La estación de tren a la que sólo se puede llegar en tren

Hay estaciones de ferrocarril que dan servicio a grandes ciudades y reciben cientos de millones de pasajeros cada año. Por debajo de ellas en la pirámide de importancia están las estaciones que dan servicio a pequeñas ciudades, a suburbios, o a pueblos. En algunos lugares hay apeaderos remotos que únicamente sirven para que los habitantes de caseríos dispersos por el monte puedan subirse al tren sin necesidad de ir al pueblo más próximo. Y luego ya está Seiryu Miharashi, una estación de tren cuya única razón de existir es la propia estación de tren: no existe ninguna manera de llegar hasta ella que no sea precisamente en tren. Es la estación autocontenida. La metaestación. Una estación de tren más filosófica que práctica.

Próxima Estación: La nada (fuente)

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Por qué existe Mónaco

La mayoría de los países caben enteros en una foto desde el satélite, pero Mónaco se puede retratar en toda su integridad desde la colina más próxima con una cámara sin gran angular. Con una superficie total de dos kilómetros cuadrados cabría íntegro en el Central Park neoyorquino, y siete veces en la Casa de Campo de Madrid. Es, además, el país con la renta per cápita más alta del mundo y también el que tiene un coste de la vida más alto, y uno de los pocos con una fuerza laboral muy superior a su propia población. Hay mucho que hablar de Mónaco, pero la primera pregunta de todas es: ¿Por qué demonios existe? ¿Por qué no es un pueblo más de Francia?

Frontera de Mónaco y Francia a vista de Google. Desde el fondo sur del Estadio Luis II hasta el extremo norte del país hay 3 kilómetros. En su punto más estrecho, Mónaco tiene 300 metros de ancho

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Un pueblo llamado Satanás

Hace 17 años, 6 meses y 5 días se publicó la primera anotación en este blog. La de hoy hace la número 666. Y una cifra tan particular bien amerita un texto especialmente dedicado. Hoy nos vamos a ir de paseo por la toponimia más luciferina del mundo. Empezando, por qué no, por Estados Unidos:

El reino de Satán, Massachussets

La triple frontera entre Vermont, Nuevo Hampshire y Massachussets está señalizada por un mojón de granito de metro y medio de alto en mitad de un bosque tan frondoso que la luz del sol nunca toca el suelo. Es un lugar resplandeciente de verdor y humedad a la orilla del río Connecticut. Nadie lo asociaría a primera vista con el infierno, pero la piedra está a muy pocos kilómetros del Reino de Satán. Concretamente de Satan’s Kingdom, un poblado minúsculo y deshabitado compuesto por unas pocas cabañas de leñadores, cuyo mayor atractivo es una zona de fauna protegida. Como pasa en ocasiones, no se conoce el origen de nombre del lugar. Las dos teorías más extendidas afirman que un paisano salió de la iglesia después de un sermón sobre las llamas del infierno y se encontró un pequeño incendio forestal, que consideró una señal divina. La otra se refiere a la abundancia de serpientes venenosas, como la del relato bíblico de Adán y Eva.

Si en un lugar llamado Satanás no haces esto, no tienes corazón. Ni cabeza (I am a Honeybee)

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Cuatro días en Bakú, la capital del país del fuego (segunda parte)

Habíamos dejado el relato en el punto exacto en el que mis pantalones se convirtieron en una versión en miniatura del Río Ganges. Al día siguiente, ya con mi ropa limpia y seca, di un largo paseo por el bulevar junto al Caspio, mientras el sol derretía la nieve que todavía se acumulaba en los rincones. Subí en funicular hasta la base de las Torres Flamígeras y di un paseo por los memoriales de las diferentes guerras. Es inquietante, y asombroso, cómo cada país cuenta la historia no de manera diferente, sino incompatible. En el metro había carteles denunciando «el genocidio de los azeríes» en la guerra del Karabaj; en el palacio de los Shirvanshás un diagrama explicaba cómo los armenios genocidaron a un montón de azerbayanos durante la primera guerra mundial. Como sucede en Turquía, hablar públicamente contra la versión oficial es delito. Concluí mi paseo disfrutando de las imponentes vistas de la ciudad en una explanada de mármol donde la nieve y el hielo todavía no se habían derretido del todo, y mantener el equilibrio era ciencia-friccion. Mis zapatillas de caminar del Decathlon, con su suela lisa como un folio, se me antojaron bastante inadecuadas mientras una y otra vez resbalaba sobre el suelo, arriesgando el ridículo y la integridad física.

Este pollo dijo llamarse Yuri y ser de Kazajistán. Me pidió que le hiciera una foto y se la enviara por Whatsapp. Le hice la foto y se fue sin darme su número de teléfono. Yuri, si me lees, espero que te guste

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