podido alzar un muro en esa zona, donde la frontera estaba delimitada por los muros exteriores de los edificios. Para evitar esa clase de situaciones, la RDA procedió primero a tapiar ventanas, luego a echar a la gente de sus casas, y finalmente a demoler todos los edificios cercanos a la frontera y así hacer sitio para el llamado pomposa y cínicamente «muro de protección antifascista».


Pronto los berlineses se dieron cuenta que pasar por encima de la frontera era poco menos que imposible, pero pasar por debajo, con las herramientas adecuadas, podía resultar bastante más sencillo. El primer túnel bajo el muro se excavó apenas un mes después de que empezara su construcción, y es una historia de lo más romántica. Un par de jóvenes de Berlín Oeste perforaron un agujero hasta el cementerio de Pankow, al otro lado del muro, para sacar a sus novias de Alemania Oriental. Junto a ellas se fugaron otras 18 personas. No menos romántica, y mucho más rocambolesca, es la historia de Lothar y Waltraud Niebank. Se casaron el 5 de agosto de 1961, exactamente ocho días antes de que empezara la construcción del muro. Él vivía en Berlín Oeste y ella en el Este, pero las autoridades orientales le extendieron un visado por el que se le permitía salir legalmente del país. Tras pasar unos días en casa de los padres de ella, el día 13 por la mañana se levantaron con intención de mudarse definitivamente a Berlín Occidental, pero ya sabemos lo que se encontraron. Él pudo regresar a su casa, pero a ella le retiraron el permiso para abandonar el país. De haber salido 12 horas antes de su casa no habrían tenido problema, pero así son las fronteras: arbitrarias. Después de tres meses de intentarlo todo, Lothar decidió contratar a unos obreros para que excavaran un túnel bajo el muro, también con el otro extremo en el cementerio de Pankow. El 19 de diciembre Waltraud Niebank, junto con una pareja de amigos, se metió en una abertura justo detrás de una de las lápidas, y emergió treinta metros más allá, en un mundo libre.


No todos los túneles tenían éxito. En enero de 1962 unos estudiantes horadaron un boquete bajo las vías del tren en la estación de Wollankstrasse, que estaba físicamente situada en Berlín Este pero sólo era accesible desde el Oeste. Después de varios días de trabajos subterráneos, y a sólo cinco metros del final, el túnel se hundió por las vibraciones del tráfico ferroviario. El hundimiento fue claramente visible desde el exterior, así que las autoridades germano orientales no tardaron en hallar la entrada del pasadizo. Por suerte para sus autores, ninguno de ellos fue detenido; y la Stasi tampoco localizó a los que esperaban en el este para la fuga. Uno de los constructores de la vía de escape era Boris Franzke, un joven de Berlín Occidental que se especializó en la construcción de túneles entre las dos partes de la ciudad para permitir fugas y deserciones de la Alemania comunista. Excavó el primero para rescatar a su novia, su madre, su hermano y el resto de su familia pero alguien, nunca se supo quién, les traicionó, y fueron detenidos. Dolorido e indignado, dedicó los siguientes dos años de su vida a cavar en la arena bajo el muro. Siete túneles, tres de ellos exitosos, por los que escaparon docenas de personas.

Ese mismo mes de enero de 1962 se produjo uno de los intentos más exitosos de la historia de los túneles berlineses. Los hermanos Becker, un par de ingenieros empleados en empresas estatales de Alemania Oriental, residían en una de las casas junto a la frontera. A mediados de enero recibieron la orden de desahucio por parte de la alcaldía de Berlín Este: el 1 de febrero tenían que abandonar su casa para que el edificio fuera tapiado y derribado. La decisión estaba tomada: comenzaron a cavar en el sótano de su casa, y en seis días los mellizos completaron treinta metros de túnel. El séptimo día, en vez de descansar, llamaron a sus trabajos para avisar de una enfermedad inventada, y terminaron el pasaje subterráneo, que rompió el suelo de Berlín Oeste en la Chausestrasse. Cuando regresaron a casa para avisar de que la ruta de escape estaba abierta, se encontraron con catorce desconocidos en el salón. Sin tiempo para preguntas, los metieron en el túnel, junto con sus hermanos, su madre, novias, y algún vecino. La voz se corrió por el vecindario y antes de que tres horas más tarde la Stasi descubiera el pastel, algún vecino más pudo huir de la dictadura. En total 28 personas escaparon al Oeste, y fueron extraídos del pasadizo, que tenía apenas sesenta centímetros de ancho y el doble de esa cifra de alto. «¿Viene todo el barrio o qué pasa?», dicen que dijo el policía que les ayudó a salir.

A lo largo de 1962 se excavaron diecinueve túneles, ocho de los cuales fueron exitosos. En total, entre cien y ciento cincuenta personas escaparon por ellos; la cifra total es confusa porque en muchos casos los fugados se enteraban de la existencia del túnel minutos antes de que lo hiciera la Stasi y el lugar se convertía en un hormiguero de gente intentando escapar. Entre los intentos exitosos estuvo el de la familia Thomas, vecinos de los Becker, que escaparon desde el edificio de al lado cuatro meses más tarde. Otros tres túneles que permitieron fugas antes de ser descubiertos por la policía oriental se construyeron bajo la Heidelberg Strasse, cuyo subsuelo era especialmente fácil de cavar al estar hecho de arcilla. Pero el más famoso de los túneles de 1962 es el conocido como Túnel 29, por la cantidad de gente que escapó por él. Construido por un grupo de treinta estudiantes berlineses comandados por dos italianos, su excavación llevó seis meses, entre marzo y septiembre. Más de 130 metros de pasadizo excavados fundamentalmente a mano en condiciones francamente mejorables tuvieron su premio cuando el 23 de septiembre los primeros refugiados llegaron al Oeste, seguidos por otro grupo un día más tarde. Al tercer día, la Stasi ya se había enterado, en buena parte porque en Berlín Occidental no se hablaba de otra cosa.



