Las ciudades cerradas de la Unión Soviética

Aproximadamente uno de cada cien rusos vive en un ZATO. ZATO son las siglas en alfabeto latino de zakrytye administrativno-territorial’nye obrazovaniya, o Complejos Administrativos Territoriales Cerrados. Los ZATO son lugares a las que sólo se puede acceder con un permiso especial expedido por las autoridades y de los que en algunos casos sólo se puede salir de la misma manera. Parajes rodeados a partes iguales de misterio y alambre de espino, puntos que a veces ni siquiera aparecen en el mapa. Durante mucho tiempo ni siquiera tuvieron nombre. Eran las ciudades cerradas de la Unión Soviética, y hoy son las ciudades cerradas de Rusia.

Cartel prohibiendo la entrada de ciudadanos extranjeros en Ozyorsk, lugar conocido durante décadas con el nombre de Ciudad 40 (WIkimedia)

Cuando en los años 40 Iosif Stalin decidió que su país tendría acceso a la bomba atómica, toda la industria necesaria para ello fue ubicada en los lugares más remotos del enorme imperio soviético, lejos de la mirada de Occidente y sobre todo del alcance de sus bombarderos. Para incrementar la seguridad, se instauró una política de secretismo según la cual las ciudades donde residieran los trabajadores relacionados con la industria nuclear serían desconocidas para el gran público. Para vivir allí hacía falta pasar los estrictos chequeos ideológicos y políticos del NKVD, posteriormente llamado KGB, y nadie podría entrar ni salir sin permiso específico de las autoridades. Las ciudades no sólo no aparecían en los mapas, sino que ni siquiera tenían nombre; la mayoría de ellas eran denominadas de forma oficial como la ciudad más cercana, añadiéndole los dos últimos dígitos del código postal. Cheliábinsk-40, Sverdlovsk-45, Krasnoyarsk-75, Perm-76, nombres tremendamente sugerentes y guerrafriescos que evocan exactamente lo que eran. Lugares fuera del espacio físico, oficialmente inexistentes.

Control de entrada a la ciudad de Séversk, antiguamente llamada Tomsk-7. El lugar es la sede del Grupo Siberiano de Empresas Químicas, dedicado a la separación y enriquecimiento de uranio y plutonio. En 1993 se produjo una explosión considerada uno de los diez peores accidentes nucleares de la historia.

Las ciudades cerradas eran conocidas internamente como «apartados de correos». A los residentes en ellas, en las contadas ocasiones en las que se les permitía salir, se les prohibía hablar de dónde residían; si eran requeridos por la autoridad, debían afirmar residir en la ciudad grande más cercana, la que le daba nombre a su asentamiento. A cambio del aislamiento y la invisibilidad, los habitantes de las ciudades cerradas disfrutaban de algunos privilegios. Tiendas mejor surtidas, productos de mayor calidad, un sueldo más generoso y más tiempo libre eran el pago por vivir en un lugar que oficialmente no existía.

Checkpoint a las afueras de Zheleznogorsk, antiguamente denominada Krasnoyarsk-26 (Wikipedia)

Las ciudades cerradas de Stalin no sólo estaban relacionadas con la producción de armas de destrucción masiva; también los lugares próximos a la frontera, dependientes de bases militares importantes, grandes centros mineros o plantas de producción de determinados compuestos fueron rodeadas con kilómetros de alambre de espino y cientos de soldados del Ejército Rojo que patrullaban el perímetro 24 horas al día. Murmansk-60 contenía un astillero de reparacion de submarinos (y sigue siendo así, pero con el nombre de Snezhogorsk); en Sbobodny-18, ahora llamada Tsiolkovsky, se encontraba un silo de lanzamiento de misiles intercontinentales ahora reconvertido en cosmódromo, mientras que Petropavlosk-Kamchatky-50 alojaba (y sigue alojando) una base de submarinos de la armada, con el nombre de Vilyuchinsk.

Severómorsk, centro administrativo de la Flota del Norte rusa, un lugar donde los extranjeros no pueden entrar. Aunque tampoco tiene pinta de que quieran hacerlo (Reddit). En 1984 la ciudad y sus alrededores fueron el escenario de un incendio catastrófico en el que murieron 300 personas; el fuego en un almacén de armas provocó la detonación de toneladas de misiles y explosivos de todo tipo, y obligó a la evacuación de buena parte de la ciudad. Nada de esto se filtró a la población, y sólo los servicios de espionaje occidentales supieron de lo sucedido.

 

Severómorsk está bien dentro del Círculo Pllar Ártico. La combinación de nieves perpetuas y el hormigón con el que se construyen los bloques de viviendas de estilo Brezhneviano hacen de la arquitectura siberiana una de las estampas más deprimentes y a la vez fascinantes del mundo (Tumblr).

La más conocida de las ciudades secretas era Cheliábinsk-40, denominada habitualmente «Ciudad 40» (Город-40) y que hoy existe con el nombre de Ozyorsk u Ozersk, según cómo se transcriba. Fue fundada como «Base 10» (База-10) en 1945 para centralizar el programa nuclear soviético, alrededor de la primera planta nuclear del país, la de Mayak. Fue en ese lugar donde se enriqueció el plutonio que llevaba la RDS-1, la primera bomba atómica detonada por los soviéticos, en agosto de 1949 Cuarenta mil esclavos, presos políticos y prisioneros de guerra procendentes del Gulag,  levantaron tanto la central nuclear como la ciudad anexa. Allí fueron destinados notables físicos soviéticos, y varios miles de trabajadores más.


Vista en Google Street View del control de acceso a la ciudad cerrada de Snézhinsk, conocida en su día como Cheliábinsk 70, y situada a pocos kilómetros de Ózyorsk. 

Hasta 1954 los residentes de la Ciudad 40, incluidos los antiguos presos que habían sido autorizados a quedarse allí, no pudieron salir del lugar, entre cinco y ocho años después de su llegada. Las condiciones eran no revelar bajo ningún concepto la existencia del lugar, que no era reconocido oficialmente ni aparecía en mapa alguno. De hecho sus residentes ni siquiera aparecían en el censo soviético, y en sus pasaportes y documentos de identidad aparecían como nacidos en Cheliábinsk. Los familiares de aquellos que fueron enviados allí (científicos, pero también personal de limpieza, construcción o mantenimiento, profesores, médicos, etcétera) no fueron informados en todo ese tiempo del paradero de sus seres queridos. La comunicación telefónica o postal estaba prohibida para los habitantes de Ciudad 40, y para el resto del mundo era como si esas cincuenta mil personas se las hubiera tragado la tierra. A cambio, la ciudad era el único lugar en muchos cientos de kilómetros a la redonda donde se podían encontrar cosas como plátanos, cacao en polvo o incluso productos de lujo como el caviar. Los lugareños tenían tiempo libre y eventos culturales, algo reservado para las élites del Partido en la mayoría de lla URSS por aquella época.

Vista aérea de Ozyorsk. Así mirada tampoco parece un mal sitio después de todo (Mapio)

En 1957 planta nuclear de Mayak fue el escenario del, por aquel entones, el peor accidente  nuclear de la historia. Aún hoy día figura en tercera posición tras Chernóbil y Fukushima. El incidente se produjo por culpa de un déficit crónico de mantenimiento y de las pésimas medidas de seguridad. Uno de los refrigeradores de un tanque de almacenamiento con setenta toneladas de residuos radioactivos líquidos se estropeó, y nadie se percató de ello. Como consecuencia la temperatura de los residuos empezó a subir, y el 29 de septiembre de 1957 se produjo una explosión que reventó las 160 toneladas de hormigón del techo del almacén y lanzó al aire toneladas de residuos radiactivos. En la explosión no murió nadie (era de noche), pero al menos sesenta personas recibieron dosis letales de radiación; hasta doscientas según algunas estimaciones posteriores. El viento llevó las partículas a kilómetros de distancia, y así se originó la conocida como EURT: East Urals Radioactive Trace, o Rastro Radiactivo de los Urales Orientales. Una zona contaminada de doscientos kilómetros de largo y entre diez y veinte de ancho, de donde tuvieron que ser evacuadas más de 10.000 personas en las semanas y meses siguientes, en su mayoría sin recibir explicaciones, dado que la mera existencia de la planta de Mayak era secreto de estado.

Mapa del EURT, o el Rastro Radioactivo de los Urales Orientales (Wikipedia).

El accidente de Kyshtym, llamado así porque Cheliábinsk-40 no existía oficialmente y era el siguiente pueblo más cercano al lugar, permaneció en secreto por orden de las autoridades soviéticas; quedaban muchos años para la glásnost. Aunque aparecieron algunos informes en la prensa europea en 1959 acerca de la lluvia radioactiva y de su probable origen en una catástrofe soviética, no fue hasta 1978 cuando se conoció el alcance del siniestro gracias a la información publicada por el exiliado soviético Zhores Medvedev en Londres. La CIA, por su parte, conocía el accidente desde 1960, pero no lo hizo público para no exacerbar el naciente movimiento antinuclear. Pero Kyshtym no fue el primer incidente nuclear mantenido en secreto en esa zona. Antes del accidente, y también después, se vertieron deliberadamente toneladas de residuos radiactivos al Lago Karachai. Cuando una sequía dejó parte de su fondo al descubierto, el viento arrastró partículas radiactivas que se extendieron hasta la ciudad de Cheliábinsk. El volumen de desechos radiactivos vertido es tal que es comparable a la cantidad de material que expulsó Chernóbil a la atmósfera. Sólo a partir de 1978 se forró el fondo del lago con cemento y hormigón para evitar que los sedimentos radiactivos se escurrieran río abajo. Hoy se considera que el Lago Karachai es el lugar más contaminado del mundo. Y hay gente que se baña allí.