Las construcción del muro llegó en uno de los momentos más álgidos de la Guerra Fría, y por esa razón recibió una atención mediática enorme en Estados Unidos y el resto del bloque occidental. Previamente a la partición física de Berlín, la ciudad había estado sumida en una tensión militar creciente por la fuga masiva de población a través de la frontera de Berlín, de la que la Unión Soviética culpaba a occidente. Durante los años posteriores al alzamiento del muro las noticias de Berlín eran consumidas con avidez por el teleespectador norteamericano. Los derechos de la historia del Túnel 29 fueron vendidos en exclusiva a la NBC por 15.000 dólares, que se usaron para pagar al personal que trabajaba en la obra. Los grupos de rescatadores se convirtieron así en semiprofesionales, no sin polémica, puesto que algunos de los idealistas que trabajaban para liberar a sus compatriotas del otro lado de la frontera consideraban indigno cobrar por ello. Pero al final todo es más fácil con dinero que sin él, así que se excavaron unos cuantos túneles patrocinados más durante los siguientes años. El más caro, largo, profundo y exitoso de todos ellos vio la luz brevemente el día 3 de octubre de 1964. Fue conocido también con un número: Túnel 57.

Liderados por dos jóvenes llamados Wolfgang Fuchs y Rheinald Furrer, un equipo de 35 personas, financiados por televisiones, periódicos y hasta el ministerio de asuntos exteriores alemán, excavaron 145 metros de túnel a doce metros de profundidad, entre el sótano de una panadería abandonada en Berlín Oeste y una letrina en desuso en el Este. Después de medio año de trabajo por fin llegaron al excusado oriental, y los rescatadores se pusieron en contacto con familiares y amigos del otro lado del muro. Treinta de ellos escaparon el primer día; el segundo día, dos agentes de la Stasi, alertados por un chivato, se mezclaron con otro grupo de refugiados y avisaron a la Grenztruppen, la policía fronteriza germano oriental. En el caos que se produjo durante el asalto, uno de los rescatadores disparó contra los soldados que venían a por ellos, y un militar de la RDA resultó muerto, probablemente por fuego amigo cuando sus compañeros devolvieron los disparos. En total escaparon 57 personas, como el propio nombre del túnel indica.


Las autoridades de Alemania Oriental aprovecharon la muerte del soldado para organizar toda una campaña de propaganda victimista, presentando al policía fronterizo como un héroe que sucumbió defendiendo a su país de terroristas extranjeros. Probablemente nadie ni dentro ni fuera de la RDA se creyera una sola palabra de ello, pero lo cierto es que la muerte de un guarda fronterizo a manos de un civil Occidental era difícil de digerir para las distintas diplomacias, y desde aquel día el apoyo logístico y económico a la construcción de túneles prácticamente se secó. Apenas una docena más hasta principios de los 80, cuando se detectó el último intento. La última fuga subterránea registrada se dio en 1973, cuando nueve personas de dos familias se escaparon de Potsdam, en Brandemburgo, a Wannsee, al sudoeste de Berlín. Durante los 28 años en los que el muro estuvo en pie, más de cien mil personas intentaron escapar, y por lo menos cinco mil lo consiguieron. La mayoría con documentación falsa, pero hubo muchas fugas rocambolescas. El alcantarillado, construido antes de la ocupación, seguía siendo común, y 800 personas lo usaron para huir antes de que la Stasi se diera cuenta y sellara todas las entradas próximas a la frontera. También el metro se utilizó para escaparse: dos líneas de Berlín Oeste circulaban brevemente por el territorio oriental, y aunque los trenes no paraban y el acceso a las estaciones estaba sellado, no fueron pocos los que se las apañaron para llegar a algún punto en la línea desde el que acceder a Occidente, incluidos docenas de soldados. A lo largo de casi treinta años cambiaron los métodos, los materiales y la tecnología, pero lo que no cambió en absoluto fueron las ansias de libertad de los berlineses, que se vieron colmadas el 9 de noviembre de 1989, hoy hace 36 años.

Fuentes, fotos, y más info: Wikipedia (DE), Abd-Dressler, Neukollner, BBC, NBC, Swissinfo, Chronik der Mauer, Tunnelfluchten, The Guardian (2), Atlas Obscura, German History, Smithsonian Magazine, Explorando.info, New York Post, DW, Slate.
De Berlín llevamos hablando aquí como 18 años, pero de todas las historias que he contado mis favoritas son estas tres:
El niño que acudía a la escuela escoltado por el ejército
El puente aéreo de Berlín, el milagro del aire
Las últimas horas del Muro de Berlín
Esta historia, como todas las demás, está en El Mapa de Fronteras
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Vaya fachas. Mira que no querer vivir entre miseria y piojos…
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El artículo está muy bien y lo he disfrutado bastante, pero contiene un par de frases que me chirrían mucho, como por ejemplo al principio: Así comienza la construcción del Muro de Berlín, la barrera que la Unión Soviética levantó para evitar que los ciudadanos alemanes bajo su control se fugaran al mundo libre.
Suena muy peliculero, pero ahí la Unión Soviética no levantó nada. Fué Walter Ulbricht, al mando del gobierno de la DDR el que quería construirlo, el que lo planeó, el que obligó a Jrushchow a regañadientes a aceptarlo y el que lo construyo (en sentido figurado, se entiende). Ahí la URSS estuvo de convidado de piedra.
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