Memorial de las víctimas de la Catástrofe de Kyshtym (Wikimapia)

El 25 de diciembre de 1991 la Unión Soviética dejó de existir tras una crisis territorial y económica sin precedentes, y 16 países surgieron en su lugar. El más grande de ellos, y heredero de todos sus tratados internacionales, es Rusia. En 1993 se promulgó una nueva constitución que definía las ciudades cerradas como «Complejos Administrativos Territoriales Cerrados», o ZATO, por su acrónimo en ruso. La mayoría de ellas son lugares donde los extranjeros tienen prohibida la entrada sin un salvoconducto específico otorgado por el administrador de la ciudad, que es bien el Ministerio de Defensa, bien Rosatom, la agencia nuclear rusa. En total el gobierno ruso reconoce oficialmente más de cuarenta ciudades cerradas en mayor o menor medida, pero se afirma que existen diez o quince más de las que no se tiene noticia oficial. En un mundo donde todos podemos mirar Google Maps, resulta bastante temerario ocultar localidades enteras.

En 2017 una nube radioactiva cubrió gran parte de Europa Oriental y Central. El peligro fue mínimo pero Rusia negó tener nada que ver con el suceso. Los expertos determinaron tiempo después que la fuente no podía ser otra que la Planta Nuclear de Mayak. La Ciudad 40. La nube se detectó hasta en Francia, es fácil imaginar que probablemente en Ozyorsk el impacto fue mayor. Pero nunca lo sabremos porque Rusia sigue negándolo, y puede negarlo porque nada entra ni sale de Cheliábinsk-40 sin permiso del gobierno. Y esa es la verdadera función de las ciudades cerradas. El control de la información (Sometimes Interesting).

Algunas ciudades cerradas, como Ozyorsk/Ciudad 40, siguen siendo lo que eran: cárceles para los de dentro, zonas oscuras al forastero, sea cual sea su nacionalidad, aunque ahora sí que existan de forma oficial. Sus habitantes, sin embargo, no lo ven así. Desde su fundación han nacido ya dos o tres generaciones dentro de la alambrada de espino y para buena parte de ellos, si no para la mayoría, Ciudad 40 no es una prisión sino algo de lo que sentirse orgulloso. Para ellos la verja que rodea Ozyorsk no tiene la función de encerrarles, sino de mantener a los demás fuera de su paraíso terrenal. Al fin y al cabo, el nivel de vida es sensiblemente superior, las posibilidades de ocio, tiempo libre y distracciones son mayores que para el ciudadano ruso medio, y los supermercados siempre están llenos de productos difíciles de encontrar en otros lugares cercanos. ¿Que a cambio su esperanza de vida es menor y su tasa de enfermedades oncológicas superior? Es un precio que están dispuestos a pagar. Al fin y al cabo, hoy día nadie obliga a quedarse a quien no quiera vivir allí. Eso sí, el que se va, nunca vuelve. Las ciudades cerradas no perdonan, ni tampoco olvidan.

Vista aérea de Novouralsk, antes conocida como Sverdlovsk-44. Su existencia fue mantenida en secreto hasta 1992. Actualmente los extranjeros tienen vetado el acceso (Wikipedia)

Más info, fuentes y demás:

En 2016 se publicó el documental Ciudad 40, de la productora alemana Samira Goetschel. El documental repasa la historia de Ozersk hasta la actualidad, y sigue los pasos de la activista y abogada Nadezha Kutepova en la ciudad, además de entrevistar a periodistas y otros ciudadanos que se muestran favorables a la verja y el encierro. Fue emitido en Netflix, y ahora está disponible gratuito y con subtítulos en español en Documanía TV.

Fuentes: Wikipedia, Atomic Heritage, Weird Russia, Passport Symphony, All That’s Interesting, The Guardian, Lidenz, The Telegraph, ABC, Listverse, Russia Beyond, Carnegie Results, Balkanist, English Russia, Open Democracy, La Tercera.

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8 respuestas a “Las ciudades cerradas de la Unión Soviética

  1. Manuel 12-abril-2021 / 12:59 pm

    Muy interesante el artículo, enhorabuena. Me ha recordado al vídeo reciente del YouTuber de viajes por países ex soviéticos Bald & Bankrupt, que visitó hace poco una antigua ciudad cerrada en Kirguizistán. Ahora se llama Mailuu-suu, antiguamente «apartado de correos 200». El vídeo es muy interesante, no voy a poner links aquí pero si a alguien le interesa se encuentra buscando «Solo in a closed soviet city».

    • MatiasND 12-abril-2021 / 3:34 pm

      ¿No es esa una de las ciudades donde se liberaron tras un accidente toneladas de desechos radiactivos en la época soviética?

  2. MatiasND 12-abril-2021 / 3:38 pm

    Muy buen artículo.
    En la gran mayoría de esas ciudades se hacían pruebas nucleares y en varias hubo accidentes catastróficos.

    Recuerdo que en cuarto de escuela cuando hablamos de los cursos de agua y su contaminación decidí hacer un oral sobre el lago Karachay. Aunque dudo de que sea posible que personas se bañen allí, estar a menos de 10 km a la redonda durante una hora ya es capaz de matarte si mal no recuerdo.

  3. Borexinante 17-agosto-2021 / 11:15 pm

    Puedo aportar algún hilo de información de primera mano sobre el incidente de 2017 mencionado en la penúltima imagen del artículo. Existen ya artículos en línea que especulan con bastante acierto sobre lo sucedido, y yo mismo no puedo elaborar mucho más con pruebas fehacientes, pero sí con confirmaciones oficiales que permiten unir muchos puntos.

    A finales de la década del 2000 y principios de los años ’10, las instalaciones de Mayak (punteras en todo el mundo, e incluso únicas, en cuanto a reprocesamiento y purificación de material radiactivo de alta potencia, especialmente si extraído de combustible nuclear gastado) ofertaron sus servicios a postores de todo el mundo para proporcionar sustancias radiactivas con fines de investigación – como ya hicieron en los años 80-90 con fuentes de alta actividad de cromo-51 para los experimentos GALLEX y SAGE.

    La idea en tales experimentos, e hipotéticos sucesores, era usar una «linterna neutrínica», es decir, una fuente de reducidas dimensiones pero alta emisión de neutrinos (partículas subatómicas muy interesantes y aún misteriosas para la física básica y la ciencia en general), a corta distancia de los detectores de neutrinos más sensibles hasta la fecha, o incluso inmersa en su interior. Desde tales años, nuevas generaciones de detectores de neutrinos hacían posible repetir, e incluso extender el alcance de, dichos experimentos con mucha mayor precisión. Obviamente, las sustancias radiactivas emisoras de tales neutrinos (inocuos de por sí, pero acompañados de otros productos del decaimiento radiactivo -radiación gamma sobre todo- que sí podrían resultar dañinos para la vida, aunque susceptibles de ser apantallados con suficiente eficacia con escudos razonables) usadas para los experimentos de los 90 ya se habían transformado para entonces en sustancias estables no radiactivas, por su tiempo de vida media, lo que era implicación directa de su alta actividad: una mayor emisión de partículas derivadas del decaimiento radiactivo, incluidos los neutrinos, implica una tasa mayor de decaimiento de los núcleos inestables, y por tanto una extinción más prematura de la radiactividad.

    Este preámbulo sirve para explicar cómo Mayak tenía capacidad y experiencia probadas para la creación de materiales radiactivos puros y emisores de gran cantidad de neutrinos para estos detectores de nueva generación. En concreto, había (y aún hay) gran interés en comprobar la existencia de un posible neutrino «estéril» que no se comportase como los tres tipos ya conocidos, motivado por ciertas anomalías pasadas aún no resueltas. La existencia de dicho tipo de neutrino se manifestaría como un «déficit» en el flujo neutrínico observado en los detectores frente al esperado según la potencia radiactiva de los materiales en las fuentes creadas a tal efecto – frente a estudios que usasen neutrinos generados en colisiones en aceleradores de partículas, menos dados a este tipo de estudios por su alta energía, o flujos naturales de neutrinos, que a día de hoy y con los detectores disponibles no son cuantificables al nivel de precisión requerido para verificar o desmentir la existencia de un hipotético neutrino estéril en el rango de masas donde se sospecha que exista.

    El material radiactivo para tal «linterna neutrínica» podría ser creado (1) bien con irradiación directa con neutrones (que no neutrinos) en un reactor nuclear de alto flujo con espacio suficiente para albergar unas decenas de kilogramos de materia prima -reactores de este tipo hay muy pocos: en Mayak, en Oak Ridge (Tennessee, EEUU), en Patten (Países Bajos) y quizás alguno más en China- , o bien (2) refinándolo a partir de «escorias» de combustible nuclear gastado.

    Tras varios avatares logístico-económico-políticos demasiado largos de contar aquí, desfavorables para la opción (1), resultó que Mayak ofertó agresivamente su propuesta de utilizar el emisor antineutrínico cero-praseodimio-144 (144Ce-144Pr), en forma de polvo sinterizado de dióxido de cerio, usando el método (2) anteriormente citado de extracción por refinado de escorias de combustible nuclear gastado. Procesos de este tipo son especialidad casi exclusiva de Mayak, altamente complejos y «calientes» (en el sentido radiactivo) y utilizando procesos de alta toxicidad y peligrosidad químicas – usando eso sí infraestructuras de época soviética difícilmente reemplazables hoy día. Por lo que parece, la intención inicial era de usarlo en el detector KamLAND (Kamioka Liquid Scintillator Neutrino Detector, en la mina de Kamioka, Japón), pero la agresividad comercial de Mayak y su interés por utilizar un lote de combustible nuclear gastado «fresco» (recordemos que irá perdiendo actividad con cada día que pasa) fue demasiado para un proyecto que contaba con usarlo a varios años vista: CeLAND, que preveía insertar la «linterna» en el centro del detector.

    Borexino (en los Laboratorios del Gran Sasso, Italia) tomó la oportunidad en 2014 y aceptó la oferta para utilizar tal fuente cuanto antes en un proyecto más logísticamente sencillo, utilizando un túnel preexistente bajo el detector: Short-baseline Oscillations with BoreXino with Cerium-144 (SOX-Ce). Tras unos años de preparativos, luchas legales, batallas contra conservacionistas catastrofistas incluso en la TV pública italiana, colaboraciones internacionales y estudios preliminares, todo estaba listo para recibir la «linterna neutrínica» de 144Ce-144Pr en 2018. Y llegó el mazazo (por Navidad 2017): Mayak ya no estaba en condiciones de fabricarla, por daños irreparables a corto plazo en su infraestructura de purificación. Esto coincidió muy sospechosamente con la nube de rutenio-106 detectada en esas fechas por estaciones de seguimiento europeas y rusas. No hubo confirmación directa a SOX de que los problemas estuvieran relacionados, y siendo puristas (y tergiversando la verdad un pelín) parece que de hecho no lo estuvieron: el incidente pudo haberse dado en un horno de vitrificación utilizado en modo generalista, pero operado con parámetros diferentes a lo habitual durante unas pruebas para la purificación de las escorias necesaria para la fabricación de la «linterna». Del lado ruso se ofrecieron alternativas, pero todas ofrecían una actividad muy por debajo de lo requerido (con lo que la sensibilidad del estudio no sería suficiente para llegar a una conclusión científica sólida), y cambiaban además todos los planes logísticos (tamaño, transporte necesario e impurezas de otros materiales, que a su vez implicaban mayores radiaciones dañinas y obligarían a rediseñar el escudo de wolframio ya fabricado -la mayor pieza de fundición de tungsteno de la historia- e impedirían que cupiese en el túnel bajo el detector). Huelga decir que ante tal situación, con una opinión pública muy desfavorable y descontento creciente, planes de financiación no prorrogables cuya fecha límite estaba a punto de llegar, y falta de alternativas factibles para otra «linterna», el proyecto SOX fue cancelado… y los propios Laboratorios Nacionales del Gran Sasso sufrieron las consecuencias del catastrofismo ambientalista local desatado por el proyecto, que están forzando al desmantelamiento de Borexino este mismo año junto con otros experimentos considerados «inaceptablemente peligrosos» para los parámetros actuales, e incluso poniendo en duda la viabilidad a largo plazo de toda la infraestructura construida bajo el macizo del Gran Sasso.

    Una verdadera pena que se podría haber gestionado mucho mejor en todos los sentidos: desde haber perseguido con más ahínco la opción (1) con cromo-51 como en los experimentos de los 90 (SOX-Cr), hasta haberse dejado de tanto secretismo, prisas y medias verdades desde el lado ruso con el cerio, o haber afrontado con mayor decisión y datos serios en la mano a los ambientalistas desatados para los que la única opción aceptable era el desmantelamiento de toda actividad científica (que no económica) activa en los laboratorios italianos, en lugar de denostarlos con la sonrisilla de superioridad en la boca.

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